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FRANCISCO COPELLO. UNA ESTRELLA LOCA QUE BRILLA EN EL CENTRO DE LA MARGINALIDAD
Desde Chile, Muñozcoloma
Estaba a punto de sentarme a la mesa con Huidobro, Neruda y De Rokha cuando una silueta en la ventana me conmocionó, me acerqué lo que más pude a ella (en esta casa las ventanas son inexpugnables, incluso desde adentro) y descubrí la imagen de un hombre calvo que me sonreía con una tranquilidad tal que me intranquilizó. Era Francisco Copello, vestido de blanco, con su mirada suave recortado, entre el rojizo de los álamos. Lo increíble es que estaba vestido de Francisco Copello, era él, en su último viaje (esta casa está a medio camino de todo) y me venía decir adiós.
Tuve la urgencia de disculparme y dejar a mis invitados en la mesa, y les serví unas copas de vino mientras se lanzaban miradas con aroma a pólvora. Salí a buscar a Copello, pero cuando volví a la ventana ya no estaba. Pensé en él, en los titulares de los periódicos de este país (Chile): "Murió Francisco Copello, era una artista... y famoso". Pensé a través de él en todos los artistas de este país, en esos que se parten el lomo para poder trabajar y que son mirados como bichos raros hasta que logran un poco de relevancia, transformándose en bichos raros que valen la pena, para exponerlos en alguna colección. Copello fue uno de ellos y como tal fue tratado como se merecía... con la frialdad que sólo se logra con una buena sobredosis de ignorancia.