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LA ONTOLOGÍA DE LA MUERTE EN LA POÉTICA DE AURORA REYES
Desde México, Jorge Solís Arenazas.
Poesía y ontología
La palabra ha nacido como interrogación. De ahí su doble naturaleza: su poder de creación y sus facultades destructivas. De ahí, igualmente, que toda crítica sea sólo posible a partir del lenguaje. Desde los mitos antiguos se revela el hombre como un paso desde la palabra. Consecuentemente, la palabra es historia. La historicidad, en su más global seña, es conducida por la transformación de la palabra, siendo ésta no sólo el medio de transmisión del mundo o la vía de reconocimiento ante éste - de apropiación ante el sujeto -, sino siendo fundamentalmente el mundo. Todas las cosmogonías inician ante conceptos como Caos o Nada; sólo así pueden acceder a concebir la creación de la existencia del universo para desembocar, con los dedales siempre otorgados por el mismo inicio, en la mirada del universo en cuanto existente. La muerte está allende la vida sólo por la frontera del lenguaje. O, por lo menos, el desvanecimiento del lenguaje, en el muro denso de la muerte, hace que su acceso sólo se estanque en el nivel más vago de algún tono hipotético, que todo se revele como incertidumbre absoluta. Cuando, en la tradición bíblica, en el Eclesiastés, se dice: les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo, ¿a qué se refieren sino al estado de los seres que oscilan entre la luz y la oscuridad, siempre a partir del tacto humano más vulnerable e inmarcesible, a un solo tiempo, la palabra? ¿No es, acaso, que el aliento que les es retirado equivale a un silencio lacerante?, ¿no es, por otra parte, la palabra lo que ha hecho que aquellos seres dejaran de ser polvo? Y cuando en el Génesis se anuncia que el hombre polvo es y polvo será tornado, ¿qué fondo mantiene tal transformación sino la palabra misma?