revista virtual de arte contemporáneo y nuevas tendencias
año 8
Número 88 - Octubre 2006

 

EL HIMNO NACIONAL CHILENO (Parte 2)
Una trifulca donde músicos, poetas y toreros
corren con colores propios
Desde Chile, Muñozcoloma

 

Las cosas no podían salir peor, todos se pelean el piano, en la escalera Robles botó a Lafinur, y Carnicer trató de golpear a De Vera y Pintado. Y ahora De Petris no quiere soltar el instrumento, mientras el resto se me abalanza para ofrecerme un himno para la Patria de los Soñadores, yo, indiferente, me acerco a la ventana y prefiero mirar las bandadas de gorriones que se alejan en contra de la cordillera... y el ruido comienza a desaparecer detrás de mí lentamente, hasta que una mano se apoya en mi hombro y vuelvo (a mi pesar) a la realidad, es Lafinur que me dice: prosigamos. Yo me resigno, bajo la cabeza y comienzo de nuevo.

Juan Crisóstomo Lafinur, hasta Borges escribe de mí

Este personaje tuvo una efímera participación en la historia del Himno Nacional chileno, pero siguiendo la cronología propuesta por Marcos Maldonado (autor de uno de los artículos citados en las fuentes), hay que señalar que este argentino nació en la localidad de La Carolina, San Luis, el 27 de enero (noviembre según otros) de 1797. Estudió en Córdoba en el Colegio Montserrat y se graduó de Bachiller, Licenciado y Maestro en Artes y Filosofía. Luego, por sus ideales (y tremenda labia), fue expulsado de la Universidad de Córdoba y se incorporó al Ejército del norte que en ese momento estaba a cargo del General Belgrano, luego lo dejaría por problemas personales, con el grado de Teniente.

Con sólo 22 años gana el concurso para ocupar la plaza de profesor titular de la cátedra de Filosofía en el Colegio de Sud de Buenos Aires, cuestión que no pasó desapercibida por nadie al ser el primer laico que impartiera la clase, la cual la separa de la religión y la dicta en español por primera vez (antes era sólo en Latín). De hecho es él uno de los que abre nuevos rumbos a la enseñanza de la filosofía en la Argentina. Como ha sido la costumbre, los viejos agrios conservadores y algunos curas se opusieron a las prácticas liberales de Lafinur, instigando a numerosas protestas, pero el profesor más luchó y en encendidos discursos defendió a las ciencias y el paso irremediable de la inteligencia por sobre el anquilosamiento de la época. No obstante, fue tal el escándalo y el poder de la Iglesia (como siempre... después piden disculpas y listo) que Lafinur es obligado a renunciar. En este tiempo además la masa ilustrada agotaba los periódicos "El curioso", "El censor" y "El americano", para leer los escritos de Lafinur, que seguía luchando desde su trinchera por la secularización de la educación y del Estado. También integra, desde 1818, la "Sociedad de Fomento del Buen Gusto en el Teatro" de Buenos Aires y escribe numerosas composiciones musicales.

Luego se instala en la ciudad de Mendoza, en 1821, donde es contratado por el Colegio de la Santísima Trinidad y donde esperaba formar una tribuna periodística fuerte, pero un año después, un cambio de gobierno lo obliga a radicarse en Chile, iniciando el viaje junto a su amigo, el actor y dramaturgo, Luis Ambrosio Morante en 1822.

En Santiago terminó sus estudios de Derecho y se tituló de abogado en la Universidad de San Felipe, mientras escribía con su suelta prosa en "El Mercurio", "El Tizón", "El Observador Chileno", "El Despertador Argentino", "El Liberal" y "El Interrogante", y en su corta vida, además dejó un libro titulado CURSO DE FILOSOFÍA.

 


Juan Crisóstomo Lafinur y su sobrino bisnieto Jorge Luis Borges

Pero Lafinur también estaba relacionado con la música, aunque de manera no profesional. En Chile conoce el Himno Nacional, cuestión que le desagradó por completo, tanto así que comenzó la titánica empresa de rescribirlo, letra y música. El resultado fue un himno que se estrenó en el Teatro de Arteaga (para variar) y que despertó la simpatía del público, cuestión que se corrió de boca en boca rápidamente, era tema de conversación en esa época: se había creado un himno mejor que el de De Vera y Pintado y Robles, más armonioso y poético.

En un acto de condescendencia extraña para un artista, Lafinur decide echar marcha atrás a su propuesta, ya que cree que ha herido los sentimientos y la autoestima de los autores, guardando la letra y las partituras para siempre. El argentino se casó acá en Chile y murió muy joven a raíz de un accidente mientras montaba a caballo, en Santiago, el 31 de agosto de 1824, cuando apenas contaba con 27 años. No se puede dejar de mencionar que Lafinur fue tío bisabuelo de Jorge Luis Borges, y el escritor (Rey de la Argentina), lo cita en EL ALEPH (1949), también le dedicó un ensayo titulado NUEVA REFUTACIÓN DEL TIEMPO (1947) y un poema titulado JUAN CRISÓSTOMO LAFINUR (1797-1824) en su libro LA MONEDA DE HIERRO (1976).

Ramón Carnicer Battle: ¿Dónde me dijo que queda Chile?

Aquí aparece en las tablas más operísticas, un español que pasaría a la historia nacional, sin haber puesto ni un pie en Chile, de hecho no pasó ni cerca.

Ramón Carnicer nació en Lérida, Cataluña, el 24 de octubre de 1780, fue músico y empresario lírico con altos y bajos en su producción, había nacido en Tárrega y de niño participó en el Coro de la Catedral de Andorra, para luego estudiar música formalmente en Barcelona. Comenzó a componer desde muy joven y muchas de sus obras conocieron el éxito absoluto, se cuenta que entre sus admiradores se encontraba Gioacchino Rossini (el mismo del BARBERO DE SEVILLA y de la URRACA LADRONA). Cuando Fernando VII llega al poder, Carnicer abandona su país autoexiliándose en la capital inglesa, entre julio de 1825 y marzo de 1826.


Ramón Carnicer Battle

 

En Londres toma contacto con Mariano Egaña, diplomático chileno, quien le solicita una música para el Himno Nacional (aunque, según la versión de Octavio Lafourcade, Egaña nunca lo pensó para el Himno Nacional, sino más bien, como un regalo para De Vera y Pintado luego del atentado sufrido en 1825), ya que habían algunos encopetados intelectualoides con cierto poder que consideraban demasiada "básica y fácil" la compuesta por Robles y por ende no era digna para un Himno Nacional. Carnicer accedió a la petición del chileno y compuso una obra que llamaría HIMNO PATRIÓTICO DE CHILE, un canto para 2 voces en las estrofas y a 3 en el coro, con acompañamiento de piano, el cual aparece publicado en Londres en 1825 (se cree) y es ejecutado por primera vez el 23 de diciembre de 1828 (adivinen donde), en el Teatro de Arteaga, en el marco de un concierto organizado por la Sociedad Filarmónica de Chile que incluyó la CANCIÓN NACIONAL de Robles, entre otras obras.

Desde ese momento se generó un clima de disputa en torno al Himno Nacional de Chile, generándose dos bandos irreconciliables: los de Carnicer y los de Robles. A la larga, como se sabe, triunfó la corriente moderna, los Carniceristas. Pero los Roblistas tenían una cartita bajo la manga y acusaron al español de plagio, por considerar que su melodía se parecía demasiado a un coro de la ópera LUCRECIA BORGIA de Gaetano Donizetti (el mismo que pasó sus últimos días en un manicomio). A decir verdad, si uno lo escucha se acuerda en breve del Himno de Chile, pero para poner la cosas en su lugar hay que mencionar que la ópera de Donizetti fue escrita 1833, es decir, 5 años después del estreno del Himno Nacional de Chile. Sin ningún argumento y con la moda de Carnicer, los Roblistas se dieron por vencido. Así la melodía de Robles pasó al más absoluto olvido quedando la letra original inmutable (no por mucho tiempo) con melodía nueva. Carnicer había dejado un himno muy apegado a su obra en general, con un fuerte carácter operístico y con innegables matices escénicos, lo que lo hace muy difícil de cantar, sobre todo para quien no está acostumbrado.

Carnicer, lejos de toda esta historia, fallece en Madrid el 17 de marzo de 1855, luego de haber sido Director de los teatros de la Cruz de Barcelona (1821) y del Príncipe de Madrid (1827), y profesor titular de la cátedra de Armonía en el Conservatorio de Música. Entre sus óperas destacan: DON JUAN TENORIO (1822), CRISTÓFORO COLOMBO (1831) e ISAMALIA (1835), en los último años recién los españoles han comenzado a rescatar su obra. De Carnicer nos queda la melodía del himno y el piano que utilizó donado a Chile por el gobierno español, y que actualmente se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

 

Fabio de Petris. El italiano perfeccionista

Como si no fuera suficiente la multinacionalidad en la creación del Himno de Chile, aparece este músico italiano. De Petris nació en Roma y realizó estudios de piano, contrapunto y órgano en la Academia de los Hermanos Capacci, su capacidad como interprete le otorgó cierta fama, cuestión que motivó al gobierno ecuatoriano a contratarlo para que dirigiera el Conservatorio de Quito, hasta donde se traslada. Pero cuando el dictador Gabriel García Moreno es asesinado en 1875, en plena campaña para su tercera reelección, no le queda más remedio que partir hacia el sur, destino: Chile.

Una vez en el país dirigió los coros del Teatro Municipal desde 1876 a 1894 y actuó como solista en los famosos Conciertos Ducci, organizados por José Ducci Buonarroti. En 1886 fue nombrado profesor del Conservatorio Nacional de Música, pero él prefirió viajar al sur y radicarse en la ciudad de Concepción, donde fue maestro de piano y participó activamente en las famosas Fiestas de la Primavera de la ciudad, realizando conciertos y organizando bandas.

Entre estos ires y venires, escuchó el Himno Nacional y no pudo entender cómo una canción tan simple podía ser considerada Canción Nacional; así que presto (y un poco arrogante) solicita una entrevista con el Ministro de Instrucción Pública, don Julio Bañados Espinosa, para presentarle una obra en la que había trabajado desde hace un tiempo y que era justa para reemplazar el himno vigente. La única palabra que escuchó De Petris para él y para su composición fue un cordial arriverderci . No obstante, el italiano dejó varias piezas musicales, entre las que destacan: SINFONÍA DE LA TOMA DEL HUÁSCAR (1880), VIVA CHILE (1881), GLORIA A PRAT (1882) y el HIMNO DE LA SOCIEDAD UNIÓN COMERCIAL DE SANTIAGO "AL TRABAJO Y A LA PAZ", con el que ganó la Medalla de Oro en un certamen musical, co mpuesta para coro, solista y orquesta.

 

Eusebio Lillo Robles. Ni ahí con el Himno Nacional.

La inmutabilidad de la letra del himno de De Vera y Pintado tenía que llegar a su fin. A la colonia española residente en Chile siempre le molestó la dureza y violencia para con ellos de los versos del argentino, y más ahora que se volvía a la paz y a entablar relaciones comerciales y culturales entre ambos países. Con esa lógica el Gobierno Chile acepta en 1847 la petición española, realizada a través de Salvador Tavira, Encargado de Negocios de la península. Es así que el Ministro Manuel Camilo Vial, por orden del Presidente Manuel Bulnes, le solicita a un joven poeta la misión de generar nuevos versos para el Himno Nacional.

 


Eusebio Lillo Robles

 

Eusebio Lillo Robles nació en la ciudad de Santiago de Chile el día 14 de agosto de 1826. Sus padres fueron Agustín Lillo y Dolores Robles. Desde muy niño tuvo que darle pelea a la vida, ya que a temprana edad queda huérfano de padre y en su vida estudiantil, en el Instituto Nacional, tiene que inventar sistemas que le permitan ganar un poco de dinero para solventar sus gastos, es así que siendo un excelente lector, juntaba muchos libros, los cuales, una vez leídos los rifaba entre sus compañeros. No obstante, no pudo terminar sus estudios para recibirse de abogado.

Desde muy temprano comienza a escribir, y el 18 de septiembre de 1844 obtiene un premio de la Sociedad Literaria del Instituto Nacional por el poema UN ECO AL DÍA DE LA PATRIA, siendo publicado ese mismo día en los periódicos "La Gaceta del Comercio" en Valparaíso y "El Siglo" de Santiago. Este sería el inicio de una prolífica carrera literaria. Entre 1845 y 1851 publicó más de 30 composiciones y sonetos.

En 1846 ingresa a trabajar al Ministerio del Interior y paralelamente desempeña el cargo de corresponsal en el periódico El Mercurio de Valparaíso. Es en este momento cuando le solicitan la redacción de la nueva letra para el Himno Nacional, Lillo tenía apenas 21 años y se encontró con un proyecto que al principio rechazó, no le parecía bien romper con la tradición más pura, pues comprendía que si bien los versos eran muy enardecidos, éstos eran producto de un momento histórico y que la historia no se puede cambiar alterando las palabras (lamentablemente). Pero hubo algo que no le permitió rechazar la propuesta, era funcionario gubernamental, así que no le quedó más remedio que sonreír y decir: si jefe. Aunque él mismo declararía para la Revista Zig-Zag en 1910: "Yo no quería escribirla, pensaba que un Himno Nacional no se debe cambiar. La de Vera era hermosa y representaba el período heroico de nuestra historia. Comencé por esto a escribirla sin ganas y esto se nota en la primera estrofa que es forzada, que no tiene soltura ni movimiento... Conservé el coro de Vera, por supuesto. Y después de la primera estrofa sentí que la cosa iba más fácil y más espontánea. Esto se nota muy bien leyendo la canción. La primera estrofa es la peor de todas..."

Una vez terminada su creación hubo algo en ella que no le satisfacía del todo, el coro, consideraba que no llegaba a la fuerza del De Vera y Pintado, así que al final desecha el suyo dejando el original como parte de la nueva canción, me refiero : "Dulce Patria, recibe los votos..." A todos les gustó el resultado, un himno macizo, pero hubo otros, como Andrés Bello (que ya había censurado el coro de Lillo), que le molestaron ciertas palabras como "o el asilo contrá la opresión...". Sin dudas que había un argentinismo bárbaro en la palabra "contrá" , pero Lillo se negó tajantemente a cambiarlo para la cólera de muchos (nota para chilenos/as: no se extrañe de cómo hablan los argentinos, si usted ha cantado toda su vida como ellos). Inmediatamente surgió la disputa en torno a la letra del himno, por una parte estaban los jóvenes que apoyaban la letra de Lillo y en el otro bando se mantenían firmes los conservadores que consideraban lógico mantener la letra original. Al final los jóvenes triunfaron y el himno quedó definitivamente compuesto por 6 estrofas escritas por el chileno y el coro del argentino.

Este himno fue interpretado por primera vez en las celebraciones del 18 de septiembre de 1847, aunque el texto de Eusebio Lillo había sido impreso en mayo de ese mismo en la Imprenta Chilena. Luego, en 1859, aparecería publicada la versión pentagrámica de Carnicer en el suplemento "Al Comercio" N° 252 de septiembre de 1859 bajo el nombre de CANCIÓN NACIONAL DE CHILE.

 

 

Coro:
Dulce Patria, recibe los votos
Con que Chile en tus aras juró
Que o la tumba serás de los libres
O el asilo contra la opresión.


Ha cesado la lucha sangrienta;
Ya es hermano el que ayer invasor;
De tres siglos lavamos la afrenta
Combatiendo en el campo de honor.
El que ayer doblegábase esclavo
Libre al fin y triunfante se ve;
Libertad es la herencia del bravo,
La Victoria se humilla a sus pies.


Alza, Chile, sin mancha la frente;
Conquistaste tu nombre en la lid;
Siempre noble, constante y valiente
Te encontraron los hijos del Cid.
Que tus libres tranquilos coronen
A las artes, la industria y la paz,
Y de triunfos cantares entonen
Que amedrenten al déspota audaz.


Vuestros nombres, valientes soldados,
Que habéis sido de Chile el sostén,
Nuestros pechos los llevan grabados;
Los sabrán nuestros hijos también.
Sean ellos el grito de muerte
Que lancemos marchando a lidiar,
Y sonando en la boca del fuerte
Hagan siempre al tirano temblar.

Si pretende el cañón extranjero
Nuestros pueblos osado invadir;
Desnudemos al punto el acero
Y sepamos vencer o morir.
Con su sangre el altivo araucano
Nos legó por herencia el valor;
Y no tiembla la espada en la mano
Defendiendo de Chile el honor

Puro, Chile, es tu cielo azulado,
Puras brisas te cruzan también,
Y tu campo de flores bordado
Es la copia feliz del Edén.
Majestuosa es la blanca montaña
Que te dio por baluarte el Señor,
Y ese mar que tranquilo te baña
Te promete futuro esplendor.

Esas galas, ¡oh, Patria!, esas flores
Que tapizan tu suelo feraz,
No las pisen jamás invasores;
Con tu sombra las cubra la paz.
Nuestros pechos serán tu baluarte,
Con tu nombre sabremos vencer,
O tu noble, glorioso estandarte,
Nos verá combatiendo caer.

Eusebio Lillo no paró con el Himno Nacional, comienza a participar en el Club de la Reforma, lugar que reunía a los intelectuales más liberales de la época, en esa instancia nacería la Sociedad de la Igualdad en 1850, siendo su primer Director. Esta sociedad, muy apegada al Radicalismo y a la Masonería, planteaba la necesidad de una transformación revolucionaria de la sociedad que daría inicio a una nación de hombres libres e iguales, sus ideales estaban inspirados en la Revolución Francesa, y es la primera vez que los intelectuales respingados chilenos establecen alianzas con los sectores populares. Además buscaban la separación del Estado y la Iglesia, cuestión que no les gustó para nada a los conservadores y a los curas (evidentemente, se les acababa la leche) desatando tempestades en contra de Lillo y sus camaradas como Victoriano Lastarria, Santiago Arcos y Francisco Bilbao. Un año más tarde, en abril de 1851, fue acusado de participar en el motín del Coronel Urriola y fue desterrado a Valdivia y aunque escogió a Perú para exiliarse, terminó viviendo en Bolivia. En 1875 regresa a Chile y es elegido Alcalde de la ciudad de Santiago ese mismo año y en 1876 es nominado Intendente de Curicó por el Presidente Federico Errázuriz Zañartu, también fue Senador de la República, Ministro de Campaña durante la Guerra del Pacífico y Ministro del Interior. Lillo, ya muy anciano, fallece en su casona de la calle Santo Domingo, en la ciudad de Santiago el 8 de julio de 1910, entre una inmensidad de cuadros y su colección de periódicos. Nos dejó un legado político, literario y utópico... y por cierto una parte del himno que escuchamos todos los chilenos desde que nacemos.

Al fin, ahora sí que sí, Chile tenía un himno y todos podríamos cantarlo al unísono, como una sola voz, con un solo estilo... ¡pamplinas!, todos los chilenos lo cantaban a la chilena, es decir, como a uno le pareciera. Así que en variados intentos se hicieron esfuerzos por uniformar la interpretación, y no hubo caso, ni el Decreto N° 3.842 emitido el 12 de agosto de 1909, en el gobierno de Pedro Montt, que fijó la forma de interpretación del Himno Nacional, creando una partitura oficial por el Director del Conservatorio, Enrique Soro y el Subdirector, Mario de Petris (la historia es cíclica), ésta se distribuyó por todo el territorio. Pero nada, así que años más tarde, el Presidente Pedro Aguirre Cerda, el 27 de junio de 1941 ratifica el anterior, con el Decreto N° 3.737, imprimiendo 5.000 copias con la idea de corregir esas imprecisiones populares, pero definitivamente no había caso.

Luego vendrían adaptaciones, modificaciones, flecos, etc., dejando el himno, para su interpretación, con el coro de De Vera y Pintado y la quinta estrofa de Lillo (miti, mota). Pero sobre la melodía y las adaptaciones, deformaciones, cambios de ritmos no había nada que hacer. Augusto Pinochet, luego del Golpe de Estado de 1973 obligó a los chilenos a cantar la tercera estrofa de Lillo (esa que dice: "Vuestros nombres, valientes soldados...") incorporándola como oficial en la interpretación, además, en agosto de 1980 promulgó un decreto que modificaba los aspectos melódicos del himno, ajustándolos a la costumbre, y de nada sirvió, cada chileno lo cantaba como quería (y Carnicer se revolcaba en la tumba). Con al vuelta de la democracia en Chile se volvió a la costumbre de utilizar sólo la quinta estrofa de Lillo y el coro de De Vera y Pintado, pero todos seguimos cantando el himno como creemos que se debe cantar, sin dudas, deben existir unas 15 millones de formas de interpretarlo... y de acuerdo a la historia de éste no podía ser de otra manera. El fin de la historia indica que Chile tiene un Himno Nacional típicamente chileno, que es una marcha en compás de 4/4 o popularmente en 12/8, compuesto por un español y escrito por un chileno y un argentino.

 

Los tipos siguen discutiendo en la sala del piano, nadie se ha puesto de acuerdo en nada y siguen peleándose el instrumento. Yo estoy hastiado, así que los dejo. Seguiré con la idea de fundar mi propia patria, pero sin dudas, ésta no tendrá himno (por ahora).

 

 

Fuentes:

•  Artículo "Historia del Himno Nacional". Marcos Maldonado Aguirre. www.musicadechile.com

•  Wikipedia, la enciclopedia libre. www.wikipedia.org

•  Artículo "Himno Nacional de Chile". Werner Arias Aeschlimann. Diario El Mercurio, 18 de septiembre de 1995.

•  Artículo "La complicada historia del Himno Nacional". Ilona Goyeneche. Diario El Mercurio, 17 de septiembre de 2004.

•  Fuentes documentales bibliográficas para la historia de Chile. Universidad de Chile. "Recuerdo de treinta años (1810-1810). José Zapiola. www.historia.uchile.cl .

•  Artículo "Juan Crisóstomo Lafinur, educador y filósofo". www.educar.com.ar

•  "Ficcionario". Antología de Jorge Luis Borges. Colección Tierra Firme. Fondo de Cultura Económica. México, 1985.

•  Artículo "Jorge Luis Borges". Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación Argentina. www.me.gov.ar

•  "Bibliografía musical de Chile, desde los orígenes a 1886".- Eugenio Pereira Salas. Serie Monografías. Anales de la Universidad de Chile. Ediciones de la Universidad de Chile. Santiago, 1978.

•  "Oyendo a Chile". Samuel Claro Valdés. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile, 1979.

Artículo "Con don Eusebio Lillo". Revista Zig-Zag. Septiembre 17 de 1905.

 

 

Muñozcoloma
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