El Tango en Chile (Parte 1)
Caminito que el tiempo ha borrado |
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Hice algo que hace mucho tiempo no hacía, salir de esta casa, en realidad creo que nunca lo había hecho. Eso sí, sabía que mi presencia podría causar más de algún temor en la civilidad, pero me arriesgué. El motivo: Daniel Binelli, el bandoneonista argentino tocaba acá cerca. No sé cómo me enteré, la verdad es que siempre me entero así de las cosas, sin saber, por casualidad, un científico podría decir que descubro las cosas por serendipia, y puede ser. Adoro el tango, si tuviera amigos me llamarían tangómano, al ver mi entusiasmo y mis 459 discos bellísimos de música porteña; es por eso que a pesar del riesgo fui a la ciudad de Concepción, Chile (eso de "acá cerca", es sólo un decir, ya mi hogar está lejos y cerca de todo al mismo tiempo, según las circunstancias). El viaje fue rápido, instantáneo, diría yo, hacia el Teatro Concepción. Valió la pena, el maestro Binelli hizo un despliegue formidable e íntimo con su bandoneón, su mujer, la pianista uruguaya, Polly Ferman, hizo lo mismo. Ambos acompañados por la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción, quien tuvo una participación correcta, pero fría. Es que para interpretar el tango no sólo hay que ser correcto, hay que sentirlo en las venas, no es sólo notas en un papel, sino que es el espíritu de toda una ciudad que creció hacia dentro, desde el arrabal; es el verdor de Palermo, la melancolía de Saavedra o Flores, Caballito, el Abasto, San Telmo, la Boca, el sabor a ginebra, el tabaco negro e interminables cosas más que sólo pueden sentir los que han sido santificados por Buenos Aires. No es para todos, todo depende de la ciudad, ella es la que autoriza, como dice el tango de Eladia Blázquez: MI CIUDAD Y MI GENTE: "Porque soy como vos, que se niega o se da, te proclamo Buenos Aires mi ciudad". Tengo la suerte y el orgullo de que ese monstruo melancólico se dio conmigo y lo llevo en la sangre sin importar donde esté.
Bueno, como era lógico, tanto tango me despertó las ansias de la ginebra, volví a casa con ese objetivo, pero al contrario de la ida, el regreso se me hizo fastidioso y largo. Corrí a mi bar, el de madera, el que está al fondo de la salita, pero mi botella de Bolts no estaba, mi desesperación cundió, así que recorrí el primer piso de la casa buscándola, de pronto en la sala de estar, en el sillón que da hacia el arco de la ventana (que debería estar ahí, pero no está, ya que mi casa tiene infinitas ventanas, pero ninguna a la vez) estaba sentada una figura pesada, me acerco y quedo de una pieza al ver que era Roberto "Polaco" Goyeneche.
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Roberto “Polaco” Goyeneche |
Me saluda y me dice que tenemos que conversar. Yo, obviamente le respondo afirmativamente, pero le menciono el pequeño detalle de que él había muerto hace ya algunos años.
- Ya lo sé - responde en seco, pero con una inquietante soltura.
- Bueno, debe saber que yo soy un admirador suyo, porque pienso que usted no canta tango, sino que cuenta su vida, se ha apropiado de la melancolía, de la fuerza y de la bohemia del tango de una manera que uno puede sacar lecciones de su interpretación.
- Ya lo sé - vuelve a responder.
- Qué bien, pero sabe que en mayo de este año estuve en su casa, en calle Melián, allá en el barrio de Saavedra en Buenos Aires. Su mujer Luisa y su hijo Roberto me atendieron de las mil maravillas.
- Ya lo sé.
- Incluso me regalaron el libro de su biografía, el cual estaba buscando en todas las librería porteñas. Fueron muy deferentes conmigo, aún me escribo con su hijo y me cuenta del tango, del proyecto de hacer de su casa un museo y de su querido Club Atlético Plantense.
- Ya lo sé.
Su frasecita ya me estaba hartando, así que hice un firulete en la conversación y le dije que habláramos un rato. A lo que respondió con la cabeza afirmativamente. Pero, Polaco, yo no podría estar tranquilo sin solicitarle que tuviera a bien interpretarme algo, le dije, ¿por qué no me canta algo?, piense que otra oportunidad así no la tendré jamás.
- Uf, siempre lo mismo, pero está bien. Tengo que confesarle, eso sí, que no tengo muchas ganas de cantar a Capella.
- No se preocupe dije, yo lo acompaño con la guitarra, mientras me ponía "la cogote de yegua" en mis piernas.
- Bueno, déle. ¿Qué quiere escuchar?
Esa decisión fue difícil, a mi me gustan casi todos los tangos y cuando los canta Goyeneche me gustan todos. Comencé a recorrer mentalmente por su repertorio; SUR, MANO A MANO, EL MOTIVO, MARÍA, COMO ABRAZAO A UN RENCOR, CAFÉ LA HUMEDAD, TABACO, MIMÍ PINSÓN, etc. Era para volverse loco. Pero había un tema que era para la ocasión, GARÚA. Me hizo una seña y yo le di a la guitarra, me pegué la introducción de mi vida, mis dedos danzaban por sobre las cuerdas, el sonido que lanzaba la viola era eterno, sublime, nunca me había sonado así, ¡qué introducción!, pensaba lleno de orgullo. En ese momento el Polaco me hizo callar y me detuve.
- Déjela, que mejor canto a capella.
Independiente del percance de la guitarra, disfruté como loco el tango, él, como de costumbre, se paró del asiento y cantó de pie, con un cigarrillo en su mano y zapateando en el piso. Cuando terminó lo aclamé y por primera vez sonrió, se mostraba alegre de cantar de nuevo, así que para celebrar tamaña alegría nos tomamos un par de ginebras en silencio.
- Conversemos, me dijo.
- Perfecto, ¿qué le parece si hablamos del tango?
- Uuuu, es que del tango hay mucho de que hablar y no creo que tengamos tanto tiempo.
- Pero si hablamos del tango en Chile, en este país tan cercano de la Argentina y tan lejano de Buenos Aires, la historia se acorta bastante, es más pienso que no hay mucho que contar sobre el tango en este país.
- Mire morocho, eso es lo que usted cree, pero historias de tango en Chile hay por montones, el problema es que nadie habla de ellas.
Así comenzó nuestra conversación al fragor de la ginebra, y acá intentaré hacer un relato semicoherente y fragmentario (por cierto) de esta charla. Son muchas las historias que pueden sonar inconexas sino le ponemos un manto de coherencia que, en este caso, nos da el tango.
Escuché, hace algunos años atrás, que el tango había entrado en Chile por varios puntos a la vez. Las salitreras en el norte fueron un buen nido para esta música, las mujeres que rondaban las "oficinas salitreras" amparando y dando amor a esos hombres solitarios del desierto, a cambio de unas fichas, habrían transformado sus fiestas en verdaderos bacanales de sensualidad y erotismo básico con esta música porteña. Este sería el punto de partida del tango en Chile para algunos. Pero para otros esta eclosión se debería a la llegada de un profesor de música argentino a la sureña ciudad de Cañete (aún no documentado), quien habría enseñado y hecho bailar esta música a las señoritas del pueblo con mucho entusiasmo, para luego pasar al puerto de Talcahuano y a la ciudad de Concepción, de ahí a todo el territorio. En este contexto no podemos olvidar la tesis sobre el puerto de Valparaíso, estación obligada de los barcos que venían del Atlántico con destino a San Francisco.
Quizás no es tan importante precisar el punto de partida del tango en Chile, sino tener la certeza de que a principios del siglo XX algunos chilenos y extranjeros avecindados en este país comenzaron a dejarse enamorar por esta música de los arrabales. En su libro "La dos muertes de Gardel", Horacio Vázquez-Rial, menciona que en el año 1913 ya se bailaba el tango en Argentina, Uruguay y Chile.
Pero, sin dudas, uno de los episodios más significativos fue la llegada de Carlos Gardel a este país; claro que en ese momento no era el Gardel, mítico, refinado, glamoroso, con sonrisa luminosa que todos conocemos. Era un cantor que se habría paso en el mundo musical, interpretando, fundamentalmente, temas folclóricos.
Pero para tener una comprensión un poco más global de este fenómeno llamado tango, necesariamente me veo en la obligación y tentación de hacer un poco de historia. Muy somera, muy sutil, sin profundidad mayor, sólo para contextualizar en su justa medida (o intentarlo, por lo menos) este tema.
Algo sobre los orígenes
El tango es la comunión de diferentes culturas atiborradas en un incipiente Buenos Aires, muchos europeos a finales del siglo XIX y principios del XX venían a estas tierras a "hacerse la América" o huyendo de la problemática europea de ese momento histórico. Sumando a esto la abrupta transformación que sufrió el campo argentino que pasó de lo netamente cultivable a la ganadería en forma violenta, dejando a muchos campesinos sin trabajo, por lo cual, como es costumbre, emigraron hacia la ciudad, al gran centro urbano como una balsa en medio de su naufragio. La mayoría de los hombres llegaron solos, sus mujeres y familias quedaron en sus pagos esperando la buena fortuna del proveedor, a raíz de este fenómeno la ciudad se masculinizó peligrosamente; seguramente en cualquier colonia de otra especie un fenómeno así hubiese acabado con la población. Pero los humanos se las arreglaron para sobrevivir, importando mujeres ávidas de clientela.
Es así que la fusión de todos estos trabajadores foráneos comenzó a generar una morfología rica, un caldo de cultivo propicio para generar en Buenos Aires una de las culturas más ricas y variopintas que conocemos acá en la América Latina. Estos elementos dieron la posibilidad de que naciera el tango, eso sí, en la periferia de la ciudad, en los arrabales, en los barrios más alejados del centro. A falta de mujeres era bailado fundamentalmente por hombres, en las calles, al compás de una guitarra o de un organito, cada macho hacía los cortes mostrando su destreza, muy lejos del homosexualismo, por cierto.
El punto de partida del tango es más bien indeterminado, por ahora digamos 1880, después de la epidemia de fiebre amarilla. Pasada esta dramática época, Buenos Aires comenzó a crecer de manera exponencial, en 1880 contaba con 810.00 habitantes y 30 años más tarde, en 1910, ya tenía, en sus crecientes límites, 1.200.000 personas. Obviamente, la mayoría de sexo masculino, quienes se refugiaban en los burdeles, academias o peringundines, donde podían bailar en el regazo de alguna hembra generosa en curvas o plana como una puerta (la mayoría venidas desde Europa), la verdad es que poco importaba. De a poco, como una invasión sonora-silenciosa, este ritmo comenzó a imponerse por sobre la polca, el vals, la habanera o el corrido; y al mismo tiempo comenzó a penetrar hacia el centro de la urbe, es decir, en las clases sociales más acomodadas, donde era muy mal mirado, por su origen, su coreografía y sus títulos procaces.
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Hombres bailando tango en la calle (Foto de www.esto.es) |
Se considera que el primer tango formal y con un compositor conocido fue DAME LA LATA creado por Juan Pérez (de verdad se llamaba así) compuesto por allá por 1880. Las primeras agrupaciones que interpretaban este ritmo porteño fueron tríos, frecuentemente conformados por flauta, guitarra y violín; algunas veces (las menos) se incorporaba el piano y más tarde se sumaría el bandoneón desplazando a la flauta de la conformación originaria, dando ese sabor lánguido y rabioso al tango. El primer conjunto que se recuerda estaba integrado por Sinforoso en el clarinete y Casimiro Alcorta en el violín y solían presentarse en locales de poca monta, como los burdeles de 1880. Pero la primera agrupación formal y clásica parece haber sido la de Vicente Greco (Orquesta Típica Criolla) la que grabó el tango LA MOROCHA.
Los primeros tangos que se interpretaban no poseían letras, sólo en algunos casos los músicos las improvisaban (algunos con la costumbre de payar, traída desde el interior) de acuerdo a la contingencia, mientras los bailarines deslumbraban al público con sus cortes y firuletes, como los hermanos Podestá; o como Casimiro Ain y su mujer, en el Teatro Opera en 1905, donde los músicos emitían exclamaciones de admiración cuando en algún malabar el bailarín sorprendía a los concurrentes al espectáculo.
La bohemia del arrabal fue un buen señuelo para los poetas (era que no) y en esas circunstancias, éstos comenzaron a escribir sobre las particularidades de estos hombres y mujeres; es así que comienza una etapa nueva en el tango, dando origen a las figuras literarias vernáculas del género; compadres, compadritos, guapos y/o malevos con su terquedad, su hombría, su orgullo, el malabarismo en el uso del cuchillo (casi una invención de Borges), el barrio, etc., pasana colmar una poesía generada a partir de este nuevo escenario. Pero entre los poetas aparece uno que vendrá a cambiar la direccionalidad coreográfica del tango, es Pascual Contursi, quien jerarquizará los lineamientos estilísticos y motivacionales de las futuras letras de tango: melancolía, dolor, traición, recuerdos, soledad, la muerte, etc, colmarán luego esta literatura, despojándola en gran parte de su rica picardía pueblerina.
El primer tango cantado fue MI NOCHE TRISTE, obra de Pascual Contursi (quien muriera loco en un manicomio producto de la sífilis), compuesto sobre una melodía ya existente escrita por Samuel Castriota, y que llevaba el nombre de LITA, en 1917. Con esta obra comienza la historia oficial del tango-canción, sin embargo para algunos eruditos, este subgénero comienza con MILONGUITA, ya que en ella se reúnen esfuerzos conscientes de composición. Pero con su letra "Percanta que me amuraste, en lo mejor de mi vida..." es el primer tango que cuenta una historia de principio a fin. Ese tango lo grabó Gardel en Buenos Aires el días lunes 9 de abril de 1917, con el guitarrista José Ricardo, en el sello Odeón, aunque ya lo había estrenado en enero de ese año, en el Teatro Esmeralda de Buenos Aires, hoy Teatro Maipo (según Ricardo Ostuni); transformándose en el primer cantor oficial de tango e inaugurando, de paso, el género tango-canción. De ahí para adelante comienza una historia conocida y desenfrenada, con la figura de Carlos Gardel a la cabeza, tomando el tango un carácter épico que sólo el Morocho del Abasto le podía dar, de hecho hasta el día de hoy nadie ha grabado más tangos que él.
Luego vendrían figuras de inestimable valor; a vuelo de pájaro nombro a los que más me gustan y no en orden cronológico por cierto, mezclando cantores, directores, compositores, poetas, agrupaciones, etc: Pedro Mafia, Firpo, Pugliese, Goyeneche, Troilo, Edmundo Rivero Julio Sosa, Piazzolla, Salgan, Pontier, Cadícamo, Discépolo, Adriana Varela, El Chula Clausi, Morgado, La Típica Porteña, Porfirio Díaz, la Fernández Fierro, D'arienzo, De Angelis, Agri, Binelli, Caló, Canaro, Di Sarli, Juanjo Domínguez, Federico, Garello, Ryota Komatsu (el japonés loco), Mederos, Palermo Trío, Trío Pantango, La Rinaldi, el Sexteto Mayor, La Merello y una pila más, de hecho se me quedan muchos, pero muchos nombres.
El Morocho del Abasto bailarín, persiguiendo gallinas, tomando mate y en avión.
De todos estos nombres algunos tuvieron un paso por Chile, como se dijo al principio. Pero necesariamente hay que comenzar destacando la visita de Carlitos Gardel a este país en 1917, él estaba actuando en San Juan, Mendoza, donde había comenzado una gira junto a su amigo el uruguayo José Razzano (dúo que conformaron en 1913) y el guitarrista José Ricardo. Desde ahí pasó a esta larga franja de tierra el día jueves 27 de septiembre. Comenzando sus actuaciones en el Teatro Comedia de Santiago y llegando, luego, a Valparaíso para actuar en el Teatro Colón del puerto. Ese mismo día, pero en la tardecita ofrece una función privada para la prensa, su repertorio era netamente folclórico; si bien había cantado algunos tangos en la Argentina, como MI NOCHE TRISTE, su paso por Chile fue folclórico, si podemos llamarlo así.
La primera función pública la realizan en el mismo escenario el día sábado 29 de septiembre, las cuales se prolongaron hasta el miércoles 3 de octubre. Tuvieron una buena acogida por parte del público, como relatan algunos artículos de la época. Formaba parte del show la tonadillera chilena Roxana. Luego, entre los días viernes 5 y 12 de octubre, se presentaron el Teatro Olimpo de Viña del Mar, donde, en una acto de locura y fervor popular, el Morocho sobre el escenario toma a Roxana de la cintura y dejan perplejo al público viñamarino cuando comienzan a bailar el tango MONTEVIDEO de Roberto Firpo. Gardel muy pocas veces hizo algo así, aparte de la anécdota, lo más interesante es que es una de las primeras actuaciones (sino la primera) donde se baila un tango sobre un escenario acá en Chile.
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Teatro Olimpo de Viña del Mar |
"Pagliacci" firma una crónica de la época, en el semanario "Corre-Vuela" que relata: "Completan estas veladas el duetto argentino Gardel-Razzano y el guitarrista José Ricardo. Los primeros cantan tonadas y estilos criollos con mucho sentimiento". En el programa del espectáculo se indicaba parte del repertorio: CANTOR ETERNO, ENTRE COLORES, AMARGURA, EL GATO, y LA PASTORA. Y al centro, con letras destacadas se leía: "En obsequio de la Sociedad Viñamarina, la Srta. Roxana y el Sr. Gardel bailarán el famoso Tango de Salón, argentino, MONTEVIDEO. Luego Razzano relataría que eso de bailar fue un capricho del momento. Una ocurrencia jovial de Roxana y Carlitos.
Luego El Zorzal viaja a Santiago, donde se estaciona por bastante tiempo, actuando, entre los días lunes 15 de octubre y miércoles 7 de noviembre, en el Teatro Royal, lugar que desapareció y donde queda sólo una placa recordatoria (Calle Huérfanos 1044), el público le dio una cálida bienvenida y él, en agradecimiento repitió un par de veces más la gracia del baile. Aunque no impactó como la primera vez (como todas las cosas) muchos espectadores se repitieron la función. El día 12 de noviembre se despide la patria chilena.
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Placa ubicada en Calle Huérfanos 1044 de Santiago
(Fotografía de Claudio Manosalva) |
Acá en Chile, entre tangos, vinos, chicha, mote con huesillos, mujeres (muchas mujeres) y fiestecillas privadas; se dedicó a recorrer las calles del arrabal capitalino donde conoció el bambuco colombiano, muy de moda en Chile en esos momentos con la llegada de la Liga Antioqueña desde Colombia, el cual incorporará en su repertorio con canciones como MIS PERROS, y CUATRO PREGUNTAS, que las incluye en su repertorio y que el "Negro" Ricardo las incribirá como de su autoría. También se paseó por el verdor del campo chileno por allá por Buin y Paine o Las Condes, al fragor de un buen mate de campo escuchó y disfrutó de tonadas, polcas y cuecas, entre ellas una le gustó tanto que se la aprendió y con Razzano la acompasaron levemente, más tarde la grabaron. Es la cueca LA YEGÜECITA, todo un suceso, Carlitos cantando cuecas (grabación que poseo, por cierto), muy raro, casi tanto como escuchar al Rey del Bolero, Lucho Gatica, cantando tangos, ya hablaremos de eso, también.
No sólo tuvo esa relación con Chile. Según contó la cancionista Rosita Quiroga, años antes, en 1911 aproximadamente (según algunos, otros dicen que fue en Chile el mismo año 1917) formó un dúo con un chileno que la historia le ha perdido el rastro, llamado Atilio Mocalve; con quien anduvo un par de meses juntos (2 ó 3), pero su relación no fue muy fructífera ya que no grabaron ningún tema y sus caracteres siempre estuvieron en discordia, nunca se llevaron muy bien. Incluso hace mención sobre el atractivo y magia que proyectaba el Morocho del Abasto, la cual era igualada por la del "shileno".
Carlitos y los chilenos tuvieron contacto relevante, quizás poco en cantidad, pero intenso por las vicisitudes del destino. Cómo obviar que el primer tango que baila en público (el único quizás, sin contar el de las películas) lo hizo en Chile. Cosa que hacía muy pocas veces y al fragor de la intimidad de sus amigos que lo aplaudían a rabiar, ya que bailaba casi tan bien como cantaba (los saltos con la cuerda de boxeo deben haberlo ayudado bastante). Además, hay que consignar que en el mes de septiembre de 1931, la "Radio Revista", publicación Argentina, especializada en difundir cuestiones de radioaficionados, relata que un persona en Chile, en Magallanes para ser preciso, el Sr. Enrique Nielsen Johansen, logra captar la primera transmisión de TV argentina a más de 2.400 Km. de distancia (11 de agosto de 1931); evidentemente, el que aparecía en la cajita era Carlitos quien desde Buenos Aires, a través de la señal LR4 RADIO SPLENDID, inundaba, con su presencia, los pocos aparatos de la Argentina y Chile.
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Radio Revista de Septiembre de 1931 |
Hay que sumar a esto la figura de un personaje más bien oscuro en la historia oficial del tango y de Gardel particularmente, me refiero al chileno Celedonio Palacios, quien fue el que fatalmente le organiza la gira inconclusa por Colombia en 1935. El diario chileno "La Segunda" tituló en su edición del 25 de junio de 1935: "Gracioso actor aficionado era chileno que murió con Gardel". Su nombre completo era Celedonio Palacios Izquierdo y había nacido en Santiago, el día 23 de noviembre de 1892, y su historia cobró más importancia luego que aparecieran unas cartas a la luz pública, recién el 23 de septiembre de 2004, las cuales enviaba a su mujer Diana y, entre otras cosas, describía su relación con el Morocho. Están fechadas los días 10, 13, 19 y 21 de junio de 1935, es decir, sólo algunos días antes de su muerte, porque hay que señalar que él también muere en el avión junto con Carlitos. Fue él quien contrató a Gardel para que actuara en Barranquilla, y según Francisco García Jiménez, en su libro "Carlos Gardel y su época", también fue él quien insta a Gardel a subirse a un avión, cosa que el Morocho nunca había hecho, y evidentemente nunca más pudo hacer. De su puño y letra se lee:
"Anoche Gardel en el Teatro Apolo, trabajó por primera vez. Había más de 3 mil personas oyéndolo. Fue un exitazo rotundo" (19 de junio de 1935).
[Ya un poco aburrido de ser chaperón del Morocho] "Hay que zafarse de Carlitos y su compañía. En este momento que te escribo lo tengo al lado mío, dándome la lata, pues conociéndolo de cerca, es el hombre más divertido y más ingenuo que uno pueda darse cuenta" (21 de junio de 1935).
El lunes 24 de junio de 1935, a las 15:10 horas, Gardel se despedía, y en serio, Palacios también, el círculo se había cerrado, Gardel y el Tango ya eran uno solo, no había diferencia y uno no podía sustraerse de uno sin dejar al otro cojo (rengo), porque como una tríada masónica o una trinidad cristiana; Gardel, Tango y Buenos Aires marcarán el inicio de un camino sin retorno. Gardel canta por última vez un tango en Bogotá, a través del programa radial "La voz de Victor", ese tan bello, TOMO Y OBLIGO y se despide.
Esta relación Tango-Gardel se originó hace muchos años (1917) en parte en Chile, donde inicia este camino sin retorno y ahora un chileno lo lleva a Medellín para completar el círculo. El destino siempre es implacable.
Tomo y obligo, ¡mándese un trago!
que hoy necesito el recuerdo matar;
sin un amigo, lejos del pago,
quiero en su pecho mi pena volcar.
Beba conmigo, y si se empaña
de vez en cuando mi voz al cantar,
no es que la llore porque me engaña,
¡yo sé que un hombre no debe llorar!
En ese momento el Polaco se detuvo en su relato. ¿Eso fue todo -dije?
- No morocho, hay mucho más que contar, pero no queda más ginebra.
Miré la botella, estaba vacía.
- No se preocupe, tengo siempre una de reserva, le dije.
Mientras buscaba con desesperación en el baúl de los disfraces, el Polaco me daba el índice de lo que venía y los cual publicaré en la segunda parte de este artículo (viene en el próximo número de la revista). Son cosas muy chilenas, como la Iglesia de Santos Discépolo, Libertad Lamarque volando en calzones por Santiago, Cátulo Castillo viviendo en Valparaíso, Adelqui Milalr con Gardel, Pérez Freire haciendo de las noches días en Buenos Aires, Porfirio Díaz (el loco de la moto) y muchas cosas más.
Fuentes:
"La dos muertes de Gardel". Horacio Vázquez-Rial. Punto de lectura. España. 2002.
"Gardel, la biografía". Osvaldo y Julián Barsky. Editorial Taurus. 2004.
Artículo "Reflexiones sobre los orígenes del tango". Ricardo García Blaya. ( www.todotango.com.ar/spanish/main.html )
Artículo "El origen del tango" ( www.elportaldeltango.com )
Diario "El Mercurio" de Santiago de Chile. Edición del día lunes 20 de septiembre de 2004.
¿Gardel bailarín en Chile? Artículo de Franco García Jiménez. Extraído del libro "Carlos Gardel y su época" del mismo autor (1976).
"Gardel, Bailarín de tango". Luis Alposta (2001). www.clubdeltango.com
"Mi noche triste, el tango canción" Néstor Pinsón. www.todotango.com.ar .
Agradecimientos :
A los amigos de la Mesa del Café, a Humberto Díaz, y especialmente a Ana Turón quien tuvo la gentileza, la clase y la amabilidad de aguantar tantas preguntas y contestarlas tan prontamente.
A Claudio Manosalva quien tuvo la gentileza y paciencia de tomar las fotografías..., después que lo hinché tanto.