Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 66
Octubre 2004


EL ETERNO SECUESTRO
DE LA MUJER DE NOVALIS


Por: Alvaro Oliva

El prematuro fallecimiento de la adolescente Sophie se convirtió en una de las principales temáticas del poeta alemán, Friedrich Leopold von Handerberg.

Bajo esa alameda de finales del siglo XVIII, que entregaba sus últimos años ante la próxima sombra del romanticismo del XIX, un sujeto cabizbajo y enmudecido caminaba, con sus ojos fijos, en la imagen inexistente de las comisuras de los labios cereza, de su difunta amada. Nada lograba distraerlo de la visión casi sacra de su lozana dama, la imaginación y lentitud de una época carente de la neurosis informativa, trabajaba como cómplice para mantener la inalterable evocación por Sophie von Kuhn.

Aquellos corredores de continuos follajes entibiaban el recuerdo ante el reciente tropiezo hacia la muerte. Sin embargo, el desafortunado hombre, más conocido como Novalis (Friedrich Leopold von Handerberg), desenterró de esta experiencia un yacimiento de recursos literarios, a través de los cuales, pudo canalizar la diversidad de ideas y sensaciones que lo estaban acosando. Es así como la pérdida y desolación, dio vida a la creatividad que este poeta sustentó en sus principales escritos.

Describir y explicar el trabajo de este romántico alemán puede resultar un verdadero atrevimiento, no obstante, se puede hacer un acercamiento de su vida y obra en las siguientes líneas, o por lo menos, intentar no caer en ningún error para iluminar su introspección fantasiosa.

Los primeros años de Novalis transcurrieron en Sajonia, Alemania, donde nació en el año 1772. El muchacho, hijo de una familia noble, investigó en diversas áreas del conocimiento como física, química, política, derecho e historia. En 1790, comenzó a estudiar filosofía en la Universidad de Jena, período en el que conoce al dramaturgo Schiller y a los hermanos Schlegel, con quienes intercambia experiencias e ideas.

En el año 1794, se enamora de la hijastra de un aristócrata de Rokkenthien, llamada Sophie. Sin embargo, como una más de las embestidas del destino, ella muere de tuberculosis, dos años después, generando la mayoría de los pensamientos místicos y metafísicos que invadieron los futuros textos del literato.

El libro "Himnos a la Noche", saca a relucir su proceso interno tras el fallecimiento de su pareja, donde concibe la esencia de la vida como el punto de partida hacia la muerte, considerando a esta última, como el místico camino hacia una renovada forma de existencia. De esta forma, la amargura que se apoderó de su mente logró ser derivada hacia un conjunto de párrafos sensibles y evocativos.

Posteriormente, en el año 1799, escribió el manifiesto "La Cristiandad o Europa" donde construyó el universo poético que relaciona al Viejo Continente con sus orígenes espirituales, fusionando así, el presente y pasado. Se basó en una idea universalista donde se armonizaban las partes para llegar a un todo espiritual, a través del instinto poético.

Más tarde el escritor, siempre con el impostergable recuerdo de Sophie, formalizó una relación con Julie von Charpentier, con la optimista idea de formar una bella familia. Con este esperanzador proyecto, en el año 1800, se traslada hasta Dresde para trabajar en un puesto administrativo. Sin embargo, su intento por reconstruir una forma de subsistencia cercana a la razón y estabilidad sólo quedó en el tintero, tras fallecer el 15 de marzo del año 1801.

Su legado "Himnos a la Noche", que es una de las obras más apreciadas del romanticismo universal es, como mencionamos anteriormente, la más evidente prueba de la influencia de Sophie. En esta colección de poemas se contrapone la diurna fe de la Antigüedad con la noche, vista esta última, como el núcleo del misterio creador de la vida y muerte.

“El amor es el objeto final
de la historia universal,
el amén del universo ”

“Consolada, la vida
avanza hacia lo eterno.
De su fuego más intimo
Se colma nuestro espíritu.
El cielo y sus estrellas
Se hacen vino de vida:
gocemos de ese vino
Hasta ser como estrellas”.

“¿Qué es lo que nos retiene aún aquí?
Ya reposan quienes tanto amamos;
En su tumba termina nuestra vida.
Miedo y dolor invaden ahora el alma.
No hay nada más que buscar.
El corazón está lleno; el mundo, vacío”.

Desde que su amada pereció, su respiración se transformó en una creativa cuenta regresiva que desembocó en su fallecimiento, a los veintinueve años. La necesidad de verla lo hizo sumergirse en una vorágine de trabajo que avanzaba, sin descanso, con el objetivo de abstraerse del fino rostro de Sophie, que no dejaba de reflejarse en cada pequeña ola, de esa conocida laguna que Novalis acostumbraba a bombardear con veloces peñascos.

Friedrich es ya parte de un siglo incinerado, de una sociedad que nos insinúa a hombres cargados de un delicado universo personal, donde la introspección y el recuerdo alimentaba las horas, quizás como una manera de mantener una esperanza que aliviara los sedentarios días. Es imposible no soñar con ese episodio de la historia que hoy no es más que un dócil fantasma, un período que, aunque no estaba carente de atrocidades, hacía alarde de un tipo de ser humano que hoy se esconde en la identidad de unos pocos, y que estaba formado por una frágil dama que podía pasar, horas y horas, repasando el último segundo en que vislumbró a su amado, y por un hombre capaz de nadar en sus pensamientos por siempre.

De ese lapso, Novalis nos entrega con su pluma, una vivencia personal, una búsqueda por encontrar su fémina arrebatada con el fin de sentir el placer de sus latidos. En estos momentos, la escurridiza muerte que él proclamaba lo debe estar integrando a su acto favorito, aquel donde la joven peinaba sus cabellos con extrema meticulosidad, mientras el vate seguía el embrujado procedimiento, desde su húmedo lecho matinal.

 



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