La joven
poeta y profesora Laura López Fernández,
me propuso en el año 2001, realizar una entrevista por internet
sob re mi experiencia como editor. Acepté encantado porque
conocía muy bién sus trabajos anteriores sob re poesía
experimental, y estaba seguro de que sus preguntas merecerían
ser respondidas. Y así empezamos pregunta a pregunta, hasta
que ella decidió dar por finalizada la serie. Poco después
la publicó en la revista de internet Ciberletras (Lehman,
USA).
Ahora al releerla, me sorprende que su contenido siga coincidiendo
que lo que pienso, en como lo veo y demás. (Digo esto porque,
según mi experiencia, a menudo las entrevista envejecen
extraordinariamente, talvez por su contenido sentimental). Por
eso me animo a reproducirla de nuevo, por si hay algún lector
interesado en estas cuestiones aparentemente menores para ela rte,
y por lo tanto para la sociedad. Yo pienso que tienen una considerable
importanacia. En cierto modo podríamos decir, dejándonos
llevar por un ataque de pragmantismo, que escribir es ser editado.
Ser o no ser, en definitiva.
Fernando Millán
Entrevista
por Laura López Fernández
Abril 2001
|
" Libro
de Clemente Padín editado por F Millán en el año 2000 " |
L. L. F. Por
lo que he leído de tu obra crítica
y artística veo que eres una figura clave en el estudio
de la poesía experimental en España de las últimas
cuatro décadas a esta parte. No te voy a pedir que vuelvas
a hacer un recuento de lo que ha pasado desde los años sesenta
hasta hoy en día puesto que en otras entrevistas lo has
hecho ya. Estoy recordando ahora la entrevista que tuviste con
Chema de Francisco y que está en la red "La poesía
experimental en España. Entrevista con Fernando Millán" (1997).
http://www.ucm.es/info/especulo/numero6/millan.htm
Mi pregunta
en estos momentos se dirige hacia tu labor de editor independiente.
Me
consta que no eres un editor cualquiera en busca
de lucro sino que tu labor de difusión del arte experimental
pasa no sólo por la participación en recitales, conferencias
y el estudio sino también a través de tu labor como
editor independiente. Cuéntame un poco por qué ha
surgido en ti la necesidad de ser editor independiente.
F. M. No sé si en justicia se me puede llamar editor (aunque
sea con el adjetivo de "independiente"). Desde mi punto
de vista me faltaría para ser propiamente un editor, la
parte comercial, y gracias a ella, la continuidad. Creo que más
bien el apartado de la edición ha sido, en mi caso, una
parte más del trabajo de artista. De hecho, en la actualidad
estoy embarcado en un proyecto que enfrenta el fenómeno
editorial en todas sus dimensiones. Pero incluso ahora, el componente
económico sigue siendo una amenaza, ya que editar libros
en España es una experiencia muy negativa desde cualquier
punto de vista. El sector distribuidor está en manos de
unos pocos e imponen unas condiciones inasumibles para las pequeñas
editoriales, y frente al cual no hay más alternativa que
la marginalidad, con todo lo que ello supone.
Como te decía, para mí editar libros, revistas,
carteles, carpetas o cualquier otro invento es parte de mi proyecto
de vida como artista. Aunque he tenido bastante suerte a la hora
de editar algunos de mis libros, que a través de editoriales
comerciales han podido llegar a un público minoritario,
pero público al fin, hubiera preferido editarme yo mismo
todos mis libros para poder tener un control más eficaz
de todos sus aspectos. Y lo mismo de la distribución, para
llegar a las personas a las que de verdad les podían interesar...
Un libro no cumple su objetivo hasta que no está en las
manos de la persona que lo puede rentabilizar (Aunque sea casi
imposible saber tan siquiera si esa persona existe en el momento
de realizarlo). Recuerdo que una vez, Juan Hidalgo me dijo que
sus libros los vendía o regalaba (dependiendo de los casos,
a personas que demostraran un verdadero interés por ellos.
Porque si no era así, no estaba dispuesto a entregarlos
por mucho dinero que le ofrecieran.
Mi trabajo
como editor abarca un período de más
de treinta años (desde el otoño de 1968). En total,
entre libros, carteles, catálogos, tarjetas y números
de revistas suman unos cuarenta impresos. De ellos, once son obras
mías. (Hago el cálculo de memoria). En todos estos
casos he sido el editor en todos los sentidos, desde el diseño
a la producción pasando por el capital invertido, y la venta.
Desde un punto de vista que no sea el artístico, esta actividad
ha sido un fracaso clamoroso: no he conseguido ninguna repercusión
pública, no he recuperado nunca lo invertido, y en algunos
casos ni siquiera he sido capaz de librarme de los ejemplares editados.
(Aún tengo que arrastrar paquetes del n. 1 de Metaphora
y de los dos libros que se editaron en la colección de esta
revista. Y la verdad es que pesan horriblemente). Pero desde mi
punto de vista, lo que he editado es mi principal aportación
a la cultura (o como quiera llamársele) de este país
que antes se llamaba España. La verdad es que disfruto más
editando un libro que escribiéndolo y desde luego, en España
al menos, son más necesarios los editores que los autores,
porque hay muchos menos. Y tal como va el comercio de los libros
en pleno auge del liberalismo económico (que no político)
las cosas sólo pueden empeorar. La única esperanza
parece ser Internet, y por mi parte estoy en camino de comprobarlo.
En cualquier caso, a mi edad la suerte está echada, y puesto
a ser sentimental, le doy gracias al destino o a quien sea el responsable,
por haber tenido la oportunidad de vivir en una época de
libros abundantes, y en no pocos casos, baratos. Para mí,
el placer que sentí gracias al primer libro que leí (aparte
de los de texto en los estudios), las Leyendas de Gustavo Adolfo
Bécquer, sólo es comparable a mi primera experiencia
sexual. Aún hoy, cuando tantas cosas han dejado de tener
sentido para mí, si pudiera elegir de verdad, dedicaría
el resto de mi vida a releer la mayor parte de los libros que he
leído a lo largo de mi vida (seguramente no más de
cuatro mil).
|
" Poema
del libro "Haikus para los ojos", del que Millán es autor
y editor. " |
¿Comprendes por qué me gusta ser editor? Porque
me gustaría contribuir a que otras personas disfruten con
ellos tanto como yo he disfrutado con los que otros hombres y mujeres
escribieron y editaron. Gracias a los libros "escucho con
los ojos a los muertos" y a los vivos, y puedo tener una vida
que sin ellos, sería aún mucho más triste
y solitaria. Es decir, tal vez insoportable.
L. L. F. Hablando
del Internet y la obra de arte, autores ya clásicos
como G. Landow y otros han hablado de un cambio radical en la noción
de escritura y lectura con el uso del Internet. En el Internet
un texto tradicional se puede convertir en un hipertexto abandonando
la linealidad de la escritura en favor de la multisecuencialidad.
Cada signo en el mundo virtual se puede enlazar a múltiples
textos de todo tipo dando una libertad mucho mayor que antes al
lector-espectador. Otro estudioso de estos nuevos medios de comunicación,
Richard Andersen habla en "Hypertext Notes" Ejournal
(1996) de la labor del autor versus la labor del editor en el mundo
hipertextual. En la red los textos presentan nuevas posibilidades
de lectura, y el lector de un texto con múltiples enlaces
a otros textos se puede convertir en su propio editor seleccionando
su propio camino de lectura. Si tú pusieras toda tu obra
experimental visual y sonora en la red de modo hipertextual ¿crees
que la recepción de tu obra se perjudicaría o se
beneficiaría ? Estoy pensando en tus poemas N.O de fines
de los años sesenta, en Textos y Antitextos (1970) Mitogramas
(1978) Prosae (1980), La depresión en España como
libreto de ópera, los textchones... etc.
F. M. Estoy
firmemente convencido de que Internet es, hoy por hoy, una de
las pocas
utopías operativas. Por lo menos para
mí, y en función de mi historia personal, y mi situación
actual, es fuente de motivación. Es muy posible que los
beneficios que imaginamos no aparezcan nunca, y por el contrario,
Internet dé lugar a males y problemas... Pero con las utopías
no se puede poner condiciones. A mí no me preocupa si Internet
puede o no puede perjudicar a mi "obra", ni beneficiarla
en algún sentido: no tengo una idea fija y determinada de
mi obra. Lo que he hecho es el producto de unas circunstancias
históricas y personales, y por supuesto hoy haría
otra cosa, y mañana lo mismo. De ahí mi interés
por Internet: es un nuevo y atrayente campo de juego, que ofrece
nuevas experiencias, obliga a nuevos ejercicios..., y además "está ahí".
En los talleres
y conferencias que en los últimos meses
he dado, suelo decir que si yo ahora tuviera 20 años, y
pudiera disponer del mismo equipamiento informático que
tengo, seguramente tapiaría las puertas y las ventanas de
mi casa, para que no me molestara nadie, y para no tener tentación
de salir a la calle y me dedicaría en cuerpo y alma a trabajar
con estas increíbles herramientas...
Porque esta
es la clave, y por lo tanto el problema: lo que a mí me preocupa de Internet es lo que supone de diferencia
entre los que podemos disponer de él, y los que no. He sido
pobre toda mi vida, y de forma especialmente dolorosa en mi juventud,
y sé muy bien lo que significa ser un ciudadano de segunda
o tercera categoría. El verdadero problema de Internet es
que separa aún con mayor velocidad que antes a los pobres
de los ricos. Mi proyecto para Internet en la actualidad (portal,
dominio o lo que finalmente llegue a ser) es muy ambicioso -teniendo
en cuenta mis posibilidades económicas. Pretendo poner en
la red toda mi producción, tanto la publicada como la inédita,
pero también los trabajos en curso, y sobre todo iniciar
la realización de talleres y seminarios. Si consigo encontrar
colaboradores en número suficiente, me gustaría también
incluir trabajos colectivos (un Diccionario, dossiers, etc...).
Si no me queda más remedio montaré una empresa (palabra
y concepto que cada vez me irritan más) para ir hacia adelante
(siempre he sido un voluntarista). Internet, Internet, tienes nombre
de medicamento, pero me atraes como un joven cuerpo del que nace
la risa mas libre...Ea.
|
" Poema
objeto de F. Millán reproducido en una tarjeta postal." |
L. L. F. Fernando,
tocaste un tema bien importante y es el uso de la tecnología y la peligrosidad en diferenciar todavía
más a los pobres de los ricos. Si el futuro llegara a ser
en España como en EEUU, el Internet va a ser casi de dominio
público y casi gratis. En Estados Unidos tener acceso al
Internet es más barato que tener acceso a determinados canales
de televisión. El problema es tener ordenador y luego el
interés en acceder a determinados programas para los que
se necesita cierto aprendizaje. Es una cuestión de dinero,
pero lo que es tan o más importante de interés y
cultura. Ahí reside en mi opinión la diferencia entre
unos ciudadanos y otros.
Y hablando
de diferencias sociales, ¿crees que éste
es un tema que se refleja en tu obra poética? ¿Expresas
en tus poemas una conciencia social? ¿Crees que nos hallamos
ante una época de cambios de pensamiento, una época
de crisis en la que cualquier cosa en arte vale y por lo tanto
no debe haber distinciones descalificatorias? ¿Puedes comparar
estos momentos de crisis en las artes con la década de los
60?
F. M. Para
responder a estas preguntas encadenadas, tengo que hablarte de
cuestiones
generales: el arte, la poesía o la
literatura, son producciones o invenciones humanas, se rigen por
leyes objetivas, y están mediadas por las cuestiones colectivas
imperantes en cada momento (o tal vez en perídos relativamente
uniformes de tiempo, y de duración significativa). La participación
individual sólo puede tener lugar desde la aceptación
de esas cuestiones, y mediante la utilización de esas leyes
objetivas. Lo que ahora llamamos genio o creatividad, es el producto
de una identificación profunda, y a menudo inconsciente
o irracional. No hay por lo tanto una proyección individual,
romántica y subjetiva. Nadie está por encima de su época.
Yo sostengo que, sobre todo en el último siglo, al desaparecer
los cánones, y despreciar la autoridad y la tradición,
en un artista "lo que no es biografía, es plagio."
Lo digo también, porque para mí, el concepto de
arte (que englobaría también a cualquier forma de
poesía) abarca no sólo a los poemas, cuadros, objetos,
etc..., sino también a los escritos de un artista, a su
visión del mundo...
En este sentido,
mi extracción social, ha tenido una influencia
y tal vez un peso considerables, en todo lo que he hecho. Sobre
todo en decisiones importantes, como mi militancia en la vanguardia
pero dudo mucho que se pueda detectar sin más, en una obra
determinada.
Mi apuesta
por la vanguardia primero, y después mi decisión
por trabajar dentro de planteamientos experimentales, tienen desde
mi punto de vista, un componente ético, esto es social.
Pero no se trata de algo individual o subjetivo. Lo comparto con
muchas personas de mi generación: la que ahora se suele
llamar "del 68": Desde que yo inicié mi vida pública
(más o menos a los veinte años, 1964), la rebeldía
y la transgresión eran elementos que nos veíamos
obligados a aceptar por un imperativo ético, ante una sociedad
que veíamos injusta, regresiva e inhumana. Yo fui rebelde
y transgresor dentro de los límites que mi carácter
y mis circunstancias personales (empecé a trabajar cuando
aún no había cumplido los diez años, y todos
mis estudios tuve que simultanearlos con el trabajo) me permitían,
tanto en mi comportamiento público y privado, como en mi
forma de vestir, entender las relaciones sentimentales, leer libros
(prohibidos), rechazar lo establecido (religión, política,
economía), o simplemente escribir... Si esto se puede llamar "conciencia
social", pues bueno.
Desde los sesenta,
hablar de "crisis" es un sinsentido.
Ya no puede haber verdaderas "crisis" porque los valores
que hasta entonces dominaban las sociedades, han dejado de dominar
nada, y los nuevos valores que grupos o generaciones incluso, han
ido fabricando (y utilizando, claro) sólo tienen una aceptación
parcial. Ese es el gran cambio de los sesenta: ya no existe nada
que nos agrupe a todos los que formamos parte de la clase dirigente.
Los grupos y segmentos aún buscan su coherencia en tablas
de valores cerradas, pero los embates externos les someten continuamente
a "crisis internas".
En esta situación, puede haber, y de hecho las hay, distinciones
calificadoras y descalificadoras, pero corren el peligro de transformarse "en
una forma de arte más". Esto es, nunca van a ser aceptadas
como lo fueron en el pasado, cuando el mundo podía ser dividido
en categorías que (los individuos) creían inmutables.
|
" Poema
objeto de Fernando Millán reproducido en una tarjeta
postal" |
Las personas
que en los sesenta, desde la rebeldía y la
transgresión, trabajamos para transformar la sociedad y
cambiar al hombre, éramos a nuestro modo, también
fundamentalistas y crédulos. Tal vez por ello, nuestro trabajo
fue tan efectivo en el desmontaje de las escalas de valores. Pero
los valores que ofrecimos a cambio, no fueron aceptados -tal vez
en justa venganza- ni por las generaciones anteriores (lo cual
era predecible) ni por las que nos siguieron (lo cual fue una dolorosa
sorpresa). Lo que sucedió, desde mi punto de vista, es que
la rebeldía y la transgresión que nosotros utilizamos
como herramientas de cambio, se convirtieron en fines en sí mismo.
Fuimos tan eficaces en cuestionar cualquier forma de autoridad,
que nunca hemos tenido autoridad en nada. Luchamos tanto por la
libertad, que los demás aceptaron la libertad que les ofrecíamos
para ignorarnos. Bien visto, un auténtico homenaje.
Esto ya quedó en evidencia a finales de los setenta. Y
desde entonces vivimos en sociedades pantanosas y confusas, en
las que perviven formas muy tradicionales de vida, con otras ligeramente
evolucionadas, y otras totalmente nuevas. La postmodernidad es
un hecho innegable. Lo que sucede es que sólo se puede definir
por su falta de contornos y de líneas comunes. Ahora mismo
conviven tantas formas de pensar, analizar y entender que nadie
pierde el tiempo de denostarlas. Por eso la forma más habitual
de relación es la indiferencia. Porque de hecho, en el caso
concreto del arte, cualquier cosa vale. Su propia existencia es
el mejor argumento a su favor.
Bueno creo
que me he metido por veredas demasiado complicadas. Quiero decir,
que estamos
ante cuestiones que hay que desarrollar
más, porque la complejidad de la sociedad actual obliga
a puntualizar cada concepto, incluso cada palabra, para superar
(en lo que se pueda) los malentendidos habituales.
L. L. F. ¿Qué debemos entender por poesía? ¿Puedes
hacer una descripción de tu trabajo poético actual? ¿Trabajas
teniendo en cuenta el posible tipo de audiencia?
F. M. De entrada,
a esta pregunta hay dos formas de contestar: Desde la poesía, o desde el análisis.
Lo mismo que sucede con el resto de cuestiones fundamentales
en la vida de una
persona...
Resumiendo
y analizando: la poesía es una invención.
El pecado original, que según la Biblia fue el orgullo,
fue en realidad esa característica que nos hace humanos:
imaginamos, y al querer materializar lo que vemos en nuestra mente,
inventamos. O sea, hacemos lo que dicen que hizo el Dios hebreo
(el más divino de los hombres, o el más humano de
los dioses) al inventar o crear el mundo. Esa característica
que todo hombre posee, tiene una peculiaridad: para activarse es
necesario tomar conciencia de ella, o al menos no reprimirla.
El hecho de
que, históricamente se utilice el nombre de "poesía" sobre
todo para la creatividad verbal, no oculta la idea que según épocas,
aparece o desaparece, de que poesía y creatividad son lo
mismo.
El siglo XX
ha sido una de las épocas mas determinadas
por la poesía, de ahí las tendencias transgresoras,
el culto a la libertad y a la vida. Aunque también están
ahí las revoluciones, la presencia terrible de la muerte
en todas sus formas: lo primitivo.
En lo que estrictamente
la historia conoce como poesía
está tan sólo una pequeña parte de la poesía.
Incluso si sólo hablamos de lenguaje, hay mucha poesía
en todas las religiones, en la filosofía, e incluso en la
ciencia. La astronomía ha inventado el concepto "horizonte
de sucesos", que cae de lleno en la creatividad verbal. No
digamos los escritos de mecánica cuántica.
Mi trabajo
siempre ha tendido a desarrollarse en "los límites" de
lo conocido y de lo aceptado. Mi campo más habitual es la
escritura (en los límites, ya digo). En los últimos
años trabajo para finalizar varios de los proyectos experimentales
que inicié hace mucho años: La tesis corporal; Los
signos de la mano; Los poemas objeto, Los proyectos imposibles...,
etc... He iniciado algunos trabajos nuevos, pero por el momento
están muy verdes. Al mismo tiempo trabajo en la reedición
de La depresión en España, que con el paso de los
años se ha convertido en mi libro más emblemático.
Y me dedico también a la elaboración teórica,
sin la cual, desde mi punto de vista, no está completa la
producción poética.
¿Audiencia? ¿Qué audiencia? Trabajo sentado
frente a una pared, y sé que más allá sólo
están unos pocos amigos o curiosos, esperando más
que una "importante" o decisiva aportación poética,
una nueva sorpresa o alguna "gracia". Ni siquiera las
personas que me aprecian intelectualmente (cinco o seis), me dejan
de ver como una figura atípica que insiste en arruinarse.
En España, toda persona que tenga algo que ver con la cultura,
y no persiga el poder y el dinero para justificarse, es vista como
un testigo incómodo cuando no desagradable, o tal vez como
un enfermo. Aquí la cultura lleva siglos siendo sospechosa
por sí misma, y ahora lo es más si no se justifica
por el dinero.
No tengo audiencia,
pero la verdad es que nunca la he necesitado. Soy poeta, artista
o lo que sea, porque no me queda más
remedio. En los años ochenta hice un intento muy serio de
desaparecer de la vida publica, y ser ya que no podía impedir
ser artista, un artista secreto: mi vida empezó a secarse
hasta caer en la depresión y la autodestrucción.
Tuve que volver.
Desde muy niño, mi imaginación tiene vida propia
para producir continuas fantasías. Si esas fantasías
se ocupan de producir poesía, no se vuelven contra mí.
Existe algo parecido a un pacto entre ella y yo, y siempre que
no lo incumpla, ella no me acosa.
L. L. F. Límites, vanguardia, exilio, radicalismos son
conceptos sinónimos en tu obra de arte y en la de muchos
artistas. En tu caso ¿de qué manera se entrelazan
estas coordenadas?
F. M. La vanguardia
es una cuestión de límites:
en teoría, romper los límites que cierran o impiden
el acceso al futuro. Y la única forma de hacerlo es de la
utopía: yendo al origen de los problemas o dificultades,
a la raíz de las cosas. Esto es, rompiendo con lo establecido,
transgrediendo las leyes (morales, sociales, políticas,
económicas, etc...) vigentes.
Esto es, la
gran cuestión de las vanguardias (en los años
veinte y en los sesenta) es la transgresión consciente,
voluntaria, y en no pocos casos, premeditada.
No me refiero
a la transgresión con un objetivo político,
como la de los revolucionarios, terroristas o simple conspiradores,
para cambiar un dominio por otro. Hablo de la transgresión
que afecta más al individuo que a la sociedad a través
de la descalificación, ruptura o inutilización de
los códigos que el poder (toda clase de poder) utiliza para
perpetuarse. Y esa transgresión sólo se consigue
cuando se accede a los mecanismos profundos que conforman la sociedad,
la relación entre grupos e individuos y la propia psique
humana (tan proclive a vivir bajo el poder de cosas, personas,
ideas o simplemente hábitos). Estoy firmemente convencido
de que el arte (especialmente el del siglo XX) es una de las formas
más eficaces para profundizar en esa transgresión.
y por lo tanto para cambiar nuetra propia vida y la de los demás.
Este es el
terreno donde se libra el gran combate. A mí me
gustaría creer que, de alguna forma, y en cantidad ínfima,
he participado en él. Pero la verdad es que, salvo en momentos
de euforia y escasa lucidez, pienso que sólo he sido un
testigo curioso y mirón. Siempre he sido una persona tímida
y retraída. Por eso, ser un testigo ya es suficiente para
mí.
L. L. F. Yo
creo que eres mucho más que un testigo. En
tus múltiples trabajos has ayudado a difundir nuevos lenguajes
artísticos en épocas difíciles como la franquista
y sigues siendo fiel a una línea poética de apertura
y ruptura con lo tradicional trabajando en varios géneros
a la vez, en zonas intermedias rechazadas generalmente por la crítica
y los cánones oficiales. Gracias por tu amabilidad al aceptar
contestar a estas preguntas.