Santiago de Chile. Revista Virtual. 
Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 47
Enero / Febrero 2003

 

EL SECRETO DE UNA NOVELA

Desde Panamá, Rolando Gabrielli

A la salida de un drugstore en Panamá, unos viejos amigos dueños de una emisora me saludaron como a un fantasma, sorprendidos de mi aparente corporalidad y materialidad aún vigentes. A todas las personas que te conocen, les preguntamos por ti, y la respuesta fue una sola, más bien una conclusión: se fue a Chile. Reí de buena gana en medio de los adornos de Navidad, las luces y un gentío que se da citas para estas fiestas de fin de año. No están equivocados del todo, les dije, pero no me fui a Chile, sino a dar una vuelta por el mundo, en tiempo virtual, pero de manera real por mi propia escritura. Me esfumé es cierto, agregué, de la escena local, agotada para mi óptica, y este 15 de diciembre, cumplo dos años en Internet, un medio desde luego para entrar en contacto con otras pies, sensibilidades, portadas, máscaras, escenarios, realidades, sueños y oportunidades. Sobre todo para saber, más o menos, que se hace en otros lugares, aunque la literatura dura, real, no pasa por Internet. Si era extranjero, me hice más extranjero, a mis costos, en un universo total, pero trabajando desde la perspectiva del interior de mi palabra. Se retiraron satisfechos, me tocaron para comprobar que no era un fantasma el que les hablaba, lo comprobaron y les dije que en La Calzada de Amador, junto al mar dividido por esos kilómetros de cemento, palmeras, faroles antiguos, caminaba con mi cuerpo real este 2002 que comienza a despedirse, y que es un año para mi extraordinariamente especial. El día que el Municipio decida ponernos una placa para identificarnos, escogeré la de este año, les dije sonriendo, y nos despedimos, en tiempo real con un apretón de mano, y la recomendación, presenta tu novela para un libreto en Hollywood. La calle ya olía a pinos canadienses, cuando me subí al automóvil. Ya llevaba en mi mano una postal, para mi era suficiente.

Sí, hablamos de la novela, que escribo desde mediados de agosto en silencio medieval, y que algunos amigos y conocidos, enterados de este proyecto en curso, me han preguntado en qué consiste, cómo es el desarrollo de esa escritura, qué es para mi una novela. En fin, todo apunta ala curiosidad de conocer el argumento y sus entretelones, que muchas veces yo mismo desconozco. Me ocurre como el clima de Panamá, ayer salía de llamar por teléfono, y una neblina y lluvia con vientos se desencadenó con tal fuerza y persistencia, que tenía todas las intenciones de llevarse la ciudad. Ríos de aguas, en horas, quedamos suspendidos en el tiempo, los vientos, un inexistente cielo, las alcantarillas inundadas, los automóviles varados, la nada puso su mano en el hombro, y dijo, espera, sólo espera.

La novela, la narrativa como yo la veo, es este cajón de sastre en medio de la tormenta, claro con un piloto automático que se nos va de las manos.

La curiosidad de mis amigos, noté, es por el tema, lo que hay dentro del horno, yo digo que es pan, pero no lo quemaré antes de tiempo ni a sus puertas.

Es un género cajón de sastre, la novela, con múltiples alternativas, cajones, contenidos sorpresas, desde las historias al lenguaje, sin dejar de lado el humor, y más de algún cajón olvidado con las tijeras pero también agujas para que  el lector corte y repare sus propias páginas, las una a su propio hilo.

Lo único que no considero necesario en cuanto al lector, es hacerle concesiones inútiles. Mientras menos, mejor. El texto surgió como un relato focalizado en los recuerdos, visiones, en la vida que hacemos, hicimos, en la ciudad y en una historia que corría paralela a miles de kilómetros de distancia. La ficción y la realidad deben ser tan creíbles, que cuido a ambas por igual. Ellas juegan a engañarme, y juran que a veces lo logran, y yo les creo. A una ficción hay que creerle a pie juntillas, porque es hija o pariente cercano de alguna realidad.

He trabajado el texto, lo sigo haciendo, con obsesión, confieso, sin límites, como debe ser la literatura cuando es real y adquiere la calidad de urgencia notoria su proyecto y realización. Escribí más por compulsión que el empujón de una memoria frágil, morosa, aunque se turnaban en este ejercicio de recuperar el futuro. La memoria me ha obligado a hacer un viejo recorrido obligado, único y que nadie puede hacer por nosotros mismos, aunque es necesario.

La literatura puede llegar a justificarse en sus propias expresiones. Soy novato en este tipo de proyectos de largo aliento y abandoné uno, que retomaré el 2003, que me demandó un par de años, y porque creo firmemente en ese tipo de escritura. La fluidez de este viene quizás en parte de esas viejas páginas que esperan su oportunidad.

La novela me gobierna, tiene la facultad de la tiranía, el golpe de mando autoritario, pero también la flexibilidad para que yo vaya llenado los espacios, aunque nunca sé a cierta hacia donde voy. A veces planeo acciones y me conducen hacia otros lugares. Si fuera una guerra, estaría perdido. Pero en el amor como en la guerra, todo está permitido, inclusive dormir con el enemigo, pero no compartir su cama.

La literatura se acentúa, deja huella. El primero en comprender esto, debiera ser el escritor, porque el lector busca algo no vivido o que de alguna manera coincida, reconoce , y asemeja a su propia vida.

No sé cuantas versiones van, correcciones sobre las correcciones, cambio de título incluido. Es un proyecto y eso lo dice todo. Una novela es un ejercicio mayor en el tiempo y de alguna manera he violado esas reglas. No voy en una maratón, ni me he planteado el tema y su ejecución como subir a una montaña. Escogí los 10 mil metro sobre una pista de hielo, pero con buenos patines, nada de curvas, y tiene la particularidad este texto, que estoy convencido que lo escribo con uno de los principales personajes, porque siempre he sospechado que es real, me escribe y me lee, aunque es tan humilde, que nunca me ha corregido. Ni sabe cuan agradecido estoy de su generosidad, desprendimiento, un amor a prueba de novela y distancias, el feroz ejercicio de la auténtica complicidad.

Apuro los términos de contrato entre mi escritura y la realidad. Un mes dejé en reposo el texto, todo noviembre, pareas r exacto. Tácito acuerdo con las neuronas, circunstancias y la necesidad de un respiro del material para que tomara alguna distancia de si mismo.

No podemos asfixiar las palabras, ni a los personajes, es como el amor, se necesita oxígeno.

Hay una historia de amor en la novela, porque el amor es lo más importante. Ocurren cosas en distintos escenarios y la prosa poética está presente, lo aseguro. Hay homenajes a quienes cambiaron la literatura. Las ciudades son un antojo para compartir, no sólo habitarlas o poseerlas. Mujeres de esbeltas y hermosas columnas, recorridas por el mar y sus soledades. No diré más de contenidos, ni contaré nada. Ya tiene título. Sólo tres palabras. Breve y muchas puertas para una escapatoria.

Ficciono la realidad y la realidad me ficciona. Una novela, puedo afirmar, tiene sus propios recursos, o no irá a ninguna parte. Reciclo el pasado en el presente, porque lo único que existe es el futuro. El presente suele ser tan real que se hace inevitable y debemos contar con él por nuestra propia salud mental.

La novela es el poema más largo en una prosa no lineal. Si alguna gracia tiene, es que el lector no debiera conformarse con pasar las y por las páginas a trote de caballo. Algo debe retenerlo y demorarlo.

He llegado tarde a la novela y haré lo mismo con mi propio funeral. Soy y me declaro un vulgar intruso. No me incomoda si incomoda. Mi prosa, sin embargo, data de un viejo primer cuento, que se desarrolla en La Habana, y que obtuvo una Mención Honrosa en ICEA Internacional, en México, en 1969.Reconozco que partí como un caballo de carrera y me hundí como un mulo, en el silencio, con algunas excepciones, por el Camino de Cruces. A muchos nos apuró un martes 11 de septiembre con todas sus urgencias, incertidumbres, donde el día se transformó en la gran novedad de la sobre vivencia. Pero la literatura, no conoce, ni acepta excusas, y yo tampoco las buscaré. La muerte puede tener sus méritos, pero la vida sigue siendo lo más importante. Se puede viajar un tiempo en círculo, pero no todo el tiempo. Este es un viaje desde y hacia la palabra, y es nuestra obligación hacerla brillar aunque esté dentro de un pozo.

Los vicios mayores como la literatura no podemos abandonarlos, persisten a pesar de nuestros olvidos, tienen el vicio de ese amor que jamás te deja, aunque permanezca en silencio.

Hay un grito helado plagado de humor, en no pocas páginas, el escalofrío de una época, nuestras mudas y patéticas realidades. Se trajina el pasado en la novela y toda narración que supera los 100 páginas permite un intento, obliga, a trazar un presente, recobrar la orilla a uno y otro lado del futuro.

La narración que no se somete a su propio destino, terminará por renunciar a él.

Es un texto que recoge el óxido y el amor de la ciudad, recicla las deudas pasadas y pendientes. Le rinde homenaje a quienes se comprometieron con la literatura, y a quien también la abandonó, porque el verbo se le hizo sal, trapo de su lengua. La palabra, creo, se convirtió en una comunicación inútil, por dicha.

La ficción y la realidad, son tan indignas de confianza, que me recuerdan el vendedor viajero que cita T. S. Eliot. Un río es indigno de confianza, como un vendedor viajero dice el poeta.

A la ficción y  a la realidad, les exijo fidelidad y todos debemos atenernos a sus consecuencias, incluido el lector. Yo le s pido, como una manera de entendernos, que digan lo que saben y creen saber, que se pongan de parte del lector, que del resto me encargo yo.

Ficción y realidad se superan así mismas. Se prueban en sus rotundas verdades.

Quien ficciona, a sus realidades se atiene.

Si en algún momento, la realidad y la ficción, me permiten algún control, sacudo todo lo que puedo de lo que hay detrás de las palabras. Reciclo lo que la memoria se niega a borrar Un pasado que nos recorre y visita con vicio, y nos revela un presente contaminado. Se trata de una escritura, a veces de una marea monologante, un vacío que sólo la ironía puede interpretar, porque en la novela todo está permitido. No sé quien lo dijo, pero hago mías sus palabras. No citaré a los eruditos, quizás padres de la novela, a sus magníficas, sabias, esclarecedoras palabras sobre la novela, que existirá mientras quede un sólo lector. Un sola frase es suficiente para perdurar dijo el más ciego de los novelistas latinoamericanos, frase iluminadora, de revelación, pero para que ello ocurra, la novela debe sostenerse así misma, como el lo hizo en sus relatos, aunque nunca llego a la novela como tal.

Yo he sido sólo algo más que un intermediario en este trabajo. Me tocó escribirlo, y aún lo sigo haciendo. He contado con la extraordinaria ayuda de uno de los personajes principales, como dije y reitero. Esa puede ser la explicación más real. Escribo en un ordenador. Es cierto. No pude corregir una versión en papel impreso.

 Pero, sobre este escrito, ejerce, y especialmente en mi, una influencia que sería inútil de explicar, una dactilográfica blanca, firme como una columna dórica, y si yo tuviera que asignarle alguna interpretación, podría asegurar que me la envió ese personaje tan comprometido con la historia de esta novela y que ella conserva una igual, con la cual me escribe algunas páginas.

 

 

Si desea escribir a Rolando Gabrielli puede hacerlo a: panaglobal@hotmail.com
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