Desde Argentina, Leandro
Piragini
EXTRAÍDO DE INTERVIÚ
En 1986 veía la
luz "Joaquín Sabina y Viceversa", álbum que, con más
de 400.000 copias vendidas, consagró definitivamente a su autor.
Catorce años después, Joaquín Sabina (Úbeda,
Jaén, 1949) acaba de publicar otro doble compacto en directo
bajo el rotundo título de "Nos sobran los motivos". El Sabina
rockero y el Sabina acústico se entrelazan en un brillante trabajo,
resultado de más de 160 conciertos por España e Iberoamérica
durante poco más de un año, y que confirma el inmejorable
momento profesional que atraviesa el cantante.
-¿Los motivos para lanzar al mercado un doble disco en directo le sobran
a Joaquín Sabina, a su discográfica o a ambos?
-Tú sabes que algunas veces hemos hablado de que yo no había
hecho un disco en directo desde Joaquín Sabina y Viceversa porque
siempre tenía canciones nuevas que quería sacar. Ahora
no sólo tengo, sino que tengo más que nunca. Incluso algunas
grabadas. Lo que sucede es que a mitad de la gira -hemos hecho más
de 160 conciertos- empezamos a disfrutar mucho tocando y empezamos a
pensar que queríamos que hubiese un documento de eso. Un día
vinieron los de BMG (su discográfica) a proponernos que grabáramos
eso, y entonces me dijo Pancho (Varona, su guitarrista) que ya estaba
grabado. Sin decirme nada, Pancho había hecho que siete u ocho
conciertos acústicos se grabaran, que son los que están
en el disco acústico. Luego se puede decir que BMG y yo coincidimos
en la idea.
-Han transcurrido 14 años y siete discos desde la publicación
de tu anterior trabajo en directo. ¿Qué queda en el artista triunfador
que es hoy Sabina de aquel que hace tres lustros comenzaba a hacer realidad
sus sueños?
-Bueno.
Los dos discos son totalmente distintos de intención, puesto
que aquél fue un disco pensado, ensayado, y lo que yo quería
decirle a la gente en ese disco era que yo tenía un grupo de
rock, que no era un cantante barbado de la tercera generación
de cantautores políticos que confundían el escenario con
el púlpito. Éste es casi al revés: estrictamente
un documental de unos conciertos completamente desnudos. Lo que yo prefiero
del disco es todo el clima del concierto acústico, que se oye
el silencio y mis mocos y mis flemas y mis bronquios, y las guitarras
suenan de un modo purísimo.
-En poco más de 20 años de carrera has conseguido seducir
a tres generaciones de españoles e iberoamericanos, situándote
al nivel de prestigio de un Serrat y superando en ventas a los más
jóvenes, como Calamaro. ¿Has logrado explicarte a ti mismo los
motivos del fenómeno Sabina?
-Claro que no. He pensado mucho en ello, y claro que no. Pero la única
respuesta que repito a lo largo de todos estos años, porque es
la que más se parece a lo que pienso, es que creo que los chavales
de 20 años no tienen un primo, un hermano o un vecino de su generación
-cosa que está dicha en tu libro [Joaquín Sabina. Perdonen
la tristeza]- que sea un Dylan, un Cohen, unos Beatles o unos Stones.
Y entonces creo que, como a todos nos pasó en la infancia, tienen
un padre aburrido y se van hacia el tío golfo que está
afónico, que es un borrachín, que dice que va de putas
y utiliza el caca-culo-pedo-pis en sus canciones. Los jóvenes
están dejando un hueco demasiado grande desde el punto de vista
de ser referentes generacionales.
-¿Es Joaquín Sabina el Arturo Pérez-Reverte de la canción
española?
-Pues yo admiro muchísimo a Arturo Pérez-Reverte y me
gustan mucho sus actitudes y su talante peleón, pero no lo creo.
-Lo digo por lo de calidad y cantidad.
-Yo creo que él tiene calidad y cantidad, sí, pero tenía
una idea previa que ha cumplido hasta la náusea, en el mejor
de los sentidos, que es que lo entendiese su portera y no andarse con
literaturismos. No era ésa mi intención previa. Al contrario.
Yo creo que he ido siendo cada vez más literario y menos populista.
Él ha tenido siempre clarísimo lo que había que
hacer, y de qué manera, con qué lenguaje y código,
y yo no lo he tenido nunca tan claro y he ido oscilando.
-Sí. Pero si bien en lo profesional cada vez te has ido haciendo
más literario, en lo personal tu vida no dista nada de la del
Sabina de 25 o 30 años: sigues siendo igual de calavera.
-Me temo que sí dista en la medida en que llevo dos años
sin estar realmente en la calle, sin ir a los bares. El otro día,
hablando con Isabel [Oliart, madre de sus hijas], le decía que
viví con ella seis años y que casi cada día de
ese periodo le dije: "¡Carajo! Yo que tengo un cierto don para
escribir voy a escribir al menos media hora diaria". Nunca lo hice.
Pasaba meses sin escribir un verso. Ahora llevo dos años escribiendo
todos los días seis o siete horas, y eso es un cambio importante.
Soy menos canalla y más literario.
-¿En cuántas ocasiones te has sentido víctima del personaje
por ti creado, a pesar de que haya contribuido sobremanera a tu consagración
artística?
-En muchas. Y culpable de haber colaborado en mi caricatura. No se puede
decir en la prensa, o no se debe, por cuestiones de estrategia artística,
cosa que aprendí tarde, que vas de putas o que tomas copas o
que vives de noche, porque eso se transforma en una caricatura tremenda
de un borrachín putero con los pantalones bajados y metiéndose
rayas. Tal vez no debí colaborar en eso. ¡Pero yo sólo
decía la verdad! Que vivo de noche y que tomo copas, algo que
tú ves. Y que he frecuentado el mundo de las putas y que me he
tomado alguna vez alguna raya, cosa que los demás no dicen y
yo entiendo que no lo digan. Aunque la hipocresía que hay es
abominable.
-¿Crees que de haberte instalado dos décadas atrás en
Barcelona en vez de en Madrid tu trayectoria musical habría sido
la misma, o Madrid ha sido decisiva para tu éxito?
-Yo creo que si hubiera estado en Barcelona hubiera escrito y hubiera
cantado. Pero Madrid ha sido absolutamente insustituible en la medida
en que yo, que nunca tuve una casa ni una provincia y he sentido bastante
desprecio siempre por el patriotismo y, sobre todo, por el patrioterismo
y la nostalgia de la infancia, sentí que aquí, en Madrid,
estaba en mi casa, que me habían hecho un hueco y no me pedían
el carné ni me preguntaban el apellido ni cómo se llamaba
mi padre ni cuánto dinero tenía. En Madrid se puede tener
un amigo durante tres años sin saber su apellido o si vive en
una casa de ricos o de pobres. Eso me deslumbró desde el primer
momento.
-En tus tiempos de universitario colocaste un cóctel molotov
en la sucursal de un banco de Granada en protesta por el Proceso de
Burgos. Ahora, en tus conciertos, llamas "hijos de puta" a
los etarras. ¿Imaginaste alguna vez que aquellas víctimas de
Franco llegarían a convertirse en la más sangrienta pesadilla
de la democracia?
-No, nunca. Yo creo que del mismo modo que les exigimos a los obispos,
si alguna vez lo hacen, pedir perdón por su actitud con el nazismo
o el franquismo, la izquierda de este país, a la que orgullosamente
he pertenecido y creo pertenecer, tiene que pedir perdón por
su complacencia con ETA durante muchos años. Yo tuve en mi casa
de Londres a etarras y era una gente encantadora que pegaban tiros en
la nuca, algo que nos parecía una cosa muy graciosa en ese momento.
Y hacíamos mal. Porque de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Así que creo que la gente como yo está muy obligada a
estar muy en contra y a decirlo muy alto por cobardes que sean. Y yo
lo soy como el que más.
-¿De qué te sientes más orgulloso: de tus canciones o
de tus hijas?
-(Largo
silencio). La pregunta es muy hija de puta, y la contestaré.
¿Qué hay que decir? Hay que decir que de mis hijas, porque todos
los que conozco dicen que la paternidad es la cosa más maravillosa
del mundo. A mí mis hijas me gustan mucho, y me siento muy orgulloso
de ellas y tengo una relación espléndida con ellas. Pero
su madre ha hecho por ellas infinitamente más, yo he estado bastante
ausente. Me siento más orgulloso de mis canciones en la medida
en que las he hecho yo y me han costado mucho. No voy a ser hipócrita:
no me costaron mucho mis hijas, fueron un regalo del cielo. A la pregunta
ésa tan malvada, la respuesta es que me siento más orgulloso
de mis canciones. Todo el mundo tiene hijos e hijas, los premios nobeles,
los asesinos y los imbéciles, el orgullo es que salgan bien.
Y han salido bien, en mi opinión, gracias a su madre. Así
que estoy muy orgulloso de su madre.
-"Tengo un cáncer en la punta de la polla". ¿El exabrupto
proferido a una reportera pasará a los anales de la música
patria?
-Ése fue un exabrupto a unos 'paparazzi' que venían siguiéndome,
diciendo que habían oído por ahí que tenía
cáncer de garganta. No les contesté las primeras cinco
veces, y a la sexta les contesté, claro. No creo que esa frase
pase a los anales de la música patria, pero en el mundo de Tamara
y Tony Genil cualquier cosa puede suceder.
-Has sido nombrado recientemente Ciudadano Ilustre de Buenos Aires y
Mar del Plata. ¿Qué es ser ilustre?
-Pues no tengo ni idea. Pero sí sé que sentí un
poquito de emoción que no suelo sentir en los premios. Por ser
Buenos Aires, una ciudad a la que he cortejado mucho. De hecho me bloqueé,
estuve muy soso, no sabía qué decir. Me puse corbata (risas).
-¿Buenos Aires es 'la otra'? Esto es, ¿Madrid es tu mujer y Buenos Aires
la amante?
-Sí, es exactamente así. Desde el punto de vista del modo
de sentirlo. Y desde el punto de vista de la frecuencia o la estadística,
pues ya estoy tanto tiempo en Buenos Aires como en Madrid. Y me siento
absolutamente en casa. He cantado este año más veces en
Buenos Aires que en Madrid, he hecho allí tres giras, y el piropo
que con mayor frecuencia me dicen los porteños cuando me quieren
halagar es: "Sos más de aquí que los de aquí".
-Por tu vida han desfilado unas cuantas mujeres. ¿El mayor amor es siempre
el último?
-Debiera serlo. El otro día leí a no sé quién
que, a partir de los 50, uno no se entrega a nada sin condiciones. Tal
vez pase algo de eso. Claro que el último debe ser el mejor,
sobre todo porque uno debiera aprender a elegir o a ponerse en el lugar
donde lo eligen a uno.
-Tus más íntimos amigos te reprochan el que no te pongas
al teléfono. ¿Vivir como en una burbuja obedece a un exceso de
misantropía, de megalomanía o a una incapacidad manifiesta
para seguir ejerciendo de Joaquín Ramón Martínez?
-Acepto absolutamente lo de misantropía, no lo de megalomanía,
y la tercera estoy dispuesto a discutirla. Pero entre vivir en una burbuja,
como tú dices, es decir, aislado de la calle y tal, y que suene,
como en casa de mis amigos cantantes o actores, el teléfono absolutamente
cada segundo (en la hora que tú y yo llevamos hablando habría
sonado 20 veces y yo me habría levantado 20 veces), me quedo
con la burbuja. Lo otro me parece falta de respeto e imposibilidad de
trabajar y de hacer nada. Probé todo: tener contestador. El contestador
tenía una desventaja tremenda, y era que yo no podía decirle
a la gente que no sabía que habían llamado. Y además
empezaron a amenazarme unos ultrasur del Real Madrid diciendo barbaridades
sobre lo que nos iban a hacer cuando nos pillaran. Así que decidí
no tenerlo y he perdido algunos amigos