Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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LA REAL PERIFÉRICA

Diego Hidalgo Mariqueo

Discursear del mismo modo sobre periferia se vuelve algo monótono y carente de crítica. Es necesario tejer una idea con mayor amplitud de dimensiones en torno a lo que suscita la palabra, obviando el significado.


A través de la Rae se evidencia la acotada dimensión que se le da a la palabra.
1. f. Contorno de un círculo, circunferencia.
2. f. Término o contorno de una figura curvilínea.
3. f. Parte de un conjunto alejada de su centro, especialmente la de una ciudad.


En torno a tres significados se define una palabra que precisamente convoca una multiplicidad de entendimientos y discusiones.


Es pertinente –y necesario también- citar la ciudad comprendiéndola dentro de sus múltiples contextos, sin dejar de lado nuestro turbulento pasado, haciéndolo presente en todo momento.


Más allá del discurso e imaginario ya instaurado, es necesario indagar para desentramar el verdadero terreno en el que nos estamos construyendo. Se vuelve menester hacer una radiografía de como se/nos ha/hemos ido construyendo.


Más que hacer referencia a un lugar, lo periférico lo atribuyo a una condición dada al individuo, remitiéndose a lo hegemónico, más que a una cuestión geográfica. Hace poco en la galería Balmaceda arte joven se expuso un lienzo que llevaba la frase “somos periferia”, surgida como ejercicio de intervención urbana en plena estación Mapocho, involucrando y creando un nexo entre individuo y ciudad. Este tipo de acciones son signos claros de una problemática siempre contingente y que hoy es aún más pertinente tratar, vislumbrando la vehemente inmigración de la que hoy rebosa el país y que sin embargo se ciega ante tal situación.


De una cultura indígena a una cultura hibrida, de una memoria única a una memoria obviada, es parte de lo que nos ha definido. Desde la llegada de los europeos a América y hoy anegados de la influencia norteamericana, nos hemos visto desplazados a ser sombras, del poder vigente.


Después de años aún no somos capaces de reivindicarnos, de ser firmes y exigir que nuestro pasado sea considerado en relación a todas sus dimensiones. Luego de las atrocidades de la conquista, nos hemos convertido en una sociedad desvalida y sin identidad genuina, acogiéndonos -por miedo a quedar marginados y desplazados- a las condiciones dadas de un sistema patriarcal desde un primer momento.


Cada 18 de septiembre celebramos nuestra independencia y sin embargo no es más que la ocasión idónea de seguir invisibilizando la realidad y enalteciendo a quienes han hecho de nuestro territorio algo aberrante, configurando un diagrama geopolítico y económico, donde la construcción del país, de la ciudad, en todas sus dimensiones se ha monopolizado -desde y para ellos-, marginándonos a los bordes de la esfera de poder (periferia).


Nuestra independencia es tan solo un falso signo de una vacilante democracia. Prueba de esto yace en el patriarcado imperante desde siempre y ya concretamente en la dictadura militar (1973), hecho visible y concreto de una nueva colonización, tan destemplada e imperante como aquella que nos descolonizó y que ha forjado un paisaje social lleno de carencias.


Desde siempre –y más aún desde 1973- su enfoque ha estado puesto en los intereses propios, en hegemonizar el poder a través de lo económico, cultural y social, dilatando más aún los márgenes de lo que es la periferia. Todas aquellas masas discordantes de los suburbios, no son más que los hijos huachos de la sociedad, menciona G. Salazar-. Durante dos siglos nos hemos visto desplazados y desclasados a estar en el borde de lo que nos compete, de aquello que nos construye, en general al margen de lo que nos es pertinente y propio, de aquellas decisiones que comprometen nuestra historicidad tanto pasada, presente y futura.


Estamos circunscritos –sin opción alguna- a un modelo neoliberal hegemónico, donde el monopolio se acrecienta a rienda suelta desplazando a quienes no son condescendientes a sus lógicas. De esta manera no atribuyo directamente lo periférico como noción del territorio, sino que como lo que se ha encarnado en el individuo (en todas sus dimensiones), producto de una displicencia ejercida desde la conquista y colonización, formalmente desde principios del siglo XIX, cuando O’Higgins cimento el desigual camino ensanchándose cada vez más.


Más que nuestra independencia, es nuestra participación como seres políticos activos, edificadores de una sociedad, posiblemente nuestro gran anhelo, utópico aún, pero posible de pensar, mucho más hoy cuando la incipiente masa de estudiantes se han emancipado de las aulas cimentando nuevos paradigmas desde donde construir la sociedad. 

 

 

 

 

Fotografías de Gonzalo Tejeda del encuentro La Real Periférica, Valparaíso, julio, 2016.

 

Escáner Cultural nº: 
194

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