Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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NOVELA: YO BIPOLAR.

 

Capítulo XXIII

 

Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados,

sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.

Nicolás Boileau

 

Por Jesús I. Callejas

EL LIBRO

Permanezco aterrado ante el destino de las bibliotecas. Recién he arribado con datos escalofriantes. Sabido que los tradicionales tarjeteros han desaparecido bajo avasalladoras computadoras -Rosario me ha enseñado a usar la Internet para que no me tome desprevenido-, pero es ¡peor!: planean borrar el libro de la estantería. ¡La desaparición del libro cual artefacto físico! Horror, las bibliotecas digitales son su némesis. ¿Una variante de Ray Bradbury en su Fahrenheit 451? Habrá libros, sí, pero reducidos a piezas de museos. La Internet se apodera de todo.

Parece que accederemos a los libros con achacosos propósitos investigativos, no por placer intelectual o estético. ¿Y qué de lo sensorial? ¿Olvidar el manto de polillas agujereando túneles en murallas de acechantes letras, el seco desplazar de codiciosos dedos por superficies de áspero océano, el hedor de páginas manchadas inseparable de su yugular de tinta cortada por seco golpe eléctrico? Pronto olvidaste las varias infecciones adquiridas por libros contaminados con bacterias. Hasta me ha gustado lamer libros... ¿No te digo? Estás jodido. ¿Se extinguirá la fibra vegetal para regocijo de los que propugnan la inmediatez del "planeta verde", la manida conservación natural? Aterra balbucear la espantosa frase: EL LIBRO HA MUERTO. Urdimbre muda. Desconcierto ante la tecnología informática. ¿No se dice que todo pasa? Sí, pero asusta su rapidez.

Como le diría el lirón a la maravillada Alicia durante el juicio de las tartas, “no hay derecho a crecer a tal velocidad”. No puedo desapegarme... Lo individual... Con mis libros estoy solo, y mejor. No te apegues... ¿No existe apego cuando se busca el desapego? Lo que vendrá es contigo y sin ti... Joseph K. ante escritorios similares a ataúdes del espíritu… si existe el espíritu. Latón universal donde desembocar miserias. Alineadas formaciones de computadoras sustituyendo anaqueles, barridas toneladas y toneladas de volúmenes de espacio destinado a millones de frases que han erigido en crónica la historia humana recordándonos peregrinaje resistente contra la catástrofe de la especie. Información reducida, empaquetada, tapiada en circuitos en los que filosas teclas, armadas con la furia resentida del milenio, descargan su señorial poderío electromagnético para deslumbre de nuestra portentosa ceguera. Lo que ahora digo lleva el estigma de computadora sostenida en lo invisible. Bien, de sucumbir el libro debería comprometerme a escribir a mano; sería mi solitario acto de protesta. Pero no depende de mí; además, estoy medio reumático.

Siguen cayendo bombas mientras el petróleo genera plástico para las tarjetas de crédito, refinado estrato de la usura moderna. Una espada de petróleo abarcando puntos cardinales; hexágono diamantino apuntando a las galaxias. El libro tecnológico: el artilugio denominado Kindle, similar a un cuaderno o pizarrita. Especial ventaja de las bibliotecas digitales supondría traer de vuelta a autores en desuso, e incluso favorecer a aquéllos no publicados, compelidos a amontonar su labor en armarios decorados con retorcidos hongos. Grotesco andar cargando del cuello esos diminutos termómetros conteniendo millones de libros y películas. Los DVD, que prometían nitidez incomparable, desplazaron a los videos, que a su vez hicieron desaparecer a los Betas hace décadas, pero ya comienzan a ser arrinconados por la superior definición que ofrece el Blu-Ray.

¡Me están mudando la alfombra cada dos por tres! Ah, pero además se pronostica, aunque a largo plazo sería -¿veinte años?-,la desaparición de la tiendas de renta y compra de los nuevos dispositivos digitales. La Internet y los servicios de cable darán al traste con ellos. Piensa en sus ventajas: Enchufar el llamado iPod al televisor y ver la película deseada. Sí, suena extraño, pero es mejor que manipular devedés expuestos a ralladuras, como antes las cintas de los casetes se volvían -las que todavía quedan-irreparables buñuelos. No sé... ¡Deambular adoquines con librería y cinemateca encima! La ermitaña ventaja de Internet… Raro: el orbe se vuelve solitario, más y más impersonal, con tanta tecnología y me quejo, cuando sería perfecto para un tipo como yo, ya que se hace menos y menos necesaria la gente.

Qué paternalista. Es el miedo lo que te hace esconderte. Lo que te venga en gana, y déjame tranquilo. Despierto durante la madrugada y agarro un video sobre cualquier ciudad desconocida; lo empujo temeroso dentro del aparato. Ciudad que parece, en apariencia, intocada por la impetuosa modernidad. La irreversible calidad del cambio… Otra fase de la ola. ¿Vivir acompasados con la vida? Técnica como simbiosis; lo moderno coexistiendo con lo legado por el viejo mundo. ¿Por qué la histérica premura por construir sobre la destrucción de los antepasados? El bebé pingüino, cuya madre no regreso de la saga alimenticia, es rechazado a picotazos por las madres se niegan a ser adoptivas; otro ha perecido destrozado por la turba. Tan perturbador que no supe si sollozar lánguido o reír histérico. Quede a medio camino: en la imbecilidad. Las madres de esos pequeños seres terminaron en las fauces de las “simpáticas” focas, y los peces en las de todos. Nuevos países están tejiendo ahora mismo, mientras acá languidezco depresivo, su memoria histórica: las abejas no descansan. Se dice que todavía falta bastante para que las bibliotecas digitales sean un hecho pero también he oído que a la vuelta de la página los libros serán cosa del pasado: antigüedades tras vitrinas. Ya lo dije… Debo revisar de nuevo las páginas anteriores.

Rosario emergiendo anievada de un farol chino. Apagones internacionales burlando la tecnología; obscuridad sobre las teclas. Ciertamente, mi generación ha sido de las elegidas para atestiguar no pocos hechos insólitos, sin embargo, pronto la conmoción ha cedido... Mejor sigamos masticando pasto complaciente. Frente al psiquiatra. El tipo a veces me recuerda más a un cantante de operetas que de zarzuelas; ¿lo mencione? Doctor, ¿usted sabe si existen planes para recibir consulta a través de Internet? Suelta la pluma sobre el expediente, me observa calibrando los segundos en que la retoma: No creo, ¿por qué lo preguntas? Doctor, y me acomodo: Prefiero la soledad, ya sabe; me descompone cualquier nimio disgusto con mis congéneres... y, sí, hasta con los animales; bueno, con algunos. Doctor, la fobia social empeora -hay un hombre relajado en algún sitio-; creo que yo, y muchos como yo, deberíamos recibir consulta a través de Internet, considerando que ahora se dispone de esas camaritas instaladas sobre las pantallas de las computadoras. Pudiéramos vernos a la perfección; usted aquí y yo en mi apartamento. Las recetas me las pudieran enviar por correo, o con mensajero a la puerta... o no, ¡mejor por fax! Tengo un equipo que es todo: teléfono, copiadora y fax.

El psiquiatra mueve la pluma negra sin dejar de atenderlo; al fin acomoda el artefacto en un extremo del escritorio. ¿Disparatado lo que digo, doctor? No, no… Retoma la pluma con sonrisa ambigua, humedece labios. Las peceras apagadas, los peces dormitan, exclama el paciente en vana lucha por acreditar redecillas huecas. No lo soporto; insectos multiplicándose. Parlanchines; y luego acá sus pacientes que no paran de hablar; oiga, pero no pueden estar quietos ni por un momento. Disculpe, le sigo contado lo mismo. Quizás piensa: Para eso estás aquí. Quizás no. Estira una sonrisa: No te preocupes. Y es verdad; hasta a mí que debo mantener control en todo momento a veces me molesta ese cotorreo; ¡cómo joden! ¡Coño, al fin dijo algo que lo identifica con un ser humano! ¡Bravo, doctor! Entretanto podemos cambiarte los horarios de los turnos, y me observa casi complacido en sus anotaciones. Veamos: durante la mañana la consulta está congestionada. ¿Qué te parece en la prima noche, cuando ya obscurece y apenas quedan pacientes en la sala de espera? Eres noctámbulo, ¿no? Por ejemplo, los lunes cerramos tarde. Sí, me agrada la idea, endereza espalda cóncava en contraste con la espigada del doctor.

De noche existe el peligro de un asalto... Los asaltos ocurren a cualquier hora, cretino. Precipítese la mierda bañándome; desde abajo suba la mierda estancada. Corrientes que me atrapan en el medio. Responsabilidad la de un hombre en transición: resistir para evitar hundirse en la marejada de mierda. Alerta, la cañería amenaza con arrastrarnos hacia el tanque séptico en el sur; necesario alcanzar la cima, llegar al borde como el gato Pancho y ahí sostenerse firme mientras pasa el huracán de la indiferencia. Abandoné la consulta sin que el psiquiatra me dijera si le propuse o no un desatino. ¿Por qué no respondió? ¡Cuidado, llega la enfermera! Si me descuido me aplican el electrochoque... el próximo. ¡No más, por favor, no más! Me siento como un carnero achicharrado. Calma, calma; será el último de esta temporada. No estuvo mal, ¿verdad? No, no, al contrario; apaciguan bastante. Me agradó la sensación… El primero -hablo del calendario, no de electrochoques- de animales: enero, pingüinos, leones en febrero, monos en marzo. Segundo, con ranas coloridas; las ranas más bellas y feas que jamás he visto: con sus listones primaverales; mamá sapita con nene tan trepado sobre una cabezota amarilla; cuadrada, iris naranja esta bailable nena por acá; grandes pupilas de obsidiana en aquélla; linda abuelita rana con rubíes por ojos. Tres calendarios adicionales. Me obsesiona dominar saber las fechas. Para qué si casi siempre el despiste me obliga a trastocarlas.

El tercero tiene láminas del Museo del Hermitage en San Petersburgo. Hace años vengo posponiendo ese viaje. Me apabulla la obviedad del sitio, vulgarísimo remedo de las construcciones europeas occidentales. El macizo bibliotecario en el mostrador, voluntarioso el tipo, quiso obligarme a verificar por mí mismo, utilizando el nuevo sistema computarizado, un escáner tipo láser como el de los supermercados, las películas que renté. No sé, ni quiero aprender; no ahora, protesté ante lo cual dejó, sin ocultar su molestia, lo que hacía -o aparentaba hacer- y se aproximó para atenderme dejando a un lado el justificativo carrito, asno de carga, aplastado de libros. La obscena impresión de caminar arrastrando un saco de cemento en el culo, como si contuviera las ganas de cagar. Amén de que la deshumanización se acrecienta, estos cabrones desean trabajar lo menos posible. Pero, ¿qué es esto, coño?: ¿No que el vago soy yo? Desconcertante trastoque de valores…

 

Continúa en el próximo número de la revista.
 

Capítulos anteriores:

Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7153

Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7174

Capítulo III en: http://revista.escaner.cl/node/7231

Capítulo IV en: http://revista.escaner.cl/node/7294

Capítulo V en: http://revista.escaner.cl/node/7314

Capítulo VI en: http://revista.escaner.cl/node/7356

Capítulo VII en: http://revista.escaner.cl/node/7393

Capítulo VIII en: http://revista.escaner.cl/node/7432

Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7472

Capítulo X en: http://revista.escaner.cl/node/7490

Capítulo XI en: http://revista.escaner.cl/node/7526

Capítulo XII en: http://revista.escaner.cl/node/7557

Capítulo XIII en: http://revista.escaner.cl/node/7581

Capítulo XIV en: http://revista.escaner.cl/node/7615

Capítulo XV en: http://revista.escaner.cl/node/7632

Capítulo XVI en: http://revista.escaner.cl/node/7667

Capítulo XVII en: http://revista.escaner.cl/node/7690

Capítulo XVIII en: http://revista.escaner.cl/node/7712

Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7739

Capítulo XX en: http://revista.escaner.cl/node/7760

Capítulo XXI en: http://revista.escaner.cl/node/7785

Capítulo XXII en: http://revista.escaner.cl/node/7813

 

Fuente de la imagen: Flikr, imagen de dominio público.


 

Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/
Fecha de Publicación: 01-21-2013


@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.

http://www.bookrix.com/-jesusicallejas

Email sibaritamito@gmail.com


Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) ha publicado los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). También ha reseñado cine para varias revistas locales como Lea y La casa del hada, así como para otras publicaciones. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (novela) y Desapuntes de un cinéfilo (2012), que consta de reseñas y elementos de la historia del cine. Callejas es descendiente de Manuel Curros Enríquez, junto a Rosalía de Castro, el mejor poeta de lengua gallega.

Escáner Cultural nº: 
186

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