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REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Atribución Imagen: Algunos derechos reservados por francisco_osorio

 

TEXTOS DE CARLOS PÉREZ SOTO SOBRE EDUCACIÓN Y POLÍTICA

 

I

SOBRE EL ARREGLÍN
 

En una situación política difícil, cuando todos los políticos profesionales van perdiendo, cuando la fuerza del movimiento es grande, pero no tienen a su vez cómo ganar de manera contundente… se impone el arreglín. La componenda, el gatopardismo, la “salida honorable”, para que nadie, salvo los postergados de siempre, salga lastimado.
 

En un país gobernado tradicionalmente por la hipocresía y el doble estándar, las técnicas del arreglín deberían ser familiares para todos. Pero forma parte también de esa hipocresía que todos resulten “sorprendidos” cuando finalmente se impone.
 

En esta hora crucial para el movimiento estudiantil, que es también crucial para la esperanza de todos los chilenos, es bueno recordar algunas de las nociones básicas de la técnica inveterada de la componenda, para ver si esta vez nos “sorprenden” un poco menos.[1]
 

La primera técnica, obligada, es la de bajar las expectativas. “El movimiento está desgastado”. “Van a arreglarse entre ellos igual”. “No se va a sacar nada importante”.
 

La segunda, obligada, es asustar a los más tibios. “Se va a perder el año”. “Se va a desatar la violencia”. “Nadie puede saber dónde va a ir a parar esto”.
 

La tercera, obligadísima, es dividir. “Los ultras se están tomando el movimiento”. “Los dirigentes nos traicionarán”. “Si no ganamos al menos algo, lo perderemos todo”. “Los secundarios están echando a perder todo con su intransigencia”.


Puesto el escenario en estos términos sombríos el asunto se convierte sólo en como “salir lo mejor parados posible”. Y se entiende por esto salir de una manera tal que todos aparezcan ganando. Un logro realmente notable: en una pelea frontal, en que las posturas son radicalmente opuestas… que todos salgan ganando. ¿Cómo se hace eso?

 

La primera medida es formar una gran comisión, lo más grande posible, que refleje a todos los sectores y sensibilidades sociales, políticas y religiosas del país, y encargarles un gran acuerdo en pos de la unidad nacional. De manera complementaria es necesario formar una segunda comisión, de muy pocas personas, de mucha confianza, en que estén representados los “interesados principales”, para que redacte los acuerdos que aprobará la primera.

 

La segunda cosa es “aceptar” ese “gran acuerdo” y someterlo a la consideración del Parlamento Nacional, elegido por el sistema binominal, con la mitad de sus parlamentarios representando sólo a un tercio del electorado, y casi toda la otra mitad representando al mismo tercio. Lo que se debe obtener, tras algunos “acuerdos marco” en vistas a las próximas elecciones, es la unanimidad de los votos, como expresión del anhelo nacional de paz, unidad y crecimiento económico.

El problema de fondo, sin embargo, es cómo redactar semejante acuerdo para que todos se sientan representados. La respuesta es bastante obvia: hay que redactarlo vagamente. Por un lado el bando en lucha redactará sus peticiones en un lenguaje fervoroso, radical, lleno de proclamas, y vago. Por otro lado el gobierno redactará sus respuestas en un lenguaje prudente, con visión histórica, sensato, y vago. La tarea de la comisión será limar la radicalidad altisonante de unos, y de manera correspondiente, ponerle más entusiasmo a la sensatez de los otros. El resultado global sólo debe mantener una característica central: su vaguedad.

 

La vaguedad, sin embargo, puede prestarse para malos entendidos. La solución no es disminuirla. Lo que se debe hacer es especificar, en protocolos aparte, aprobados sólo por comisiones de “expertos”, lo que no haya quedado suficientemente claro.

 

Hay cosas importantes, y hay detalles. Lo importante es “fiscalizar enérgicamente el lucro”. El detalle es “que todos tengan acceso a créditos en las condiciones más ventajosas posibles”. Es muy importante que “la educación es un derecho”. Es sólo un detalle el que “se buscará la mejor manera posible de que todos tengan acceso a ella”. Es importante reconocer “el aporte de todos los sectores a la tarea educativa”. Es sólo un detalle el que “el estado debe asegurar la libertad de enseñanza”. Es muy importante ampliar las posibilidades educacionales de los sectores más postergados. El detalle es que se debe asegurar el acceso a la educación a los dos quintiles de más bajos ingresos, y se deben buscar todas las fórmulas posibles para acrecentar las posibilidades de acceso de los otros sectores.  

 

Si seguimos la lógica de estas concesiones mutuas, y las traducimos al lenguaje común, lo que resulta es que todos esos puntos “importantes” favorecen a los opositores, que podrán decir por ellos que “ganaron” cosas importantes, sin aceptar que sólo las ganaron nominalmente, vagamente, sin especificar cómo se logrará su implementación. Los correspondientes detalles, en cambio, dejan claro de manera precisa, aunque convenientemente oblicua, que se seguirá con el sistema de endeudamiento con la banca, que la banca seguirá estableciendo los intereses que quiera, de acuerdo con lo “posible”, que el lucro puede estar perfectamente entre las muchas formas de asegurar el derecho a la educación, que los empresarios privados también colaboran con la tarea educacional y deben ser apoyados en ello.

 

Así, el bloque gobernante habrá “escuchado el clamor del país”, habrá reconocido y enmendado sus posibles errores, y no habrá tocado en lo más mínimo lo único que le interesa mantener. Así, los representantes de los vencedores podrán postular con mejores posibilidades en las próximas elecciones. La única manera de terminar con el arreglín es no dejarse engañar con declaraciones genéricas, por muy buenas intensiones que contengan.

 

Contra el arreglín

Justamente en este momento, en que crecen las posibilidades de negociar formando grandes comisiones que aprueben una componenda que sólo sea un conjunto de vaguedades, las bases del movimiento social deben exigir a sus representantes que precisen claramente las demandas que se consideran intransables.

 

Nadie espera que el resultado de esta negociación sea la caída del gobierno, o la expulsión de las empresas trasnacionales. Lo que se debe exigir es una perspectiva clara, en que las demandas inmediatas sean muy concretas y las de mediano plazo mucho más ambiciosas.

 

Las demandas inmediatas, esas que se consideran suficientes para bajar temporalmente el movimiento, deben ser puntuales, sin grandes declaraciones altisonantes, y golpear donde al sistema le duela. Las de mediano plazo, que apuntan hacia cuestiones de principio y más generales, deben ser especificadas de tal manera que no puedan ser desvirtuadas por “comisiones técnicas”, o por los redactores ocultos de la letra chica.

 

En lo inmediato, deben considerarse puntos mínimos e intransables:

- la gratuidad y validez por todo el año de la tarjeta estudiantil, para todos los estudiantes, para todos los niveles del sistema educativo, con el beneficio primario del pasaje escolar en el sistema de transportes, y  beneficios adicionales en el sistema de salud primaria y en el acceso a la cultura;
 

- el Estado debe condonar de inmediato todos los Créditos con Aval Estatal (CAE) que ya ha comprado a la banca, y establecer un plan de compra y condonación consiguiente de los créditos restantes;
 

- se debe poner fin de inmediato al sistema de endeudamiento bancario como forma de financiar la Educación Superior, y reemplazarlo por un sistema de becas destinado a las Universidades estatales, y tradicionales no privadas;
 

- se debe poner fin de inmediato a la creación de nuevos colegios subvencionados, y comprometer un financiamiento directo para el mejoramiento de los colegios actualmente municipalizados;
 

- se debe aprobar por ley un financiamiento basal directo, de libre disposición, de al menos el 50% del presupuesto de las Universidades estatales;
 

- se debe aprobar en el curso de este año una reforma constitucional que declare al Estado responsable de entregar educación gratuita, en todos los niveles educacionales, a todos los ciudadanos que no puedan costearla por sí mismos.

 

Deben considerarse como puntos que es necesario aprobar ahora, aceptando que su implementación requiere de plazos más largos:
 

- el fin de la municipalización de la educación básica y media, de acuerdo al proyecto elaborado por el Colegio de Profesores;
 

- el fin progresivo del sistema de subvenciones a instituciones educacionales privadas en los niveles básico y medio, y su traspaso igualmente progresivo al financiamiento de un sistema de educación estatal y descentralizado;
 

- en el sistema estatal de educación, el fin del financiamiento por subvenciones, fondos concursables o bonos, y su reemplazo por un sistema de financiamiento directo, estable, y descentralizado;
 

- la ampliación de la matrícula de las universidades estatales, y la creación de un sistema nacional de educación técnico profesional estatal y descentralizado, hasta cubrir la mayor parte de la demanda nacional por educación superior;

- fin progresivo al sistema de fondos concursables, subvenciones y bonos, en la Educación Superior estatal, y su reemplazo por un sistema de financiamiento directo y estable.

 

El petitorio debe ser simple y claro. Están bien los fundamentos y los principios, pero no deben ser la parte más relevante. Todos pueden declarar que están de acuerdo con grandes principios y después interpretarlos mañosamente a su manera. No debe haber margen para la distorsión o los agregados “aclaratorios” posteriores.

 

Por supuesto el movimiento social tiene, y debe tener, más objetivos que estos. Pero tampoco hay que caer en la trampa de que nos declaren utopistas e irresponsables porque estamos pidiendo “lo imposible”. Hay una pelea ahora, y habrá muchas peleas más adelante. En esta vuelta quizás no saquemos una Asamblea Constituyente o la renacionalización del cobre. Pero si ganamos estos puntos, inmediatos y a mediano plazo, ahora estaremos en mejor posición para ir más allá de ellos.
 

Lo que los chilenos han perdidos en estos treinta años de modelo neoliberal es tanto que la agenda del movimiento popular es, necesariamente, muy grande. Ahora se está dando una pelea concreta, y debemos convertirla en un paso para un programa más amplio. Pero también ese programa debe ser preciso y claro. Debe priorizar grandes tareas nacionales, y concentrarse en unos pocos puntos fundamentales desde los cuales se puedan trabajar los demás.

 

El programa no es difícil de formular, y no hay que perderlo de vista:

- renacionalizar el cobre, y todos los recursos mineros estratégicos;

- quitar todo aval estatal a las deudas privadas, e imponer una fuerte carga tributaria a la especulación financiera;

- subir la tasa de impuestos a las grandes empresas, y revisar todo el sistema de exenciones tributarias que les permiten evadirla;

- terminar con el sistema de subvenciones en salud y reemplazarlo por un sistema de financiamiento directo y estable;

- avanzar hacia una Asamblea Constituyente, elegida de manera proporcional (no binominal), que sea deliberante (no consultiva), que redacte un proyecto constitucional (no que discuta proyectos elaborados en comisiones de expertos), que establezca proyectos constitucionales que puedan ser aprobados en un plebiscito con alternativas (no un proyecto único o nada).

 

Todos los árboles crecen desde la raíz, y para que crezcan mejor es necesario que las raíces sean fuertes, y que se extiendan lo más posible. El movimiento estudiantil está sembrando hoy una semilla. Démosle raíces claras y poderosas. El gran árbol que surja desde ellas es una tarea de todos.

 

Carlos Pérez

Profesor de Física

Agosto de 2011.-


[1] Las recomendaciones que hago a continuación provienen directamente del “Manual para solución negociada de conflictos”, edición reservada de la Presidencia de la República, año 1989, entre cuyos redactores aparecen, mencionados sólo por sus apellidos, “Tironi, Correa, Brunner, Boeninger”. He consultado para estas notas la edición, también reservada, del año 2000, con notas algunas notas (bastante aburridas) de “Lagos” (sólo se consigna el apellido). 


Atribución Imagen: Algunos derechos reservados por francisco_osorio

 

II
ES LA PRIMAVERA DE CHILE

 

“Se puede engañar a parte del pueblo durante todo el tiempo,

se puede engañar a todo el pueblo durante parte del tiempo,

pero no se puede engañar a todo el pueblo durante todo el tiempo”

Abraham Lincoln

 

 

Ahora, en pleno invierno, ahora tras el largo invierno de la Patria, surgen las primeras hojas que anuncian la esperada primavera. Se ve el verde tímido asomar en las marchas que crecen y crecen. Se ve en la indignación de los más jóvenes, que miran con dura desconfianza a los mayores que les heredan una educación en ruinas. Se ve en los vecinos que salen a apoyar con cacerolas la marcha no permitida.

 

Durante más de dos meses los secundarios han tenido tomados más de cien liceos. Durante más de dos meses los universitarios han parado sus escuelas y han salido a la calle una y otra vez. Y la respuesta que han recibido sólo consiste en maquillaje del mismo sistema, en ampliar las maneras para endeudarse con la banca, en ofrecer dinero temporal a las universidades sin tocar en ningún aspecto la forma en que se les obliga a financiarse desde hace treinta años.

 

Los políticos, rechazados por el setenta por ciento en las encuestas, buscan “salidas” para la situación, y para SU situación. El gobierno tienta con ofertas bajo la mesa a los que cree que tiene más cerca. Y las bases del movimiento estudiantil rebasan una y otra vez a los que tímidamente proponen negociar.

 

Dos meses es mucho tiempo en un año académico. Los pesimistas hablan de desgaste y de “perder el año”. Pero los estudiantes siguen rabiosamente, esperando que se abra alguna puerta realmente, esperando no naufragar una vez más en la manipulación, en el engaño de las fórmulas mediáticas que no tocan lo esencial, en el interés de los ambiciosos que sólo buscan llegar en mejor posición a las próximas elecciones.

 

Ahora es el momento de que Chile apoye a sus jóvenes. Ahora es el momento de que vayamos más allá del apoyo pasivo, de la simpatía lejana, de los buenos deseos. Es el momento de salir a la calle. Cada uno en la medida de sus posibilidades. Cada uno con el gesto mínimo o grande que tenga a su alcance. Se pueden tocar las cacerolas al calor de las barricadas, otros tratarán de juntarse pacíficamente en las esquinas, habrá quien salga sólo a la puerta de su casa o quiera tocarlas desde la ventana de su departamento. Todos deben ser bienvenidos. Debemos reconocernos todos, unos a otros, en un propósito común.

 

Las grandes mayorías siempre quieren la paz. Pero incluso la paz tiene un límite. Hay que decirle no a la violencia a la que nos obligan bajo el nombre mentiroso de “paz”. La violencia es viajar amontonados en los buses sólo porque los contratos se hicieron para favorecer a los empresarios. La violencia es esperar en los consultorios porque todo lo que se invierte en salud pública no es sino para favorecer a los que comercian con la salud. La violencia es endeudarse para poder estudiar con créditos que el Estado avala sólo para favorecer a los dueños de los bancos. La violencia es que los ricos puedan evadir cómodamente los impuestos para que luego nos digan que “los recursos del Estado son escasos”. La violencia que es tolerar que las riquezas de todos los chilenos hayan vuelto a manos del capital extranjero. Tenemos derecho a oponernos a toda esa violencia.

 

¡Álzate Chile! No estamos condenados a seguir teniendo estos “representantes” que no nos representan. No estamos condenados a tolerar la usura financiera de las casas comerciales. No estamos condenados a una Constitución que facilita con toda clase de resguardos el interés de los más ricos y está llena de vaguedades no exigibles cuando se trata del interés de las grandes mayorías.

 

¡Álzate Chile! La única salida real para nuestros estudiantes es que se asegure constitucionalmente que el Estado es responsable de entregar educación gratuita a todos los sectores, en todos los niveles. La única salida para la miseria en los hospitales es que se asegure constitucionalmente que ni un peso del Estado vaya a parar a los que lucran con la salud. La única salida es que se asegure constitucionalmente que las riquezas de nuestro subsuelo son inalienables, que no pueden ser entregadas al lucro privado, que deben ser explotadas en beneficio de todos los chilenos.

 

¡Álzate Chile! No dejes que la policía abuse de tus hijos. No dejes que los políticos se arreglen entre ellos. No dejes que la salud, la educación, la cultura, sean trofeos de mercado. No dejes que la letra chica y el interés compuesto de las tarjetas de crédito te amarren a la vergüenza.

 

Queremos paz. Pero ya es hora de cansarse de estimar más la tranquilidad que la dignidad. Es hora de cansarse de aceptar las mentiras que todos sabemos que son mentiras, las sonrisas para la cámara que todos sabemos que son sólo para la cámara, la letra chica donde borran todo lo que nos prometieron con grandes palabras. Es hora de explicitar en voz alta que no les creemos. No pueden engañar a todo el pueblo todo el tiempo. No pueden violentar a todo el pueblo todo el tiempo. Queremos paz. Pero es hora de decir basta. Y no debe haber paz mientras no muestren que están dispuestos a hacer algo real, algo que devuelva efectivamente a los ciudadanos sus derechos escamoteados y empobrecidos por los que han gobernado sólo para favorecer a los grandes empresarios.

 

En pleno invierno empieza a asomar la primavera de Chile. Todos, cada uno en la medida que pueda, con los más mínimos y los más grandes gestos acumulados. Sumar, empujar, sumar, empujar. Que nadie quede sin poner su grano de arena, y que nadie quede sin ser reconocido por ello. Vecina, vecino, busque la manera. Estudiante, profesor, padres, convoquemos de la forma más amplia posible.

 

¡Álzate Chile! ¡Somos capaces de hacer real la primavera!

 

Carlos Pérez

Profesor de Física

Agosto de 2011.-

 



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III
LOS RECURSOS SON ESCASOS

 

Lo que se pide es que el estado se haga responsable de ofrecer educación gratuita para todos los que la necesiten, en todos los niveles educacionales. El gran argumento en contra, no sólo del gobierno, sino incluso de los partidos de la Concertación es esta gran falacia: los recursos son escasos. Nos dicen que Chile es un país pobre, nos dicen que el Estado no puede hacerse cargo de todo.

 

Pero las empresas trasnacionales se llevan miles y miles de millones de dólares cada año, pero las grandes empresas pagan menos de la mitad de los impuestos que pagan en cualquier otro país capitalista, pero el Estado guarda dólares en el extranjero para prevenir los déficit que surjan cuando los bancos tengan dificultades, pero el estado avala las deudas privadas y compra sin problemas la cartera riesgosa de los bancos.

 

Nos dicen que hay que focalizar el gasto estatal en los sectores de menos recursos, pero el Estado no tiene problemas para avalar las deudas de todos los que quieran endeudarse en la banca privada. Nos dicen que el gasto social en Chile ha crecido y tiene un volumen aceptable, pero lo que llaman gasto social no son sino las subvenciones a través de las cuales el estado entrega los recursos de todos los chilenos a los empresarios privados, que lucran con la educación, con la salud, con la previsión, con el transporte público.

 

Nos dicen que en los últimos veinte años se ha logrado suavizar el modelo económico privatizador, pero la desnacionalización del cobre ocurrió fundamentalmente en estos últimos veinte años, el sistema de subvenciones a colegios privados y al transporte en manos de empresarios privados creció enormemente en estos veinte años, y es en estos años en que se han llegado a licitar los tratamientos en los hospitales públicos, y se le ha regalado un sistema de transporte completo a empresarios que no cumplen con los contratos que se hicieron expresamente para favorecerlos. Nos dicen que se ha logrado poner resguardos sobre los fondos previsionales, pero se ha permitido que más de la tercera parte de esos fondos sea retirado por los dueños de las AFP bajo el concepto tramposo de comisiones. Nos dicen que la cobertura de la educación superior ha aumentado, pero todos sabemos que esto se ha logrado al precio del endeudamiento masivo de las familias en la banca privada.

 

No se puede engañar a todo el pueblo durante todo el tiempo. No se puede seguir permitiendo que las políticas públicas estén atravesadas de hipocresía y doble estándar. Todo es cuidado y garantías, resguardos y amabilidades para los grandes empresarios, todos lo que se propone son sacrificios, llamados a la unidad y a la cordura, y paquetes de endeudamiento para las grandes mayorías. Y, sobre todo, porque hay que cuidar los bienes públicos, porque los recursos son escasos.

 

Lo que queremos es muy simple: que las riquezas de Chile sean para todos los chilenos. Lo que queremos es que los recursos de todos se gasten en las necesidades de todos. Lo que queremos es que los enormes recursos que de hecho existen, que todos producimos, se usen en las grandes necesidades estratégicas que pueden hacer progresar a todo el país, no sólo al capital trasnacional y a los grandes empresarios nacionales.

 

Pero este gran objetivo debe ser especificado. Lo que queremos puede ser formulado en un programa preciso, en medidas muy concretas, algunas de las cuales se pueden aprobar por simple decreto y aplicar de inmediato, otras que requieren leyes que pueden ser aprobadas sin dificultad, con la agilidad con que los señores Parlamentarios designan a sus reemplazantes a espaldas del electorado o acuerdan reajustar sus asignaciones por sobre el aumento del costo de la vida. Y otras que requieren importantes cambios constitucionales sobre los cuales lo único democrático es consultar al conjunto del país por la vía de un pronunciamiento directo, que se salte a los representantes que hoy no representan a sus supuestos representados.

 

Si buscan recursos lo primero que hay que hacer es revisar radicalmente las exenciones tributarias que permiten que los grandes empresarios paguen proporcionalmente menos impuestos que los ciudadanos comunes.

Si buscan recursos lo que hay que hacer es disminuir progresivamente las subvenciones que benefician a empresarios privados y volcarlas en la misma proporción a sistemas públicos, administrados bajo la responsabilidad del Estado, de educación, de salud y de transportes.

Si buscan recursos lo que hay que hacer es subir los impuestos a los grandes empresarios y a las empresas trasnacionales hasta los niveles que son característicos de los países capitalistas desarrollados.

Si buscan recursos lo que hay que hacer es renacionalizar el cobre, y nacionalizar los grandes recursos mineros que tendrán impacto en el mundo del futuro, como el litio.

 

Como todos los países de América Latina, Chile es un país lleno de enormes riquezas. No somos pobres porque no tengamos riquezas. Somos pobres porque las clases dominantes de este país, y sus representantes en el mundo político, han entregado sistemáticamente esas riquezas al capital trasnacional, y al lucro de los grandes empresarios nacionales. Tenemos recursos, somos nosotros, los mismos chilenos, los que producimos esos recursos, y tenemos derecho a reclamar el beneficio que estos bienes que hemos creado podrían darnos.

 

Un programa económico mínimo, que favorezca a las grandes mayorías nacionales, no es difícil de formular. No es materia de expertos, ni de teorías demasiado profundas. Su principio es muy simple, y es simple de especificar: Chile es de todos los chilenos.

 

Un programa económico mínimo debe impedir que los dueños de las Administradoras de Fondos de Pensiones se echen al bolsillo más de un tercio de las cotizaciones, debe impedir que entreguen los fondos previsionales a la especulación financiera en el mercado internacional.

Un programa económico mínimo debe suprimir el interés compuesto en las deudas de consumo, y bajar radicalmente el costo del crédito a las personas y a los pequeños y medianos empresarios.

Un programa económico mínimo debe quitar todo respaldo del Estado a la deuda que los privados contraigan con la banca internacional (cuando hagan malos negocios, que pierdan), y decretar altísimos impuestos a la especulación financiera (que Chile no sea una plaza para el capital especulativo internacional).

Un programa económico mínimo debe asignar un papel protagónico al Banco del Estado en el fomento a los pequeños y medianos empresarios, e impedir las fórmulas tramposas a través de las cuales las grandes empresas dividen su rol tributario para evadir impuestos y recibir beneficios.

Un programa económico mínimo debe estar orientado a aumentar la demanda interna y a favorecer los sectores prioritarios del consumo social como la vivienda, el transporte público, los recursos alimentarios, los servicios esenciales.

 

No es difícil, no hay ninguna oscuridad teórica o científica en esto, lo que queremos se puede formular de manera directa, y exigir de manera directa. Ahora es la hora de la primavera de Chile, no aceptemos que nos digan que “los recursos son escasos”.

 

Carlos Pérez

Profesor de Física

Agosto de 2011.-

 


 
Atribución Imagen: Algunos derechos reservados por francisco_osorio

 

IV
“LOS ESTUDIANTES NO SON LOS DUEÑOS DE CHILE”

 

El señor vocero del gobierno que se supone debería representar a todos los chilenos nos ha recordado, con una sinceridad insólita, que los estudiantes no son los dueños de Chile. Ha olvidado especificar quienes serían los que pueden contar como dueños. Pero no es difícil imaginarlo. Algunos, incluido el propio señor Presidente de la República, aparecen cada año en la lista de los más ricos del mundo publicada por la revista Forbes. Y aparecen allí justamente porque son los dueños de Chile. Y han llegado a serlo porque se les fabricó un modelo económico a su medida bajo una dictadura, y porque nuestros supuestos representantes se han encargado de mantenerlo y cuidarlo durante más de veinte años, después que se suponía había llegado la alegría, y éramos por fin gobernados por el arco iris.

 

Su declaración, que cualquiera de los expertos en imagen mediática que tanto abundan en este país consideraría algo desesperada, se ha sumado a otras declaraciones ejemplares, que expresan el desconcierto, y también el grado apenas disimulado de susto, de lo que ellos mismos llaman “clase política” ante la indignación que aflora en las movilizaciones sociales.

 

Un pronunciamiento notable, y esperable, es el del señor senador designado Carlos Larraín: “no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos”, a algunos de los cuales creyó reconocer incluso en el Parlamento. En declaraciones posteriores aclaró que se refería a “los que tiran bombas molotov y les roban a las mujeres”, con lo que algunos de sus colegas parlamentarios quedaron en una incómoda situación: no es claro que sean capaces de tirar bombas molotov, pero se podría uno preguntar si no tendrá algo de cierto el que “les roban a las mujeres”. Digamos, para ser justos, que quizás no les roban a mano armada, pero se podría investigar el que quizás hayan sido cómplices de uno que otro robo a todos los chilenos.

 

Por supuesto el senador no elegido no se refería principalmente a sus colegas, que tan funcionales han sido al sistema que defiende. Se refería a los estudiantes, que de pronto, de promover “nobles propósitos” según el propio Jorge Awad, presidente de la Asociación de Bancos,[1] pasaron a “tirar bombas molotov y robar a mujeres”. Por supuesto la hipocresía de Awad es políticamente mucho más eficiente que la torpe sinceridad de Larraín. El modelo ha funcionado tranquila y productivamente durante veinte años en democracia, no es necesario amenazar con el lenguaje de la dictadura a actores sociales que podrían ser administrados con el lenguaje de la democracia. No es necesario, al menos, por ahora.

 

Lo que hay que hacer es un insistente llamado al diálogo y a la cordura. Monseñor Ezzati, Arzobispo de Santiago nos recuerda de manera pastoral y paternal: “hay que decir la verdad. Hay situaciones que son tremendamente injustas y que requieren un cambio radical, [pero advirtió que] se debe avanzar paso a paso”. Y no pudo evitar rematar con una antiquísima frase para el bronce: “las utopías cuando no tienen fundamento racional son solamente utopías”. En cambio, notoriamente, evadió pronunciarse sobre cuáles serían esos cambios radicales (no son expertos), tampoco aclaró qué tiene de utópico que la educación sea gratuita, tampoco se explayó en la curiosa estimación de que las presuntas utopías que se estarían pidiendo (¿la nacionalización del cobre?, ¿el que haya una Asamblea Constituyente?) “no tienen fundamento racional”.

Por supuesto Monseñor olvidó mencionar que la Iglesia Católica es el principal empresario educacional en este país. Un sistema de empresas que incluyen tres universidades, la mayor parte de la educación técnico profesional, e innumerables colegios básicos y secundarios dependientes de congregaciones religiosas. Un sistema para el que cualquier cambio en el sistema de subvenciones a empresarios privados de la educación representa un serio peligro, para el que cualquier cambio en las exenciones tributarias de que gozan representa una seria amenaza. Amenazas que, seguramente, “no tienen fundamento racional”.

 

Lo que la Iglesia tiene que hacer, para no correr estos riesgos, es acudir al gobierno, y pedirle que sea flexible, y que acepte dialogar. Lo que el gobierno tiene que hacer, para no quedar mal ante los grandes empresarios que representa, es llevar el problema al Parlamento, para que los diputados y senadores, siempre propensos al populismo tengan la culpa de lo que pueda pasar. Lo que los parlamentarios tienen que hacer, para no quedar mal ante los empresarios que financian sus campañas, es pedir un plebiscito, para que sea todo el país el que tenga la culpa de lo que pueda pasar.

 

Pero entonces todo el sistema se echa a perder. Pero entonces las claves de la democracia administrada quedan en entredicho. Esto es algo que sólo pueden desear los inútiles subversivos, estos es algo que carece de fundamento racional, es algo simplemente utópico. ¿Qué se creen, creen acaso que son los dueños de Chile?

 

Somos los dueños de Chile. Los estudiantes, los trabajadores, las dueñas de casa que son jefes de hogar, los pueblos originarios a los que hemos usurpado estas tierras, los profesionales, los pequeños y medianos empresarios, los pobres absolutos que sólo cuentan como números en estadísticas manipulables, las trabajadoras de la fruta contaminadas por insecticidas, los mineros pobres usados como marionetas de la farándula política.

 

Somos los dueños de Chile. Los que hacemos este país, y tenemos derecho a las riquezas que desde siempre nos pertenecen. Los que tenemos derecho a oponernos a la usura financiera, a la desnacionalización de nuestros recursos naturales. Los que tenemos derecho a la educación, a la salud, a la previsión, que nuestros supuestos representantes han entregado sistemáticamente a la avidez del lucro.

 

Somos los dueños de un Chile que nos han quitado, y estamos en la calle pidiendo que nos devuelvan lo que es nuestro. Estamos en la calle porque no aceptamos ya ser representados por los que sólo representan la lógica del capital. No hay nada de utópico en esto. No hay nada de irracional en esto. Los recursos están allí, los hemos producido nosotros mismos. Las razones están allí, todos dicen estar de acuerdo con ellas mientras no les toquen el bolsillo.

 

Somos los dueños de Chile, y debemos estar dispuestos a asumir que proclamarlo sí es algo subversivo. Es la subversión en contra de los que han sido inútiles para las grandes mayorías y muy útiles para el gran capital. Es algo subversivo, una tan vieja y tan joven palabra. La palabra que expresa el temor del poder ante los poderes que puede llegar a tener un pueblo.

 

Carlos Pérez

Profesor de Física

Agosto de 2011.-



[1] El señor banquero, don Jorge Awad, declaró solemnemente, después de que el nuevo Ministro de Economía convocara a los empresarios para explicarles con toda delicadeza que quizás tengan que subir los impuestos: “nadie en Chile puede oponerse a estudiar una reestructuración de un sistema tributariosi la nobleza de ese objetivo es la educación, la madre de todas las batallas y por lo cual la banca siempre tendrá un altísimo interés”. Olvidó, por supuesto, aclarar si el interés de la banca por la educación está relacionado con las tasas de interés que cobra por el endeudamiento de los estudiantes.

 


LE TENGO TERROR A UN PLEBISCITO

 

Con su sinceridad habitual, el senador Carlos Larraín ha confesado abiertamente: “le tengo terror a un plebiscito”. Por supuesto, la derecha siempre le ha tenido terror a los pronunciamientos soberanos, libres e informados, del pueblo. A lo largo de nuestra historia sólo ha recurrido al plebiscito en condiciones de superioridad absoluta. Bajo una dictadura, con propaganda masiva sólo para la alternativa del gobierno, con papeletas en que sólo se puede decir sí o no, con padrones electorales sospechosos, o sin ellos.

 

El movimiento estudiantil ha levantado una demanda que toca lo más esencial del modelo político, económico y social instaurado por la derecha neoliberal y resguardado eficientemente por la Concertación durante veinte años: atentar contra el lucro es atentar contra el corazón del sistema.

 

La demanda debe permanecer en ese grado de radicalidad: no al lucro en educación. Y esto significa, muy en concreto, que se termine la lógica de autofinanciamiento de las universidades, que se termine con el financiamiento universitario a través del endeudamiento de las familias con la banca, que el Estado se haga responsable del financiamiento directo y estable de al menos el 50% del presupuesto de las universidades estatales, y tradicionales no privadas; que el Estado financie de manera directa el 100% del presupuesto de la educación estatal preescolar, básica y media.

 

No a la lógica del lucro en educación no significa prohibir el lucro para los que puedan pagarlo. Pero significa que el Estado no debe dar ni un peso a las empresas educacionales privadas. Ni directamente, ni indirectamente, a través de exenciones tributarias o sistemas de subvenciones. Significa que se deben congelar las subvenciones a la educación privada, y luego disminuirlas progresivamente, para volcar todos esos recursos a la educación estatal.

 

No a la lógica del lucro no significa afectar la libertad de enseñanza. Que todo el que quiera instalar instituciones educacionales por su cuenta, y desde su bolsillo lo haga. Significa, en cambio, que el Estado se haga cargo de la demanda educacional, y garantice la educación para todos los chilenos que la requieran de manera libre y gratuita. Significa que el Estado cree las escuelas y liceos que puedan satisfacer esa demanda. Que cree un sistema de educación técnico profesional masivo y gratuito. Que cree sistemas de educación y perfeccionamiento para trabajadores.

 

Con toda razón, si es esto lo que se somete a plebiscito, los que en su día se opusieron a la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, hoy día están aterrorizados. Y son capaces de hacer muchas cosas para impedirlo. Porque si el conjunto de la ciudadanía se pronuncia a favor de estas demandas, no habría razón ya para mantener el mismo sistema en la salud, ni para los subsidios millonarios a los empresarios del transporte, ni para el sistema que permite a las grandes empresas pagar menos impuestos que las personas comunes. Porque si los ciudadanos se pronuncian a favor de estas demandas no habría razón ya para mantener nuestras riquezas básicas en manos del capital extranjero.

 

Están dispuestos a hacer muchas cosas, y ya las están haciendo. Infiltrar las marchas con policías encapuchados, hacer uso del monopolio que detentan sobre los medios de comunicación para decir diez sobre el gran apoyo que tiene el movimiento y luego noventa sobre la “violencia a la que conduce”. Diez para decir que algo es justo, noventa para azuzar el temor, y la división.

 

Pero es obvio que la manipulación y la violencia policial son herramientas políticas muy débiles. Y eso es lo que han mostrado las movilizaciones, que crecen y suman cada día a nuevos adherentes activos. Las herramientas políticas más eficientes son los propios políticos, que se supone nos representan. Eso es lo que han mostrado los veinte años anteriores, administrados por la Concertación.

 

Es por eso que el gobierno, y los mismos parlamentarios y, ¡cómo no! la inefable Iglesia Católica, insisten en llevar la discusión al Parlamento. A un Parlamento elegido por votación binominal, con la derecha largamente sobre representada, con más la mitad de la Concertación esperando repetir la misma gracia que hizo al distorsionar la salida al movimiento estudiantil de 2006.

 

¿Qué discutir en un Parlamento que no representa a los ciudadanos? ¿Cómo emplazar a ese Parlamento a cumplir un rol real, que vaya más allá de legitimar y respaldar una y otra vez al modelo económico instalado? ¿Cómo ir al Parlamento sin que ese diálogo se convierta sólo en un show mediático con vistas a las próximas elecciones?

 

Lo único que puede hacer el Parlamento para dar salida a este conflicto es aprobar reformas constitucionales que apunten a la demanda central: que el Estado garantice educación gratis y de calidad en todos los niveles, para todos los chilenos que lo requieran. ¿Es eso lo que el Parlamento quiere hacer?

 

Si el Parlamento no quiere, o no puede, hacer estas reformas, porque las mayorías construidas de manera mañosa se lo impiden, porque no quiere cargar con decisiones que enojen a quienes financian las campañas de cada parlamentario, lo que debe hacer el aprobar reformas constitucionales que permitan que los ciudadanos sean consultados por la vía plebiscitaria, de tal manera que sus pronunciamientos sean vinculantes para el poder político.

 

Justamente ahora, muchos actores políticos están planteando la posibilidad de un plebiscito. Considerando los modos de hacer política en este país, casi estoy de acuerdo con la sensación de Carlos Larraín. La verdad es que nosotros también deberíamos estar preocupados por tal posibilidad.

 

¿Un plebiscito para decir sí o no a un enunciado genérico? ¿Un plebiscito para aprobar derechos sin establecer la manera de hacerlos exigibles? ¿Un plebiscito para llamar a la unidad nacional sin tocar en absoluto las bases del sistema que todas estas demandas están impugnando?

 

El movimiento social debe establecer claras condiciones sobre el modo y el tema en un eventual acuerdo en torno a un plebiscito. En primer lugar, se debe establecer una prioridad en torno a los temas que deberían ser sometidos a consulta en el plazo inmediato, aunque a mediano plazo todos estos temas deban ser resueltos por esa vía.

 

La prioridad no es difícil de establecer. Un plebiscito que apruebe el llamado a la elección de una Asamblea Constituyente, elegida de manera proporcional, que sea deliberante, que redacte ella misma proyectos de nueva Constitución Política, y que someta las alternativas a la aprobación ciudadana.

 

Si los Honorables y Excelentísimos no están dispuestos a someter la Constitución de Pinochet a tal peligro, entonces el plebiscito debe ser una consulta directa sobre las demandas que están planteadas por el movimiento estudiantil. Como he indicado antes, esta posibilidad requiere de una reforma constitucional, que debería aprobarse ahora mismo, para establecer la existencia de tal mecanismo, y para que sus resultados sean vinculantes para todos los niveles de la autoridad política.

 

Nuevamente, teniendo presente el mundo de trucos y manipulaciones que son características del mundo político establecido en este país, es necesario ser específicos en torno a las alternativas que no apuntan directamente sobre las demandas planteadas. Tanto en el contenido, como en el modo de una consulta pueden ser manipulados, o redirigidos a temas que logren mantener los fundamentos del sistema.

 

La primera cuestión, y no es casual que sea esta alternativa justamente la que más se escucha, es que no debería aceptarse que el plebiscito gire en torno al sistema binominal. Esto aplaza las demandas, y las entrega, nuevamente, a las decisiones de representantes que no necesariamente representan a sus representados. A estas alturas la demanda contra el sistema binominal sólo favorece a la misma clase política, y lo que se busca con ella es eliminar el obstáculo que representa para los muchos ambiciosos que hacen fila para las candidaturas posibles, y que no saben cómo sacarse de encima a los que ya están apernados desde hace veinte años.

 

Un sistema electoral proporcional, que represente efectivamente a todos los sectores ciudadanos, que evite la vergüenza de las reelecciones eternas, la impresentable vergüenza de que los partidos políticos designen a los reemplazantes en caso de vacancia, a espaldas del electorado, que evite la vergüenza de que las campañas de los políticos sean financiadas con dinero de todos los chilenos, sólo será posible cuando haya una nueva Constitución, aprobada de manera democrática, que termine con la dictadura de los que administran el modelo que heredaron de la dictadura.

 

Una segunda cuestión es que, con la única excepción de un llamado a Asamblea Constituyente, la demanda por eventuales consultas plebiscitarias debería ser en torno a objetivos económico sociales, no en torno a objetivos políticos. Como he señalado: los objetivos de tipo político sólo se conseguirán con una Constitución nueva. Si no es bajo esa condición, sólo servirán para reafirmar a la misma clase política en que actualmente no podemos confiar.

 

Los objetivos son muy fáciles de enumerar. Plebiscito para preguntarles a todos los ciudadanos sobre la nacionalización de las riquezas básicas, sobre la aplicación o no del sistema de mercado para regular la salud, el transporte, los servicios básicos. Es a ese tipo de consultas a las que Carlos Larraín “le tiene terror”. Esas son las consultas que apuntan al corazón del modelo.

 

Una última cuestión, en ningún caso menor, es acerca del modo bajo el cual las eventuales consultas plebiscitarias pueden resultar aceptables. Una reforma constitucional debe establecer al plebiscito como mecanismo vinculante para todos los niveles de autoridad política del país. Ningún poder puede estar por sobre el pronunciamiento directo y soberano del conjunto de la nación. Plebiscitos que puedan ser convocados por el 5% del padrón electoral. Que puedan ser convocados independientemente a nivel nacional, regional y comunal. Que tengan alternativas de contenido, no simplemente una frase en torno a la cual decir sí o no. Que puedan consultar varios temas a la vez. Que se hagan regularmente, junto con las elecciones de autoridades políticas.

 

Un plebiscito no es la única salida para las demandas del movimiento estudiantil. La primera salida es que las demandas sean aceptadas y efectivamente cumplidas. Pero si lo que se acuerda es un plebiscito, que se haga sobre lo que es sustantivo, y que de garantías de que no seremos burlados una vez más, como ha ocurrido ya durante los últimos veinte años.

 

Educación estatal gratis y de calidad ahora, con o sin plebiscito. Esa es la demanda sustantiva. Es con esa demanda que logramos tocar la esencia del sistema. Si es a través de un acuerdo con el gobierno, estará muy bien. Si es a través de un acuerdo con el Parlamento estará mejor. Si logramos que el acuerdo resulte vinculante porque se ha consultado al conjunto de los ciudadanos, muchísimo mejor. Es esta la demanda que nos pone en el camino de la recuperación de la dignidad para Chile.

 

Carlos Pérez

Profesor de Física

Agosto de 2011.-

 

 

 

 

Gracias a Francisco Osorio por sus imágenes publicadas con Licencia Creative Commons

 

Escáner Cultural nº: 
139

Palabras llenas de lógica, totalmente de acuerdo

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