Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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QUE SUELTA EL REMO RETAZO DE HOMBRE

Carlos Osorio

clom99@gmail.com

Chapoteando, cual pato a punto de ser cazado, se vio a miguelangelito, aún vestía de marino, con su clorhídrica facha blanca inmaculada capaz de cegar la vida misma, de paralizarla, de matarla inclusive. Cerca de la costa. en-callado y a la deriva, intacto e inerte, como estatua, pálido y aún con náuseas, con su mirada puesta por sobre el horizonte, en busca de la boya en donde su barco recaló tantas veces, desfalleciendo y con el recuerdo vivo de haber pertenecido a esa gran institución que acoge a lo más granado y que hoy se aleja como agua entre los dedos.

A dos meses del incidente que permitió en definitiva bajarlo, su rostro de franco no oculta la nostalgia de ya no ser y magullones producto de la refriega previa; costó una enormidad solicitarle que abandonara el nao. Que si no era por el recuerdo a sus memorables y húmedos días, la obligación que sentía hacia los mandos lo tenían inquieto y amurrado, su ascendencia ante todo lo agobiaba, era cosa de verlo, transpiraba en lealtades, ni del cocinero había caso desprenderlo; a cuchillazo limpio, más dos o tres palabras en coa, permitieron se despegara del horno en donde se había encadenado.

Que no era posible siquiera soltarlo del mástil comentaba aquel marino que, finalmente, depositó todos sus huesos, con camas y petacas fuera de borda, luego de haberse encadenado y engrillado al ancla en pose casi guerrera, con un dejo consciente de héroe, en postura de rechazo a la decisión generalizada de desalojo, se oponía tenazmente a darse de baja a pesar de su decisión premeditada por jubilarse, si no hay caso con sus contradicciones, aún se nota tartamudeando cuando las interminables dudas lo acechan, cuando entre que quiere y no puede, que si pero no, que a ver, que mejor que no, que déjenme pensarlo y si me equivoco déjenme pensarlo de nuevo, para el caso, nomás le faltó alcanzar el grado de contralmirante.

Allí fue observado por la delirante escuadra que, junto con no entender nada, no cesaba en la risa sarcástica hacia el curioso superior ya disminuido por los acontecimientos y que ya parapetaba su esmirriada humanidad gritando consignas alusivas a las glorias marinas, arengando, inclusive, con el mismo cuentito de siempre; que no era posible que su altura heráldica, que su sangre y tradiciones no tuvieran un ejemplar adiós. Desesperanzado no daba crédito a que, su paso atrás y gesto épico, no quedara registrado en algún libro de la patria, en los anales de la retina ciudadana. Se la pasó tres días en la misma urgencia, a espera de hasta dar entrevistas, en vivo, incluso.

- ¡Que ni cagando me suelto, que yo me quedo hasta el final! Ni siquiera la fatiga lo vencía, si hasta medallas pedía por tal esfuerzo. Allí en la bitácora de sus superiores quedó impresa, previo acuerdo y negociaciones con el ofendido, su solicitud de baja y pormenores del caso, de dejar constancia de la gallardía, dureza y entereza de un marino, digamos, ejemplar heroico para futuras generaciones de grumetes, páginas y páginas de todo el show mediático realizado en sus albores y ocaso náutico. Ya piensa, algún día, editar semejante e importante información; para que la humanidad sepa bien de quién se trata, de que se vaya enterando por adelantado de semejante ejemplar que algún día hizo méritos heroicos en pos de ser recordado en su justa medida.

-¡Suelta el remo popeye!- Pudo escuchar entre aturdido y asoleado cuando su desafortunada actitud. -¡Que ven a mis brazos, que ya záfate de una buena vez!- Repetían en coro, al unísono, sus ex-colegas. -¡Que la mar está serena, que al abordaje mi valiente! -¡Que ya no te soportamos! -¡Que hazte a la orilla o pártete en dos por de pronto! -¡Que no te vayas a marear, que déjate de surcar, que desembárcate, que ya te desteñiste! -¡Que cómo te explico, que hasta cuándo viejo lobo de mar! -¡Ya pues barba roja, ándate a pintar marinas, que por allá lejos está la osa mayor, anda a buscarla! -¡Que cuidado con las gaviotas que te cagan, que ándate volando tu vuelo, pelmazo de paloma! -¡Que ya vamos a apagar el faro, que se te perdió la brújula oye! ¡Que ya estuvo bueno de escenitas y alharacas!

Puras risueñas súplicas, un mar de ruegos que no cesan por parte de los superiores directos y de la entusiasta tropa. Ni caso con el marinero de agua dulce, llegó a tanto su porfía que fue necesario un ultimátum en su contra, una técnica científica por muchos años utilizada sobre cubierta a modo de ir creando autoridad y ascendencia, estrategia superior para ir aleccionando a los rebeldes; o se bajaba a la buena o lo echaban a los tiburones sin más, que varios estarían dispuestos al sacrificio de comérselo, hasta un vago cocodrilo de aguas frías se entusiasmó con la idea de hacerlo pedazos y luego engullirlo pese a lo rancio de la presa, Animal Planet ya pedía la exclusiva. ¡Santo remedio! de un sopetón y ya luego de un rato fue avistado bien a lo lejos, entremedio de un polvorín que se levantó y que mas se asemejaba a un tornado, si hasta parecía un correcaminos con aletas en su huida, por ir más de prisa.

Ahora ya más recuperado, arrepentido de su burda torpeza, inclusive avergonzado, es posible verlo en tierra firme de forma más seguida, volviendo a la rutina, principalmente al encierro, a su favorita; aquella que permite haga una retrospectiva de su vida de vez en cuando, por lo demás, no tiene nada que ocultar y ningún viso de egolatría percibe en practicarla. Mirarse al espejo es casi una obsesión, sin embargo, ni siquiera el ombligo se mira, no importa, no está para pequeñeces umbilicales, además, que desde allí nace la mancha que lo rodea y que sube por la espalda acabando bien entrada por la parte de atrás de su cuello y que lleva puesta desde su origen, herencia de los de su estirpe y que no hubo caso extirpar o lijar esa vez que los médicos, junto a su madre, lo vieron parir tan arrugadito y morado.

El punto es que le pican las ganas de verse reflejado, es la necesidad imperiosa que le vino de sopetón por aprovecharse al máximo, de sacarse el jugo cual fruto tierno en pos de observarse colgado en cuanta pancarta, letrero y postales que se lo permitan. Ni hablar del anhelo por ocupar el sitial en aquel altar patrio y que sin importar las lluvias y variables climáticas, resista, al igual que él, los avatares del destino que lo situará justo, y junto, a los grandes personajes de la historia contemporánea, además, que ya se acerca el bicentenario y es necesario apurar la causa patria, a más de algún mortal ha visto ya rellenando sin demoras el curriculum de prohombres y por ningún motivo será un rezagado al respecto.

Para ello requiere un análisis completo de sí mismo, un escáner nuclear de su imagen pública. Y cuenta con todo el tiempo y los espejos del mundo para lograrlo; cada uno de los gestos concentran su mirada, porque están ahí sus tremendos dotes y alcances. Es un convencido, hoy más que nunca, que su paso por la tierra no es así porque sí, menos un accidente, que todo se ha ido planificando desde el más allá, incluso, desde aquel territorio del subconsciente que le reitera, a picanazos, su llamado a ser, de allí sus interminables y aflictivas jaquecas.

Desde su sitial soberbiamente humilde elonga sus pretensiones físicas, especialmente las cutáneas, como que intensifica sus facciones, entre que agudo y forzado pone a ejercitar cada una de las neuronas que ya memorizaron el actuar de sus antepasados, el resabio de taras y mañas que no son más que la extensión natural encargadas de anunciarlo, si anda peor que bruja de cuento, déle con la sensación térmica de encontrarse más bonito que la misma nieve pese a la oposición y angustia del frágil espejo que lo mira de reojo, a huevo y aburrido, cansado ya de andar por la vida de vil mentiroso.

Y allí sigue de narcisista,  entre que se peina casual el muñón de rizos herencia de su madre, se da tiempo, todo el tiempo inclusive, en afinar las escuálidas patillas, esa es una preocupación porque pareciera la barba, que posiblemente dibuje el estilo propio que pretende en su rostro, quedó presa de sí misma, auto sentenciada a cadena perpetua y no hay caso que asome siquiera un pelo, es el temor y aflicción de haber nacido en la cara de este desdichado y pretensioso, es su venganza entre otras cosas, además, no está dispuesta, como toda barba que se aprecie de serlo, al ridículo, al escarnio público, tanto por el desgraciado que le toca sobrellevar como también por su poca contextura de vello en sí mismo.

Que vamos amononando el escaso mostacho entonces, que por ahí va la cosa, aquí nota que no tiene ni un pelo de tonto, porque pese a la escasez, su mota se concentra en el surco nasolabial ése, ubicado abajito de la nariz, de allí su fijación y admiración por los esperpentos que ha tenido que soportar la humanidad, para su caso, son personajes que bien vale la pena apreciar y desde luego manifestar tremendo respeto por su obra. -Por sus obras los conoceréis. -Invoca profundo con cara de conductor. De allí también su tic, a extender el brazo derecho cada vez que los piensa e imagina, cuando algún escaso libro llega a sus manos y da cuenta del sanguinario historial y paso de ganso de los bestias éstos.

En la misma mueca de la boca percibe la cantidad de discursos que se vienen. Si ya tiene listo, o casi, el título para la serie de borradores acumulados con el tiempo, que siempre se le queda atascado en la punta de su discreta lengua que no alcanza a tararear el verso exacto, la prosa justa para denominarlo. Además, que hasta la saliva se asusta y no hay caso con ella, anda tan salada y reseca últimamente, que ni ganas tiene de hojear mamotretos por miedo a oxidarse, o aguarse incluso, hasta cree posible que la métrica usada por miguelangelito no sea de su gusto y termine borracha, ahogada en alcohol, como tantas veces ocurre luego que su dueño se manda las recitadas que acostumbra. Que vamos pasando los dedos por la comisura, porque no hay caso con la baba, que a veces acumula, ¿será tanto uso de frenillos, de las muelas que aún no maduran? el punto es que hasta las gárgaras lo ahogan. Que bien cepillados los dientes, que son su más preciada herencia familiar, todos derechitos, cargaditos a su derecha, que hay veces que con su peculiar mostacho se los acaricia hasta pulirlos inclusive. Si ni la lengua se queda atrás, que la encuentra muy siniestra porque ni siquiera logra acomodarse, siempre luce al extremo opuesto y quietecita. ¡Tan izquierdista ella! -Se dice entre resignado y malhumorado.   

Qué decir del cejo, herencia del tío abuelo político alguna vez miembro del tribunal constitucional, y que siempre terminaba en andas; que ándate al carajo viejo decrépito, que ándate para tu casa bostal mal nacido, que ándate un poquitito a la punta del cerro miserable mal parido, que ándate a la chucha, o sus variaciones; que vete a la chingada, que devuélvete por el mismo camino que te trajo y, así, un sinnúmero de vertientes. Siente que, entre más levanta el ojo, como que más temeroso mira el día después, el futuro de la patria, y le cuesta una enormidad el ejercicio, le recuerda el tratamiento del mal de ojo al que una tía política o una vecina, no recuerda, lo sometió cuando chico, en rechazo, celos tal vez, por su padre quién les había jurado, con un condón en la mano, amor eterno, diciéndoles que sólo tenía ojos para ellas.

Ni hablar de la barbilla, tiene tan dura y pesada la quijada que encuentra no será necesario apoyar en ella la palma de sus manos, como asemejándose a los mamotretos de Rodin, de allí que sus apodos, desde chico no bajaban de caradura, cara de mármol era la mas suave, cara de granito o grano, cara de fierro, el cara de cemento, que ahí viene el cara de bronce, steelface era fijo en cuanta escuela anglo sajona estuviera, sin embargo, siente que su cara es un brote, una especie de génesis, en definitiva una premonición de lo que a futuro pretende la patria a partir de su rostro granulado, ni se le cae la cara de vergüenza pensar semejante pelotudez, a fin de cuentas, él es un cara de raja.

Sus grandes orejas cada día más puntiagudas serán su especie de brújula para orientar el camino a seguir. ¡Ni le digan tal! Desde hace rato que planea y hace acrobacias, hasta suicidas, como si se tratara de un dumbo, en busca del aterrizaje perfecto que permita aterrizarlo, ojalá en paracaídas, en el monolito justo de los grandes. Y ni le preocupa que lo llamen burro, porque se ha enterado que más de algún monumento existe en su honor, si hasta el sancho ése montaba con hidalguía sobre el lomo del agobiado asno rucio, quien terminó sus días agobiado, hediondo y difunto, luego de dos intentos de suicidio.

La nariz, ésta si que se destaca, la menea de aquí para allá, de allá para acá, porque sabe muy bien que, un verdadero animal del planeta y de tan noble especie, lo primero que debe tener alerta es su olfato, ese le permite oler a la distancia hasta el peligro, a las malas juntas, a los que quieren aprovecharse, a sus contrincantes, de oler a su presa, de oler lo que viene, de olerse sus pestes incluso, y va más allá, que para eso su chata de pinocho se lo permite, y frente al espejo, en tres cuartos de perfil, se manda una andanada de piropos que casi revientan el fino cristal, y se da el gusto de seguir contándose mentiras durante eternos lapsos, miente que miente, con descaro si se puede, que siempre algo queda, porque él es de los que se jacta de oler su futuro y eso ya es más que destacable –considera enorgullecido- mientras se amasa el último y dialéctico moco que ya pronto llevará a su boca.

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