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NOVELA: YO BIPOLAR.
Capítulo XXVIII
Todos los hombres están locos y, pese a sus cuidados,
sólo se diferencian en que unos están más locos que otros.
Nicolás Boileau
Por Jesús I. Callejas
UN POCO AFUERA
Me siento especialmente compulsivo en estos días resecos: He llegado a creer que haciendo ciertas tareas con mayor rapidez puedo alterar la velocidad del tiempo… Engañarlo. El asunto empeora. Ah, el orden, el orden. Incluso, un libro fuera de sitio se hace agresivamente desproporcionado. Bien; provechoso que entiendas las reacciones de tu comportamiento, afirma satisfecho el anciano psicólogo. Agobiante no poder resolverlas. Recuerda: sobrellevarlas, no resolverlas. Usted no se imagina lo mucho que pesa ese fardo, doctor.
¿Cómo va el diario?, me evade como si no me percatara. Va hacia ninguna parte… He escrito bastante, pero no me gustaría que usted lo lea. No es tal mi propósito, y se reclina. A veces lo he pillado somnoliento durante la terapia, pero es más cálido que el psiquiatra; éste no es precisamente cálido, sino amable… Tanto uno como otro reciben más de cien billetes por consulta. Cualquiera sería encantador con un trabajo así. Pero es innegable que la gente se rompe las bolas estudiando para conseguirlos. ¿Estarías dispuesto a eso? No creo, pero veo que tergiversas el punto nuevamente. Temprana noche aún. Intentaré leer un poco a ver qué tal anda mi concentración; quizás geografía o alguna novela. Sí, pero son libros pequeños, de un volumen. Hay enciclopedias repetitivas, bosques de inutilidad, que es mucho peor. Ir a la biblioteca durante la semana a entregar videos, pero primero debo pasar por la oficina de correos más cercana para enviar el pago mensual del servicio de cable.
Desagradable experiencia. En esa sucursal, se conjuntan los más antipáticos empleados del gremio. Los veo en fila; desde la izquierda: un amanerado vejete parecido a Elton John, con voz chillona, cargado de pulseras, arete y monedero colgado a la cintura. Puede ser que muera solo de un infarto tras un largo retiro. Después viene una madura dama pequeña, similar a un canario con corto cabello rubio incrustado sobre cuello corto; inundada de falsa afabilidad. Atropellada por un ómnibus al tratar de recoger una bolsa de pan integral en plena vía. Le sigue una joven casi pelona, con rasgos de ídolo de piedra; es indolente... como un ídolo de piedra. ¿Sufre de tricotilomanía? Este y sus cuatro retoños serían abandonada por el marido drogadicto. Le sigue un avinagrado pedante de lentes bifocales gruesos, similar a Alberto. Petulante, se irrita particularmente ante las direcciones escritas en el sobre cerca del área de estampillas. Víctima de cáncer en el pene y suicidio por sobredosis de tranquilizantes. Ultimo de los empleados: un eficiente, cortés, silencioso, en demasía, hombre de baja estatura. Cornudo contumaz hasta la ancianidad paciente. Detesté precozmente las reuniones familiares convocadas con motivo de importantes celebraciones: Navidades, fin de año, etc.; efugios para exornar la entronización del consumo en apoteósica escala.
No me gusta regalar en tales fechas, sí cuando se me ocurre. He obsequiado a mis padres, Julia y Rosario. Nada para Alberto y Marta. Siento simpatía por Hilda, la santificada esposa del hermano. A veces, la creo llena de nobleza, la mayoría demuestra ser un cántaro de tonterías. O quizás depende de mi percepción. De todos modos me cae (según un viejo dicho) como una onza de oro. Me hubiera convenido una mujer así. Bueno, en lo tocante a los sobrinos es diferente, pues he carecido de habilidad para comunicarme con los jóvenes -ni cuando yo mismo era joven; de hecho era peor-, además de tenerles ínfima paciencia. Nunca fui rebelde ni semi-anarquista; a nadie le jodí la vida. No me interesan filiaciones ni partidos; siempre me mantuve distante.
Para los capitalistas soy un perdedor, para los comunistas un reaccionario. He vivido bajo ambos regímenes, pero no corresponden a esta saga emocional cronologías cuyos detalles prometo revelar en su momento y que hoy me laceran; quizás de residir en Altagracia lo emprendería más pronto. Los dedos ven pasar imágenes que no distingo mientras estoy escuchando de Vivaldi su Concierto para el Príncipe de Polonia. Voy al baño a tomar otra ducha; se me ocurre tapiar la bañera con burbujas de jabón. Me sumerjo leyendo Najda, de André Breton. ¿Por qué la inveterada costumbre de leer Najda en la bañera, soportando la tibieza de nuestra protectora? Me siento separado y a la vez unido. Desperté aterrado ante la seguridad de ahogarme si me dormía o bien que la bañera podía vaciarse arrastrándome por el caño y el chorro dejarme atrapado en algún laberinto de la tubería. ¡Ohhhh! ¡Empanizado entre excretas y pelos provenientes de cientos de miles y miles de laberintos citadinos!
Pero parte de las aguas… Salté aterrorizado, me saqué y me sequé. Impulsado por el aire de pulmones fuertes, a todo velamen me ubico en el sofá grande para seguir con los documentales; enfrascado con los desiertos asiáticos. Ah, recorrer el Gobi en homenaje a Marco Polo… Después un café capuchino que me facilite caer en la cama arropado por sinfonías escleróticas. Preferencia por las silentes: películas y mujeres, quiero decir. Devolví documentales. Al abandonar la biblioteca vi una palomita en el parqueo rezagada de sus compañeras; ala ligeramente doblada. Olvidé si era derecha o izquierda; no me interesa la imaginería de Picasso. Retrocedía desconfiada pero, sin remedio, agotada, se dejó pasar la mano. Para evitar que un auto la aplastara la empujé hacia una esquina, me dirigí a la cafetería de la biblioteca donde compré un pastel con intención de ofrecerle migajas que consumió ansiosa.
La caridad es tal: consuelo temporal, y después ¿qué? La acción es lo importante. No discursito, por favor. A veces las palomitas me sacan de quicio, me han cagado algunas camisas. No sustraerse al llamado benefactor. Algunos miserables las han matado a palos en parques para hacerlas sopa -la recesión está en una fase dura-, pero de qué los culpo si yo mismo he consumido docenas de codornices en restaurantes de lujo. La simulación, es refugio de los débiles, o mejor dicho, es el subterfugio de los que no pueden permitirse el lujo del valor, artículo de excelso poder adquisitivo. Acechan; lo siento con más fuerza en los recientes días. En ocasiones abrumadas por el desconcierto quedo atrapado en un vibratorio túnel hilado entre voces y suspiros, para atravesar siglos después ancianos y jóvenes puentes de verde radioactivo. Dedos desortijados en suspenso, rendido por un instante Yo a lo que imagino olor eterno.
Continúa en el próximo número de la revista.
Capítulos anteriores:
Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7153
Capítulo I en: http://revista.escaner.cl/node/7174
Capítulo III en: http://revista.escaner.cl/node/7231
Capítulo IV en: http://revista.escaner.cl/node/7294
Capítulo V en: http://revista.escaner.cl/node/7314
Capítulo VI en: http://revista.escaner.cl/node/7356
Capítulo VII en: http://revista.escaner.cl/node/7393
Capítulo VIII en: http://revista.escaner.cl/node/7432
Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7472
Capítulo X en: http://revista.escaner.cl/node/7490
Capítulo XI en: http://revista.escaner.cl/node/7526
Capítulo XII en: http://revista.escaner.cl/node/7557
Capítulo XIII en: http://revista.escaner.cl/node/7581
Capítulo XIV en: http://revista.escaner.cl/node/7615
Capítulo XV en: http://revista.escaner.cl/node/7632
Capítulo XVI en: http://revista.escaner.cl/node/7667
Capítulo XVII en: http://revista.escaner.cl/node/7690
Capítulo XVIII en: http://revista.escaner.cl/node/7712
Capítulo XIX en: http://revista.escaner.cl/node/7739
Capítulo XX en: http://revista.escaner.cl/node/7760
Capítulo XXI en: http://revista.escaner.cl/node/7785
Capítulo XXII en: http://revista.escaner.cl/node/7813
Capítulo XXIII en: http://revista.escaner.cl/node/7842
Capítulo XXIV en: http://www.revista.escaner.cl/node/7859
Capítulo XXV en: http://revista.escaner.cl/node/7875
Capítulo XXVI en: http://revista.escaner.cl/node/7900
Capítulo XXVII en: http://revista.escaner.cl/node/7922
Fuente de la imagen: Imagen de dominio público.
Novela Yo bipolar, de Jesús I. Callejas, publicada en formato digital en http://www.bookrix.com/_ebook-jesus-i-yo-bipolar/
Fecha de Publicación: 01-21-2013
@copyright Prohibida su copia sin la autorización del autor.
http://www.bookrix.com/-jesusicallejas
Email sibaritamito@gmail.com
Jesús I. Callejas (La Habana,Cuba, 1956) Estudiante de múltiples disciplinas -entre ellas historia universal, historia del arte, literatura, teatro, cine, música-, afortunadamente graduándose en ninguna al comprobar las deleznables manipulaciones del sistema educativo que le tocó sortear. Por ende: No bagaje académico. Autodidacta enfebrecido, y enfurecido; lector de neurótica disciplina; agnóstico aunque caiga dicho término en cómodo desuso; más joven a medida que envejece (y envejece rápido), no alineado con ideologías que no se basen en el humanismo. Fervoroso creyente en la aristocracia del espíritu, jamás en las que se compran con bolsillos sedientos de botín. Ha publicado, por su cuenta, ya que desconfía paranoico de los consorcios editoriales, los siguientes libros de relatos: Diario de un sibarita (1999), Los dos mil ríos de la cerveza y otras historias (2000), Cuentos de Callejas (2002), Cuentos bastardos (2005), Cuentos lluviosos (2009). Además, Proyecto Arcadia (Poesía, 2003) y Mituario (Prosemas, 2007). La novela Memorias amorosas de un afligido (2004) y las noveletas Crónicas del Olimpo (2008) y Fabulación de Beatriz (2011). Reseñó cine para revistas impresas, entre ellas Lea y La casa del hada, y publicaciones digitales. Recientemente ha publicado los trabajos virtuales Yo bipolar (2012) (novela); Desapuntes de un cinéfilo (2012-2013), que incluye, en cinco volúmenes, historia y reseñas sobre cine; Arenas residuales y demás partículas adversas (2014) y Los mosaicos del arbusto (2015), ambos de relatos, así como el primer volumen de la novela Los míos y los suyos (2015).