Un show sin sentido: La plaza, la trava y la pasta,
de La Coronta Teatro (Valparaíso, 2015)*
Por Carolina Benavente Morales
cbenavem@gmail.com
La plaza, la trava y la pasta es el primer montaje de La Coronta Teatro, compañía integrada principalmente por egresados y estudiantes de la carrera de Teatro de la Universidad de Valparaíso, pero con la participación estelar de dos artistas travestis del Puerto: Keyla Fernanduá y Selena Celedón. Esta conformación dispar entre actores profesionales o en vías de serlo, por un lado, y artistas autodidactas dedicadas al show callejero, nocturno y transgénero, por otro, estructura un proyecto experimental que parte de una interrogante no menor: “¿qué hacemos con aquellos artistas populares, más allá de verlos como materiales, pre textos o inspiraciones para nuestras elaboraciones?”. Cito textualmente la pregunta final de Luis Pinto, director y artífice de La Coronta Teatro, quien se la formula en las conclusiones de su tesis de licenciatura Teatralidad trans en Valparaíso: El elenco de Mara Taylor, Zuliana Araya y Pagano Industry (2015). Fui profesora guía de esta investigación artística que sustenta La plaza, la trava y la pasta y por ello tomaré en cuenta la relación entre ambas para explicar ciertos aspectos del montaje.
“Un show sin sentido”: tomo el título de este artículo de un video publicado en YouTube por el usuario Andrés Aguilera; video conocido en el curso de la pesquisa de Luis y que registra la práctica inspiradora tanto de su tesis como de la puesta en escena que dirige: el espectáculo del Elenco de Mara Taylor en la Plaza O’Higgins, a un costado del Congreso Nacional de Chile y cerca de los jugadores de brisca y ajedrez. Cada fin de semana, desde hace un par de años, un grupo de mujeres y travestis entretiene a los peatones actuando las canciones de artistas mexicanas como Yuri, las Pandora y, en otros registros, Paquita la del Barrio o diferentes bandas cumbieras. En el video en cuestión, vemos una interpretación de “Se menea la cadera”, de la agrupación oaxaqueña Los Karkis. Ataviadas de manera glamorosa y pobre, las jóvenes travestis perrean y simulan el acto sexual en distintas posiciones con los espectactores masculinos. De pie o tirados en el suelo, las artistas se montan o saltan sobre ellos, de modo grotesco, a veces brutal, formando montoneras de gente, mientras la doble de Mara Taylor anima la situación y otros aspirantes a estrellas hacen su propio show incoherente en un escenario apenas dibujado por el público circundante. Sobresale en el centro un personaje que simula matar el gusano con los manotazos en el aire típicos del número que el Elenco de Mara Taylor le dedica a “Cómo matar al gusano”, tema popularizado en Chile por Los Kuatreros del Sur.
Desde su mirada que teatra, Luis Pinto considera que Valparaíso es un gigantesco escenario, un theatrón donde los sujetos se miran y se hacen mirar más allá del teatro sólido resguardado por las cuatro paredes de un edificio, así como de las invisibles pero macizas convenciones del teatro occidental. Por ello, La plaza, la trava y la pasta no puede ser considerada una simple reproducción del show de Plaza O’Higgins en una instancia oficial o institucional, sino más bien su desplazamiento e intervención desde coordenadas artísticas enrarecidas, “cuir”, que, a su vez, rasgan la mirada dramatonormativa existente sobre el teatro. En su montaje del día viernes 16 de octubre de 2015, en el marco del Festival de Creación de la Escuela de Teatro UV, presenciamos un conjunto de historias entrelazadas en aquel show popular mediante diversos personajes: desde el cantor y jugador de brisca (Juan Ferrada) hasta la hermosa estrella Keyla Fernanduá (ella misma); pasando por la inasible pastera juvenil Fifí (Lilian Hermosilla); el negro Gabriel (Geraldine Cortés) y sus sueños de acceder a un alto cargo político como Evita, la Cicciolina y la concejala porteña trans Zuliana; el heteroraro Antonio Ríos (Andrés Bravo); la experimentada prostituta y bailarina Mimí (Zimri Orellana / Selena Celedón); y la animadora y protectora Mamina (Carolina Terrazas). Personajes frágiles a punto de desvanecerse en su margen social y, sin embargo, tenaces en la afirmación de una singularidad individual y cultural.
El montaje dirigido por Luis Pinto con la asistencia de Sebastián Cárez-Lorca es la realización procesual de una obra imprevisible y contingencial, cuyo final se decide a último minuto y donde no se sabe si Keyla, la protagonista central, acuchillada el día anterior en la ficción y en la realidad, volverá a embelesarnos con su aparición estelar en la próxima función. Lo mismo podría decirse de los demás personajes, susceptibles de estar o no estar, de aparecer y desaparecer, como los espectactores del show original o el mismo público que baila, canta, ríe, llora, aplaude y grita estremecido en la oscuridad de la sala. En este carácter irrepetible, efímero y fugaz de una propuesta que admite frecuentes interacciones con los asistentes, ¿no se reinventa sin embargo el convivio teatral desde una base más sólida que la de cualquier montaje reiterativo de sí mismo?
Si el teatro occidental fuese un gusano, éste podría matarse echando a tierra la creencia en la progresión dramática y manoteando su corolario de un sentido único y veraz. La plaza, la trava y la pasta nos confronta a un entramado loco de historias locas, con personajes extraviados en la ciudad y aparentemente de sí mismos. Su estructura real-fabulatoria, que depende de estos cruces, contiene diferentes momentos de clímax; es una estructura multi-orgásmica puntuada por una diversidad de situaciones álgidas que cada espectador decidirá cómo valorar. No obstante, a lo largo de este caótico entramado de singularidades disparatadas se reafirma una densidad colectiva en al menos tres ocasiones: el inicio, donde todos bailan “Magia negra”, de Romeo Santos y Mala Rodríguez; el intermedio, cuando Keyla hace su mágica aparición desde un costado de la sala cantando; y el final, en que todos los actores entonan “Cabildo”, de Chico Trujillo, que comienza con un bolero y termina con el discurso del presidente Salvador Allende en ritmo tropical. Pues esta propuesta posdramática articula de manera errática, desenfocada, pero categórica la carencia real de un horizonte de futuro con los vestigios de su memoria histórica en el presente. La progresión dramatúrgica y el discurso-denuncia es sustituida por una intensidad de situaciones con un mismo vector de afectividad constituyente, por una complicidad de cuerpos que impúdicamente se toquetean, se violentan, se repelen y se vuelven a abrazar.
El mecanismo es plenamente escénico, acontecimental, dramático mas no plenamente dramatúrgico. La concepción más difundida del arte, aún más acusada en el caso del teatro, lo asocia a una finalidad representativa, cuando, justamente, las vanguardias se han dedicado a descalabrar esta finalidad durante el último siglo. Movimientos estéticos y también políticos, confrontados al platónico paradigma contemplativo que busca proyectar y fijar las cosas en “su” lugar, han remecido las convenciones que separan el arte de la vida, evidenciando los infinitos entresijos de su cópula. Pues, como plantea Jacques Derrida a propósito del teatro de la crueldad, la representación no se puede acabar, pero jugamos hoy en el desnivelado terreno demarcado por su clausura, "límite circular en cuyo interior la repetición de la diferencia se repite indefinidamente... espacio de su juego... movimiento del mundo como juego"(1). Y con La plaza, la trava y la pasta, el cerco accionista se estrecha un poco más sobre aquello que nos aleja de los meros “materiales, pre textos o inspiraciones” que usamos para dormir con la conciencia tranquila. El montaje de La Coronta Teatro hace irrumpir la carnavalidad popular en su refulgente diferencia, exhibiendo el “patrimonio corporal” –dice Luis- de una ciudad con vocación cultural y, aún más, enturbiando las demarcaciones de lo dentro y fuera del teatro mediante una solidaridad que atraviesa las prácticas y producciones de teatralidad.
Así, a la vez que socava un teatro establecido, La plaza, la trava y la pasta instaura un teatro expandido que borbollea en el entrelugar de lo culto y lo popular; donde el habla versificada, aliterante y neobarrosa de Copi, ya enferma de arrabales y yotibencos, se revuelca con la jerga callejera del Almendral; donde las identidades se pervierten en diamantinos devenires de nubes flotando sobre la bahía; donde los actores son unos y otros a la vez; donde son y no son actores al mismo tiempo; donde el melodrama sensual aliviana la espesura de la crónica roja; donde el rigor académico se entrelaza a la anécdota trivial y chistosa; y donde el secreto más cuidado del Puerto se oculta tras el mechón de cabello de una diva trans. Lo fascinante de este show sinsentido es la imperfección de un dispositivo desnaturalizante destinado a desencajar el teatro de sí mismo para abrirle el telón a una “honesta teatralidad” –dice Luis-; teatralidad performativa que todo lo invierta, lo revierta y lo cambie de lugar.
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Ficha técnica
Esta obra se sitúa en una plaza del Valparaíso actual. El elenco de “La Mamina”, conformado únicamente por mujeres y transformistas, lleva a cabo sus espectáculos callejeros cada tarde. Ahí rondan diferentes personajes: una mujer que busca desesperadamente a Paloma; una prostituta llamada Mimí; un hombre con personalidad múltiple apodado Antonio Ríos; el diputado Gabriel; y la estrella del show Keyla Fernanduá. Ellos montarán y develarán sus propias historias y deseos, habitando un paisaje cuyo telón se teje por las calles hediondas de la ciudad puerto.
- Dirección: Luis Pinto
- Asistente de dirección: Sebastián Cárez Lorca
- Dramaturgia: Luis Pinto (con adaptaciones y fragmentos de Las escaleras del Sacré-Coeur y Eva Perón, de Copi)
- Elenco: Geraldine Cortés, Andrés Bravo, Lilian Hermosilla, Zimri Orellana, Juan Ferrada, Carolina Terrazas, Keyla Fernanduá
- Asistente técnico: Claudia Peña
- Duración: 60+ min.
- Mayores de 18 años
* Texto asociado al proyecto Fondecyt 1151112 año 2015 tres años, "Consagración cultural, espectáculo y mujer en América Latina". IR: Carolina Benavente. Institución patrocinante: Facultad de Arquitectura, Universidad de Valparaíso.
(1) Derrida, Jacques, "El teatro de la crueldad y la clausura de la representación", Ideas y valores n. 32/33/34, 1969, 5-31, p. 26.