Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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ESTO NO ES FICCIÓN
Episodio TRES: [Entre BURUNDANGAS te veas]


By Copyright©José Agustín Orozco Messa.
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Acto I


“Songo le dio a Borondongo
Borondongo le dio a Bernabé
Bernabé le pegó a Muchilanga
le echó a Burundanga
Les hinchan los pies…”
Canción Burundanga, Celia Cruz

Burundanga ha sido una bestia toda su vida. Lo fue de niño y lo sigue siendo de grande. Aunque el apodo se lo ganó de pequeño, porque parecía un animal rabioso que repartía manotazos y patadas contra sus compañeros de primaria, sin importar si eran grandes o chicos, siempre que alguno de ellos no quería seguir sus órdenes. Resultó que, ya adulto, le seguían llamando Burundanga, aunque por otras razones que ya veremos. Pero no se piense que había diferencia entre el Burundanga niño y el adulto, porque invariablemente, todo lo quería arreglar a manotazos siempre. De allí que le pusieran Burundanga porque, en el imaginario de sus compañeros de primaria: esa palabra era sinónimo de “niño salvaje”, “bestia salvaje” o “una especie de Tarzán bestial y animalesco”.

Burundanga físicamente hacía honor a su bien ganado mote. De niño, era robusto y compacto, mal encarado y apestoso. De adolescente, igual. Era una bestia que medía apenas 1.75 metros pero pesaba 100 kilos, entre músculo, grasa, mal olor y mal humor. Nunca fue bueno para la escuela. Pero como el sistema educativo de este país deja mucho que desear, ¡sorprendentemente llegó a pisar una universidad! Aunque claro, como no se distinguía para los estudios, Burundanga tuvo que desarrollar otras habilidades y el lambisconear era quizá su mejor talento. Aunque según su propio criterio: su mejor talento era tirar trompones.

Por eso, durante su adolescencia, cuando su familia pasó por momentos muy duros de pobreza extrema, Burundanga decidió explotar su talento natural para la bronca y trifulca, entrando a un pancracio; donde aprendió los rudimentos de este viril deporte de darse trompones hasta tumbar al contrincante o ser derribado por él. Se puede decir que quizá esa fue la única vez en su vida que Burundanga se esforzó por conseguir algo por sus propios medios, puesto que no tenía que utilizar la cabeza la cual nunca le fue de ayuda, sino únicamente las manos. Mas resultó que Burundanga no tenía lo que se conoce como punch y que vendría siendo la “pegada” que necesitan los boxeadores para tumbar a su contrincante en los primeros rounds y no estar allí bailando con él e intercambiando golpes toda la pelea. ¡Peor aún, si el contrincante sí tiene punch pues entonces estaba perdido! Y eso fue precisamente lo que ocurrió a Burundanga, que por más esfuerzos que hizo, siempre fue derribado por sus contrincantes, incluso los que se veían menos musculados y más estúpidos que él.

Al cumplir veinte años y luego de esta traumática experiencia, Burundanga quiso entrar a la facultad de Derecho. Porque supuso que los estudios lo deberían de sacar de la pobreza. Escogió la carrera de Derecho, porque calculó que siempre habría gente con problemas legales que necesitaría de un abogado para resolverlos. Pero, ¡como la cabeza no le servía para pensar!, lamentablemente para él, reprobó por dos años consecutivos el examen de admisión a la universidad. Entonces, al tercer intento, cuando ya se estaba dando por vencido en la pelea de la vida, resignándose a tener que trabajar de comerciante u obrero en alguna parte ocurrió un golpe de suerte que cambió su destino.

Sucedió que había viajado desde su pueblo en la costa para presentar los exámenes de admisión en la universidad estatal y ya estaba preparándose para migrar de regreso a su pueblo natal, cuando conoció por casualidad a un joven estudiante en la modesta pensión donde se alojó esos días. La primera impresión que causó dicho joven a Burundanga fue que era maricón. Porque dentro de su obtuso pensamiento: todos aquellos hombres que tenían inclinaciones para el dibujo, la pintura, el teatro o alguna otra manifestación artística eran maricones. Sin embargo, éste joven alumno le comentó algo que causó gran interés en Burundanga. Por este artista en ciernes, Burundanga se enteró que, para ingresar a la facultad de Artes, no eran necesarios presentar todos los exámenes de conocimientos que se aplicaban en la facultad de Derecho, por el contrario, simplemente se presentaban exámenes de dibujo y pintura.

¡Más rápido que Flash!, Burundanga deshizo su maleta y corrió a sacar ficha para presentar examen de admisión en la facultad de Artes. ¡Extrañamente para Burundanga!, tampoco aprobó los exámenes de dibujo, pintura, modelado y de conocimientos específicos sobre historia del arte y el arte en general. ¡No entendió el por qué! Aunque, de hecho, nunca en su vida había tenido un lápiz de dibujo en las manos, mucho menos había pintado un cuadro ni modelado con barro nada. Ni sabía la diferencia entre la litografía y el grabado, o tampoco conocía el nombre de un pintor famoso, ni extranjero ni mexicano. Huelga decir que Burundanga era un completo ignorante.

No obstante, “era un completo ignorante” que no estaba dispuesto a perder su oportunidad. Sin embargo, alguna habilidad tenía que tener a su favor Burundanga y la suya era la lambisconería ¡Ésa era su mejor arma! Así que no le importó reprobar el examen de admisión. Él se presentó el primer día de clases y el segundo, y tercero y la semana siguiente y la posterior. Entraba a todas las clases diciendo que quería ser oyente y lambisconeaba a los maestros buscando que lo apuntaran en sus listas de asistencia y lo trataran como si fuese un alumno regular. Para ello, contaba tristes historias que hablaban de pobreza y de que él siempre había tenido como máxima ilusión: ser artista pero que, allá en el pueblo, pues no había quien le enseñara nada y por eso había salido mal en el examen. Pero, ¡que si le daban una oportunidad!, él podría ser tan bueno como el mejor de los estudiantes regulares.

Muchos docentes no le prestaban atención, aunque le permitían tomar las clases. Otros se compadecían de sus tristes historias y le daban consejos para que pudiera regularizar su situación escolar. Mientras, Burundanga no perdía el tiempo y se dedicó a hacer proselitismo a su favor, consiguió que los alumnos lo nombraran representante ante el consejo estudiantil y ya: sintiéndose acuerpado como él decía para referirse a respaldado, convenció a un docente que era compadre del director de la facultad para que intercediera por él y se le asignase una matrícula. Esto ocurrió así: como muchos alumnos habían desertado durante ese primer semestre al darse cuenta que las artes no eran su vocación, pues había matrículas sobrantes. Escribieron su nombre en una de ellas y ¡automáticamente estaba aprobado en todos los exámenes! ¡Logrando convertirse en alumno regular!

¡Claro que el plan de Burundanga no era precisamente convertirse en un artista! Ni en sueños hubiera ocurrido eso: era el más tonto e inepto de toda la facultad, por decir lo menos. Muchos docentes no lo querían en sus clases. Porque fácilmente se notaba que no tenía madera para estar allí. A leguas, se veía que lo suyo era dedicarse a la grilla política. Ciertamente Burundanga dedicó los semestres siguientes a integrarse dentro de una planilla de porros universitarios pertenecientes a distintas facultades quienes, igual que él, únicamente se autodenominaban estudiantes porque tenían una credencial pero nunca se paraban por las clases y menos tocaban un libro de texto. Con ellos, organizó varias huelgas en distintas facultades de la universidad, siempre apoyados bajo el agua por algún líder sindical o algún grupo de docentes que buscaban llegar al poder a través de grupos de presión y pagaban buen dinero por sus servicios.

Viendo Burundanga que allí había dinero, decidió formar su propio grupo o planilla de porros y con ellos derrocar al grupo que antes fuese de sus compañeros. Para ello echó mano de todos sus recursos lambisconeriles e hizo compaña por toda la universidad: prometió becas a los alumnos de nuevo ingreso; a otros alumnos de semestres avanzados les prometió conseguirles empleos dentro de la universidad; a todos los reprobados ofreció aprobarlos con puros dieces y a otros hasta les prometió que los iba a titular sin que fuese necesario que ya nunca se presentaran a clases. Nada más faltó que prometiera resucitar a los muertos y curar el cáncer.

Empero, los antiguos compinches de Burundanga no se iban a quedar de brazos cruzados viendo cómo les quitaba el pastel su viejo agremiado. Pero sus tácticas fueron más directas. Con un grupo de jóvenes estudiantes del sexo femenino, embaucaron a Burundanga para que se presentara en las oficinas de la rectoría. En ese lugar lo emboscaron sus ex camaradas y a punta de pistola lo subieron a una camioneta para llevarlo a las afueras de la ciudad. Allí le pusieron una buena golpiza y le dijeron que si seguía jodiendo iba a terminar desaparecido. Burundanga, que por muy déspota y rudo que aparentaba ser, en su interior no era más que un miserable cobarde, al verse rodeado por sus ahora enemigos, pensó que lo iban a matar y dijo a todo que sí, rogó por su vida y prometió largarse de la ciudad si lo liberaban. Aunque varios de sus ex colegas tenían fuertes deseos de meterle varias balas en la cabeza, finalmente y luego de varias horas de martirio, lo liberaron sin mayores daños que la experiencia y la madriza.

Si bien Burundanga era una bestia que nunca entendía razones, entendió que si seguía por ahí lo iban a matar. Así que decidió hacer grilla únicamente en su facultad. Pero luego de prometer tantas cosas y no cumplir nada, estaba totalmente desacreditado y cuando trató de organizar una huelga dentro de la facultad de artes, no sólo no recibió ningún apoyo por parte de los estudiantes, sino que tanto estudiantes como docentes, estuvieron a favor de que fuese expulsado un sujeto de tan baja calaña. No hubo nadie que le mostrara alguna consideración, puesto que realmente era despreciable: en todo ese tiempo sólo se había granjeado enemistades y no sabía ni dibujar una línea recta. Por lo que ese fue el fin dentro de la universidad para Burundanga…

Acto II

“¿Persistes en llevar adelante tu plan?”
La fiera, Benito Pérez Galdós

Sin embargo, ¡ese no fue necesariamente el fin! Según el propio Burundanga: lo que hizo a continuación fue migrar a un Estado fronterizo con los vecinos del Norte. Allí se matriculó en una escuela normalista. Años después se supo que, ¡ni siquiera esa versión fue real! ¡Pues claro! Hay que recordar que Burundanga con muchos trabajos apenas y puede escribir su nombre sin cometer sendas faltas de ortografía. ¡Cómo iba a cursar una carrera normalista? La verdadera historia fue que convenció a un burócrata de una escuela normalista fronteriza para que le vendiera títulos falsos y con ellos, se autonombraba “maestro” y apoyado por un viejo colega porro compró una plaza de docente dentro del sistema educativo de nivel medio superior, es decir, en una preparatoria. Dando supuestas clases de artes, que más bien parecían clases de manualidades para niños de pre-escolar pero, dado el bajo nivel educativo que tenemos en México (aunque las autoridades educativas digan lo contrario) ―y lo bestial que resultaba Burundanga cuando alguien osaba cuestionarlo―, continuó por varios años desempeñándose como “maestro” de nivel medio superior.

No obstante, lo que Burundanga deseaba con todo fervor era ser docente universitario porque, según él, “allí había mucho dinero”. La ocasión se presentó cuando, alguien lo invitó a formar parte de la plantilla docente de una mediocre universidad perdida en las costas ponientes del país. Dicha universidad no tenía más que el epíteto de universidad: en realidad se trataba de un negocio montado por los Cortesanos de Cristóbal, una asociación con fines de lucro que recibía dinero de una compañía petrolera para operar como universidad pero su nivel educativo era de los peores del país. Medio siglo atrás inició como humilde primaria. Quince años después escaló a secundaria. Veinte años atrás la invadieron los Cortesanos de Cristóbal y pasó a ser una preparatoria. En los últimos diez años la convirtieron en flamante universidad debido a que todos sus mandos, puestos medios y burocráticos, estaban ocupados por Cortesanos de Cristóbal así como dentro del gobierno local y en la dirección de la compañía petrolera, también abundaban otros Cortesanos de Cristóbal egresados de aquella primaria original o de la secundaria. Así la pseudouniversidad entonces se mantenía firme, aprovechando el negocio de recibir alumnos cada año para cobrarles cuotas y enseñarles prácticamente nada.

Burundanga llegó allí porque tuvo problemas con un líder sindical allá en la preparatoria donde estropeaba generaciones tras generaciones de alumnos. Aunque no fue esa la razón de sus dilemas, o no. Los problemas fueron porque Burundanga quiso usurpar el puesto del líder sindical y éste le amenazó de muerte, de allí que Burundanga decidiera migrar fuera de su alcance. Como su papá era velador allá en la mencionada compañía petrolera, le ofreció conseguirle trabajo. Aunque eso de ser sencillo velador en la compañía petrolera no era de su agrado. Soportó el empleo porque tenía miedo de regresar a la preparatoria, donde pidió un permiso temporal aunque con goce de sueldo, debido a sus buenas conexiones dentro del sindicato corrupto. También soportó la situación porque en México, un velador o vigilante en una compañía petrolera gana un sueldo equivalente al de un respetable abogado o médico. De allí que todos en México quieren trabajar dentro del negocio del petróleo. Precisamente allí fue donde contactó con un antiguo conocido suyo que ocupaba un buen puesto entre los Cortesanos de Cristóbal.

Ahora sí, ¡Burundanga estaba feliz por este inesperado revés del destino! Resultaba que muchos años atrás, desde sus tiempos de porro universitario, otro compañero igual de ambicioso que él, le invitó a formar parte del grupo de Cortesanos de Cristóbal. Lo que convenció a Burundanga para unirse al gremio fue saber que, entre dichos cortesanos, era obligación el apoyarse para colocar en puestos de trabajo a miembros necesitados. Con la condición de quedar en deuda con su benefactor, para quien debían de trabajar y apoyar incondicionalmente cuando éste así lo pidiera. De esta manera, cuando Burundanga volvió a entrar en contacto con este grupo, consiguió entrar a trabajar a esta pseudouniversidad integrada casi en su totalidad por Cortesanos de Cristóbal. Hasta aquí, podría terminar con un final feliz la historia…

Acto III

“La estupidez insiste siempre.”
Albert Camus

¡Pero hay que recordar que Burundanga era, literalmente, una bestia y la cabeza le podía servir para todo menos para pensar! Sí, en ese momento, hubiese optado por dar clases de español, aunque él, realmente no sabía ni siquiera escribir. Y cuando, por alguna razón, se veía en la penosa necesidad de redactar apenas un párrafo de poco menos de cien palabras, resultaba que las cien palabras estaban mal escritas y plagadas con dos y hasta tres faltas de ortografía cada una… Sin embargo, es probable que no hubiera tenido problemas.

O quizá si hubiese optado por dar las clases de computación, aunque en la realidad, él no sabía ni siquiera encender la computadora. ¡Mucho menos apagarla! Y cuando tenía que apagarla lo que hacía era arrancar de un tirón el cable del contacto eléctrico. ¡Y nunca descifró el misterio del por qué, al volver a conectar el cable a la corriente eléctrica, no se encendía sola la computadora!... Pues es probable que tampoco hubiera tenido problemas.

O quizá, si hubiese optado por dar las clases de historia de México, aunque en la realidad desconocía por completo la historia del país donde le había tocado nacer. Sabía que mucho tiempo atrás existieron unos pueblos que construyeron casas de piedra y claro que sabía que del otro lado del mundo llegaron unos gachupines a invadirnos pero luego de eso, su conocimiento se volvía tenebroso y era digno de una película de horror el escucharle hablar a los alumnos su versión de la historia. ¡La cual cambiaba de un día para otro porque siempre se le olvidaba lo que había dicho con anterioridad! De manera que a veces decía que los incas habían participado en la guerra de independencia mexicana; que Hidalgo era descendiente directo por parte de madre de Xicotencatl El Viejo y que por eso lo habían decapitado los franceses; que el licenciado Juárez había sido jacobino y que por eso Dios lo había castigado; que gracias a la participación de México se había ganado la Segunda Guerra Mundial pero que Hitler se había venido a vivir a San Luis Potosí donde se casó con una mexicana y había tenido varios hijos... Pues dado el paupérrimo nivel escolar de la pseudouniversidad donde llegó, tampoco hubiera tenido problemas.

Aunque todavía más sorprendente, era escucharlo hablar de la historia del arte: ¡allí si no se le entendía nada, porque su habla resultaba más cantinflesca que la del propio Cantinflas! Únicamente acertaba a decir una serie de sandeces como que él había conocido personalmente a Diego Rivera, a Jean Charlot o al mismísimo Doctor Atl, de quienes recibió directamente clases de pintura; que él en persona había estado presente cuando se descubrieron todas las Cabezas Olmecas; que él mismo había restaurado los Murales de Bonakpak; que cuadros pintados por él formaban parte de las colecciones privadas más privadas e importantes del mundo; que reconocidas personalidades del mundo del arte le pedían consejo cada vez que iban a tomar una decisión importante y demás lindezas por el estilo.

Pues bien, ¡si Burundanga se hubiese quedado dando alguna de esas materias muy probablemente nada le hubiese ocurrido! Pero, por quién sabe que ignota razón, se le antojó impartir clases de artes, ¡siendo que después de tantos lustros estaba más que comprobado que no sabía ni siquiera agarrar el lápiz de dibujo! ¡Y sus pinturas no pasaban de ser puros manchones horrendos de colores mal distribuidos sobre la tela! ¡Ah, no! ¡Él decidió que lo suyo eran dar clases de artes! Y, argumentando que era egresado de la facultad de Artes (precisamente de aquella donde fuese expulsado): convenció al Cortesano de Cristóbal, que fungía como su benefactor, para que moviese sus influencias con el rector en persona; puesto que a fin de cuentas eran compadres. Consiguiendo ¡no sólo dar las clases de artes que tanto quería! ¡Sino que hasta se le nombró director de la nueva licenciatura en artes!

En tal ocasión fue donde empezaron los problemas para Burundanga porque primeramente le encargaron que realizara los planes de estudio de la nueva carrera y, como ya se sabe, Burundanga estaba negado para escribir una frase. ¡Mucho menos iba a poder escribir todo un plan de estudios! ¡Los meses comenzaron a pasar y los planes de estudio no se escribían solos! De manera que, nuevamente, fue a lambisconearle a su benefactor y éste le trajo unos especialistas de Argentina para que le escribieran ¡no sólo los planes de estudio completos!, sino que también la justificación y hasta un estudio de factibilidad para la nueva carrera. Sobra decir que en el pueblo costero donde estaba ubicada la pseudouniversidad, ni siquiera existía una galería, mucho menos sabían lo que era una exposición pictórica o de otro tipo pero, de la noche a la mañana, apareció en el estudio de factibilidad que: ¡toda la población estaba de acuerdo con inscribirse para cursar estudios de artes en la nueva carrera!

Aunque, una cosa es lo que decía el estudio de factibilidad y otra muy distinta la realidad, donde nadie se inscribía a su flamante nueva carrera. Y, cuando por casualidad caía por ahí un verdadero estudiante con vocación por las artes, al ver que Burundanga era el director; el secretario académico; el maestro de pintura; el maestro de dibujo; el maestro de historia del arte; el maestro de estética; el maestro de lectura y redacción; el maestro de metodología de la investigación; etc., además de ser el encargado de cobrar las cuotas escolares y dirigir las tesis (cuando las hubiese, claro) pues simplemente se alejaba de allí lo más pronto posible.

Y, aunque Burundanga estaba muy bien acuerpado como solía decir, por su benefactor que a su vez era uña y mugre, es decir, compadre del rector del pseudoplantel. Pues muchos otros Cortesanos de Cristóbal que formaban el consejo universitario veían con malos y envidiosos ojos a Burundanga. De manera que, para poder inscribir alumnos en su plan de estudios y poder justificar el salario que cobraba. Burundanga ideó un complicado plan consistente en viajar hasta el Estado de la República donde, todavía era aviador y cobraba un sueldo de docente de nivel medio superior sin trabajar y allí, convencía a los padres de alumnos de más bajos recursos para llevarse a sus hijos dizque “becados” para que estudiaran artes allá donde él, presumía, ¡era casi rector!

De esta manera, conseguía siempre inscribir un promedio de diez o doce alumnos a la carrera. Claro que la mayoría de esos alumnos no duraban ni cuatro meses porque la “beca” de Burundanga consistía en hacinarlos a todos en un cuarto de dos por dos metros con techo de lámina y pagarles una comida diaria basada en una torta y un refresco al mediodía. En el caso de las mujeres, las hacinaba en una recámara del departamento que, por cierto, le había asignado la pseudouniversidad para su propio uso, gracias al mecenazgo de su padrino-benefactor.

De manera que todos los “becados” se daban rápidamente a la tarea de conseguir trabajo de cajeras en tiendas departamentales; empleadas de mostrador; vendedoras de cosméticos y, en el caso de los varones, de repartidores de refrescos; mozos de carga o encargados de almacén; para ya no tener que estar supeditados a la generosa beca de Burundanga. Nunca se presentaban a clases pero, religiosamente, Burundanga los mantenía activos en sus listas de asistencia todo el semestre y hasta dos semestres cuando se podía. Él cobraba sin dar golpe y, todos estaban felices y contentos.

Cabe mencionar que, esta pseudouniversidad, en general y por obvias razones, tenía muy baja matrícula en todas sus carreras puesto que para cualquier persona medianamente inteligente y algo observadora, era fácil darse cuenta que su nivel educativo era casi de secundaria. Que todo el alumno que se inscribía ahí, casi nada más por el hecho de ir a sentarse a clases, debía ser aprobado con el mínimo de calificación y al final de cuatro años invariablemente iba a recibir un título universitario. Todo esto, sin necesidad de tocar un libro o tener que estudiar para presentar algún trabajo escolar. De manera que, únicamente los estudiantes más flojos o los más pobres que no tenían medios de migrar para estudiar en una universidad de calidad, ¡eran los que poblaban las aulas de ese lugar! A veces sucedía que entre los “becados” por Burundanga había uno o hasta dos alumnos o alumnas que al darse cuenta de la realidad universitaria y de que no era necesario presentar examen de conocimientos para ingresar al plan de estudios que Burundanga dignamente dirigía. Aprovechaban esa situación (tal y como el propio Burundanga hiciera allá en sus humildes orígenes universitarios) para, una vez dentro de la pseudouniversidad, cambiarse a otra carrera como enfermería o computación, pensando que al menos, algo aprenderían que quizá les pudiese servir en el futuro para ganarse la vida.

De manera que, cada año, Burundanga volvía a peregrinar cruzando toda la república mexicana para surtirse de nuevos “becados” que pasaran a ocupar sus aulas en la universidad mediocre. La única variante que hubo fue que, cada vez, eran más las adolescentes que Burundanga becaba y menos los varones. Hasta que al final, únicamente eran mujeres sus alumnas. Al cumplirse el cuarto año de labores, aunque la carrera no podía egresar a nadie puesto que todos los alumnos desertaban entre el primer y el segundo semestre de la misma. Cuando todo parecía que continuaría igual por los siglos de los siglos, hasta que llegara el fin del mundo. Hubo un cambio repentino en la suerte de Burundanga, el rector compadre de su benefactor tuvo que retirarse de su cargo luego de haber ejercido durante cuatro periodos consecutivos y ser rechazado para volver a re-elegirse para un quinto periodo. Como suele ocurrir en dichos casos: el benefactor, también tuvo que jubilarse forzadamente al haber cambio de rector, junto con toda la plantilla de autoridades universitarias que ya tenían varias décadas en sus puestos.

De modo que el famoso acuerpamiento de Burundanga desapareció de la noche a la mañana y, en la posición de rector, quedó un siniestro tartamudo con la palidez y los dientes de un vampiro; quien desde el principio, años atrás, estuvo en contra de las actividades de Burundanga dentro de lo que ahora eran sus dominios. Paradójicamente, él y Burundanga eran casi lo mismo. El siniestro tartamudo también pensaba que toda persona que se dedicara a las artes debía ser afeminado, con el agravante de: drogadicto, promiscuo, lesbiana (en el caso de ser mujer), ateo, apátrida, incontinente, inmoral, pecaminoso, degenerado, etc., etc., etc.; en suma, lo peor de la sociedad. La única diferencia estribaba en que el nefasto tartamudo sí había logrado estudiar su licenciatura en leyes (allí mismo en su pseudouniversidad) y mediante compadrazgos, influencias de los Cortesanos de Cristóbal, junto con un familiar político por parte de un casamiento que llegó a ser asistente del presidente municipal local y otros apoyos entre empresarios petroleros: había amasado una fortuna en negocios ilícitos y ahora, alcanzaba el puesto de rector. El cual, según él, le serviría de trampolín para candidatearse a presidente municipal local y, luego, por qué no, a posible gobernador de su Estado.

Pero, antes de llegar a las candidaturas. El funesto tartamudo se puso a escarbar en las actividades de Burundanga. Saliendo a relucir que, ¡precisamente!, tenía una red de pornografía con las alumnas que traía “becadas”. Aunque era del dominio público, Burundanga no sabía encender la computadora, mucho menos iba a poder armar una red de lo que fuera en Internet. ¡Pero ese fue el cargo del que lo acusó el vampírico rector!
Lo que si fue cierto, se supo y hasta se encontró evidencias, fue que Burundanga preparaba bebidas que contenían escopolamina ―también conocida como burundanga―, para que las consumieran durante la cena sus becarias. Quienes posteriormente se retiraban a dormir todas juntas en la recámara que, generosamente, les proporcionaba. Luego de un rato, una vez drogadas y dormidas. Él se introducía a la habitación y les tomaba fotos, les tomaba videos y las violaba a sus anchas las veces que quería y en todas las posiciones que le vinieran en gana. ¡Lo cual documentaba ampliamente en video y foto, para luego subirlo a Internet! ¡Y comercializarlo! Bueno, estos dos últimos según el tartamudo rector, claro.

También se supo que ya había embarazado a, por lo menos, tres de sus becarias pero, a la primera la había desaparecido y a la segunda la había convencido para pagarle un aborto en el Distrito Federal. Pero la última, por quien se llegó a saber toda la historia, se negó a abortar ni tampoco quiso irse del pueblo costero. Por el contrario, amenazó con hacer todo el asunto público y exigió, primero que Burundanga se hiciera responsable de sus gastos y los del futuro hijo; luego, exigió que la pseudouniversidad la pensionara.
Todo esto ocurrió precisamente cuando el nuevo rector vampiro le estaba buscando cola a Burundanga y lo primero que hizo fue correrlo a patadas no sólo de la pseudouniversidad sino del mismísimo pueblo costero. Hizo circular un oficio donde decía que dicho individuo era la deshonra de los Cortesanos de Cristóbal. Después repartió “becas” entre las cinco alumnas restantes que continuaban viviendo en el departamento que la universidad mediocre la había asignado a Burundanga, después que éste ya hubiese sido expulsado del pueblo costero. Dicha beca consistió en hacinar a las cinco muchachas en un cuartito de dos por dos metros y techo de lámina, el cual fue pagado únicamente por tres meses por la pseudouniversidad. Sin goce de alimentos. A la chica que resultó embarazada, se le prometió ayudarle con una mensualidad en el momento que naciera su hijo. Que hasta la fecha sigue esperando y, para este momento, el Burundanguito ya debe tener siete años de edad cumplidos…

Dramático Epílogo

“¿Qué es la mayoría? La mayoría es un absurdo:
La inteligencia ha sido siempre de los pocos.”
Johann Christoph Friedrich von Schiller

De Burundanga se supo que corrió a esconderse por varios meses pensando que la justicia de Satanás iba a capturarlo en cualquier momento. Pero como ya es de dominio público que en México, pueden matar a una madre que se queja por el asesinato de su hija, enfrente del edificio del Congreso de la Unión ante cientos de testigos y no pasa nada. ¡Pues mucho menos nadie se preocupó por ir a aprehender a Burundanga!, que estaba refundido en un pueblo perdido en la serranía mexicana. Además, para no perder su tiempo, Burundanga utilizando sus ya bien dominadas artes lambisconescas intentó competir para la candidatura a presidente municipal por el distrito que le correspondía allá en su pueblo natal, a donde se vio obligado a retornar. Pero la alianza quinquepartita que se pensaba formar, finalmente no se consolidó, porque solamente había cinco partidos y no se pusieron de acuerdo en quién sería el candidato único y seguro ganador. Por lo que su candidatura se vio frustrada y, tuvo que regresar a su puesto de abnegado “maestro” en aquella escuela del nivel medio superior en la cual debutara con sus supuestas clases de artes. La misma donde ya tenía algo más de diez años de ser aviador y cobrar su sueldo sin trabajar. Algunos especulan y rumorean: que el largo brazo fantasma de los Cortesanos de Cristóbal fueron quienes le tumbaron su probable candidatura.

Lo absurdo del asunto fue que por unas cuantas semanas Burundanga se perfiló como seguro candidato único de la alianza quinquepartita. Sus allegados estaban seguros que él iba a ser “El Bueno” (como se dice acá en México para referirse al seguro ganador). Y Burundanga ya se veía así mismo como futuro diputado y luego senador. Después, de Secretario en alguna de las tantas Secretarías ineptas que sufrimos en este país y, por último, ya hasta se soñaba como residente en Los Pinos. Así que, pregunto: ¿qué habría sucedido si la alianza quinquepartita siempre si se hubiese concretado y Burundanga hubiese sido realmente “El Bueno” como decían sus lambiscones allegados? Por eso México está patas arriba y al borde del estallido social. Porque de burundangas está lleno el sistema, el gobierno, el país: en todos sus órdenes.

C'est fini.

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