Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
Share this

Inicio de Usuario

Suscríbete!

Formulario para suscribirse

*Pinche y complete los datos para recibir en su e-mail cada número nuevo de nuestra revista.

Responder al comentario

OI, Aram Bartholl (2012) / Fotografía de Marta Hernández.

 

End User: identidad inmaterial puesta en obra

 

Marta Hernández Parraguez

 

El arribo de las nuevas tecnologías ha propiciado transformaciones en el curso del arte contemporáneo que nos exigen reflexionar acerca de los parámetros en los que se construye actualmente nuestra visualidad. Es cada vez más frecuente que los nuevos medios de producción de imágenes sean incorporados en la producción artística contemporánea, haciendo de lo digital y lo virtual, soporte y tema de varias obras realizadas durante las últimas décadas.

Internet ha sido sin duda forma y contenido de diversas propuestas artísticas desde que éste se propagara y reconociera como el gran medio de circulación y almacenamiento de información del siglo XXI. No obstante, muchas veces ha sido utilizado solo como un mero soporte que no parece más que ilustrar los alcances de las últimas tecnologías disponibles, sin problematizar necesariamente el fenómeno que él envuelve.

End Useres el título de uno de los tantos proyectos que intenta reflexionar, precisamente, sobre este fenómeno –las consecuencias sociales y culturales de Internet- y el cual reúne el trabajo de ocho artistas que exhiben actualmente sus propuestas en la galería Hayward Project Space en Londres.

El propósito de esta exposición es instalar una reflexión acerca de conceptos como privacidad, identidad y propiedad, directamente vinculados a la aceptación del contrato implícito de usuario de la Web. Si bien la muestra contempla trabajos que no parecieran más que una operación cínica respecto de los alcances y usos de Internet (como es el caso del trabajo de Aram Bartholl y sus carteles luminoso con las palabras “Open” e “Internet”), es posible encontrar obras más complejas como la de Erica Scourti en las que los límites entre identidad y condición de consumidor se desdibujan. Su proyecto consiste en haber escrito durante un año, un diario de vida a través de su cuenta de correo electrónico. Cada texto escrito fue enviado diariamente como mail a su propia dirección de correo, con el objetivo de registrar el tipo de anuncio publicitario que a partir de estos textos acerca de sí misma se generaban en el apartado de publicidad de su cuenta Gmail. El resultado “material” de dicho proceso es un video que registra las lecturas diarias que la artista hace de las palabras más recurrentes en los anuncios publicitarios que recibió, entre las que destacan: “stress”, “fear”, “sleep”, palabras que al mismo tiempo que describen rasgos de su personalidad, producen deseos y necesidades que Gmail está dispuesto a satisfacer por medio de alguno de los anuncios  publicitarios que le ofrece diariamente.   

 

Life in Ad words, Erica Scourti (2012-2013) / Fotografía de Marta Hernández.

 

Por su parte, el trabajo de Liz Sterry involucra también un proceso de varios meses en los que la artista recopiló información suficiente como para construir una réplica de la habitación de una bloguera canadiense a la que la artista siguió online, y a la que aparentemente nunca conoció personalmente. Según Sterry, la réplica instalada en el centro de la galería fue realizada a partir de la información que la misma bloguera publicaba en su blog, así como en otras redes sociales. La habitación contiene todo tipo de objetos, desde ropa tirada sobre el suelo, hasta la taza con que la bloguera probablemente toma café. Objetos de alguien cuya identidad -cuyo nombre completo- el público de la galería no conoce, pero que son posibles de ver a través de una ventana totalmente abierta.      

 

 

Kay’s Blog, Liz Sterry (2011) / Fotografía de Marta Hernández.

 

En una categoría levemente distante se encuentra la propuesta de Ami Clarke y Richard Cochrane. Si bien su trabajo también podría insertarse en esta línea de producción o reproducción de realidades a partir de pura información extraída desde la Web, en su caso se trata más bien de un registro visual, sonoro y gráfico del trabajo realizado por un buscador de palabras creado por los propios artistas. Por medio de un algoritmo que busca palabras desde páginas de noticias, de acuerdo al potencial provecho económico que dichas palabras pueden generar en el mercado, Clarke y Cochrane producen un video que muestra las palabras “mejor evaluadas” por dicho buscador –el cual que no deja de recordar la “máquina poeta” de Demian Schopf-, además de un diagrama que ilustra el funcionamiento del algoritmo utilizado, así como un gráfico de metal que da cuenta de la fluctuación en los valores de dichas palabras. En definitiva, tres representaciones del trabajo realizado por su propio dispositivo virtual.   

En sintonía con este trabajo se encuentra la obra de Tyler Coburn cuya operación consistió en enviar determinados textos a cinco trabajadores del sitio Web Mechanical Turk –sitio creado por Amazon para ofrecer “servicios que requieren de inteligencia humana” por medio de proveedores externos-, para que ellos los ilustraran a mano. Los textos que Coburn les envió hacían referencia a los efectos que los llamados ‘autómatas’ (máquinas que imitan el movimiento de un ser animado) ejercieron en el trabajo industrial y tecnológico del siglo XVIII. Si bien la labor que los trabajadores anónimos de este sitio web suelen hacer, está vinculada principalmente al procesamiento y clasificación de cierto tipo de imágenes -tarea que al parecer resulta más rápida y eficiente cuando es ejecutada por personas y no únicamente por softwares-, el trabajo que sin embargo, cinco de estos trabajadores realizaron para Tyler Coburn, requirió no solo de inteligencia humana y “trabajo manual”, sino también de su propia subjetivad para interpretar visualmente dichos textos. El trabajo finalmente expuesto en la galería consistió en la impresión de dichas ilustraciones enviadas por los trabajadores de Mechanical Turk, junto a los respectivos textos desde los cuales fueron interpretadas.

Podría decirse que los dibujos finalmente en exhibición, no solo promueven reflexiones respecto del rol y el valor del trabajo humano en el aparato virtual y tecnológico actual, sino también respecto del rol del mercado en la progresiva automatización y anonimato del trabajo humano en el mismo entramado social. En efecto, así como las propuestas de Erica Scourti y Liz Sterry traen a presencia una cierta identidad creada en base a las interpretaciones del mercado y de usuarios anónimos respectivamente, el trabajo de Tyler Coburn hace presente el anonimato que la Web promueve, no solo en términos de invisibilidad del trabajo de un determinado individuo, sino también en términos de su propia subjetividad, velada en este caso por códigos alfanuméricos como: A4H1NYJVE7C53 (nombre de uno de los autores de los dibujos expuestos).

En un tono más sencillo se encuentra la propuesta de Cory Arcangel en la que la operación de invisibilidad anteriormente planteada se invierte al atribuirle dotes artísticos (en este caso musicales) a cientos de gatos que han “alcanzado la fama” en la web. Su propuesta consiste en hacer coincidir una de las primeras composiciones atonales de vanguardia del siglo XX (Drei Klavierstücke, del pintor y músico austriaco Arnold Schoenberg) con 170 videos de gatos tocando el piano extraídos desde Youtube. Por medio de un trabajo de edición (cortado y pegado de cuadros), Arcangel pone en obra la clásica tensión entre vanguardia y entretención, haciéndola circular en Internet como parte del fenómeno “Cat in fan”. 

 

Drei Klavierstücke op.11, Cory Arcangel (2009)/ Fotografía de Marta Hernández.

 

Finalmente, y con un nivel de sencillez similar al de la propuesta de Arcangel, se encuentra el trabajo de Jon Rafman, quien realiza un procedimiento de captura de imágenes desde Google Street View, para luego proyectarlas en secuencia en una pantalla. El tipo de imágenes que Rafman capturar suele involucrar a personas en situaciones aparentemente problemáticas (una detención policial, el desmayo de un hombre en la calle, una mujer intentando suicidarse, etc.). Si bien el objetivo de su trabajo es planteado por el mismo artistas como una suerte de crítica a Google respecto de la propiedad de sus bases de datos, lo que pareciera estar también en juego aquí es la vulneración del derecho individual  de no publicación de aquellas personas registradas por las cámaras de Google. En este sentido, lo que las imágenes expuestas aquí parecieran provocar, no es solo el vértigo de la creciente pérdida de privacidad que los nuevos medios informáticos promueven, sino también la imposibilidad de reconocer y atribuir una identidad a las personas que pueden ser potencialmente registradas y puestas a circular como datos en la Web. Imposibilidad que, por cierto, se ve reforzada por el velo que la misma empresa produce a través de recursos técnicos como el pixelado o el desenfoque del rostro -de la identidad- de las personas registradas. 

 

9 Eyes, Jon Rafman (2009-2014) / Fotografía de Marta Hernández.

 

Si bien las posibilidades que Internet abrió en términos de inmediatez y acceso a la información son innegables, también lo es su participación en la progresiva dilución de la brecha entre privacidad y exhibición pública, así como entre mercado y deseo. Pero sin duda lo es también respecto de su participación en la progresiva desmaterialización de las identidades, así como también en el proceso de desmaterialización del mismo arte y su ingreso en la lógica de flujos.    

Ciertamente, las propuestas expuestas en End User proponen reflexiones respecto a estos fenómenos, pues se trata, en su mayoría, de trabajos que utilizan las tecnologías disponibles actualmente, pero que a la vez las interrogan. Es decir, trabajos que nos hacen reflexionar no solo en torno a las consecuencias de los nuevos medios de producción y circulación de imágenes, sino también en torno a la materialidad –o inmaterialidad- de las propias obras.   

Considerando el gran número de obras que, a diferencia de las presentadas en End user, hacen uso de las redes y las nuevas tecnologías solo como mero soporte, cabría preguntarse entonces por las limitaciones estético-político que este tipo de trabajos podría sostener. Preguntarse por el frágil límite entre la utilización de una técnica o un medio para revelar sus propias contradicciones, y el dejarse inmergir  por él. En efecto, si “el arte ejerce esta voluntad crítica sobre la técnica cuando la interroga y no simplemente cuando se deja hablar por ella” (Rojas, 2012), muchas de las propuestas sostenidas inmaterialmente en las redes de comunicación e información, ¿no corren acaso el riesgo de disolverse en la virtualidad y fugacidad  misma del medio en el que se soportan?


Referencias:

Rojas, Sergio (2012). El Arte Agotado, Sangría Editores, Santiago de Chile. 


Marta Hernández Parraguez (Santiago de Chile, 1981)

Artista visual, teórica del arte y docente. Actualmente reside en Londres.

Responder

  • Allowed HTML tags: <a> <em> <strong> <cite> <code> <ul> <ol> <li> <dl> <dt> <dd>

Más información sobre opciones de formato

CAPTCHA
Esta pregunta es para verificar que eres human@, completa el espacio con los signos de la imagen.
11 + 3 =
Solve this simple math problem and enter the result. E.g. for 1+3, enter 4.
By submitting this form, you accept the Mollom privacy policy.