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realizar…la acción
Mujer, performance y cine
Alberto Caballero
Conclusiones
Pensar la acción, la acción de pensar
de Antígona a Hildegard Von Bingen y Annah Harendt
Conclusiones, que no son un cierre.
Pensar la acción, la acción de pensar
de
Antígona
a
Hildegard Von Bingen
y
Annah Harendt
…dejo pendiente dos cuestiones una: la relación entre Antígona y Hannah Arendt, y dos: abrochamiento entre la primera película de Margarethe von Trotta y esta que dedica a Hannah Arendt
Las mujeres a la performance I
Antecedentes de la performance en el cine
Hildegard Von Bingen
y
Las mujeres a la performance XIV
Pensarla acción
Hannah Arendt
Entre Antígona, Hildergard y Hannah Arendt, las variables son las mismas: el derecho a pensar, el padre de la ley, y el discurso, con estas varibles intentaremos construir las Conclusiones, el reto es significativo: ¿Ha sido la acción la que ha llevado a la mujer más allá del significante? ¿Ha sido la performance que ha llevado a la mujer más allá de la representación?
El padre de la Ley, la Ley del padre:
No quiero explayarme demasiado en el ‘caso Antígona’, ya que es una obra muy conocida de Sófocles, es un texto muy trabajado en distintos ámbitos del pensamiento, solo señalar algunos puntos que nos sirvan de anclaje a la línea que estamos trabajando. La cuestión de la Ley del padre (lo público) y la ley de la familia (lo privado) es el eje del ‘discurso de Antígona’ ante la Asamblea y ante Creonte. Antígona defiende la ley de la familia ante la ley de la ciudad, al hermano (Polinices) ante el guerrero. Este discurso es uno de los fundadores de la civilización occidental, de tal manera que ha llegado hasta ahora, hasta cada una de las democracias occidentales: la vida pública y la vida privada de los gobernantes, incluso de todos los ciudadanos.
En este caso particular es una mujer (Antígona) que ante la Ley del padre (lo universal) propone una ley de la familia (lo particular), que ante la Ley del padre hace un llamado al padre de la Ley (Creonte) para salvar la vida de su hermano, el guerrero que ha traicionado a la ciudad. Recordemos que Antígona es hija de Edipo, o sea Edipo es Rey pero también es su padre. Esta ambivalencia entre lo universal y lo particular va atravesando todo el decir y el hacer de occidente.
Antígona tiene derecho a decir, pero no a decidir, aunque al decir ha decidido por salvar la vida de su hermano, más allá de la Ley del padre, de la Ley de la Ciudad. Esto la coloca en una posición extremadamente difícil, el no poder hacer con su decir la empuja a ‘un pasaje al acto’, al suicidio. Aquí encontramos otro elemento fundamental de la cultura occidental, además del discurso el suicidio (Sócrates, Antígona…). La palabra y el acto, uno con el otro.
El discurso en tanto discurso del Otro.
Esto es lo que defiende Hildegard Von Bingen, no habla por hablar, cuando dice lo hace, defiende el peso de la palabra, el acto que debe acompañar a la palabra. En este caso se trata del discurso del Otro, Dios como Otro (Gran Otro) le habla y ella tiene que hacer lo que el Otro le dice, se trata de una orientación, llevar el discurso del Otro al hacer cotidiano, ordena y orienta el pensamiento, las oraciones, y el hacer cotidiano del monasterio, se trata de ‘una orden religiosa’. El discurso de la religión orienta la orden religiosa. Y, cuando el otro se sale de esa orientación en beneficio de lo particular, de lo propio, Hildegard reorienta, reconduce, separa, diferencia.
Hildergard va a oscilar entre un discurso religioso y un discurso científico, en ambos es extremadamente rigurosa, y con ambos dice, representa y sobre todo escribe. Se coloca en la Ley del padre ante el padre de la Ley (ante el discurso del Amo) que quiere imponer sus normas, usa la representación en forma de música, de obra de teatro, y sobre todo escribe, mejor dicho trascribe ‘las palabras divinas’ en textos de gran belleza o en forma de temas musicales, hasta entonces ambas expresiones solo eran usadas por hombres, Hildegard pone a la mujer en la posición no solo de decir si no también de hacer con lo que dice. Se hace responsable ‘de la palabra del Otro’ y lleva a cabo lo que dice.
El discurso como límite al goce
Mil años después, Annah Harendt quiere aprender a pensar, a pensar por sí misma, le reclama al otro que le enseñe a pensar, dando a entender que para pensar hay que aprender a pensar, de la misma manera que hablar no es lo mismo que decir en sentido discursivo. Pensar y discurrir indican una orientación, más allá de un ordenamiento de las palabras, hablar. De la misma, aunque de otra manera, Annah Harendt está atravesada por dos discursos, el discurso religioso (el judaísmo) y el discurso de la filosofía (un modo del discurso de la ciencia), y de la misma manera da discursos (clases dentro y fuera de la universidad) y escribe libros sobre lo que dice. El discurrir y el escribir se anudan todo el tiempo. De la misma manera pertenece a una orden (la universidad, recordemos que las universidades nacieron en los monasterios) y rechaza esta orden, este mandato del Otro: no soy judía, no soy familiar, no soy de Israel, no tengo lugar. Aunque lo hace dentro de la institución del Otro, la universidad y el Estado, dice: no me van a echar de la universidad, no me van a echar de América (como le había sucedido en Alemania). No solo defiende el derecho a pensar sino el derecho a decir, más allá del padre la Ley, del discurso dominante.
¿Pero en qué punto Annah Harendt retoma el discurso de Antígona? La dicotomía entre lo público y lo privado. Polinices y Eichmann, Annah Harendt nos propone nuevamente revisar lo público y lo privado, lo universal y lo particular, el crimen universal frente a la idiotez particular. Así como Polinices pone en peligro la seguridad de Tebas por la idiotez particular, Eichmann no se puede hacer responsable por su idiotez de un crimen universal, no es nombrado como tal, solo responde a los mandatos del Otro, el mal radical se ha convertido en un mal banal. Ante la caída del Discurso del Otro, ante la caída del Otro, será el dominio del mal banal.
Se trata de una idea más radical, el crimen original ya se ha producido en el principio de los tiempos, el destierro de Adán y Eva, Caín mata a Abel, el destierro de Ismael por Abraham, se repite con la traición de Judas, etc.etc. De la misma manera que el asesinato del padre permite la instauración de la Ley del Padre, así lo señala Freud en ‘Tótem y Tabú’, cuando los hijos matan al padre de la ley instauran la Ley del padre, el Otro tiene a todos bajo la Ley. Si aceptamos que el destierro (del paraíso) y el asesinato (del padre) están de entrada, solo nos queda ‘lo banal’, ‘lo particular’, hacer el idiota.
A través de Antígona, Hildegard y Harendt vemos como la mujer puede ir más allá de Ley, para indicarnos el fallo, la falta, lo que barra al Otro (de A a A/), no se asume toda dentro de la ley, lo que es lo mismo decir dentro de la representación. Ni una ni otra quiere ocupar el lugar del Otro, sino mostrarnos no solo donde falla, sino que de entrada ya esta barrado (A/). No se trata de estar sujeta al objeto o ser objeto del Otro, sino de posicionarse como S (A/) sujeto al Otro barrado. No se trata de ocupar el lugar del representante de la representación o la búsqueda de la representación (como es el caso de Leonardo o de Lutero entre otros), sino señalar que esta búsqueda siempre será fallida, será banal.
Dos extremos, uno cuando quedan atrapadas en este ir más allá (Camille Claudel, Dora Mar, entre otras), y el otro extremo, más cercano, sostener a Otro sin barrar, Margarette Tatcher y ahora Angela Merkel, que es lo mismo que decir el Discurso del Uno, ocupar el lugar del Padre de la Ley o que es lo mismo que decir ocupar el lugar del representante representativo.
Margarethe von Trottao la relación entre gozar y pensar, hacen Banda de Moebius entre los dos personajes: Hildegard Von Bingen y Annah Harendt. En la primera el mandato de gozar estaba previo, en su maestra (la madre superiora), en el cuerpo de goce, ella trata de pasar de esta sustancia gozante a la sustancia pensante, es lo que intenta trasmitir a sus discípulas. En la segunda aprende de su maestro (su profesor de filosofía) de esta sustancia pensante, del goce del Otro al goce de pensar. Del cuerpo al cuerpo de la palabra, pasando por el cuerpo de la escritura, la escritura toma cuerpo en cada uno de los pasajes, en la medida que el goce queda reducido a la escritura.
De allí que predicar y trasmitir son dos formas performáticas de la relación entre el goce y la ley, el goce de pensar y la ley del goce, como somos gozados por el Otro. Una cosa es la Ley y otra es el uso que se hace de ella, entre la Ley y su interpretación, entre el Mal radical y la banalidad del mal, dice HA. Entre regular el Mal (el Goce del Otro) y banalizarlo (el goce corriente del idiota). Lo dice de Eichmann: no podía pensar por sí mismo, solo recibía órdenes, era meramente un burócrata, un idiota. Es hacer de la Ley algo corriente, no es lo mismo la Ley que organiza una sociedad que las normas de transito o las normas del futbol. En las dos películas esto muy claro: en la primera en la relación con su discípula, le dice a los padres que no se la lleven ‘al mundo’ fuera del monasterio, que no la saquen del discurso religioso en el que se había formado, para llevarla al discurso corriente (a gestionar un monasterio), en el segundo caso es lo contrario, acusar a un hombre que está en un discurso corriente (que es un burócrata, que recibe órdenes) de ser responsable de un Mal a la Humanidad, solo era responsable de que los judíos subieran a los trenes.
Godard en su última película ‘Adieu au Langage’ dice: no es cuestión de pensar o no pensar, sino de hasta donde se puede pensar, una cosa es el obrero que puede pensar en el trabajo que hace con la maquina, en la cadena de montaje, y el otro el que puede pensar en los cambios sociales que favorezcan a la clase trabajadora. ¿Cuál es la dimensión de este goce? ¿De qué sujeto se trata en cada caso? De la misma manera sucede en cada una de las películas que nos ocupan, en la primera las novicias o monjas que solo podían pensar en su hacer cotidiano o en rezar para salvar su alma (del Mal) y en aquellas en la trascendencia de lo que hacían, esto es lo que HA intentaba trasmitir a sus amigos (profesores de universidad o sionistas) o a sus discípulos, pensar no quiere decir gozarpensante, la acción de pensar, sino la dimensión de dichos pensamientos, la trascendencia de dicha acción.
No se trata de la acción por la acción sino que dicha acción trasciende mas allá, lo investigamos, lo leimos en esta serie, la trascendencia de las acciones de Camille Claudel, de Louise Bourgeois, de Margarite Duras, Ana Mendieta, de Yoko Ono de Chantal Ackerman, entre otras. Del Uno a una por una.
Alberto Caballero, Barcelona, Diciembre 2014