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REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Perfiles Culturales
Eliseo Reclus

 

Eliseo Reclus y La Geografía Subversiva 1

 

 

 

Rodrigo Quesada Monge2

 

La anarquía es la máxima expresión del orden

Eliseo Reclus

 

Introducción

La eminencia biográfica de este artículo reside en la recuperación de algunos datos de la vida cotidiana de los hermanos Reclus, que nos permitirán entender muchas de las reflexiones y análisis que se hacen luego. Sin embargo, la trama biográfica de Eliseo y Elías Reclus, sin olvidar algunas menciones al pasar de los otros hermanos, tales como Paul o Louise, no reposa en el simple informe curioso y mórbido, sino, más que nada, en los comportamientos y actitudes existenciales que permiten explicar algunas de las grandes decisiones políticas, científicas e ideológicas tomadas por los dos hermanos, sobre los cuales se enfatiza en este capítulo.

Buscamos entender, en esta ocasión, como lo hemos hecho con otros autores anarquistas3, ciertos movimientos ideológicos, políticos y, por qué no, vitales, que nos permitirán tener una visión más clara, del trajinar científico y social de uno de los autores más complejos y contradictorios que ha producido el anarquismo. Con Eliseo Reclus, sucede una cuestión bastante curiosa, y es que a él nunca le preocuparon las contradicciones analíticas y hermenéuticas en las que incurrió con frecuencia, cuando elaboraba su ideario libertario, según veremos en capítulos posteriores. La metodología científica, sin embargo, lo obligó a depurar sus argumentos cuando se trató de los estudios geográficos, sofisticados y complejos en los que se involucró, en el momento en que emprendió la realización de tres de las más grandes obras geográficas de todos los tiempos. En estos casos, las contradicciones argumentales eran un lujo que no podía darse.

Los intereses políticos, académicos y existenciales que unieron tan estrechamente las vidas de Eliseo y Elías Reclus, solo pueden comprenderse a partir de las características particulares de la educación que recibieran de un padre y de una madre, a todas luces excepcionales. Tal excepcionalidad no residió tanto en la prolífica familia que lograron integrar, pues si todos los hijos hubieran vivido la prole hubiera crecido a unos dieciséis, sino en que, en estas condiciones, por encima de lo usual, los padres alcanzaron a mantener la disciplina de trabajo, la probidad ética y las esperanzas profesionales, humanas y sociales de todos los hijos, pues éstos terminaron siendo hombres y mujeres de bien, como acostumbraba a decir la burguesía decimonónica.

Con este artículo, el autor intentará realizar un retrato de la cálida y comprometida amistad filial, humana y académica que los hermanos Eliseo y Elías, a lo largo de sus vidas, lograron tejer desde una trabazón de temas, preocupaciones e intereses similares en cuanto a resultados, productividad y legados, fertilizados con el afán creativo en las ciencias naturales, las humanísticas y sociales. Esta agenda de aspiraciones científicas compartidas, encajó milagrosamente bien con otro orden de inquietudes, como lo fueron los asuntos políticos, los cuales se encuentran en la esencia misma de la orientación que los hermanos Reclus imprimieron a sus quehaceres académicos. Es decir, en el buen hacer científico de estos hermanos, dentro del mundo de la geografía y de la etnología, dos ciencias que por los años en que ellos vivieron, apenas despegaban, no es posible separar el dato, la dimensión fáctica de la investigación, de sus reflexiones políticas y sociales. La geografía para Eliseo y la etnología para Elías, alcanzaron su mayoría de edad en el momento en que ambas ciencias fueron capaces de hacernos comprender, que era posible la construcción de un mundo más justo y humano, en el aquí y en el ahora.

 

             La casa paterna

 

Elisée Reclus (1830-1905), como sería su nombre en francés, fue uno de los más prolíficos geógrafos del siglo XIX, y tal vez de todos los tiempos. Su capacidad de producción académica, de investigación y escritura cotidiana es un ejemplo extraordinario, sobre los distintos procedimientos desarrollados por los científicos y académicos europeos, durante el siglo XIX, el de la industrialización, de los grandes descubrimientos comerciales, marítimos, geográficos y tecnológicos. No cabe duda de que las ambiciosas propuestas temáticas, metodológicas, técnicas y analíticas, hechas por Reclus con relación al quehacer del geógrafo y de la geografía, como disciplina, siguen asombrando al mundo científico, académico y político de nuestros días.

Pero Reclus estuvo ignorado durante muchos años por ese mismo mundo académico y científico europeo, debido a razones que hoy no están debidamente esclarecidas. En el presente, cuando muchas de sus grandes preocupaciones, como la tecnología, el papel de la ciudad en el desarrollo de las civilizaciones, la evolución histórica de los estados, la ecología y otras, han pasado a ser asuntos que motivan y aquejan a los científicos contemporáneos, sus rigurosos y profundos trabajos de investigación, han vuelto a ser editados para bien de las nuevas generaciones de geógrafos, historiadores, antropólogos, sociólogos y politólogos.

Sin embargo, casi la totalidad de su correspondencia, así como sus obras mayores, esto es La Tierra, descripción histórica de la vida del globo (en dos volúmenes), Nueva Geografía Universal (en diecinueve volúmenes) y El Hombre y la Tierra (en seis volúmenes), no han sido traducidas por completo, o reeditadas en español desde hace mucho tiempo. Las explicaciones para estas carencias en nuestro idioma, pueden provenir de que mucha de la producción científica e ideológica de Reclus pasó por España, sin encontrar el ambiente propicio, debido al fuerte ascendiente religioso característico de las estructuras políticas y sociales españolas, visceralmente contrarias al ideario anarquista, durante gran parte del siglo diecinueve y del veinte. No obstante, esta sentida ausencia de uno de los pensadores más rigurosos de la Europa de entonces, se ha ido solucionando paso a paso, desde México, Argentina, Brasil y Chile. Cabe pensar, también, que, debido a que Reclus nunca fue reconocido por el medio universitario francés, sus obras apenas han recibido la atención indicada en otros países, donde la influencia editorial francesa es considerable, como es el caso español otra vez.

Muchos intelectuales, académicos y políticos se preguntan todavía de dónde pudo haber surgido semejante capacidad de producción científica, en un hombre que se casó tres veces, tuvo varios hijos de los cuales solo dos niñas sobrevivieron, y además dispuso de tiempo y de energía para viajar incansablemente por casi todo el mundo conocido en su época, e involucrarse de pleno en las actividades políticas y propagandísticas del movimiento anarquista, tanto así como para ir a parar con sus huesos a las cárceles francesas, debido a su beligerante participación en las acciones emprendidas por la Comuna de París, que sería reprimida de una forma sangrienta y cruel en 1871.

Algunos sostienen que ello se debió a la fuerte influencia de su padre, el pastor protestante Jacques Reclus (1796-1882), quien sometió a sus once hijos a una férrea disciplina de estudio, oración y trabajo, en la que predominaba, paradójicamente, una ilimitada defensa de la libertad de escogencia, para establecer las formas de comunicación que cada uno considerara correctas en sus relaciones con Dios. La madre, Marguerite Zéline Trigant (1805-1887), resultó, a la larga, un noble y dulce contrapeso de las escabrosas consecuencias generadas por la insólita rigidez del padre. Eliseo mantuvo a lo largo de su vida, una sostenida e intensa correspondencia con su madre, a la que le confesaba, con lujo de detalles, sus aspiraciones más íntimas.

De los cinco varones, hermanos de Eliseo, Elías (1827-1904) el mayor, tuvo una participación política y afectiva sustancial en la vida del primero. Luego vinieron, Onésimo (1837-1916), Armando (1843-1916) y Paul (1847-1914). Las hermanas fueron, Loïs (1831-1910), Marie (1832-1918), Louise (1835-1917), Nóemi (1841-1915), Zéline (18138-1911) y Ioanna (1845-1937), sin contar a Suzi que moriría a los veinte años y Anna, quien no iría más allá de su primer año de vida. Todos ellos, como puede verse, vivieron vidas largas y productivas, según nos cuenta el profesor Dunbar4. Se puede agregar, además, que el comunismo místico del padre, quien nunca buscó regalías de ninguna especie de parte de la iglesia, infundió en sus hijos un sentido de la solidaridad y de la cooperación, que se nota con certeza en las distintas formas de colaboración desarrolladas por los hermanos Reclus entre sí. No sólo Elías, sino también Onésimo, Paul y las hermanas, contribuyeron en el quehacer investigativo que las obras de Eliseo demandaban; ello junto a la colaboración internacional procedente de notables investigadores extranjeros, como Pedro Kropotkin (1842-1921), el eminente geógrafo y teórico anarquista ruso5.

El gran amor por la literatura que la madre, Marguerite, les transfirió a todos sus hijos, y los grandes esfuerzos que hacía Jacques, el padre, por vivir de acuerdo con su conciencia, y no según lo esperaban las iglesias para las cuales trabajó, que no solo lo hicieron ser reconocido como un “protestante entre protestantes”, es decir, siempre inconforme con el lugar donde se encontraba, sino también como un hombre bueno, generoso y espiritual, fueron factores decisivos en la formación ética e intelectual de los hermanos Reclus6.

Esta actitud del padre, quien abandonó la Iglesia Reformada Francesa, donde se desempeñó como pastor y educador, en la ciudad de Sainte-Foy-la-Grande, a orillas del río Dordoña, lugar de nacimiento de Eliseo, para trasladarse a una iglesia más libre en Orthéz, lo que le garantizaba mayor libertad de movimiento y de convicciones, sembró en la mente de Eliseo y la de sus hermanos, un sentido de la responsabilidad sobre lo que se piensa y se siente en relación con el mundo que nos rodea, de profundas consecuencias en el largo plazo, pues, en el caso particular de Eliseo y de Elías, ese tono sacrificial los llevó a exponer sus vidas en los hechos que condujeron al baño de sangre de la Comuna de París.

La búsqueda constante de formas de vida alternativas, en las cuales las convenciones y los rituales no estuvieran presentes, o al menos no fueran el punto de partida y de llegada de la vida de las personas, fue una constante en la vida familiar de los Reclus, una impronta establecida por los padres, para quienes la vida no podía reducirse a lo que se comería o bebería al día siguiente. La búsqueda y la concreción de los sueños, el esfuerzo sostenido por transmitirles a las personas que existen otras posibilidades más allá del aquí y del ahora, eran componentes regulares en las conversaciones y en la correspondencia de la familia. Eliseo y Elías, el hermano mayor, compartieron intensamente esa aspiración por la utopía, a la cual luego, el primero, le acercaría sus pretensiones científicas, logrando una rara síntesis entre Utopía y Ciencia, que aún desconcierta a muchos pensadores y analistas del presente, porque, en un mundo tan concreto como el nuestro, en el cual solo cuenta la porción de poder de que se dispone en la vida cotidiana, tal clase de ensoñaciones, parecieran llegadas de otro tiempo7.

 

Delirios revolucionarios, imperialismo y ciencia

 

La participación activa, diaria, beligerante y productiva de los dos hermanos Reclus, Elías y Eliseo, en los hechos de la Comuna de París de 1871, todavía es motivo de debate y discusión entre los académicos e historiadores, pues, para algunos, este protagonismo de ambos, no se quedó en la simple contemplación periodística de lo acontecido, o en las reflexiones teóricas a distancia y a posteriori, a la manera de los marxistas recalcitrantes, sino que implicaron cárcel, maltrato, humillaciones y la amenaza de ser enviados a los campos de prisioneros que los franceses mantenían en Nueva Caledonia, famosos por su crueldad.

Elías, el hermano mayor, quien fuera director de la Biblioteca Nacional de París, durante veinticuatro días, no tuvo tiempo de hacer grandes cosas con este puesto que puso en sus manos el Comité Central de la Comuna, pero logró, al menos, sembrar la duda y la esperanza de que era posible tomar todo aquel acervo cultural y ponerlo al servicio de la clase trabajadora. Si la prensa burguesa de la época terminó sorprendida porque los obreros levantados de París, no habían quemado ni destruido ni un solo libro de aquella majestuosa y venerable biblioteca, fue porque dicha burguesía, desgarrada por las contradicciones políticas e ideológicas, prefirió aniquilar a palos a la clase trabajadora parisina, antes que hacerle frente al invasor prusiano, que contribuyó estrechamente con el gobierno de Thiers para que la carnicería fuera lo más completa posible.

Recordemos que algunos de los monumentos adorados por la aristocracia y la alta burguesía francesas (como la columna imperial en la Plaza Vendome y la estatua de Votaire), que terminarían hechos añicos a manos de los obreros sublevados, fueron precisamente los más representativos primero de las aspiraciones imperiales de Francia, que empezaban a tomar forma por aquellos años, y segundo el símbolo ignominioso de la opresión y la barbarie como era la cuchilla por la que pasarían miles de trabajadores, una vez que la Comuna hubiera sido derrotada8.

La cotidianidad de la Comuna, tan bien retratada por hombres y mujeres como Lissagaray, Louis Michel y Elías Reclus, en diarios, documentos, cartas y artículos periodísticos de profunda preocupación analítica, le permite al historiador de hoy disponer de documentos invaluables, sobre el proceso de formación de las ideas anarquistas de los hermanos Reclus. Sobre todo cuando es casi ineludible sostener que a ellos se los puede considerar entre los fundadores originarios del pensamiento y el accionar de los anarquistas, en el preciso momento en que las decisiones políticas, y los eventos militares que se están fraguando, ante sus ojos, revelan un conjunto de personalidades y escenarios decisivos, para comprender la articulación de ese cuerpo de teorías y de métodos que se ha llegado a conocer como anarquismo9.

Son los años de 1872 a 1877, años decisivos en muchos sentidos, no sólo para los hermanos Reclus, que se encuentran exiliados, sino también para la nación francesa, la cual, a partir de este momento, seguirá el camino trazado por las tensiones internacionales que los imperios ruso, inglés y alemán, estaban a punto de provocarle a la humanidad. Tales tensiones terminarán decantadas definitivamente, a partir de 1884, cuando la Conferencia de Berlín se decidió por la atroz política de empezar por repartirse África, y luego el mundo, un trayecto espeluznante que conducirá indefectiblemente hacia la Primera Guerra Mundial. Ese largo período de estabilidad de la Tercera República, entre 1877 y 1940, cuando los nazis ocuparon de nuevo París, le garantizó a la burguesía imperialista francesa una atmósfera relativamente homogénea en términos políticos e ideológicos, para iniciar una carrera colonialista cuyas consecuencias serían incalculables.

Aquí reside una de las diferencias fundamentales entre la clase de estudios realizados por Eliseo Reclus, sobre el expansionismo colonialista europeo, y el amenazador imperialismo norteamericano, que él sin embargo no llama así, y los sofisticados y complejos análisis elaborados por figuras del calibre de Rosa Luxemburgo, Lenin, Kautzky o Trotksky. Existe en el trabajo de Reclus una sostenida preocupación por el espacio y sus distintas manifestaciones cuando dos formas de civilización entran en contacto. La geografía física le permitió precisar los contornos de la materia en estudio, sobre todo cuando se trataba de una regionalización que requería constantemente de ser mapeada, si cabe el término, y su noción de espacio, apenas intuida, llegará con el tiempo a convertirse en un instrumento descriptivo y analítico imprescindible cuando asumió sus reiterados y, con frecuencia, muy prudentes acercamientos al problema del colonialismo.

La noción de imperialismo llegó a convertirse en un dispositivo teórico que los economistas marxistas volvieron suyo, sin que fuera posible el ingreso dinámico de otras explicaciones, como aquellas relacionadas con la civilización, la cultura y la vida cotidiana, temas que acercarían el trabajo realizado en etnología por Elías Reclus, y en la historia como el realizado por Pedro Kropotkin.

De esta manera la particular sensibilidad del etnólogo y del historiador en ambos casos mencionados, hicieron que el encuadre político e ideológico ofrecido por el anarquismo precoz de Eliseo Reclus, no encontrara obstáculos para disociarse de las explicaciones talmúdicas de los marxistas más ortodoxos, sobre los problemas relacionados con el desarrollo de las civilizaciones en un conjunto de espacios determinados, en constante conflicto y confrontación. Es aquí donde resulta menos que elegante, y más que abusiva, la afirmación de Marx y Engels, de que Reclus no era otra cosa que un simple compilador, cuando el trabajo del segundo sobre los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado, es casi un plagio total del trabajo del antropólogo norteamericano Lewis H. Morgan (1818-1881), quien por esa época, los años setenta del siglo XIX (su obra principal Ancient Society es de 1877), propuso una nueva sistematización teórica de tales asuntos, la cual no pasó desapercibida a los fundadores del socialismo autoritario.

Para los marxistas el problema del imperialismo está estrechamente relacionado con el funcionamiento de la economía capitalista. Es decir, para ellos, el imperialismo es esencialmente una categoría económica10. Para los geógrafos libertarios, como Eliseo Reclus y Pedro Kropotkin, el imperialismo es un asunto espacial. Con gran sabiduría, sin embargo, geógrafos marxistas del presente, como el británico David Harvey, se han servido de ambos enfoques, brindando, de esta forma, un tratamiento enriquecido de la noción de espacio, en la cual el conflicto es abordado no como una cuestión eminentemente económica, sino como una forma de articular distintas respuestas a los encuentros históricos entre unidades espaciales complejas y diversas. Así ha llegado a comprenderse con perfecta claridad que la teoría del imperialismo de inspiración marxista es nada sin la noción de espacio, puntal teórico y técnico de las investigaciones de los geógrafos libertarios.

Por eso no debería extrañar que tanto para el geógrafo Eliseo Reclus como para el etnólogo Elías Reclus, la geografía física haya sido tan decisiva en sus investigaciones de los pueblos y de las civilizaciones a lo largo de la historia, pues de esta forma han podido retratar con suma precisión los distintos mecanismos de apropiación del espacio y sus transmutaciones culturales en la vida cotidiana. Basta consultar los seis tomos de la obra de Eliseo Reclus titulada El hombre y la tierra11 para apercibirse de que una nueva forma de hacer geografía había dado inicio con el nacimiento del siglo veinte. Como bien lo anota una de sus mayores conocedoras, se trata en realidad de un tratado de geografía humana y social, que abría puertas, pistas y surcos totalmente inéditos en la investigación geográfica12. Esa insospechada novedad analítica, reñida con el hieratismo político que esperaba su tradicional casa editorial Hachette, hizo que la mencionada obra de Reclus no fuera publicada en vida. Lo sería entre 1906 y 1908 por la Librería Universal de París y bajo la tutela de su sobrino Paul, hijo de Elías, cuando el muerto ya era inofensivo para un gran sector de la academia francesa, gazmoña y acomodaticia.

Siempre fue un problema para su casa editorial Hachette, la inquietud política e ideológica de Eliseo Reclus. Cuando estuvo preso, y a punto de ser condenado a los campos de trabajo de Nueva Caledonia, a raíz de su participación activa y beligerante en la Comuna de París de 1871, Reclus se convirtió en un maldito t, en un paria, y fue debido a su inteligencia y a su enorme intuición geográfica, que la casa editorial mencionada, estrujó sus escrúpulos y decidió publicar sus trabajos, bajo el entendido de que ninguna de sus ideas políticas, sociales o religiosas se escurriría en los argumentos “científicos” que se esperaban de él. Por supuesto que el apoyo de la comunidad académica internacional, sobre todo británica y norteamericana, tuvo un papel protagónico incuestionable, para lograr que la condena a trabajos forzados en Nueva Caledonia, fuera conmutada por el exilio.

Después de haber invertido casi veinte años de su vida en la preparación y redacción de la Nouvelle Geographie Universelle (entre 1876 y 1894), para que fuera publicada en pequeños fascículos al alcance de todos los bolsillos, Eliseo Reclus, asumió una última posición rebelde, y se decidió por escribir El hombre y la tierra como una especie de conclusión de aquella, pero en la que (originalmente pensada en dos volúmenes, creció hasta seis), todas sus ideas, intuiciones y revelaciones más profundas serían desplegadas sin contemplaciones. Obviamente Hachette se negó a publicarla. Ya no era el Eliseo Reclus del pasado a quien le habían publicado dos obras maravillosas para niños, como Historia de un riachuelo (1869) e Historia de una montaña (1880), en las que se exponen por primera vez argumentos geográficos de gran complejidad al alcance de los más pequeños. La belleza y la poesía de esas dos obritas, siguen insuperadas hasta nuestros días, pues resulta inaudito que de la rigidez y dureza del científico abrumado por las estadísticas y las descripciones, Eliseo Reclus hubiera podido dar el salto con tanta facilidad hacia el lenguaje enamorado de la vida propio de los niños. La misma transparencia está presente en el único libro teórico que Reclus escribiera en 1897, titulado La evolución, la revolución y la idea del anarquismo.

 

Continua en el próximo N° de la revista, ensayo en 3 capítulos.

Fuente de la imagen: Fotografía de Eliseo Reclus tomada por el fotógrafo Nadar, del archivo de Wikimedia, es de dominio público: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:EliseeReclusNadar.jpg?uselang=es

 


1 Este ensayo es el primer capítulo de una obra compuesta por seis, y que lleva el mismo título. La noción de “geografía subversiva” es de John P. Clark. Elisée Reclus. Natura e Societá. Scritti di Geografia sovversiva (Milano: Eléuthera. 1999).

2 Historiador (1952), escritor y catedrático costarricense jubilado de la UNA-Costa Rica. Premio (1998) de la Academia de Geografía e Historia de su país. Su obra más reciente es La fuga de Kropotkin (Santiago de Chile: Editorial Eleuterio. 2013).

3 Véase nuestro último ensayo mencionado arriba.

4 Gary S. Dunbar. Elisée Reclus. Historian of Nature (Connecticut: Archon Books. 1978) P. 18.

5 Véase nuestro ensayo La fuga de Kropotkin (Santiago de Chile: Ediciones Eleuterio. 2013).

6 Elisée Reclus. Natura e Societá. Scritti di geografia sovversiva a cura di John P. Clark (Milano: Eléuthera. 1999) P. 12.

7 Marie Fleming. The Anarchist Way to Socialism. Elisée Reclus and Nineteenth-Century European Anarchism (Rowman and Littelfield, USA. 1979) Capítulo 1.

8 Kristin Ross. The Emergence of Social Space. Rimbaud and the Paris Commune (London & New York: Verso Books. 2008) Introducción y Capítulo 1.

9 Federico Ferretti. La Comuna de París y los orígenes del pensamiento anarquista: la experiencia de los hermanos Reclus. Germinal No. 8. Octubre de 2009. Versión digital.

10 Sobre estos temas véase el extraordinario trabajo de Richard B. Day and Daniel Gaido. Discovering Imperialism. Social Democracy to World War I (Chicago, Il: Haymarket Books. 2011).

11 La versión que aquí utilizamos es la traducción de Anselmo Lorenzo (Barcelona: Centro Enciclopédico de Cultura. 1933). 6 vols.

12 Elisée Réclus. El hombre y la tierra (México: Fondo de Cultura Económica. 1986. Traducción de Carlota Vallée Lazo) Compilación de la obra en seis volúmenes realizada por Béatrice Giblin. P. 57.

 

Escáner Cultural nº: 
166

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