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UN SEGUNDO PARA DUDAR
María Inés del Águila
Las sucesivas notas que comenzaré a escribir de ahora en más, tienen como finalidad generar algunas dudas. Al menos las suficientes para destruir algunas certezas de nuestro tiempo… al menos del tiempo que lleva la ciencia moderna, el capitalismo, la teoría de la evolución y el progreso, la noción de individuo y la de pecado. El tiempo que lleva también el sesgo femenino de casi todas las tentaciones cristianas. Permitámonos asimismo dudar de las certezas construidas desde la cosmovisión dualista hegemónica de occidente: naturaleza o cultura; objetivo o subjetivo; hombre o mujer; bueno o malo; paz o guerra; desarrollo o subdesarrollo; ciencias duras o ciencias blandas; ciencia o creencia; religión o mito; negro o blanco y así sucesivamente. Preguntémonos ahora, en qué situación de poder nos hallamos si nos ponemos de uno u otro lado de cada uno de estos pares de oposiciones. Allí vemos que estos dualismos nada tienen de natural, porque todos, todas y “tod@s” sabemos de la existencia de “instancias intermedias”. Todo lo cual nos demuestra que no dejan de ser, las oposiciones, más que construcciones históricas, epocales y profundamente sociales. Por lo cual, además, no dejan de ser más que construcciones desde un punto de vista. Punto de vista que se vuelve hegemónico. Hegemonía que implica un poder consensuado. Hegemonía peligrosa si se torna intolerante a lo diferente. Dualidades que son definitivamente políticas, encubiertas bajo el nombre de “científicas”, producto del pensamiento “racional y lógico”.
Pensemos finalmente cuánta destrucción ha implicado en la historia de la humanidad, una simple construcción ideológica: esto “o” lo otro. Jamás un “y”, un “en”… un “con”, una simple coma… Cuántas vidas, de todo tipo, han sufrido debido a lo dificultoso que nos es aprehender y asumir la diversidad.
Hoy me ha surgido la necesidad de problematizar algo que en los últimos tiempos se viene agitando. No solamente desde los medios de comunicación masivos (la televisión principalmente), sino desde variados grupos y movimientos sociales de todo el mundo. Un tema que hasta hace algunas décadas atrás hubiese parecido irrisorio ponerlo en debate, pero que hoy en día se ha vuelto un tema de “mayor seriedad”, al menos así lo presentan algunos medios.
El mismo consiste en la acción de seres extra-terrestres sobre nuestro planeta. Existen variados documentales y programas de televisión en cadenas televisivas internaciona como también películas que se dicen “basadas en hechos reales” y revistas, que versan sobre las relaciones de dichos seres con la humanidad, no sólo en el presente, sino también en el pasado. Seres de inteligencia superior que han intervenido en nuestra creación, que son los arquitectos de las pirámides egipcias, mayas, de las líneas de nazca… hasta que nos controlan interviniendo directamente en nuestro inconsciente. Son asimismo por momentos depositarios de toda la maldad humana (“vienen a invadirnos o destruir la creación”), y por momentos son las criaturas más dulces del universo que vienen a iluminarnos, como Jesús, como Siddhartha… entre varios otros, masculinos por supuesto.
Europa se encargó de llevarse casi todo Egipto a sus museos, de quitarle su color… Cuando la “grandeza” es de otro ser humano distinto, hay que dudar: seguramente debe haber intervenido otro ser de inteligencia superior. Occidente se encargó de posicionarnos al resto del mundo, en su escala evolutiva progresiva. Lo actual es más evolucionado (mejor, desarrollado) que lo pasado (inferior, no desarrollado). Y lo blanco, europeo, occidental, científico y capitalista, es mejor que el resto.
No sostengo que no exista algún tipo de vida en el universo. Sostengo que si la hay, ¿por qué atribuirle rasgos humanos, tanto en lo físico como en lo conductual? Pero suponer la intervención extra-terrestre en las culturas del pasado, basando los argumentos en la imposibilidad de realizar (en el presente) dichas obras arquitectónicas, o en asimilar símbolos y otras manifestaciones artísticas a formas de comunicación de seres de otro mundo, comunicación por demás “inteligente”… es lamentable.
El pensamiento occidental científico busca razones instrumentales: muchas veces el arte no tiene razones instrumentales. Hay expresiones con finalidades, sí. Políticas, ideológicas, religiosas… pero muchas otras no.
Sostener tales ideas, creo yo, es usurparles el pasado cultural, la identidad a tales sociedades. E interpretar otras culturas con las propias categorías de la cultura de uno, y más aún, convertir dicha interpretación en hegemónica y con sesgo intolerante (“la verdadera interpretación”), es un acto violento. Y negarle la identidad y el pasado a una sociedad, es destruirla.
Espacio para dialogar, sin pensar que alguien sabe más que uno, una, un@ o viceversa, se aceptan otros puntos de vista. El mío es profundamente político, por supuesto. Y se basa en una creencia: en la capacidad humana de creer y crear. Me posiciono en el respeto por las culturas humanas existentes del presente y el pasado, y sobre todo en la reivindicación necesaria de aquellas sometidas, subordinadas y expoliadas durante siglos.
María Inés del Águila, tesista de la carrera de Antropología Social, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires, Argentina.