por Francisco Arroyo
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La transmisión o captación del entorno no es igual para cada individuo. Muchas son las causas o variables que provocan un cambio sustancial en la adquisición de sensaciones incluso dentro de un mismo círculo y nivel social. Lo asimilado por los sentidos va conformando nuestra dinámica, cierta forma de reacción frente a lo que nos rodea, cierta manera de expresarnos, de interrelacionarnos en un acto sin duda compensatorio en el que damos y recibimos, nos erigimos en elementos comunicadores a la vez que receptores, en el que el intercambio de información es rasgo primordial. El creador lo tiene un poco más fácil en este sentido ya que su obra es en muchos casos fiel reflejo de su alma sin necesidad incluso de mantener una locuaz expresividad oral , un toma y daca conversacional.
Más aun cuando dicho creador manejase varias líneas o “Artes” hecho que acrecentaría el desarrollo divulgador de lo acontecido.
El caso de la autora sevillana Mar Sánchez es fiel reflejo de esta bifurcación en la línea transmisora.
Mar deambula entre lo que su pone un realismo patente, un mostrar lo vivido sin añadiduras notables que interfieran el carácter armónico ambiental y un surrealismo figurativo en el que cobra, de manera singular, gran importancia una muy particular visión de lo humano y lo divino, de la pureza del ser y su inadecuación social, de lo deseable, incluso lo alegórico que supone el vivenciar lo soñado.
No hay duda de que la primera línea es base y sustento, y tiene valor en cuanto supone el nivel de calidad al cual la autora es capaz de enfrentarse, el tradicional gusto por representar la belleza que entorna el microcosmos del individuo y en el cual Mar Sánchez despliega un intenso abanico de posibilidades tonales como sustancial encuentro entre imaginación y realismo.
Su segunda línea ya nos hace contemplar el verdadero valor de su trabajo, el lógico devenir de sentimientos y emociones, la postura en concepto que la creadora tiene ante la sociedad y , no simplemente eso, sino también lo palpable de su ensoñación, de su ansía por vivir el instante y dotar al “carpe diem” tamaño de luminoso en el escaparate de su existencia humana.
Estas ultimas obras se nos muestran como ambientaciones en la penumbra, en la neblina, en la complacencia de un ámbito místico, misterioso, en el que es habitual una contundente recreación de la figura humana con ausencia o baja importancia del fondo formal, del entorno como sustancial complemento compositivo. Trabajos dotados de un singular encanto que provoca la atracción del espectador.