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DEL ARTISTA VIAJERO EN LA TELEMÁTICA AL ESPECTADOR VIAJERO EN LA PINTURA [“RETRATO CAPITAL” DE MANUEL TERÁN]
Desde España Sara Malinarich
Hace poco más de un siglo, cuando Alexander Bain registraba la primera patente de telegrafía que permitiera la transmisión de manuscritos y dibujos, nacía el afán de comunicarse a distancia. La idea no sólo apuntaba a comunicarse a través de códigos, o también de hablar, sino de "ver" a distancia. A fines del siglo XIX el telégrafo óptico ya podía enviar imágenes con razonable definición en tonos grises.
Este tipo de tecnología implicaba una superación de las distancias territoriales, solucionaban el problema de las relaciones interpersonales entre individuos separados por el espacio, abrían la posibilidad del mensaje "sin cuerpo" y todo ello a través de un concepto fundamental: Transformar el espacio en tiempo. Un telegrama enviado en 1896 alrededor del mundo tardó cincuenta minutos en consumar su viaje global. El telégrafo sin hilos podía enviar, a principios del siglo pasado, hasta treinta palabras por minuto; el teléfono y la radio permitían una audición en directo.