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GLOBALIZACIÓN O ROMANTICISMO. LAS OPCIONES DEL FUTURO
Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge
Es un lugar común que los ideólogos de la globalización buscan, con vehemencia, meternos a todos en el mismo molde con el que ha sido diseñada la cultura norteamericana, para llamarla de alguna forma que tenga sentido. Y así como resulta tan difícil caracterizar a la supuesta civilización estadounidense, debido al collage mal digerido que ha llegado a ser con los siglos, es igualmente difícil encontrar una coherencia, un sentido, una orientación, en los argumentos de los epígonos de la globalización, debido a que todo se reduce a su simplísima y díscola tesis de que es bueno que todos pensemos, sintamos y actuemos igual. Tanta teoría y tanta discusión instrumental sobre las bondades de la globalización, no es más que mero manoseo de viejas tesis sobre las bondades del capitalismo. Las aspiraciones a la homogenización cultural del planeta son tan antiguas como la misma cultura burguesa.
Ahora bien, como la homogenización cultural supone que nosotros, simples seres humanos de a pie, estemos de acuerdo con que el capitalismo y la cultura burguesa son lo mejor que le ha sucedido a este solitario y desamparado planeta, uno de los ingredientes fundamentales que se nos quiere arrebatar es precisamente nuestra identidad. Con ella se quiere hacer un cóctel en el que se mezclen un poco de liberalismo, un poco de totalitarismo y más de intolerancia, con unos salpicones de guerrerismo e intervencionismo imperialista.