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PREMIO NOBEL PARA LA SENCILLEZ
Desde Costa Rica, Rodrigo Quesada Monge
La sencillez, la claridad, la transparencia, son virtudes que muy pocos escritores contemporáneos tienen. Y menos en América Latina. En América Central, pareciera que algunos se han saltado el "boom" de los años sesenta, razón por la cual han vuelto a escribir y retomar temas y problemas que recuerdan a Cortázar, Vargas Llosa, Fuentes y Márquez, en un momento en que el lector crítico y relativamente consciente demanda más desafío y sentido común. El otro lector, el frívolo y acomodaticio, busca en los supermercados y en los aeropuertos a escritores que le narren aventuras en las selvas de América Latina y Asia, que le cuenten historias de sexo donde no haya sexo y sobre brujos neocolonialistas que juegan críquet en los aires de academias imposibles. Este tipo de lector no quiere ser sacudido, solo quiere ser amodorrado.
Desgraciadamente, para algún sector de la intelectualidad europea y norteamericana, los escritores latinoamericanos siguen siendo escritores "exóticos" con quienes viene el caos y el baturrillo de las junglas repletas de jaguares y tucanes multicolores, como la batahola urbana de ciudad de México, para poner solo un ejemplo, donde todo es posible, sin perder el cardumen exótico que tanto atrae a los lectores de los países centrales, delirantes de nostalgia imperial y glorias colonialistas.