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NIKOS PROGULAKIS - 212
Ricardo Castro
Nikos Progulakis, regresaba al lugar que lo olió al partir, con sentimientos renovados por la sicología de grandes vegetales, por tanto cielo austral, por tanta nube, gigantescos algodonales aéreos que sobrevolaban lentos en el infinito cielo azul. Llevaba dos años de viaje conociendo diversos sitios, parajes extraordinarios, sucesos perecederos, por tierra, por mar, cruzando ríos, subiendo volcanes con muchachos ebrios, aceptando invitaciones de comida, de bebidas, de afecto pasajero, inventando una vida de vagamundos en su segunda juventud.
Aquel dia decidió volver. Era la tercera hora de la mañana, el sol matutino comenzaba a calentar su frágil refugio, arregló sus pertenencias, acomodó su carpa, miro hacia todas direcciones y supo que era un momento perfecto para continuar su viaje, caminó el trecho que lo separaba de la carretera y se puso a esperar. A cada vehículo que hacia su aparición le indicaba el dedo pulgar o mostraba un pequeño letrero con pintadas letras que decía
-AL NORTE.
Pero no tuvo la suerte necesaria y los vehículos pasaban indiferentes en la cara dura de sus ocupantes, dejando una estela de viento y petróleo quemado. Así pasaron las horas, comiendo pequeñas raciones de alimento, arreglando su vestuario, pensando en porqué nadie se atrevía a detenerse y llevarlo. Nikos preguntó por el nombre del lugar en que se encontraba, con su acento de griego cansado.