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IDENTARIO DE UN HEROE PATRIO
Surge un verdadero parásito del mito y la manía
Por: Carlos Osorio
clom99@gmail.com
De tanto mentirse ya adquiere actitudes de profeta. Su locura y desparpajo ni siquiera lo distraen del interés superior, entre mediático, mesiánico y que, delirante, se ha trazado. En eso se la pasa últimamente, recreando su gusto por los recursos míticos, de aunar todas las fuerzas y esperanzas por notarse bonito, sensible, carismático, sobre todo, con la prestancia de héroe patrio que ya se insinúa y que la masa requiere, porque es de los que se adntra al subconsciente mismo del pueblo que lo espera con pleitesía, arrodillado, a sus pies.
Contra todo pronóstico, incluso el de aquellos que no daban un peso por él y pese a la decadencia del apellido que no hay caso valorizar siquiera, sabe que no faltarán los que se embarquen para admirarlo e idolatrarlo, lo da por firmado, por hecho, aunque nadie lo crea. Si sobran los ilusos que tarde o temprano fijarán todas las esperanzas en su actuar; el mercado de héroes es escaso y la inmensa poblada es generosa con sus líderes. Un roto para su descosido, es su tremenda conjetura y, desde ya, modesto, sencillo, sin dejos de soberbia, se dispone a sentar las bases necesarias que hagan posible orientar el rumbo preciso al desprotegido y andrajoso ciudadano.
Se la pasa hilando contenidos, abrochando compromisos, tejiendo y zurciendo fundamentos. Si hasta con aspecto de adonis mancebo, con cierta semejanza a Sócrates, se descubre luego de toda su retórica y días de encierro frente al angustiado espejo, ese que finalmente se hizo pedazos, era su estrategia; para no seguir soportando su perorata. Dice se parece a la fina estatuilla con taparrabo que, desde el patio, llena de temblores y contorsiones espera las ocurrencias del impostor éste. Hasta el agua de la fuente como que se seca angustiada. Ya ni modo, lo observan con desconfianza, como fijando su destino político, como secreteándole sus bondades, anunciando su derrotero próximo, a ver si así las deja en paz y logran salvarse de la angustia que este parangón auto anunciado regala cada tanto a cuanto objeto se le cruza por delante. Como si se tratara de un antónimo del mismito rey midas y que, para el caso, todo lo que toca se deprime.
Ya cuenta con la tramoya y accesorios necesarios para vestir sus pretensiones, serán las que se encarguen, además, de ir arropando sus tremendas carencias. Ahí se posa, cual emblema patrio, la sábana amarillenta, apolillada y gastada, que de chico meaba a discreción, sus pobres riñones andaban con hipo se acuerda, se transformaron en retóricos, una masa que a pura clemencia andaba, el asunto es que, con el trapo éste y que la historia familiar conserva, miguelangelito se disfraza a veces. Ha visto a varios hacer el acto simbólico de envolver sus presas con el emblema patrio y, ya luego de cubrir las dificultades y vergüenzas, usarlo de pañuelo, garabatearlo, quemarlo o cagarse en él inclusive.
Para el caso, es la toga perfecta que protege su escasa identidad cuando se trata de ensayar sus desvaríos y anhelos de prócer, y esa sí que es una afrenta para la inteligencia. Y no hay modo con sus diatribas, con su especie de cantos líricos que hacen vibrar de terror al barrio entero; sus locuciones amplificadas, hacia el público que se inventa e imaginar vitoreándolo, son odiosas y violentas, incluso, no hay noche que los perros del barrio, previamente organizados, cercan la caza estratégicamente para aullar toda su bronca y rabia a modo de contrarrestar al hocicón éste. Cada ladrido es un misil que tiene como finalidad aniquilar la facilidad de palabra del proyecto de héroe y que pese a su introversión desmesurada y a su atropellada dislexia, no tiene empacho en continuar con sus oráculos, actuaciones y dramatizaciones.
Ben hur, por ejemplo, vendría siendo una alpargata a su lado, además que, para ser un verdadero aristócrata, es necesario parecer y la túnica y suaves mocasines que usa brillan con luz y colores propios, visten -dice en tono de meditación- su inmortal y pretencioso pellejo, como que le entregan el aire cercano a emancipador que se requiere, principalmente, porque se encargan de deslizarlo, suavecito y casi armónico, por los caminos a la tierra prometida, a los límites exactos que todo prohombre de su facha requiere, al sitio del suceso que lo verá parir en estatua y que se riega y se fertiliza sólo a estas horas, a espera de su arribo definitivo. Así de simple.
Moisés es otra cita, en todo caso lo encuentra un niñito de probeta a su lado, además se lavaba los pies muy seguido mientras que, para él, eso es síntoma de resfrío constante, así lo criaron, abrigadito y de poco aseo, vayan a contrariarlo, es capaz de cortarse las patas por no lavárselas. Y a propósito de comparaciones ridículas, con el temita de las tablas no tiene parangón, es un mandado a ser con los números, y en un dos por tres se acuerda de las agotadoras tardes en donde las recitaba enteritas, hasta la del diez se sabe, de ida y vuelta. Pese a la mala memoria, le permitieron llevar en orden la cuenta corriente de su padre que, a esas alturas, dejó todo botado, incluso la casa, en pos de huir, lleno de pensamientos y deseos impuros, junto al fino y educado profesor de matemáticas y que algún día contrataron para quitarle lo burro.
Ni hablar de Jesucristo, siempre le gustó la precaria sotana que éste portaba, entre que la siente hilachenta y jipi y muy a la moda, le sugiere la sensación de humildad que siempre ha deseado. Eso sí, se incomoda con el personaje, lo encuentra demasiado preocupado por los pobres, por lo demás, con tremendo martirio encima, y vuelve a las preguntas, a sus parábolas mejor dicho “¿será necesario acaso tanto sufrimiento para llegar al pedestal y la rotonda?” y a modo de sentencia y prevención –declara- que, por ningún motivo su intención es terminar crucificado y ya luego lapidado. Mientras se contesta y con una fría sensación en su cuerpo, se manda un guascazo de vino de exportación tan o más grande que el porte de un buque, con la sabia intención de ir engrosando la sangre que pueda derramar en su martirio y que, nota, lo tiene más paliducho desde que resucitó luego de su travesía de años, en el ya hundido barco insigne.