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LA BATALLA CONTRA LA MUTILACÓN DE LOS GORILAS
Por Alvaro Oliva
Cambiando las comodidades de su país por una simple choza en medio de la selva, Dian Fossey se fue a Ruanda para estudiar y convivir con los gorilas de las montañas y ampliar el conocimiento existente sobre esta especie en extinción, en el mundo. Materializando sus propias convicciones Fossey se entregó al auxilio de los gorilas y se enfrentó, a una más, de las aberraciones que a través de la historia han lucido los seres humanos.
Nacida en 1931, Fossey se fue en 1963, al África central. Después de pasar unos años formándose con varios antropólogos que trabajaban en la zona, en 1967 llegó a la montaña de Virunga, e instaló su campamento en Karisoke donde contabilizó 220 gorilas, trabajo que le valió un doctorado en zoología en la Universidad de Cambridge.
Su lucha y pasión por estos animales fue exaltado, aún más por el asesinato de uno de los ejemplares de su grupo, Digit. Fue así como empezó su dura campaña por protegerlos motivo por el cual ponía trampas a los cazadores.
Sus investigaciones concibieron nuevas ideas que demostraban que los gorilas no eran tan violentos como se pensaba. De hecho ella fue capaz de lidiar con ellos a través de una comunicación de signos e imitando sus movimientos.
En 1983, Dian publicó el libro "Trece años con los gorilas de montaña", conocido masivamente como "Gorilas en la niebla", y que años después se popularizó en el cine, con la actriz Sigourney Weaver.
Con disciplina, sensibilidad y un esfuerzo sostenido esta científica hizo escuchar su grito de dolor en todos los vientos del mundo. Porque Fossey fue capaz de gritar una injusticia y de trabajar en paz por sus amadas criaturas sin caer el absurdo de reparar el mundo desde una mesa cargada de estimulantes.
Sin embargo, ni su pasión por los animales ni su correcto proceder fue impedimento para que las peores fauces humanas la succionaran sin piedad, ya que encontró una trágica muerte en manos de esos seres que siempre están asociados al poder y la ambición, en un país por lo demás pobre y no siempre dirigido por las autoridades más idóneas.
Fue así, que en su sencilla casa fue asesinada el 26 de diciembre de 1985 a machetazos. Sin duda, una final abominable y que repugna al género humano que con frecuencia no puede tolerar las escasas luces que de vez en cuando se asoman en la faz de la tierra y que recaen en algunos de sus pares.
Su desaparición ha estado cargada de teorías ya que se culpa a cazadores de redes internacionales y a un cuñado del presidente de Ruanda y cabecilla de los cazadores de gorilas.
Sus restos yacen en el cementerio que ella misma construyó para los gorilas y que está a un costado de su casa. Junto a sus amores ella descansa en paz muy clara y real para poder seguir viviendo en este baile de máscaras.
A pesar de su muerte y la eliminación de sus primates protegidos hoy los gorilas de las montañas están siendo protegidos por discípulos de la fallecida y el sitio es visitado por miles de turistas amantes de la naturaleza.
Hoy en día Ruanda llama cada vez más la atención de los extranjeros y el la trascendencia de Dian ha dejado un legado eterno en un país que se recupera del genocidio de 1994 y que hoy conserva a un tercio de la población de los gorilas de montaña en el mundo.