La muerte del autor Me sucede que a veces me siento como un personaje de cuento. El autor trata de matarme. Inventa tramas absurdas. Hasta ahora he logrado salir ileso de sus atentados. Para tratar de salir de este círculo infernal me he propuesto encontrar al individuo que me escribe. Desde hace años recorro sucias buhardillas y cuartuchos baratos tratando de encontrarlo. Mis pesquisas han dado resultado luego de un sin fin de peripecias, que sé perfectamente que él ha escrito. La dirección que anoté en una libreta me conduce a un viejo hotel en los suburbios de la ciudad. Pregunto al encargado. Subo a la habitación 5 del tercer piso. Abro la puerta. Allí está. En mi bolsillo llevo un cuchillo. Allí está. Escribe como un desesperado. Las hojas se acumulan por el cuarto. Antes de que coloque el dedo en la tecla del punto final lo acuchillo por la espalda. Luego descubro horrorizado que todo lo ha escrito, incluso su muerte. El pintor y su modelo El pintor, luego de darle las últimas pinceladas al cuadro, se recostó en el sofá del rincón de su buhardilla, ubicada en la azotea de un horrendo edificio de seis pisos. Enseguida se sumergió en un sueño profundo. El cuadro representaba a una mujer precipitándose al vacío desde un puente. De pronto el pintor se encuentra formando parte del cuadro. Sin duda se trata de un sueño. Camina por el puente, una luna llena, como dibujada en el cielo, ilumina sus pasos. En mitad del puente una mujer de largos cabellos solloza desconsolada. Para el pintor aquella escena le era bastante familiar y sin perder ni un segundo se precipita sobre la muchacha presintiendo lo peor. Trató de sujetarla, pero ambos pierden el equilibrio y caen al vacío. Los amigos del pintor supieron del suicidio días después. Su cuerpo impactó contra la calzada. Muerte instantánea. Su último cuadro es una muchacha, de largos cabellos, pintando un cuadro cuya escena es un hombre precipitándose desde un puente. Oficios Cuando comencé a escribir lo hice como sin querer y recuerdo que disfrutaba eso de pasar horas sentado a la máquina de escribir. Hoy soy toda una celebridad. No obstante desde mi computadora ya no disfruto tanto escribir, pero como tengo que cumplir con lectores, amigos, editores, revistas y periódicos paso horas descubriendo que la infelicidad puede ser también una frase bien escrita.
Si desea escribir a Carlos Yusti puede hacerlo a: carlosyusti@cantv.net
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