El atardecer de hoy fue violento, nubes grises y pesadas cubrieron el cielo, haciendo estéril el poco esfuerzo del sol por iluminar los rincones de esta casa, que poco a poco se ha transformado en una fortaleza inexpugnable de los sueños (mis sueños). El peso de la noche se volvió agobiante, el viento se detuvo y en el ambiente quedó flotando un silencio frío como el de las salas de hospital, la ausencia lo colmó todo. Y yo, como hace mucho tiempo, comencé a desesperarme, mi frágil estabilidad desapareció y comencé a encender todas las luces que encontré en cada habitación, en un circuito demencial e interminable (interminable como la cantidad de cuartos que hay acá). Busqué algo o alguien que me diera cierta esperanza, pero como nunca esta casa se encontraba vacía, quizás como reflejo de mi alma, carente de esperanza y de iluminación. Me inventé cuestiones mentales y pensé en la tierra, en las profundidades, en la humedad e intenté ser optimista, pensé en la semilla que espera en el interior de la oscuridad el día en que verá la luz, el día de la germinación; pero me percaté que nuevamente me engañaba, que no había optimismo en mí, que existen vacíos enormes y que el sufrimiento, a veces, puede ser perpetuo. Siempre admiré a las personas que pueden llorar, porque pienso que se purifican a sí mismos desde el interior, cuestión imposible para mí, sobre todo en este estado de sequedad absoluta en que me encuentro. Seguí buscando en cada rincón, en cada habitación y de pronto un chispazo iluminó mis pensamientos, fue un aroma, un aroma reconocible; pero olvidado. Provenía del fondo del pasillo del segundo piso, me apresuré, pero la última puerta (la de la esperanza) cada vez se veía más lejana, tras un largo camino (de horas, quizás días) terminó y el aroma se hizo desagradablemente intenso, recién en la sobrecarga de él lo reconocí, era de pólvora. Cuando abrí la puerta me encontré con una frágil figura sentada a la mesa, su palidez y su cabellera negra la hacían parecer a una mezcla de ángel y hechicera, me sonrío con una mueca melancólica. En la mesa se encontraba un revólver, un par de copas y una botella de whisky recién abierta. Me invitó a tomar asiento y dijo que ella también había sufrido, mientras corría el cuello de su chaleco y me mostraba una cicatriz en su clavícula, y que no hay cura para la tristeza y menos para la melancolía, y por cierto, mucho menos para la nostalgia de la nostalgia. Su voz me hipnotizó, así como la fuerza de sus palabras, me senté frente a ella y recién ahí me percaté que era María Luisa Bombal, la abeja de fuego (como la llamaba Neruda), pensé en huir; pero ya era demasiado tarde, el destino y el sufrimiento son implacables. Rara, como encendidaMaría Luisa Bombal Anthes nació en el Paseo Monterrey de la ciudad de Viña del Mar, Chile, el día miércoles 8 de junio de 1910. Fue la hija mayor del matrimonio conformado por Martín Bombal Videla y Blanca Anthes Precht. La patria de la estrella estaba en pleno apogeo para celebrar el centenario de la nación y un niño de 6 años llamado Claudio Arrau deslumbraba a los chilenos enfundado en su pequeño traje blanco detrás de un piano. Su familia aristócrata veía nacer una nena que derrumbaría las buenas costumbres de su clase acomodada y que a la larga cambiaría el perfume francés por el de la tinta y de la pólvora (aunque ella siempre mencionaba que era descendiente del tipo que mató a Chejov), así como también la educación para el matrimonio por la bohemia. Algunas crónicas señalan que desde muy niña fue una apasionada por la literatura, y cada noche al acostarse tenía que oír algunos cuentos de Hans Christian Andersen o de los hermanos Grimm para poder conciliar el sueño. En el Colegio de Viña del Mar, donde estudiaba, escribió su primer poema con apenas 8 años (de nuevo el lastre poético de los chilenos), titulado LOS COPIHUES BLANCOS, seguramente de imágenes extraídas de sus vacaciones en el fundo de los Möller en Malleco. Su vida estaba llena de fantasía y literatura, el cielo y la brisa marina la acompañaban, ella vivía sin preocupaciones hasta el día de la muerte de su padre en 1919. En ese instante la pesada realidad la aplastó y no la dejaría nunca, aunque más de una vez intentó volver a los sueños y esperanzas, ésta siempre aparecía a la vuelta de la esquina transformada en un ángel negro que se apoderaba de ella. La brutal ausencia obliga a su madre a dejar Chile en 1923, con María Luisa, de 12 años y sus hermanas, trasladándose a vivir a la ciudad luz donde conocería la impronta surrealista que se gestaba a partir del psicoanálisis y de la magia escandalosa de los dadaístas que ponían fin a su lucha sólo para mutar. Además lee, en esa época un libro que la impactaría como ningún otro, VICTORIA, del noruego Knut Hamsun. En París estudia en el Colegio del Convento de Notre Dame de l'Assomption y luego en el Colegio Sainte Geneviève, luego termina su educación secundaria e ingresa a estudiar Latín y Letras en la sacrosanta Universidad de La Sorbona en 1928, con apenas 18 años, en esa institución culmina su carrera, obteniendo un certificado de Literatura Francesa, con una tesis sobre Prosper Mérimée (el mismo de la ópera Carmen de Bizet). Su intención era seguir con Literatura Hispánica, pero al Latín lo aborrecía tanto que dejó los estudios. En ese intertanto su madre se vuelve a Chile junto a sus hermanas y ella queda bajo la tutela de José Eyzaguirre y Juanita del Carril.
En su época de estudiante, se podría decir que llevó una vida dual: por una parte rendía en los estudios formales como una mujercita aparentemente débil, retraída y tímida, pero al mismo tiempo se inmiscuía en los círculos literarios de la vanguardia francesa, entre poetas, pintores, fotógrafos, actores (estudió teatro con Charles Dullan y fue compañera de Antonin Artaud y Jean Louis Barrault) y músicos que sólo querían crear, crear para dominar, dominar para cambiar el mundo, todo hacia el modernismo, todo hacia al arte. En ese ambiente se enteró que el "Rey de Chile", el poeta Vicente Huidobro se encontraba en la ciudad luz, intentó conocerlo, pero Huidobro siempre se movía más rápido que los demás, pero en ese intento un día queda cegada por una luminosa mirada, se encuentra frente a frente con Teresa Wilms, su mirada melancólica no la deja indiferente, un amigo le advierte que es chilena igual que ella, la ve alejarse, sin saber que le seguirá sus pasos desde muy cerca, demasiado, diría yo. Empapada de la fuerza avasalladora que permite el arte regresa a Chile convertida en una bomba de tiempo que a la larga explotaría salpicando letras, desazón y balas por doquier. En 1931 se embarca mirando el horizonte en el puerto La Rochelle a bordo del trasatlántico "Reina del Mar" con destino a su patria, ella convertida en una soñadora mística con 21 años, 162 centímetros de altura y 50 kilos, se encuentra a su llegada al puerto eterno de Valparaíso, con su madre, sus hermanas Blanca y Loreto, y además un hombre fornido, de estatura considerable, con mirada profunda llamado Eulogio Sánchez Errázuriz, de 28 años, quien se convertiría en su gran amor, su gran desamor, su víctima y su victimario. Tus ojos negros que tanto adoré Eulogio Sánchez Errázuriz era un ingeniero civil, separado de hecho, que tenía entre sus parientes a dos presidentes de la república, y se había convertido en heredero de una gran fortuna. Tenía una relación profunda con el aire, ya que fue uno de los pioneros de la aviación en Chile (nunca a la altura del teniente Bello, pero algo es algo) además de un profundo amor por el orden establecido, especialmente si ese orden lo favorecía, bajo esa idea funda las Milicias Republicanas, un organismo político paramilitar de la derecha oligárquica chilena de la primera mitad del siglo XX, que llegó a tener, en la década del 30, a más de 50.000 miembros dispuestos a verter su propia sangre para mantener a sus patrones con los privilegios de su clase (suena a discurso marxista, pero en fin). Aún me es inexplicable cómo esa mujer de espíritu libre y mirada profunda se enamora de él (serán las cosas del amor que prefiero no entender), pero así sucedió, ella lo imaginó en su avión surcando el espacio infinito mientras las hojas de otoño que levantaba envolvían su alma y se perdió en su sombra y sintió que el amor la envolvía desde lo más profundo de su ser y se entregó como un antílope cansado en las garras del felino. Hay mujeres que sueñan amores clandestinos, ella no, quería todo, no sólo la adrenalina. Nadie tiene claro cuáles fueron las intenciones del aviador para con la mujer, pero sí se tienen claras las de ella: recorrer el cielo con él, para siempre. Pero llegó el momento en que la realidad se hizo cargo de la situación y Eulogio comenzó a distanciarse, primero sutilmente, para luego llegar a la indiferencia más cruda, cuestión que destroza a la escritora que con obvia obsesión comienza a buscar situaciones que le permitan estar cerca del hombre, reuniones sociales, invitaciones a la fuerza, aparte de las toneladas de cartas que le escribe, etc. Es así, que un día se encuentra en una comida en el departamento de Eulogio y sin pensarlo se disculpa en la mesa y se dirige al baño, un fantasma negro se apodera de su alma (no va a ser la primera vez) y cambia la dirección y se dirige hipnotizada al escritorio del aviador, ahí encuentra un par de fotografías de otra mujer y un revólver, toma el arma y se dispara en el cuello, ahí cae y observa la mirada atónita de los concurrentes cuando corren a ver qué sucede, ella está en el piso y una mancha de sangre comienza expandirse hasta los zapatos de su amado. María Luisa se salva, pero queda marcada con una cicatriz cerca de su clavícula y con una mayor en su espíritu, hasta el final de su vida cada vez que se refería a Eulogio sentenciaba: "Me arruinó la vida, pero nunca pude olvidarlo". En el fragor del champán, loca reías por no llorarCuando logra recuperarse (físicamente) decide partir del país ya no hay lugar para ella acá, Chile es sinónimo de Sánchez. Si bien había interactuado con el ambiente artístico criollo, llegando a conformar la Compañía Nacional de Dramas y Comedias dirigida por Luis Pizarro Espoz, junto a Marta Brunet, actuó en el Teatro Carrera el 4 de noviembre de 1932, y se percató que las tablas no eran para ella ni ella para lo histriónico. No se inmiscuyó lo suficiente en el meloso ambiente. Es en Buenos Aires, ciudad a la que viaja en 1933, donde el arte se transforma en su destino, allá con unos tangos y unas copas de ginebra la espera su amigo Pablo Neruda, quien ha sido nombrado cónsul y le da cobijo en su casa junto a su primera mujer, la holandesa María Antonieta Hagenaar. Con Neruda se sintió en la manada, él le enseña el mundillo intelectual de la ciudad y la pasea por Palermo, Florida, Caballito, la Recoleta y otros barrios bohemios de la ciudad de ese entonces y cada vez que la presenta lo hace con el título de "abeja de fuego" (también la llamaba "Mangosta", "María piojo" y "Madame Merimée"). En ese recorrido nocturno conoce a Federico García Lorca, Leopoldo Marechal, Oliviero Girondo, Luigi Pirandello, Alfonsina Storni, Gonzalo Losada, a la mítica y respingada Victoria Ocampo, creadora de la revista SUR y al gran Jorge Luis Borges, con quien entablaría una intensa amistad, siendo invitada cada semana a cenar a la casa de la madre del notable "miope que ascendió a la categoría de ciego". También entraría a la ronda Matos Rodríguez, el autor del nunca bien ponderado tango "La cumparsita", este creador era un mujeriego de tomo y lomo, y le clavó los ojos a la chilena y ella, coqueta siguió el juego, sin darse cuenta de que en algún momento dejó de serlo y son sus amigos quienes la vienen a rescatar del lobo cuando ésta ya estaba dentro de su auto con destino al muelle. También se cuenta que en casa de los Borges, tuvo un incidente con el español Guillermo de Torre, marido de Norah Borges, quien como buen crítico del viejo mundo era un eterno defensor de la superioridad de los escritores españoles por sobre los latinoamericanos. Esa discusión al fragor de la ginebra obligó a de Torre a leer en voz alta un libro de Azorín mientras Borges y la Bombal reían en silencio. Por un instante el crítico español los dejó y los escritores comenzaron a corregir a Azorín directamente, con lápiz, sobre el libro. Cuando de Torre se percató, armó un escándalo descomunal, ya que el libro corregido se lo había regalado con una dedicatoria el propio autor. Pasó días buscando a los culpables y ellos pasaron días huyendo como niños después de una travesura. María Luisa realmente se ha convertido en una abeja de fuego, su sentido del humor presto y ácido era el deleite de sus amigos, su risa fuerte y fácil contagiaba y se oponía a los tangos que deambulaban con las orquestas de la guardia vieja. Ella, luego de que Neruda es nombrado cónsul en Barcelona, comienza a vivir sólo con una fotografía del vate, una gaviota que colgaba en la pared, la cual sacaba y se la prendía en el hombro cada vez que salía y el alcohol, amigo recurrente que le ayuda para aplacar el frío de la nostalgia, en una céntrica pensión en la calle Ayacucho En 1933 se casa con su amigo del alma, el pintor argentino Jorge Larco (una apuesta más que arriesgada), en una especie de contrato peor que el matrimonio, donde cada uno vio la compañía cómplice del otro, obviando el amor, la pasión y el desenfado. Más tarde ella misma diría sin eufemismos: "Sin interés amoroso, me casé con un homosexual, artista, pintor, confiando en un ilusorio compañerismo..." Larco fue un pintor de la farándula y aparte de socializar "profundamente" con Federico García Lorca, fue quien pintó y decoró todas sus puestas en escena en Buenos Aires. El mismo dijo alguna vez: "He conocido dos personales geniales en mi vida: Federico García Lorca y María Luisa", pero el matrimonio no pudo desarrollarse, porque cuando no hay pasión nada persiste, nada sobrevive y ahí se vieron un día, uno contra el otro, sólo con una pared blanca de fondo en el departamento de calle Juncal y comenzaron los reproches, incluso los celos (al fin y al cabo era un matrimonio, sui generis , pero matrimonio).
Como era de esperarse, termina separada del pintor, que comienza en 1937 una escandalosa separación con juicio y todo. Ante el escándalo y el temor a las represalias, el propio abogado de la Bombal le regala un arma para que se proteja, sin siquiera sospechar que esa arma en el futuro liberaría de su cañón las obsesiones y frustraciones más grandes de la mujer. Pero sí había pasión en ella, y era por las letras y el fragor de la creación la recorre por completo, es así que en el verano de 1935 escribe su primer libro, en la cocina de Neruda: LA ÚLTIMA NIEBLA, una creación ovacionada por la crítica trasandina que posiciona a la Bombal como una literata de las importantes en ese momento en Buenos Aires, esa edición está ilustrada por Jorge Larco. Luego, el 21 de abril de 1938 aparece su segundo libro, LA AMORTAJADA, una sutileza del desencanto y de la pesadez de sus palabras; en 1939 aparecería EL ÁRBOL y LAS ISLAS NUEVAS. María Luisa está en el pináculo de su carrera, pero siente que le falta algo (hasta morir sintió lo mismo) e intenta llenarlo con una nueva relación, esta vez con un médico llamado Carlos Magnini (62 años), un hombre mayor que ella (29 años), muy culto y muy adinerado, sin dudas buscaba la estabilidad por sobre todas las cosas (que ilusa), pero ella siempre estaba pendiente, con el rabillo del ojo, de su gran amor, Eulogio. José Bianco, editor de la revista, le solicita a la Bombal escribir un artículo para la revista SUR sobre la película argentina PUERTA CERRADA, consciente de su amor por el cine; ya que con Borges eran asiduos visitantes de las salas porteñas. Fue tan bueno el artículo que ese número de la revista se agotó con inusitada celeridad y Luis Saslavsky, director del film, le pide que le redacte el guión de su próxima película. Libertad Lamarque, la novia de América, protagonizaría la obra LA CASA DEL RECUERDO escrita por María Luisa y estrenada en marzo de 1940, obra que según los estudiosos del cine argentino es una de las que rompe con las tendencias criollo-realistas imperantes hasta ese momento en el género trasandino. Ese mismo año, en agosto, decide viajar a Chile y comienza a escribir LA HISTORIA DE MARÍA GRISELDA. En su país cae enferma de difteria, en sus lecturas matutinas del periódico se enfrenta a su peor temor, ve a Eulogio en una fotografía acompañado de su esposa, en su regreso de su estadía en Estados Unidos. Las lágrimas se transforman rápidamente en rabia, que logra controlar, para llamar a Magnini a Buenos Aires y sentirse protegida, pero su sino es sufrir, y el médico como torbellino no deja que ella pronuncie ni una sola palabra, le cuenta que ha conocido a una mujer con la cual se ha casado hace quince días y le desea mucha suerte en el amor y en el vida. Ella queda inmóvil y hace como si nada hubiese ocurrido, en el fondo de su alma recorren los recuerdos por ríos putrefactos que necesitan liberarse, es así que fríamente planea su propia purificación. Hoy vas a entrar en mi pasadoMaría Luisa ha adquirido otro mal hábito, desde el juicio con Larco, al igual que la mujer de la canción "Pedro Navaja", porta un arma en su bolsillo. El calor de ese 27 de enero de 1941, hace más lentos sus pasos y mucho más medidos; sin embargo ellos la llevan con certera precisión a la esquina de las calles Agustinas con Bandera, a las puertas del Hotel Crillón de Santiago de Chile (el ángel negro de nuevo la cubre), a las cinco de la tarde luego de beber un cointreau , la figura del aviador está frente suyo, él apenas la reconoce, han pasado 8 años que no cruzan una mirada, ella saca el arma de su bolsillo y apunta con la frialdad del francotirador (aunque no con la experiencia). El primer balazo fue por su falta de visión; el segundo, por su traición y el tercero, por el olvido. Eulogio Sánchez queda tendido en el piso y su sangre comienza a cubrir todo hasta los zapatos de la mujer, quien se acerca pensado que la muerte es la recompensa que se merece porque nadie podía tener la arrogancia de olvidarla, es lo que se merece, la muerte. Eulogio la observa con horror y la recuerda. La policía llega para detener a la pistolera y ella se entrega orgullosa gritando: "¡Yo lo maté!" Cuestión errada porque el aviador no muere y es trasladado en un automóvil particular a la Posta Central de la Asistencia Pública donde termina recuperándose, pero llevaría para siempre, como recordatorio, una bala en su pierna derecha. Casi tres meses estuvo detenida, hasta el 4 de abril, fecha en que se le es otorgada la libertad provisional y luego, en un acto para redimir sus pecados, Eulogio la absuelve de toda culpa, y sale absuelta del proceso recién el 21 de octubre del año mencionado. Para no caer nuevamente en la tentación de la pólvora decide huir otra vez del país. Esta vez hacia el norte, al "país de las oportunidades". Antes de partir con la novela LA AMORTAJADA gana el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1942. Tres cosas lleva mi alma herida: Amor, pesar, dolor...En 1942 se traslada a California para luego viajar a Nueva York donde decide darle un rumbo estable a su vida, como queriendo no aceptar que la inestabilidad es un don también (aún quedan mujeres que deben aceptarlo), y se casa el día 1 de abril de 1944 con un conde, el francés Rafael de Saint Phall, 25 años mayor que ella, a quien había conocido en una lujosa fiesta en el Waldorf Astoria de Nueva York. De este matrimonio nacería la única hija de la escritora, Brigitte, a finales de ese año. En esa pseudo tranquilidad comienza a trabajar para la UNESCO, escribiendo guiones y libretos; y empieza a laborar en el doblaje de producciones Hollywoodenses como THE CLOCK donde hace la voz de Judy Garland. En esta época también comienza a inmiscuirse en la dramaturgia y hasta la Paramount Pictures, en 1947 (según algunas publicaciones esto sucede en 1955), se entusiasma con su trabajo comprándole los derechos de la novela HOUSE OF MIST, la cual es una adaptación de la ÚLTIMA NIEBLA, para llevarla a la pantalla grande, pagando la sideral cifra de USD 125.000. A la larga las páginas quedarían olvidadas en algún escritorio, ya que la película nunca se hizo, aunque John Huston, director del proyecto, había convocado a Laurent Bacall y Humphrey Bogart (quienes terminaron casados) para los roles protagónicos, pero el peso del "macartismo" (alías la caza de brujas) comandada por el senador Joseph R. McCarthy, quien veía "rojos" hasta en el baño y se caracterizaba por su xenofobia, impidió llevar a cabo el proyecto. También publica en la revista NORTE de "yankeelandia" LA HISTORIA DE MARÍA GRISELDA con ilustraciones de Mario Carreño (ya hablaremos de él) en 1946. En 1957 recibe una dura noticia, Gabriela Mistral, con quien había entablado una buena amistad desde Buenos Aires, había fallecido en Los Ángeles. Ella viaja de inmediato y se encuentra con el féretro y la poetisa más seria que nunca dentro de él, ahí se entera de los malos tratos que le dieron sus empleados en los últimos años de su vida, sin que la Embajada Chilena hiciera algo.
En diciembre de 1969 queda viuda y decide dejar estados Unidos, en su estadía ha hecho la traducción de LA AMORTAJADA (THE SHROUDED WOMAN), y ha escrito LA MAJA Y EL RUISEÑOR (1960), MAR, CIELO Y TIERRA y LAS TRENZAS. Y parte con rumbo nuevamente a Buenos Aires en 1971 (para ella Argentina y Chile eran un mismo país) donde se queda hasta el 26 de agosto de 1973, fecha en que decide probar nuevamente llevar su vida en Chile y se traslada con todas sus pertenencias a la Ciudad Jardín (léase Viña del Mar), donde comienza a sentir la dureza del olvido que nos caracteriza a los chilenos. En ese contexto nunca recibe el Premio Nacional de Literatura, por esas razones inexplicables que sólo suceden en nuestro país (repito, "el famoso pago de Chile"). A estas alturas el fastidio la abruma por completo, aparte de los recuerdos, traía una afición tremenda por el alcohol, que se transformará en su cruz una y otra vez: del whisky pasará a la ginebra y de ésta al vino blanco, para volver al whisky y luego al vino... En Chile no pudo retomar la pluma y su obra CAÍN no vería la luz, al igual que la novela que tenía a Diego de Almagro como protagonista; pero ya no importaba, María Luisa le había regalado a la literatura universal obras mágicas para el deleite y desazón de todos nosotros. A estas alturas Eulogio Sánchez, el nunca olvidado, quien se había casado y enviudado quizás de la única mujer que amó, muere en un accidente en 1956. El avión que surcaba el infinito no resistió el viento otoñal que logra lo que el arma de la Bombal no pudo. En 1974 obtiene el Premio Ricardo Latcham y recién en 1976 publica la novela LA HISTORIA DE MARÍA GRISELDA con la cual obtiene el "Libro de Oro" entregado por la Agrupación de Amigos del Libro, en el año 1977 obtiene el Premio Academia Chilena de la Lengua, luego vendría el Premio Joaquín Edwards Bello, el 22 de diciembre de 1978. Pero el Premio Nacional de Artes no se lo dieron jamás, es más el trastornado de Braulio Arenas emitiría una de las frases más repulsivas de la historia de las letras chilenas: "¿Cómo quieres tú que le den el premio a una mujer asesina y borracha?", sin comentarios. La vergüenza del "pago de Chile" llegó a tal punto que el Ministerio del Interior comandado por Pinochet (era derechona la Bombal) decretó una pensión de gracia en consideración por su gran aporte a la cultura, a esas alturas sus libros habían sido traducidos al francés, inglés, japonés, sueco, italiano, alemán, portugués y checo.
Últimas fotografías de María Luisa Bombal. Febrero 20 de 1980. María Luisa Bombal pasa sus últimos años en la casa de reposo de su sobrino Héctor Precht, tiempo en el que profesionaliza su adicción al alcohol, cuestión que la obliga constantemente a frecuentar el hospital por crisis hepáticas y el delirium termens , a veces, le impedía inclusive abrir los grifos de agua por temor a que le salieran leones a devorar su alma. Uno de estos viajes, como era de esperarse, se transforma en el último y muere sola, como nunca quiso estar, en una fría sala del Hospital El Salvador, el día martes 6 de mayo de 1980 a las tres con veinte minutos de la madrugada, pronta a cumplir los 70 años de edad. La razón, un coma hepático que desemboca en una hemorragia digestiva. Fue enterrada como ella deseó, con un vestido rojo, rojo furioso, el cual se lo envía su hija Brigitte desde el país de norte, a estas alturas se ha convertido en una destacada matemática y aviadora (el destino) y en una mujer distante del apego de su madre, desde lejos observó su vida. María Luisa contribuyó también a eso, porque al igual que su madre no fue muy querendona, y Brigitte estaría en su infancia con una institutriz para luego estar bajo la custodia a ratos de su tía Blanca Bombal y luego, a los 17 años, comenzar una vida independiente y lejana. Hoy los que sentimos nostalgia de la nostalgia, la recordamos, porque ella es nuestra heroína, nuestra musa. La que es capaz sólo con el peso de sus palabras conmover a tal extremo que te hace desear surcar los aires en bicicleta. Un gran salud para ti María Luisa y espero encontrarte en algún avión viajando hacia el infinito, hacia la eternidad, hacia "un para siempre", yo por si acaso llevo paracaídas y chaleco antibalas. Un beso a la distancia.
Fuentes: "La triste historia de María Luisa Bombal". El Mercurio de Valparaíso. Mayo 12 de 1999. "María Luisa Bombal". www.wikipedia.com "Escritora María L. Bombal hiere a bala a Eulogio Sánchez". La Hora. Enero 28 de 1941. "Disparos en la niebla". Alejandra Costamagna. La Nación. Mayo 30 de 2004. "María Luisa Bombal". Juan R. Vélez. www.portalmundos.com "Historia de María Luisa Bombal". Marcelo Simonetti. Diario El Mercurio. Mayo 26 de 2001. "María Luisa Bombal: crónica de una desilusión". Alejandra Costamagna. Letras Libres. Mayo de 2000. "María Luisa Bombal, testimonio autobiográfico". www.lestras.s5.com
Agradicimiento : - A María Eugenia Godoy por la enorme paciencia que ha tenido al revisar este texto.
Muñozcoloma
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