LILLIAN GISH
LA MIRADA EXTINGUIDA DEL SIGLO XX |
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Lillian Gish es otro espectro más del cine mudo que registra su rostro hasta nuestros días. Su mirada y cuerpo nos llevan a la absurda teoría que a comienzos del siglo pasado las mujeres ostentaban otras formas físicas y pensamientos, como si la incipiente tecnología de la época no bloqueara aún, sus intuiciones y empatía hacia el resto de los seres humanos.
Gish, que nació en 1893, en Ohio, es una muestra más de una figura que a pesar de su expresión corporal en los primeros años del cine, no deja de lado su mágico misterio de introspección y gesticulación. Su larga trayectoria frente a las cámaras como discípula del director David W. Griffith hacen, que hoy en día, su trabajo sea, en Estados Unidos, un verdadero patrimonio de incalculable valor.
Un simple abrazo de Lillian a cualquier actor de reparto se traduce en una expulsión de su ternura interna, como si una carencia afectiva la impulsara frente a todas las formas de incertidumbres que ya afloraban en esa época. La tristeza y la demanda de socorro que vulneraba su mirada nos lleva a enamorarnos o a solidarizar con su angustia existencial y no determinada por ningún hecho puntal.
Suaves túnicas resbalan por su delgado cuerpo y sus peinados organizados y bien dispuestos llevan al receptor a una hipnosis detallada de todos sus movimientos. Es mucho lo que se puede desvariar viendo cada detalle de sus producciones, como dijimos anteriormente, estamos frente a la muestra de un tipo de ser humano que ya no se gesta en nuestros días, y en el caso hipotético que así fuese, no podría existir mucho tiempo ante el torrente sin remedio de los tiempos actuales.
La carrera de Lillian comenzó a principios del siglo pasado, en una serie de producciones que llamaban la atención de todo el público, ya en 1912, había participado en 12 películas y en obras de teatro. Su belleza y talento la llevaron a los cinco años a debutar en un melodrama teatral.
En 1912, conoció a Griffith, por lo que participó en la producción de "Un Enemigo Invisible". De esta forma, integró variadas películas donde su rostro y misterio encandilaron al cine de la época, así intervino en "El Nacimiento de una Nación", en 1915; "Pimpollos Rotos", en 1919 y "Huérfanas de la Tempestad", en 1922.
En 1926, con la llegada del cine sonoro, donde los espectadores se inclinaron por creaciones con voces, canciones y ruidos, Lillian decidió dejar su carrera cinematográfica. No sólo las preferencias se desviaban hacia otro tipo de películas, sino que también la imagen de heroína ingenua y romántica había pasado de moda.
Tras los cambios en la industria del cine la actriz viajó a Nueva York para trabajar en teatro. Fue así como su creatividad continuó creciendo y apareció en forma esporádica en producciones como "Vivir dos Vidas", "La vida en sus Manos", "Duelo al Sol", "El Retrato de Jennie" y "La Noche del Cazador".
En 1970 se le concede un Oscar Honorífico. Ya anciana protagonizó una hermosa película con Bette Davis, llamada "Las Ballenas de Agosto".
Finalmente, sus ojos se cierran para siempre en el cuerpo marchitado de una belleza de una época inexistente. En el año 1993, y poco antes de cumplir los 100 años, la actriz emite su último suspiro azulado, el último sonido y dulzura de una época romántica hundida por siempre en el fondo de un estanque cubierto de camelias.
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