Por:
Alvaro Oliva
Una vez más Europa engendró a un asesino en serie bautizado por la prensa de la época como "El Vampiro de Düsseldorf".
La sociedad alemana de entre guerras fue testigo de la existencia de un misterioso y hábil asesino que atemorizó a la población y puso en jaque a la policía de esos años. Sus horribles crímenes, que tal vez fueron un vaticinio de la cascada de sangre que originaría el Tercer Reich, recayeron en hombres, mujeres y niños eximidos de poder y dinero, situación que coincidió con la insuficiente capacidad de las autoridades de la época.
El mes de febrero de 1929 fue una constante y lenta tortura para la sociedad alemana que junto con el implacable frío debía soportar la inflación, cesantía y el hambre. Los días en la ciudad industrial de Düsseldorf veían en su epílogo a vagabundos rogando por algunos mendrugos y abultadas prostitutas, algunas de ellas sin dientes, luchando por sobrevivir.
En este decadente panorama, aunque no mucho mejor que el telón que dejaría caer la Segunda Guerra Mundial en los años posteriores, se dieron a conocer continuas noticias que relataban las fechorías de un escurridizo asesino que la prensa se encargó de bautizar con diversos apodos: Anticristo, Massenmrder (asesino en serie) y, finalmente como el "Vampiro de Düsseldorf".
La primera víctima de esta "criatura", que inspiró a Fritz Lang en su película "M.El Maldito", fue una mujer de 50 años quien antes de llegar a su hogar fue atacada por un hombre con el rostro cubierto por una bufanda. Sin embargo, gracias a un automóvil que iluminó el área, el crimen no se materializó.
Después de este incidente la policía comenzó una exhaustiva investigación que no llegó a ninguna conclusión relevante. Se determinó que la costurera y primera víctima del "vampiro", llevaba una vida ordenada y no tenía ningún problema amoroso, por lo que se descartaba un intento de crimen pasional.
Cinco días más tarde la policía vio confirmada las sospechas de que un sádico andaba suelto tras encontrarse, en un jardín público, de las afueras de la ciudad, el cadáver ultrajado de una joven. El bestial asesinato, en que el cuerpo fue destrozado a golpes, conmocionó a la prensa roja que unió los dos casos y sembró aún más intranquilidad.
Más tarde, en el mes de marzo, cuando los crímenes ya casi eran olvidados por la reducida memoria de la prensa roja dos jóvenes, Lena Penning y Gertrud Elake, fueron atacadas, aunque no fallecieron. Tras estos intentos fallidos la policía sólo pudo llegar a la inútil descripción del maniático: un hombre de estatura regular y mediana edad que utilizaba un abrigo largo y oscuro.
Ante la creciente incertidumbre de la ciudad y la desesperación de la policía cae el primer sospechoso: Johann Strauberg, un vendedor de libros que dice ser el "Vampiro de Düsseldorf" que -según él- obedece al demonio en cada uno de sus actos. No obstante, se determina que el sospechoso sólo es un demente exhibicionista y finalmente es sacado de la cárcel tras descubrirse, el 29 de Julio, la muerte de una prostituta en un sórdido hotel.
Fue así como el vampiro dejó en ascuas, una vez más, a toda una sociedad atemorizada. No conforme con sembrar el pánico el, aún anónimo personaje, se toma la atribución de enviar un sanguíneo poema a las autoridades:
"En el corazón del bosque de Pappendelle
Yace una bella muchacha
En su tumba al fondo del bosque
Yo le indico el lugar
Con una cruz
Voilá"
Las palabras venían acompañadas por un plano que llevó a los investigadores al sitio donde se encontraba enterrada María Hahn, una sirvienta que, el 11 de Agosto, había sido despedida por sus patrones. Tras la expulsión la joven había ido a bailar a un pequeño café en el bosque de Pappendelle, lugar donde conoció al Vampiro quien la habría invitado a dar un paseo "romántico" con un final poco afectivo.
La ola de muertes enardeció a la población de la ciudad cuando se descubrió la muerte de Luise Leuzem, de catorce años y Gertrude Hamacher, de sólo cinco. Tras el hallazgo de los cuerpos, una turba de agitados ciudadanos atacó con piedras y palos el cuartel de policía exigiendo la muerte del vampiro y de las mismas autoridades.
Fue así como la ciudad se transformó en el escenario de un cuento de terror irremediable que tocó fondo cuando el asesino en serie cometió la peor de sus locuras: viola, estrangula, apuñala y bebe la sangre de la pequeña Gertrude Albermann, de apenas nueve años. Tras este abominable crimen llegan hasta Düsseldorf expertos de toda Alemania para ayudar a la captura del criminal.
A pesar de la continua investigación la identidad del asesino es descubierta por una casualidad:
Una mujer de la tercera edad encontró una carta. En el relato de dicha misiva una joven cuenta, a una amiga, las desventuras que ha pasado junto a un desconocido. Con sus letras, la chica relata que ha aceptado la invitación a tomar el té de un hombre mayor. Tras finalizar el encuentro el tipo la trae de vuelta a su casa, en el camino la viola y la joven no opone resistencia ante el evidente hecho que se encontraba en los brazos del "Vampiro de Düsseldorf".
Sin embargo, el hombre no la asesina y la amenaza de muerte en el caso de que la chica lo denuncie a la policía. De esta forma la joven no acudió a las autoridades pero si contó el hecho a su amiga quien, a la vez, extravió la carta. Luego de leer este relato perdido la anciana fue a la estación de policía.
Fue así como fue detenida la joven María Budlich que condujo a los agentes hasta el departamento donde había tomado el té con el desconocido. El lugar se encontraba en el número 71 de la Mettmannerstrasse.
Al llegar al domicilio se encontraron con una mujer de cuarenta años quien decía que su marido era un hombre normal. Finalmente, ante el acoso de la policía reconoció que el hombre llegó una noche con el abrigo manchado con sangre y que le habría confesado la causa de sus salidas nocturnas.
Después de conversar con la mujer capturan, en la plaza de Saint Roch, a Peter Kürten, el verdadero "Vampiro de Düsseldorf".
Tras la confesión de su crimen los siquiatras y policías descubrieron que Kürten era hijo de un alcohólico que lo había golpeado en sus primeros años y que había sido testigo de la violación de su padre a su hermana mayor.
El asesino relató también, que a los treinta años, había comenzado una nueva vida trabajando en una empresa de camiones y casándose con la empleada de una cervecería. Su vida, antes del mes de febrero del año 1929, había sido un ejemplo de la existencia rutinaria y tranquila de la baja burguesía alemana.
En la prisión Kürten se arrepintió de sus actos ante el capellán Fassbaender. El 8 de Julio de 1931, en la penitenciaría de Colonia, segundos antes que la guillotina cayera, Peter expresó su último deseo: "Sólo quiero oír la sangre como mana de mi cuerpo". Sin duda, un perturbado de principio a fin.