Santiago de Chile.
Revista Virtual.

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 68
Diciembre 2004

 

UNA GOLONDRINA SÍ HACE VERANO

LAS GRACIAS DE ANTONIO GRACIA Y EL LOCO VIAJE DEL POETA PANERO

En poesía no se puede escupir para el cielo

Santiago en 100 palabras
Viaja a esa Neftalí, El palo ensebado y El fantasma del WEB

 

BORRADORES 2004 ESQUINAS


Por
Rolando Gabrielli


Qué no se ha dicho de la poesía y qué no está contenido en sus propias palabras. Todo comentario termina siendo un borrador personal, como el  poema. Las palabras son un misterio, se desplazan sigilosamente y su complicidad es doblemente secreta. No ignoran su significado, alegan una supuesta libertad para que el poema no deje de respirar. Se saben frágiles, inexactas, codiciadas, inconclusas en un azar que les envuelve en una aventura. Pertenecen  a la última palabra y siempre  habitan, despuntan un comienzo. Alguien terminará interpretándolas más allá de una primera forma, y terminan siendo cabezas de un mismo dragón dentro el poema. No creo se expresen más libres, soberanas, auténticas, desinhibidas que en los borradores. Allí se convierten, se hacen, hembras y machos, empujadas por el vicio de la imaginación, el oficio de lo nuevo en el hallazgo. Escritor y palabras viajan insomnes, acarician un mismo luminoso pétalo. Se revuelcan en un mismo merengue, el borrador y las palabras sobre la página en blanco. Toda era principio al inicio, comienzo, nada, un amanecer antes del amanecer. El autor y sus palabras se reconocen en un gesto único, irrepetible, absolutamente cómplice. Es poema es la garganta de la noche. Le atraviesa y viento húmedo, arenosos, su propio tiempo detrás de la pequeña cortina de un teatro de títeres. Un paraguas amarillo ilumina la tarde, más allá de un sol que olvida el paisaje invernal. Los borradores no mienten en principio, ni cuando ceden el objetivo real y definitivo del poema. Son los primeros escombros originales, cimientos para ser derribados una y otra vez, en el edificio del poema.

El poema es un borrador/ de cuatro esquinas/ con su centro blanco/ de palomas de plaza pública./Yo, no estaba allí/ Horror, espanto, dolor./Ayúdame paréntesis a decir no./ La palabra tiene una lectura./En borrador, sigue muda/ El poema es memoria, futuro/ se escribe sobre sus propias ruinas. / Grita, no canta.

 

Río river

 

Soy tu río, river,

vuelvo a pasar

mi mano entre tus montañas.

Corre,  ya vuelvo.

Soy tu río, river,

pasa, paso, flor.

Río orilla, vas viviéndote

suave bajo el sol,

hilo sin dueño, tejes,

la piedra sin dueño.

Río, river, te viajo,

te sueño, hondo cauce,

Río river, que nace, nunca muere.

 

Lugar Común

 

Salgo al jardín por la puerta

que entro a mi casa.

Un patio de luz es todo

lo que mi memoria

recorre esta noche.

La felicidad mide un centímetro,

después de años sin tiempo,

Nada se pierde en el olvido.

Yo sólo recobro mi futuro.

Dejo las ventanas abiertas,

para que nada retroceda.

 

 

 

El muerto soy yo

El muerto soy yo,

el que pisa la ola

y cuelga de una cuerda.

No naufraga, no vuela,

toca el aire, deja el cielo,

sin una gota de sueño.

El  muerto soy yo,

el mensajero del gusano,

que bebe agua de tu pozo

y vuela.

 

LA MUJER ES LA FEMME

Denver, Denver,
la palabra puede ser un puerto,

la tarde en la nieve limpia,

pero la mujer es la Femme,

ojos que inventan ventanas,

hilo que un río arrastra y cruza, el cuerpo,
la ciudad que no conozco en mis venas.
El otoño tiñe de rojo la memoria,
la palabra detrás de la lengua, atraganta,

Denver, Denver,
puede ser un puerto o la palabra,
pero la mujer es la Femme,

la mariposa que no vuela,
herida sobre mi mano, sus alas

 

 AL otro lado del río

Al otro lado del río,

la memoria junta

pequeños girasoles muertos

y no abandona a la hermosa alucinada,

que defendió el pan con sus uñas,

la dócil alcancía de su lámpara,

es fuego que arde más que el bosque.

Yo me sumerjo aún

en su copa desnuda,

comparto su cuarto azul

en la miniatura del sueño,

liviano de equipaje Sur,

el cabalgamiento de la aurora.

 

SOY EL PEZ

Soy el pez,

la secreta voz

del río que lo desea,

entre tus piernas,

amor.

 

Calas Blancas

Calas blancas

Para esta noche negra,

luto de flores

que nacen albas,

vírgenes, solitarias,

mujercitas introvertidas,

turbadamente inmaculadas.

Calas blancas, yo les rezo silencio,

las convierto en noches novias,

en cuerpos sábanas,

vacío que les llega

de nuestras piernas,

porque vivas siguen las calas.


UNA GOLONDRINA SÍ HACE VERANO

Por Rolando Gabrielli

Todo ya estaba documentado. Sólo los muertos y los desparecidos no habían dado su testimonio. Treinta y un año después, un informe sobre la muerte y las torturas. El certificado de defunción que le faltaba a Chile. El horror es horroroso en Chile y en cualquier lugar. No hay velas para tanto entierro. El país tenía que sacar del crematorio su pasado, sentir las pesadas plantas de los pies del monstruo que había creado. Si la infamia pidiera perdón de rodillas, seguiría siendo infamia. Se ha caído el telón y el horror ha destilado su agua podrida por las cañerías de Chile. Todo se sabía y se ignoraba al mismo tiempo. Se degollaba el canario y se iba a cantar a misa. Un coro de cuervos blancos con sangre negra en los ojos azules, le arrancó el alma a Chile, y eso, no era un epitafio, sino una muerte por oficio, institucionalizada, con doble remache. Y Chile está cambiando, los muertos comenzaron a hablar. Trece provincias contaron con 1132 campos de concentración, tortura y de exterminio para un gran total aproximado de 27 mil 255 torturados, tres mil desaparecidos y uno de ellos, en Londres, sitio que acogería años más tarde al paciente Inglés, le llamaban El Palacio de la Risa. Más de 2600 de los torturados tenían entre 18 y 20 años, y mil 80, eran menores de edad. Las cifras del dolor, de la muerte, y tragedia están ampliamente detalladas en el

informe, que registra los pormenores de una institucionalidad sádica, enferma, desequilibrada. La información proviene del horroroso Chile, verso realista de Enrique Lihn, y de 40 países donde vive la diáspora chilena. Se han anunciado y reconocido reparaciones económicas y asistenciales a las víctimas por parte del gobierno chileno. Es legítimo, ético, necesario. La principal reparación, sería un reconocimiento de las víctimas por parte de quienes infligieron tan irreparable pérdida, la vida, del país, los amigos, hermanos, hijos, padres, la nacionalidad, la existencia misma. Después del horror, sólo queda la esperanza. Levantar la vida como si fuera un coro de luciérnagas.

El horror de Chile no podría haberse consumado sin la complicidad, cinismo, apoyo, olvido, de muchos. Escuché frases hipnóticamente mortales, tóxicas de sólo olerlas, contaminantes de la credibilidad humana, fulminantes, aclimatadas en cámaras de gases, demoníacas, decididamente perversas. Frases para oírlas en la Corte Suprema de Justicia, en Tribunales Militares, frases que el horror hace correr para que no lo olviden y sientan su presencia de rata ruin. El país da por fin, fe a sus propias ratas, y el sello de goma de la historia ha caído sobre sus magras carnes. Quizás se respire mejor aire, en el podrido rincón de la muerte. Cuatro esquinas para la larga noche de Chile.

Y esta historia tiene una quinta esquina, donde la golondrina hace su verano. La dejo posar en mi memoria y es María Angélica de Luigi, quien se instala en presente y tiempo real. Es ella quien sopla el dardo de la historia a quemarropa. Hablamos tanto en las noches, El Tibet, los anarquistas, Neruda, un zarcillo era Chile. Había pasión, libertad, futuro, el miedo no entraba en la contabilidad de los días. Pasión podía ser la palabra, pero eran muchas cosas más. Sus palabras, gestos, sus hermosas piernas de diosa romana, su indudable inteligencia, implacable dulzura, su mirada de personaje de Charles Chaplin, me mantuvieron en sintonía con María Angélica de Luigi. Y un día, en el Pedagógico de la Universidad de Chile, donde estudiábamos Periodismo (ella un par de cursos superiores) me entregó un libro enorme. Es tuyo, me dijo. Al abrirlo y ver su página de entrada, casi me infarté. No lo puedo aceptar, le respondí. Ahí estaba Jaime Gómez Rogers, que abrió los ojos como un platillo volador. Es tuyo, tú lo admiras. Seguí en silencio recorriendo las páginas de Residencia en la Tierra de Pablo Neruda, N. 14, Nascimento, Santiago de Chile, 1933. Había puesto en mis manos una joya bibliográfica, de sólo 100 ejemplares, firmada por Neruda. El padre de María Angélica, Juan De Luigi, a quien no conocí, fue un crítico literario de excepción, agudo, inteligente, audaz. Como se sabe, y no es un secreto, confrontó a Neruda en vida como pocos. Fue una amistad que terminó mal. Yo, aquí en Panamá, en este minuto tengo el libro de Neruda en mis manos, tras un largo recorrido de distintos salvamentos en Santiago, Viña del Mar y otras ciudades de América. Un libro de dimensiones colosales, física y poéticamente.

Ahí dejó instalada su humanidad esa mañana María Angélica de Luigi. Después vino lo que vino y el tiempo no se detuvo. Supe ocasionalmente de sus trabajos en El Mercurio. Una periodista de oficio y lucidez. Sin duda. Leo su testimonio y sé que es ella misma. Nacen sus palabras de su impronta. " Lo siento. Mi tiempo ha estado dentro del tiempo de los otros, como perra al mediodía en el Paseo Ahumada. Yo solo me estiré al sol, remoloneando, entre los zapatos que perseguían y los zapatos que arrancaban por Huérfanos, por Pudahuel y La Victoria. Soñaba lo normal: ternuras, erotismos, una casita, un buen colegio para el hijo". Son las primeras palabras de sus palabras testimoniales. Es un mea culpa que la retrata, generosa, dolida, confesional, y le rompe el cuello al cisne cómplice del silencio, del olvido. Veamos:
" Mientras Mónica González, Patricia Verdugo, la Camus, la Monckeberg, la dulce y angustiada Elena Gaete, del Apsi, arriesgaban la vida, yo me daba gustos de perra fina bajo los aleros de El Mercurio. Gustitos: escribir bien, forzar preguntas inteligentes, poner en aprietos, colar entrelineas sofisticadas. " Faltó en la enumeración Marcela Otero, cuyos inmensos ojos y olfato periodísticos, la superaban en tamaño. Murió joven. Detrás de estas divas incomprendidas y perseguidas del periodismo chileno post golpe, está la imagen de los tabloides El Clarín y Puro Chile , bombardeados literalmente por los cañones de las Fuerzas Armadas de Chile y el saqueado diario El Siglo . Varios periodistas muertos y desaparecidos y exiliados. Por esos días se perseguía hasta Camilo Henríquez, padre espiritual de la imprenta, del periodismo chileno, en tiempos de la colonia.

Sigamos con el testimonio: " Alguien planteó en alguna pauta en El Mercurio que había que hacer un reportaje a los cuarteles de la Dina? Yo tampoco. No puedo culpar a nadie. Nunca se me censuró. Perra."
"Mientras a otras chilenas les rompían la vagina con animales, botellas, electricidad, les daban puñetazos y mataban a sus hijos y padres, yo le leía cuentos a mi hijo, pololeaba, iba a las cabañas de los periodistas en El Tabo, usaba suecos y minifalda, carreteaba, ¿era feliz? "

"Lo siento Yo estuve entre los buenos y entre los malos de la guerra fría de Cheyre. Entre los malos: me conmovió Allende, su discurso social, la reivindicación del pobre, el vino tinto y la empanada.
Trabajé por él, voté por él, estuve en la Alameda con pancarta para defender su triunfo después del asesinato de Schneider.
Entre los buenos: mandé a la mierda a los compañeros del CUP cuando se convirtieron en camarilla para perseguir periodistas, censurar informaciones y amenazar con matar al momiaje. ¿Te acuerdas, comadre, el cachetón que te mandé por ser tan resentida y odiosa? "

Y el testimonio testimonia desde adentro de las vísceras, la realidad de Chile. Veamos:

Pero tú si que te acuerdas, pelao Carmona, donde estés, de esa conversación sofocante en un sillón del viejo Congreso en 1973: "Angélica, lo que se viene es un gorilazo, aquí se viene la CIA con todo, va a ser un baño de sangre".
Y yo: "Ya estai con tu paranoia del imperialismo y la custión, pelao".
Y después te encontré en un párrafo de crónica, ametrallado en una calle de Santiago.
Guevona.
Pelao, te juro, si ahora tuviera la oportunidad de vivir todo de nuevo, me gustaría figurar entre tus malos.
Lo siento.
¿Qué valor tiene decir "lo siento", así, al voleo?
Pedir perdón a todos, a nadie. "
Prefiero personificar: te pido perdón a ti, periodista Olivia Mora, que cuando naciste traías una bandera de Allende, que fuiste izquierdista de alma, que te la jugaste y nunca fuiste sectaria, que nunca quisiste matar a nadie sino hacer justicia social.
Perdona por lo que tuviste que sufrir en el Estadio Nacional, en el exilio, con el asesinato de tu primer marido, el Pepe Carrasco (amigo loco que creíste en mí como periodista).
Y, Olivia, perdona por no haber hecho nada para cortar la cadena de horror que se llevó a uno de tus hijos.
Fui una perra.
Guevona."

 



LAS GRACIAS
DE ANTONIO GRACIA

Y EL LOCO VIAJE DEL POETA PANERO

Por Rolando Gabrielli

Los premios literarios en el mundo, están cargados como los dados o marcados como las cartas o llenos de vicios, premios literarios. Los duendes-jurados trabajan no sólo con sus gustos, sino nombres. Los amigos de los amigos, los colegas de las academias, los críticos de parientes, los compadres, los recomendados, en fin, la poesía suele escurrirse o la obra se transforma en un esqueleto, el espantapájaros del futuro. Las anécdotas son para escribir un libro. Voy con una personal para no ofender a nadie.

Me presenté a un concurso, único porque como extranjero tengo mis limitaciones severas en cuanto a la participación. Lo pensé mucho. No tuve quien fuera a dejar los textos. Fui personalmente. Dudé, porque podían reconocerme. Me arriesgué. Me recibió el organizador del concurso, un escritor. Cuando le dije a lo que iba, me respondió: no puede participar, usted es extranjero. Me reí, algo molesto, nervioso. Lea las bases, le dije, ahí dice lo contrario. Leyó: vaya, tiene razón, si yo mismo redacté las bases.

Y me volvió a interrogar: ¿de qué país es? Realmente me molestó, y me pareció una pregunta indebida. De un país de poetas, respondí. Se enfureció. Todos tienen poetas. Sí, le dije, pero no grandes poetas. Ya el caldo se había puesto espeso, así que seguí. Chile, respondió. Sí. Y ahora me voy. No estaba para responder un cuestionario, que ya me hablaba muy mal del concurso, pero no podía echar pie atrás.

No gané y me inventaron una mención Honrosa. Fue la típica ceremonia circo. Se apoderaron del escenario los dueños del circo y los payasos reglamentarios para una ópera bufa.

Esta nota se refiere a una anécdota curiosa sobre un premio de poesía en España. El poeta de Alicante, Antonio, Gracia, hizo la gracia de presentar un mismo libro a dos concursos que ganó al mismo tiempo. Pero perdió, 10 mil 500 euros, porque ganó primero el de menor cuantía y fue despojado del otro, como corresponde.

Esta vez, el jurado hizo lo correcto. Participaron 1018 obras de 35 países, en el Premio Loewe. Había bastante donde escoger. Antonio Gracia parece ser un poeta con tradición de ganador. Se ha alzado en varios torneos con el premio. Hay quienes sostienen que existe un jurado ya institucionalizado que brinda sus servicios.

Los premios no tienen esquinas, están coronados de falsos profetas, dueños de una pequeña gloria, y no sólo en poesía, sino en todos los géneros, porque para eso hay mucha tela para cortar. Conozco escritores que se han ganando cinco veces un Premio Nacional, en casi todos los géneros. Artistas consumados del arte de la trampa. Son actos que debieran presentarse en un circo de piojos, porque las pulgas tienen más dignidad. Legítima sería la actuación para una mujer barbuda vidente, y un enano encantador de serpientes.

Estos son algunos de los versos del gracioso de Gracia, que obtuvieron otra premiación importante, y en lo personal me parece que carecen de fuerza, originalidad, tensión, y sobre todo, le faltan lo que tan bien aconseja Pound: que estén cargados de sentido, porque eso es el lenguaje poético.

Premisa

Dejo el libro que siempre me acompaña

sobre la hierba, y abandono

bajo el árbol la duda y su rigor.

Me desnudo del hombre reflexivo.

Toco el agua, la rosa, el horizonte.

Asoma el sol entre las nubes. La montaña

quiere entrar en el mar. Siento la vida.

El himno de la tierra emociona a los pájaros.

 

PANERO SIN CAMISA DE FUERZA

Por ello, me alegro que hayan invitado a Chile a Leopoldo María Panero y sacado directamente de la clínica siquiátrica desde donde escribe la mejor poesía de España, en décadas. Chile , después de todo, se está dando de alta, paso a paso, tras 17 años de dictadura, y 14 de "democracia protegida", una verdadera camisa de fuerza. Un largo y angosto paciente convaleciente de los años locos. Ni Chile, ni Gran Bretaña o España, supieron en tiempos del Paciente Inglés, devenido de Londres a Santiago en loco, enfrentar y resolver con la verdad y transparencia requerida, el sórdido, tenebroso, escalofriante, vergonzoso, y más negro período de la historia política, social y cultural de Chile. El titular de la muerte, se instaló desde el primer día su gafas oscuras, para no ver ni ser visto. El país se borró en la suela de una bota militar. Hasta nueva orden, pasarían 17 años y unos cuantos meses. Se había instalado una verdadera moledora de carne en cuartos fríos. La morgue era un lugar muy concurrido. El país había perdido su inocencia y hasta su manera de caminar. Las autoridades militares prolongaron indefinidamente el 11 de septiembre y el estado de excepción se hizo permanente. Lo verdaderamente excepcional, fue sobrevivir.

Panero es un poeta trasgresor, culto, es el antipoeta de España, sin la connotación parriana. No comulga con el establishment de la estafa literaria. En su agitada vida, ha demostrado ser un héroe en la derrota, al borde del suicidio, preso en cárceles y ahora recluido en una clínica. Es un acierto su invitación a Chile y aunque viene con un custodio, (que seguramente comparte la locura de la poesía) dirá lo suyo, que no es otra cosa, que poesía de gran calado. Él sabe que hay que estar loco para escribir poesía en este tiempo y cruzar el Atlántico además para leerla ante un público desconocido. Y llegó a un país, donde según las encuestas, el 60 por ciento población en la capital, no ha leído un libro en el último año. Todo un orgullo para el mercado. ¿Es de locos leer? ¿O es de locos escribir? ¿O es mejor hacerse el loco? Panero al parecer, tomó el camino correcto. Es más fácil, razonó, que un loco ingrese a la clínica y no todo un país.

Panero no es panadero, pero hace el pan de la poesía, lo hornea al lento fuego de su morosa escritura. Se presenta como quien es en su poesía: Nadie y todos. Es poeta de la orina, escupitajo, de la sombra, sangre, de la lengua muda, inservible, del silencio, de la identidad arruinada por la sombra, y aún así, desde sus ruinas, teje un polvo eficaz. No cuadra en el triángulo redondo de la poesía española contemporánea Leopoldo María Panero. Obra y personaje, superan la realidad. Desde un retrete, con buen pulso, no sabemos si al amanecer, o a la hora del misterioso crepúsculo, Panero hace la mejor poesía de España. Es el escalofrío de España, y desde el trópico, perdido en la anónima selva de mis palabras mudas, me regocijo de su viaje a Chile, país de poetas. Un acierto, un lujo, una boutade del sistema. Se pueden pensar muchas cosas, porque el mercado lo compra todo. Pero Panero desconoce las leyes de la oferta y de la demanda. Es un poeta del trueque de palabras que traen otras palabras, se fundan, se paren, aniquilan, deshuesan, pervierten, pero siguen vivas significando, iluminadas. Es un poeta que conoce su oficio de lector, intérprete de textos propios y ajenos. De donde viene. En el prefacio de su libro El último hombre , nos revela que se ha propuesto toda su vida literaria "un rigor poético". Blake, Nerval y Poe, son sus fuentes, reconoce, porque en su opinión "son el máximo de la inquietante extrañeza, de la locura llevada al verso" El arte, cita a Deleuze, no consiste sino en dar a la locura un tercer sentido: en rozar la locura, ubicarse en sus bordes, jugar con ella como se juega y se hace arte del toro, la literatura considerada como una tauromaquia: un oficio peligroso, deliciosamente peligroso. Contrasta la belleza con el horror, es decir la realidad, y es tan presente como el mundo.

El poema Primer amor , es de lenguaje sencillo, pero nuevo en imágenes para un tema " tan manoseado". Esta sonrisa que me llega como el poniente/ que se aplasta contra mi carne que hasta entonces sentía/ solo calor o frío/ esta música quemada o mariposa débil como el aire que/ quisiera tan sólo un alfiler para evitar su caída ahora/ cuando el reloj avanza sin horizonte o luna sin viento sin/ bandera/ esta tristeza o frío/ no llames a mi puerta deja que el viento se lleve tus labios/ este cadáver que todavía guarda el calor de nuestros besos/ dejadme contemplar el mundo en una lágrima...

El mundo de Panero es complejo, lo y desintegra desde una perspectiva global de la poesía. Incursiona como un alpinista y buzo, rastrea, busca sus propias pistas, inventa coartadas, rutas, asume su diván, trastorna y perturba al lector. En Diario de un seductor , prueba su lenguaje corporal para socavar el espíritu: No es tu sexo lo que en tu sexo busco/ sino ensuciar tu alma:desflorar/ con todo el barro de la vida/ lo que aún no ha vivido.

Un texto breve para un tema viejo de la relación humana-pareja, que presenta con un leguaje intenso. El poema se abre como una alcachofa. El corazón, el fruto del poema, está al fondo, en un pequeño campo vacío, donde el alma y el cuerpo, abrochan sus cinturones. Escrito sobre un verso de Kavafis No me engaña el espejo: esa mujer soy yo, /la que el espejo prolonga/ y que vierte la copa sobre sí misma/ y canta, frente al espejo/ un himno/ a una mujer desconocida/ y baila, baila desnuda /ante la copa del espejo/ ante la sangre que derraman los ojos/ y que es su vestido, su ropa /que no existe, y se deshace/ como las hojas del otoño/ del espejo.

Los tiempos requieren un loco magistral como Panero, que escarbe, se sumerja en el ombligo de Santiago, por sus subterráneos, noches de putitas afrancesadas, que se presente con su arsenal para una cirugía mayor de la poesía, al borde

de un verano que se avecina, en medio de una primavera purificadora, donde el pasado saca su pus, se pudre en silencio, estalla, vuela como una amapola sin destino. Llegó Panero a tierra de olvido, sin memoria, y en pleno aeropuerto le fabrican una, pero en presente, siempre tiempo real. El pasado se estrangula en una calle sin salida. Se instala un pasamontañas, oscurece su entorno, se viaja asimismo y se enchufa en una película de terror para estar en ambiente. Aparecen cinco, cien soldaditos de plomo, que dicen en coro: yo no fui. Panero, ya en escena solicita hablar con el loco oficial de la República, el mero, mero, dicen los mexicanos, el que aprobó todos los exámenes y se hizo el loco.

  • LEOPOLDO Y DANIEL, RIMANDO EN EL MAPOCHO

Llega Panero en un momento especial a la patria del no me olvides. Tiempo de la Teletón, bien podría con su partner, el loco Daniel López, hacer recitales en los puentes del Río Mapocho, recabar fondos para la memoria de Chile. Podrían comenzar por pequeños bandos poéticos, lanzados al viento primaveral como en bandadas de gorriones, en el país de los fértiles juegos florales. En el cielo que aún no borra el smog, en las proximidades al Parque Forestal, una avioneta de la tercera Guerra Mundial, despega un lienzo con los colores de Chile y al centro un verso : Del cielo sólo cae la noche . Daniel López se mete en la perfomance, desde su silla de ruedas, parece arengar a sus seguidores con unos versos enigmáticos, y dentro de la teoría del cliché, innova en la trasgresión de su propia memoria: A río revuelto, ganancia de pescador / Lucía, remember: las cuentas claras no son mejores que el chocolate espeso /todos vamos bajando por Puerto Aysén/ río, río, que grande viene la mar ... y antes que dijera, te toca Panero, el bardo invitado: respondió: A todos nos llega la hora/ incluso a la lora que no quiere hablar/ y dejo de ese tamaño mi rima/ Daniel López/ o José Ramón Ugarte/ o como quieras llamarte/ hombre, Augusto, la cagaste/ sí, ni una hoja volaba/ sin que tú ni el viento supieran, / dicen, dijeron/ se nos va en esta el Benemérito/ ay mi madre... No estoy augusto, Leopoldo María Panero/ mi fiel escudero me ha hecho un agujero//dice que hable yo primero/ que asuma la suma que todos restamos/ Siento un ruido que viene del patio de los callados/ Una caravana/ todo está helado/ todo huele a muerte/ si ni las cuentas del Riggs, me cuadran/ poeta Panero,/ usted si es un gran rimero. A otro perro con ese hueso/ Benemérito, capitán General/ deje correr el casete/ que todo Chile, sabe quienes fueron.

A los pocos minutos, pasa una patrulla de Carabineros de Chile, con sendos perros germanos , en la verde primavera y piden que se dispersen: "El caballero de la mirada extranjera, y el señor de la silla de ruedas". El río que inocente trae y lleva su caudal. Los puentes del Mapocho son para circular. Ni los fantasmas pueden tomarse las calles. Es tu herencia Augusto: ni una hoja. Para estar a tono con tu poesía del pasado, le diré a las chilenas: Lloras entre mis muslos, amada: el cadáver de la poesía /es la ausencia de mis versos . Ahora te dejo, tengo que dar un recital, para eso me sacaron de la clínica y en poesía no me hago el loco, eso se lo voy a dejar a Manuel Silva Acevedo.

 

Panero, al mediodía

 

Panero, la poesía,

me sabe, se me cuela

con sus heces, vocales,

digo yo, usted ya sabe,

tiene algo de patíbulo

el poema en la garganta.

Ahorca la palabra

cuando cierra como no debe,

el poema un nudo, un nudo.

Una llave no abre sola una puerta.

Usted, ya sabe, Panero,

el verbo no hay que soñarlo,

sino encarnarlo.

Rolando Gabrielli

 

En poesía no se puede escupir para el cielo

Por Rolando Gabrielli

Hablamos para nada, con palabras que caen, Leopoldo María Panero

Cada día me convenzo más del fatalismo geográfico literario chileno. Es una suerte de respiración artificial, de bruma, donde el rompehielos se espera con urgencia y el Titanic sigue flotando en la memoria. Los transplantados han hecho la literatura chilena y en ese viaje, Neftalí Reyes, endiosado, ninguneado, arrastrado por la crítica insular de la envidia, se lleva las palmas a lo largo y ancho del Chile Fértil, señalado con el dedo acusador.

Una geografía fatalmente autoritaria, que le han impuesto los terremotos, inundaciones, el olvido, el paso de ganso, el autoritarismo per se , (sécula secoulorum), la feroz, castrante dictadura de un porvenir gris, afiebrado en las sábanas, perdido en la inocencia.  En el altar de Chile,e speran las viudas de la Primavera.
La literatura recoge desde sus andamios psicológicos los pisos que ningún ascensor puede recorrer y lo hace a su manera, desde su perspectiva, que no es otra, que un lenguaje sin fronteras.
Leo, no sin asombro, la afirmación del académico Niall Binns, sobre la literatura chilena, arropada bajo el título: "Adiós, Neruda, definitivamente"

A estas alturas no nos vamos a preocupar por Neruda, su obra, influencia, porque el año nerudiano nos dejó en claro que es un poeta clásico del idioma castellano, aunque en ese tipo de fiestas, la pirotecnia literaria es lo que más se ve, en un verdadero campeonato de fuegos artificiales y fatuos.

Binns, descubre a Nicanor Parra y su influencia en la joven poesía chilena, y encarpeta definitivamente al autor de Residencia en la Tierra, Canto General, Odas elementales y Memorial de Isla Negra , quien le ha dado un giro significativo a la poesía chilena.
Parra escribió hace 50 años sus Poemas y Antipoemas, que convivieron con un Neruda vivo físicamente hasta 1973 y la rica, variada, poesía chilena siempre emergente.

Un clásico permanece en el tiempo, como le sucederá a Nicanor Parra, que comenzó al reloj de su vida a los 90 años, y que al parecer el profesor Niall Binns, pareciera desconocer, porque Parra surge, como un producto natural del imaginario poético chileno, de su rica tradición, liderada por Pablo Neruda. Lo importante para un poeta es que lo lean y lo sigan leyendo después de muerto.

Nada nuevo bajo el sol del comentario de la revista española Babelia , y muy por el contrario, equivoca los caminos, porque hay más poetas en este menú y explicaciones sobre la literatura y la poesía chilena.
Estas reflexiones del crítico Niall Binns, se producen en el marco del lanzamiento de la novela póstuma de Roberto Bolaño, 2666, y ese contexto tiene mucho que ver por el impacto de ese autor en la literatura chilena e hispanoamericana.

Bolaño es un producto de la diáspora, narrador fuera del límite chileno, engendró sus criaturas, para bien o mal, más allá  de la geografía asfixiante chilena, de la opacidad tradicional de su prosa, y su autor, muerto prematuramente, es un espécimen atípico en la flora y fauna de la prosa chilensis: escribe con las vísceras, alejado de la academia, devora libros, vive la vida y dispara al corazón de la escritura chilena y latinoamericana sin complejos. Es un "perrro trasgresor".

Supo robar y leer y escribir los libros oportunamente.
Roberto Bolaño, sin embargo, está en la tradición de la gran literatura chilena, tanto en prosa como en poesía (no su poesía), sino él, como autor, y forma parte de esa corriente que vivió fuera de Chile: Huidobro, Donoso, Mistral, Neruda, Díaz Casanueva, Matta, en pintura, Arrau, música y Raúl Ruiz, en el cine.

Hay un número plural, que estuvo dentro y fuera de Chile por períodos significativos, determinantes, no quizás por la contaminación de su obra, sino apropiamiento de todas las libertades, el derribo de las paredes locales, el abandono de la capilla y de la observación minuciosa del ombligo. Dejaron la silla de ruedas de la provincia gris, encajonada, construida a retazos, alargada, seca de creatividad, la típica tía solterona que nos sirve un buen desayuno con toda confianza, en la fría rutina de una mañana.

La obra de Bolaño y de todos los grandes escritores chilenos tiene mucho o que ver, con la confrontación de la realidad de donde surgieron, vivieron sus primeros años, y de alguna manera siempre regresaron en vida y palabra, porque un escritor es raíz de su idioma, atmósfera constante de su pasado y futuro.

Germán Marín, cuya obra no he leído, dejó pasar un par de décadas largas entre México, Barcelona y Chile, para escribir su obra narrativa, ( y todo el tiempo del mundo mientras vivía en Chile) lo que no quiere decir que ese sea el paso necesario para hacer un trabajo literario. Cortázar y García Márquez, hicieron su gran obra fuera de Argentina y Colombia, pero Borges, en el mero Río de La Plata. Claudio Giaconi, un gran ausente desde La Difícil Juventud , libro muy chileno y una gran prosa, se fue y volvió décadas después. Está terminando una novela llamada F .

Neruda cambió la poesía después de Rubén Darío, y Parra después de Neruda, y me parece una verdad de apuño en lógica afortunada en el ciclo poético para Chile. Hace tres décadas partió Neruda y el antipoeta sigue dando batalla en su propia cuerda floja. Bolaño dejó una obra escrita y otra que recién aparece, un itinerario para algunos.
Hay más poetas en Chile profesor Niall Bins y que se le escapan a Dios y al Diablo, a Neruda y a Parra: Hahn, Gonzalo Millán, Manuel Silva Acevedo, José Cuevas, Waldo Rojas, porque en poesía, no se puede escupir para el cielo.
Raúl Zurita, a quien usted menciona, está muy enraizado con Neruda, a propósito de Parra.

Uno de los trabajos valiosos que hizo Bolaño, a costa de su simpatía personal, fue criticar a diestra y siniestra. Arriesgó, fue audaz, no se escondió bajo las faldas del verbo y fue punzante. Animó la literatura con una especie de glorioso vedetismo, muy propio de la época, pero se atrevió. Consideraba que era su tiempo y hora. Un hombre contra reloj, dejó el hígado en la calle. Arrastró sus marcas, corrió el maratón, y de pronto los cien metros. Un apostador a sus propios pies.

Y aún así, se enmarca en la tradición de la literatura chilena, porque nadie puede andar con un balón de oxígeno, así como así, por las calles de la literatura.
Bolaño se dejó contaminar por el D.F., una ciudad monstruosa que se devora a sus hijos, y que le dio una gran literatura. Supo instalarse con su propia flauta en el difícil mercado del mundo editorial. En España se enredó con el éxito, luego de su premio consagratorio Rómulo Gallego, en Venezuela.

Chile, entretanto, lo ignoraba. El viejo y tradicional canje de notas entre sus hijos y el oficialismo criollo. Bolaño ladraba por los diarios. Nunca cerró la boca, hasta el final. Animó, a sus costos, con bombos y platillos, en un diario de pasarelas de Chile, todo lo que pensaba de la literatura chilena, sus escritores y de Latinoamérica.

Un escritor profiláctico para un medio pacato, enfermizo, de apariencias, con fórmulas de mercado y atrincherado en los éxitos de la farándula. No todo es pasarela, pero como les gusta el desfile. Can Can, piernas suaves, la tibia hoja escrita en el sueño delirante, vaporoso del mediodía fugaz, con su guiño de bataclana de provincia y trajecito de percal. ¿Cuántas veces la vimos estacionarse con sus cargas emotivas, existenciales en una fuente de soda?
Es lo que hay en el patio, el jardín que las rosas dejan cortar y ver en el día soleado de la Copia Feliz del Edén.

No estoy en Barcelona, no tengo acceso a editoriales, ni a diarios famosos y no figuro en el devocionario de ningún cartel literario, ni formo parte de subyugantes mitos, nadie me lee en el Metro de Santiago o en el Subte de Nueva York. Quizás en algún cyber de provincia, como de hecho me ha ocurrido. Alguien se sentó frente al ordenador y abrió la biblioteca del mundo. Google le sopló algún titular y ya, se enganchó.

Esto está raro aquí, todo igual, y lo atraviesa el mercado, me dice José Cuevas, el poeta ex roquero, filósofo, que dispara con su mortal mano izquierda, entablillada, amputada y vuelta a restablecer con una prótesis siglo XXI, para un ciudadano del siglo pasado, vestido de derrota. Quisiera llenar de spot la ciudad con mi regreso, dice, y de hazañas suyas. Pero sospecha que nunca volveré.

Lo imagino en el viejo Pedagógico de la Universidad de Chile, de traje negro - afuera una moto encendida con el estanque lleno de rutas y sueños - el pasto verde inmóvil con las musas resoplando un sexo estival, y el bardo llamando la atención sobre un futuro re-raro. Las divinas escuchando trémulas, obstinadas, argentinas, la poesía de todos los tiempos.



Santiago en 100 palabras
Viaja a esa Neftalí, El palo ensebado y
El fantasma del WEB

Por Rolando Gabrielli

Santiago no existe. Es una historia muy larga atravesada en el Sur. Un río sin dueño, mendigo, y la montaña blanca que hace de marco a parte del paisaje. Todo lo demás fue un tiempo para el miedo. Ahora es una mancha gris, un invento de la memoria, el festejo de mi infancia solitaria. 

La tarde de la larga Alameda con los bronquios rotos del invierno reflejada en un pedazo de escarcha, o esa vieja desvencijada última primavera llena de retenes. Filmaba Fellini las 20 mil y una noches en el circo romano del Tata.

Yo prefiero la ciudad herida, en La Quinta Normal rodeada de Mapuches o detenida en la vieja Estación Central, queriendo arrancar para el Sur un verano, y en esas calles dormidas sobre hojas, un Otoño cualquiera.La ciudad se fue o yo, pero alguien no está, en un libreto gris que escribe el smog.

La prefiero asaltada de claveles rojos y blancos al llegar al Cementerio General, primariamente fea, olvidada, sin maquillaje, en las inmediaciones del Parque Forestal, por aquí y por allá, sin un itinerario fijado previamente. Arrastrada en el cuerpo del delito, en unos bares sin nombre, acodados en el mesón, cargando las horas a un porvenir inexistente. Son los minutos estrictamente desalojados del tiempo, la red que una atmósfera casual lanza sin atrapar el pez.

La ciudad es una tía solterona desaliñada, que se avergüenza de una noche que esperó en la carne juvenil y nunca llegó. Me gusta la ciudad en movimiento con las doradas cicatrices de pueblo, con sus ancas juveniles de profesora bien letrada. Cuando siento su olor a lúcuma me recuerda unas largas piernas, donde fui un pez. La ciudad siempre entra en el azar, la posibilidad, lo que ocurrirá, tal vez. La jugamos a los dados y los marcamos detrás de sus muslos adolescentes.

Yo si la recuerdo, en la Escuela 50, poco antes de Las Rejas, con el silabario en la punta de la lengua, escribiendo en el pizarrón su nombre, la palabra Santiago.
La he descrito tres veces en 100 palabras. En hechos capitales o que me han llamado la atención. Una ciudad no se ama en el olvido, sino en el presente y en su pasado. No existe un peso exacto en la balanza, ni una medida, para saberla nuestra. La ciudad, uno, las circunstancias, le corren de sus plazas, a venidas y le llevan al aeropuerto.

De ahí ya no se sabe más de lo que ha juntado la memoria. De unas cuantas obsesiones, que ni la ciudad más discreta podrá impedir, caen las palabras con su ordinario vacío o extraordinario candor. Los sentimientos suelen aflorar como un primer día de clases.



Viaja a esa Neftalí

Delgado junco crepuscular, habitado en el Sur lluvioso, muelle desesperado, Carahue al alba: Marisol, Marisombra, serán de otros, como antes de mis besos. Astro azul titilante a lo lejos, viaja a esa, tren expreso Temuco, Estación Central, Santiago, 1921. Caerá en Maruri 513, como el pasto al rocío. Rangún, Madrid, D.F., Oh Maligna, Delia y Matilde. Tres Residencias en la Tierra en el país del largo pétalo: La Chascona, La Sebastiana e Isla Negra. Confesó que había vivido y se seguiría viviendo, antes de morir de tristeza y ver las calles ensangrentadas de Chile, un 11 de septiembre de 1973.



El palo ensebado

Chile es un largo y angosto palo y ensebado. Los españoles, ensebados, hace 500 años atravesaron a Caupolicán. Durante 17 años, el capitán General de Chile, se ensebó con la región antártica famosa, exenta, indómita, temida. Un juez español le ensebaría en Londres, durante 503 días. En el difuso, orate paisaje inglés, contemplaba una ardilla en los jardines de una clínica para enfermos mentales. Llegó a Chile, convertido en El Paciente Inglés. Lili Marlene entonaba sus himnos, sus seguidores le esperaban, se alzó en su silla de ruedas, como un loco, y dijo no recordar quien depositó en el Rigss.



El fantasma del WEB

La Mujer llega a una Estación del Metro. Se le ve volada. Ojos que son ventanas sin vidrio. Pajaritos. Está vacía, ella, y la Estación. El pelo le combina con el viento y su traje arrugado como una mano de guagua, cuando sale del agua fría. Se le acerca un Inspector. Alto, lleno de vida, parece que tiene los pies en la tierra.-El tren ya partió, Señora, -Cómo sabe que vine a subir al tren. Se sienta, abre su maletín y enchufa su laptop. Mira fijo al Inspector, y le dice, ahora voy a EN UNA ESTACION DEL METRO

La ciudad crece, ronronea como un gato, pero huele a ratón. Cien palabras son una exageración para estos maravillosos escombros, herencia inacabada del Alarife Gamboa. Me fui hace 27 años, eso creí, hasta que supe que es imposible mudarse. Nací un febrero de 1947, en la calle Molina, Estación Central, a las 7 de la mañana y morí el 11 de septiembre de 1973.Todos estos años la que ha viajado es mi maleta. La ciudad crece, es una vedette que se desnuda.. Recicla sin nosotros el oxígeno que la asfixia. No puedo seguir conversando, me bajo en la próxima estación.

LAS DOS CIUDADES
No tengo cien palabras para usted señora, chascona y gris, se me hace solterona con ese traje sastre, el río chocolate que le atraviesa, dos cerros cortando su valle, esa mirada londinense simplemente provinciana . De la cintura hacia arriba, todo rico como un shops de Plaza Italia, espumosa , moderna, tacones de aguja en pasarela hacia la cordillera. Que buen aire respira. De la cintura hacia abajo, carburando pueblo, axilas y la pobreza vestida de patronato Sólo dos preguntas en una, para no cagarle su imagen. ¿Cómo se dejó secuestrar la cordillera y que los estadios fueran campos de horror?

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UN LOCO ANDA SUELTO
Si sabe que un loco anda suelto, comience por cerrar ventanas y puertas, pasos cordilleranos, aeropuertos, terminales de buses. Haga la denuncia a Carabineros de Chile. Ponga un aviso en los clasificados de El Mercurio. Demande ante la Corte Suprema y declare ante Notario Público, que un loco anda suelto. La ciudad puede ser un manicomio, pero no aguanta un loco más. Es un buen argumento, por si le piden declarar para qué tanto papeleo. Movilice a la Cruz Roja y al Ejército de Salvación, una, por salud y el otro, por si el hombre decide retornar al servicio activo.

EN UNA ESTACION DEL METRO

La ciudad crece, ronronea como un gato, pero huele a ratón. Cien palabras son una exageración para estos maravillosos escombros, herencia inacabada del Alarife Gamboa. Me fui hace 27 años, eso creí, hasta que supe que es imposible mudarse. Nací un febrero de 1947, en la calle Molina, Estación Central, a las 7 de la mañana y morí el 11 de septiembre de 1973.Todos estos años la que ha viajado es mi maleta. La ciudad crece, es una vedette que se desnuda.. Recicla sin nosotros el oxígeno que la asfixia. No puedo seguir conversando, me bajo en la próxima estación.

LAS DOS CIUDADES
No tengo cien palabras para usted señora, chascona y gris, se me hace solterona con ese traje sastre, el río chocolate que le atraviesa, dos cerros cortando su valle, esa mirada londinense simplemente provinciana . De la cintura hacia arriba, todo rico como un shops de Plaza Italia, espumosa , moderna, tacones de aguja en pasarela hacia la cordillera. Que buen aire respira. De la cintura hacia abajo, carburando pueblo, axilas y la pobreza vestida de patronato Sólo dos preguntas en una, para no cagarle su imagen. ¿Cómo se dejó secuestrar la cordillera y que los estadios fueran campos de horror?

 

 


Rolando Gabrielli
 
Rolando Gabrielli
es Periodista y Escritor chileno




Si desea escribirle puede hacerlo a:
panaglobal@hotmail.com

Actualmente vive en
El Dorado, Panamá

 

 


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