Texto:
Carlos Yusti
En la actualidad el hombre contemporáneo tiene un contacto directo con el arte, a diferencia del hombre en épocas pasadas. El arte está en la calle, irrumpe en las plazas, en el metro o en algunos edificios. Ya no es patrimonio exclusivo del Estado ni de mecenas poderosos. Sin embargo, en todo este pujante universo de arte al alcance de todos logran deslizarse obras de dudosa calidad, inigualables bodrios artísticos que a lo largo conforman un atentado a la mirada y el buen gusto.
En la esfera privada el arte, fuera del mero rol decorativo o de plusvalía, posee otras connotaciones menos filisteas. Un cuadro, una escultura o una fotografía proporcionan sensibilidad, sentido y prestancia a los espacios. Una casa sin obras de arte resulta algo monótona, sin vida espiritual. El arte aporta luz y color, cuestión que quiebra la redundancia espacial.
Invertir en obras de arte es siempre una elección acertada. Las obras no se devalúan y con el tiempo su valor se incrementa. Hoy cualquiera puede convertir su hogar en un pequeño museo y más que dinero se requiere disposición y entusiasmo. Si es un lego en la materia trate de asesorarse con especialistas o amigos artistas para que no termine convirtiendo su casa en un zoológico de cursilería estética. Para convivir con el arte y compartirlo a plenitud con las personas que son importantes para usted, me arriesgaré a ofrecer algunas recomendaciones:
. Contacte con alguien que se mueva en el medio artístico de la ciudad.
. Trate de comprar obras con cierto nivel estético. Visite el taller de algunos noveles pintores y escultores, hasta encontrar aquellas piezas que motiven su retina y estremezcan su sensibilidad.
. No adquiera paisajes ni pinturas abstractas callejeras.
. En lo que respecta a fotografías, busque fotógrafos con cierta trayectoria de trabajo serio y continuo en la ciudad.
. Asista con regularidad a museos, galerías privadas y salas de exposiciones para ir educando la vista y que se vaya impregnando del acontecer plástico actual.
Un escritor y crítico de arte inglés, Roger Fry escribió que la principal ocupación del artista es el aporte de su visión creativa. El artista mira el mundo fragmentado en luz, sombra y color. Su obra es al final un todo compacto que concentra sensibilidad, técnica y talento, mezclados por supuesto con sus vivencias y dramas, para dar coherencia al mundo traducida en una estética, en una poética plástica. La obra de arte produce extrañeza y sorpresa, saca al observador de su mundo cotidiano y lo ubica en ese plano en el que la belleza adquiere protagonismo. La obra de arte cautiva nuestro intelecto y su función primordial es despertar nuestra visión creativa. Una obra nunca está terminada hasta que el público aporta su cuota de sensibilidad e inteligencia y la convierte en una nueva experiencia estética.