Santiago de Chile.
Revista Virtual.
Año 6 |
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Número 62
Junio 2004 |
LAS CEPILLADAS DE MELISSA (Ábrete Sésamo o el paréntesis de la carne)
EL AMOR, ESA VENTILACIÓN PÚBLICA Y HÚMEDA
DEL OBELISCO AL RÍO MAPOCHO, EL PASO DE GANSO DE MELLISA
Por Rolando Gabrielli
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"Foto: Leo Vaca" |
Medida en el olvido de su tórrido pasado, cruzó la cordillera en la esponjosa fama de la piel sobre el escaparate, el cuerpo adolescente que fue oficio de sus noches y mañanas, llegó a Santiago de Chile, como el hilillo descolgado del Mapocho, sin el brioso cauce, Qué fue deste río profundo, remolino, torbellino de un indisimulado gozo, que se fizo la infanta Mesalina P., que lo probó todo, como si fuera una fiebre sobre las sábanas. Un Santiago gris, apagado por el smog, pero más salvaje en el sexo virtual, recibió a esta siciliana, que abrió su isla y playa, el fruto de su carne, al uomo sapiens , al uomo fálico .
Flotó en la atmósfera la pregunta después de sus declaraciones en Buenos Aires, que fue de esas noches, aquestos caballeros, esos Don Juanes de doradas, húmedas sábanas, que se fisieron, Oh, Señora?. La memoria es la reina del olvido. Una patinadora en que el hielo es el paisaje que alumbra el atardecer veneciano, escarcha de un frío corazón que sólo atina al giro sobre la inmóvil pista blanca como el azúcar, la leche materna, el sueño sobre la nieve, la bata de la enfermera, la blanca paloma que vuela en la infancia sobre la plaza.
Melissa, querida, el cielo es el reino de los arrepentidos. Quieres volver a cero kilómetro después de rodar y rodar, en un cuerpo a cuerpo, luchas de épocas bíblicas, gestos romanos, divina criatura, cómo calmar las carnes después de una maratón, donde la piel se estira en los exactos 42 kilómetros a plena luz de la carretera, sobre la Vía Apia. Se recicla el tiempo como un rodaje de Fellini, el cuerpo por delante, frívolo manjar, un día de columnas griegas, de falo romano, de trompetas napolitanas, el tiempo vacío, intacto, la provincia húmeda, desolada al alba, dormida en el fragor de la batalla, cálido tiempo, suave camino de seda. Entre la nieve y la espuma, la alfombra y el trigal, la mañana gris, desplomada, el mediodía de botas, la calzada en el ritmo asfaltado, cita de sonrisas y manos, juego de villanos, la paloma vuela sobre la cornisa porque ahí está su nido.
Melissa Panarello, una isla en el diminuto mar de su corazón huracanado, cuya tempestad dice ella, llegó a puerto, después de una larga travesía, y bien sudada jornada. Lo que el tiempo se llevó, ya fue, ha dicho en Buenos Aires y recalcado en Santiago. A clavo pasado, solo se le siente el gusto y la punzada.
Las cepilladas de Melissa han quedado atrás. La guerrera reposa después de las batallas. Cedió su plaza mil veces, pero considera que fue suficiente dormir con el enemigo. Ha llegado la hora que el pan se queme antes de entrar al horno. ¿Ha renunciado al placer Melissa? ¿O se cepilló más de la cuenta? No sabemos, pero el infierno está plagado de arrepentidos. Ella se confesó a una revista chilena, sobre esta nueva etapa alejada del placer, una especie de limbo eroticus. Y aún así, un inefable periodista chileno la calificó de "ninfómana", cuando Melissa venía vestida de atuendos propios de un convento, alejada del mundanal ruido, del altar de su propia gloria, un pasado de llamas convertido en cenizas. El animador del programa Coyote , el antofagastino autor de El Entusiasmo y Desnudo en el tejado , Antonio Skármeta, se escandalizó, quedó, dijo, "con un sabor algo extraño". ¿La probó? La encontró sólida, en verdad algo hubo más allá de las preguntas. No sabemos. Aunque notamos que el autor ha perdido el entusiasmo, inclusive esa agresividad que le conocimos, desnudo en el tejado. Hoy se nos presenta en un timorato lenguaje casi clerical, cuando nos dice: "es chocante ver a una chica contando experiencias tan poco ortodoxas". La verdad es que no rompe el molde Melissa, porque hay mucha historia en este arte, como para sorprendernos de cepilladas más o menos. "Padre Antonio". pero para qué nos sirve la ortodoxia del neoliberalismo a estas alturas?. Tanto dogma, es igual a más inequidad. Abajo las ortodoxias y que vivan las cepilladas.
Y como siempre, las contradicciones afloraran en este tipo de análisis cavernoso. Le parece inofensivo el título, casi de una peluquera, más que de una sofisticada autora. Pasará, nos quiere advertir cierta crítica, como un Mare Nostrum de coitus, soplados desde el caracol de la vida.
P.D.
El sexo es noticia desde el Paraíso. Adán y Eva, pusieron los primeros cuerpos. Piel sobre piel, se construyó el edificio, más allá del primer jardín del mundo. La atracción de los cuerpos, el hombre se multiplica sobre la tierra, ningún pecado resultará más aceptado que el original. En la soledad de las cavernas, origen de la felicidad y del nuevo hombre, en las paredes de la hembra, se erigirá la nueva vida. La literatura, el arte, recogerán los gestos más íntimos de los cuerpos. La sombra y el volumen sobre el espejo, la mirada que lo proyecta, el silencio que la conserva y restaura, pero nunca el olvido. La palabra fue tan lejos y tan cerca como los cuerpos mismos. Nada le es ajeno al verbo y a la carne. Dejemos que el tranvía sea un deseo inacabado, la línea, el camino, una ruta que dos cuerpos bifurcan para encontrarse, una y otra vez. La palabra pareciera abecedario sobre la piel y viceversa, los cuerpos hablan un mismo lenguaje de Babel adivinada.
Estas tres notas sobre el libro de Melissa P. (Panarello), intitulado: Cien cepilladas antes de ir a dormir . son notas de época, escritas en el menú mediático, a la marcha de los tiempos, en el pasillo volandero de la palabra, empujando atmósferas, sueños, imaginando el choque inevitable de un par de ombligos que desafían las esferas aceradas del universo. Desde luego, son nuestros tiempos, despiadadamente frívolos, banales, escalofriantemente inútiles, hábilmente idiotizados. El cuerpo recoge su propio cadáver y lo sienta a ver televisión, porque en la noche lo exhibirá en una pasarela.
Melissa untó todas sus mieles y se dejó llevar por el tobogán. Esa fue su primera fase, volada en Sade, Muller, en su propio piso vaginal. Una larga y completa jornada, escribió su historia con el cuerpo. Y todo acto se tradujo en un libro, sus experiencias eróticas de adolescente. El mito de una nueva Lolita. El boom editorial. Cuando se unen el comercio de la carne con el del papel, es fuego lo que podemos tener ante los ojos y la imaginación, en un mundo ya trabajado para el vodevil del espanto. Un millón de ejemplares sólo en Italia. Traducciones. 30 mil ejemplares al inicio en España. Cierre de la feria Internacional del Libro en Argentina. Una visita luego a Chile. Recién cumplidos 18 años. Sin antecedente literario alguno. Y sus primeras declaraciones post éxito, fue renegar del cuerpo del delito. De una adolescente lubricada en los aceites del sexo, contemplamos a una pequeña jovencita recatada, austera, olvidada de esos pasajes de Bocaccio, concentrada en una nueva vida, lejos del laberinto fálico, serena entre campanas otoñales. Adiós a las sábanas, nos dice Melissa, confesional en la palabra, pero ya no en los cuerpos. No siente placer ahora, ha dicho, solemne, olvidada. Fue dueña, eso sí, de sus orgasmos y lágrimas. Rabioso juguete el sexo. Lo cierto es que Melissa volvió casi medio siglo después que la Lolita de Nabokov, con la inocencia y fragilidad de una gimnasta olímpica.
LAS CEPILLADAS DE MELISSA (Ábrete Sésamo o el paréntesis de la carne)
Por Rolando Gabrielli
Una siciliana al borde los 18 años, pero con un recorrido de imperio romano por las sábanas, descubrió en su propia vagina, un Best Seller: hermoso, de paredes rosadas, encantador. La palabra agitada en el sublime coito, donde la espada es bálsamo y las páginas ruedan por un lecho que es eje de felicidad y ventura. La ragazza, un bocato de cardinali, entre sus 15 y 16 primaveras, se arrojó a la piel masculina, sólo como la mafia de su amada Sicilia sabe hacerlo: pasión ancestral, divina comedia, con sus infiernos y cielos templados en la llama de los cuerpos.
Divina Melissa, más allá de Isolda, Julieta y tan próxima a Cleopatra, querida, pero en el lujo del acto carnal y de la palabra sudada. Bravísimo piccola, Harry Potter debiera conocerte por todas las madonas de esta tierra llena de hipocresía, desamor, violencia, de cepillos solitarios, mientras tú, signorina editas tus alcobas, braguetas al viento, hermosa criatura emparentada con Rómulo y Remo.
Buenos Aires te recibirá, la muy porteña, como a la Mona Lisa, con su mirada impenetrable, pero con tanta historia acumulada, que se te adivinará cuando pises la tierra de Gardel, más bien poses tus ligeras piernas de devotos altares de amor, y quizás Ali Italia no quiebre el próximo mes, porque tú la habrás santificado con tu presencia divina. Gioconda en la honda pisada de la pasarela literaria, dejas caer lisa y llanamente el espacio de tu vitrina, la autoría de tus noches y días, el instinto animal de tus horas, criatura docta, que el Márquez de Sade habría llamado la niña de sus ojos.
Llegas en gloria y majestad al Cono Sur, coño sur para algunos, húmeda, halagada por el éxito, mutante de camas, espejos, trajes, tus suaves percalas, y si te divisáramos con unas trencitas, serías el Apocalipsis epidérmico en persona. Niña Lolita, pequeño demonio, no necesitas de Coca Cola, ni disfraces, bien puesta, montada en tu cepillo.
Bambina de oro, mayo te espera en las ciegas calles borgianas, en la humedad del atardecer platense, tú si puedes decir que 18 abriles no son nada, aunque te esperan miles de cepilladas, en el profundo futuro que has trazado a prima hora de tu vida, en la intimidad de tus playas, donde tu manantial baja en la esponjosa noche del deseo.
Don Giovanni habría claudicado ante vos, sin duda, y su sombrero de Don Juan, rodado por tu lava de Vesuvio, con los cuernos bien puestos. Te imagino en La Fuente de Trevi, comulgando con la historia, desnuda en la imaginación de toda Italia, diva en la frágil figura virginal, del amanecer poseído, donde los Casanovas y Tenorios, renuncian al espejo y al agua, al deseo de todas las fuentes, y vos, ya sin cascos les invitas a Venecia a una partida de máscaras, en el hábil juego del amor, de la administrada lujuria, resquicio de una isla volcánica que tú comandas, capitana.
Tus uvas, aceites de oliva, trigo y azufre, todo lo has puesto sobre el lecho pequeña siciliana, tu isla fue conquistada por Roma y el Islam, pero todo tu pasado es arquitectura bizantina, retórica de ángeles sin alas, y ahora eres tú, niña devota del amor, tú la pequeña catedral, carne y espíritu de tu época, instalada en la bota italiana que te calza el encanto, la orilla y el centro de tus copas, limones fragantes, piernas de gladiolos, rodillas alucinadas hacia el camino de seda.
Una feria del libro para Las Mil y una noches de Melissa, en el fragor de la página en blanco, sábana de verbo hecha carne, transformada en palabra cálida, tálamo épico, de luchas ancestrales en el minuto iniciático de la joven isla, flor de Sicilia, en la mediterránea esperanza de los sueños.
Cuenta la historia y la leyenda, palabras doctas y sabias de Oriente y Occidente, escribanos de todos los tiempos, que Schereada, la protagonista de Las Mil y una Noches, fue salvada por la palabra, la historia magnética contada por ella cada noche, en el run run del oído y los sentimientos del sultán Schahriar, en el alto lecho de aquellos días. La palabra sobre los cuerpos, nos quieren decir los viejos y milenarios relatos. Melissa partió con el cuerpo por delante y por detrás, panal de todas sus mieles, abeja reina inmortal, en la matriz inédita de la jauría que levanta sus carnes, allí sus leyes ejercen una y otra vez el pequeño principado feliz del piaccere en el ánfora escondida, caverna de su cavernosa intimidad, labio-puente.eslabón-engranaje-viaje. Melissa es un Cid, y cabalga, en su fantasía, literatura, palabra.
Desconozco su libro, las cien cepilladas antes de acostarse y por qué ese número. Su venta de 800 mil ejemplares es una clarinada. Dicen quienes lo leyeron, que bordea el porno. Una industria desde luego en constante crecimiento, que succiona los sentidos como una aspiradora mágica. Internet es un paraíso en materia pornográfica gratuita, una red de redes, con sus ten - ta -culos y su contraparte. Es un texto casi en su totalidad autobiográfico. ¿Qué nos puede enseñar una niña de sexo y de la vida entre los 15 y 16 años?. Hay que leer el libro para saber donde radica su sabiduría y encanto. En España ya se vendieron 30 mil ejemplares. Entró a Francia y está en proceso de traducción al inglés. 23 países compraron los derechos de edición y Cinecittá News reveló, que Francesca Neri -protagonista de Las edades de Lulú - pagó por los derechos para hacer una película. La Susan Sontag e Isabel Allende, quizás sean superadas en venta por esta aprendiz, que por lo que se ve sabe tocarle las cuerdas bucales a la palabra.
No hay nada nuevo bajo el sol sexual probablemente, ya que se cuenta con una literatura muy detallada sobre este campo que interesa y ocupa tanto al hombre y la mujer desde los albores de los tiempos. Los clásicos lo intentaron todo, desde el amor sin más puro hasta las aberraciones más inimaginables, y la mezcla de cada una de las variables que se les ha ocurrido a los escritores. Melissa, de acuerdo con quienes han leído el libro, no escatimó en descripciones detalladas, minuciosas, delirantes sobre gustos, olores, texturas- de sexo grupal, sexo con humillaciones, sexo con violencia, sexo sadomasoquista, sexo voyeur y sexo homosexual, con reflexiones adolescentes sobre el yo, la incomprensión, el amor. Cepilla y agita el colchón de la libido, al parecer, como le gusta y espera el lector. Se monta en su rutina exploratoria, audaz, agresiva, con dosis de ingenuidades, desde su propio confesionario. He aquí un punto, no existe intermediación, ni la castrante referencia, y la protagonista allana la ruta. No hay dobles, ni simulacros, la materia penetra a la materia sin eufemismos. El objeto de recreación goza, respira, sueña, vive, comulga con sus actos. He aquí la comunión entre los cuerpos y la palabra.
Por su edad, el libro salió sin su apellido, una espumante P, misteriosa letra, casi pornográfica, masculina, si, p de porno, penetración, pensamiento, que es el que vuela más lejos. Ahora sabemos que significa Panarello. De pan que se quema en el horno, a fuego lento. Panero, el poeta español, escribió algo para la Panarello en su Diario de un seductor : No es tu sexo lo que en tu sexo busco sino ensuciar tu alma: Desflorar/ con todo el barro de la vida/ lo que aún no ha vivido .
¿Todo será una gran cama, o habrá leído algunos textos la autora, ya clásicos sobre el tema, o sus amantes le contarían sus historias? Es probable que todo lo haya capitalizado hasta la última gota y sábana. Un valor agregado total, con el sudor del cuerpo, más allá del lema bíblico. Se podría escribir otro libro a partir de estas experiencias. Pienso en Bocaccio signorina P., Henry Miller, Nabokoy, y la clásica moderna Catherine Millet que lo probó todo y recogió en un libro que habla de su vida sexual con todos su capítulos y que incluyó a decenas de personajes.
Melissa Panarello dice que el libro fue escrito como una historia que le perteneciera a otro, aunque a veces le quemara el corazón. Difícil escribir en primera persona y ausentarse de la historia. No podemos poner tanta vaselina a las palabras, ni rodear de muros a un texto, porque la intimidad es una grieta mayor a nuestras defensas. En toda escritura hay un viaje al interior de uno mismo, querida Melissa, el vicio pagado por nuestros actos.
EL AMOR, ESA VENTILACIÓN PÚBLICA Y HÚMEDA
Por Rolando Gabrielli
Llegó con alas propias. Un pequeño ángel del morbo arrepentido. El sexo duro no sólo agota las carnes, sino el espíritu. Buenos Aires se rindió a su musculatura, a la gracia de su historia, a la dicha de su joven pasado, a los movimientos que un público ávido en adivinar los paisajes íntimos de la carne y el deseo. Un millón de ejemplares para una sola vagina, en poco menos de un mes, es un récord, y nos habla de una nueva época, que el Marqués de Sade hubiese disfrutado sin los apuros de la ley.
El canon occidental se lee de un extremo a otro del milagroso rosario: religión y sexo. En el tocador, todo es posible de reinventar, en el juego del altar privado, secreto. La imagen se atrapa así misma, se voltea a vernos, nos acompaña en cada uno de sus gestos frente al espejo.
Ella, una adolescente provinciana de una isla llena de historia y aceites, Sicilia, había emprendido la antigua y devota tarea que Bocaccio aconsejaba allá por los años 1350 y que pusiera por escrito en su famoso libro que aún leemos con sana devoción: El Decamerón. El gran florentino aconsejaba en sus divinas palabras Meter el Diablo en el infierno, tarea que emprendieron Adán y Eva a un alto costo, que les hizo perder el Paraíso. Pero el tiempo no pasa en vano y la lúdica, obediente siciliana puso en práctica la misma medicina de la jovencita de 14 años que nos relata Bocaccio, para calmar a ese Lucifer de todos los demonios del placer. El mismísimo Satanás nunca se sintió más a gusto en un Infierno juvenil, de llamas recién nacidas, ardientemente virginales, de quemantes y cálidas, insaciables lenguas de fuego. Supo servir a Dios, ella una sierva obediente y poner a buen recaudo a Lucifer, compartir con él su morada una y mil veces si fuera necesario, y del dolor inicial, pasó a compartir el gozo del verdadero infierno convertido en paraíso.
Cuando llegó a Buenos Aires a clausurar la Trigésima Feria del Libro, precedida de un millón de ejemplares vendidos con su historia: Las cien cepilladas antes de dormir , los organizadores sabían que un cierre de oro para un evento es tan difícil como cerrar a tiempo unas buenas piernas. Toda avenida es secreta sólo en el Tocador. Lo demás, puede ser polución diurna y nocturna, tráfico en ambas vías.
Ya Melissa Panarello venía con su Diablo dominado, y un infierno en llamas calmas, como una playa, con la sonrisa del deber cumplido, sin ignorar que donde hubo fuego, con esas mismas cenizas, el infierno renace. Y Melissa podría invitarnos a vernos en el Averno recuperado, un camino empedrado de buenas intenciones, sólo para meter el Diablo en sus propias llamas, y apaciguarlo a la manera de Bocaccio.
Buenos Aires, ya entrada en años, señorial en el desencanto, lúdica en el juego sensual, consentida por los espacios, amante con oficio, sintió su cálida, juvenil pisada, avanzar su preciosa mercancía, su exitosa piel- libro, encuadernada de pies a cabeza, bajo el sello Fazi Editore.
Si el sexo vende, sólo contabilicemos los miles de millones de dólares anuales de la industria porno de Los Ángeles, para entender el fenómeno Melissa, precedido por el mito de la nueva Lolita, de un libro prohibido que ninguna editora deseaba lanzar y por el morbo, como apuntara sabiamente la propia autora, que en 12 meses probó ser una domadora de todo tipo de Diablos, con tridentes cortos, largos, gruesos, medianos, y no todos del mismo Lucifer.
Un Infierno famoso, sin duda, Melissa fue mucho más lejos que la practicante, la niña de la pasantía en el Salón Oval de la Fama. Supo abrazar con sus llamas al mismo demonio, sin preámbulos, durante 365 días de sus más mozos años para sólo apaciguar a esa adorada criatura.
La gracia de su visita, por el placer de la carne y la palabra, será recordada en la City porteña, más allá de la precoz sexualidad, de la confesión que este ha sido un itinerario de dolor, doble sufrimiento en el gozo, es la infeliz coincidencia de la caída abrupta de las bolsas del mundo, como pantys de viejas con un pudor ya desdibujado por el tiempo. Será recordada también por este lunes negro de desplome de las invisibles y poderosas cajas registradoras, un sexo intangible para los propios corredores y quizás el útero madre del capitalismo global.
Las acciones suelen ser tan libertinas como Melissa y llegan a organizar sus propias orgías con la inocencia de una clientela ávida de riqueza, seguridad y poder, dispuesta a vivir en la cuerda floja del solidario estipendio del azar. Aliento y desaliento, como los amores de Sade, siempre terminales y suspendidos.
No comparto la comparación que hace Melissa con Sade, al decir que él sólo escribía. El Marqués vivió en correrías, y si hubiese tenido a tiro a Melissa, le hubiese enviado una carta encendida, ofreciéndole su cuestionada fortuna, algunos luises y su amor sin freno ni medida. Así lo hizo, entre otras, con mademoiselle Colet, una debutante de la Comedia Italiana a los 15 años, edad en que ya era una atractiva cortesana. Hasta aquí calcado el futuro de Melissa en los años y el oficio. Y el Marqués le escribió, "es difícil veros sin amaros, y más difícil aún amaros sin decíroslo. Como prueba de que estaba dispuesto a compartir todo, le envió un billete. Colet ya había cumplido 18 años y rechazó ofendida la propuesta del Marqués. Al día siguiente Sade, recurre a toda su retórica y se entrega con singular manía: mis lágrimas, mis suspiros, mi constancia, mi obediencia, mi arrepentimiento y mi respeto. No deja ni a Dios por fuera. Dejadme morir a vuestros pies...Colet cedió, pero como cuenta el biógrafo de Sade Jean -Jacques Pauvert, no sabemos si fue por su tradicional elocuencia o su fortuna. Esa fue su naturaleza, pero si tenemos certeza que fue también el autor de sus propias historias literarias. No sabemos si detrás, es probable, de Las Cien Cepilladas de Melissa , se encuentre un negro o un " ghost-writer" ("escritor fantasma). No es nada extraño, en estos y otros tiempos. ¿Un acierto de los editores, de la maquinaria ingeniosa del best seller erótico? Una gran incógnita.
Pequeña, nerviosa, con su inocencia calculada, llenó el auditórium de la Feria del libro de Argentina, sin un pasado aparente, envuelta en la gasa invisible del éxito literario, el verde laurel imperial. No pocos la imaginaron sobre el Obelisco vestida de ángel de la mano de Virgilio Borges en una lectura sin fin de Las Mil y una Noches . Y en un claro homenaje borgeano a Cortázar, la leyenda iluminada sobre el símbolo fálico: Todos los fuegos, Melissa.
Rolando Gabrielli
es Periodista y Escritor chileno
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