Desde México, César Horacio Espinosa Vera
Al llegar a los comienzos del siglo XXI vivimos en un tiempo caracterizado por el apogeo de la superproducción y el hiperconsumo en el Norte y la correspondiente hiperpauperización en el Sur. Y es un mundo que se finca en las transformaciones científico-tecnológicas a partir de las revoluciones nuclear, bioingenieril y electrónica encadenadas, donde se esboza un primer ensayo de reconfiguración y abolición de las fronteras mediante la globalización económica, política y cultural, y cuando el advenimiento de lo inmaterial promete cambiarlo todo.
Nos dirigimos, a una velocidad vertiginosa, desde la tranquilizadora edad del hardware hacia la desconcertante y espectral edad del software, en la que el mundo que nos rodea se muestra cada vez más controlado por circuitos demasiado pequeños para ser vistos y códigos demasiado complejos para ser plenamente entendidos. La producción está sufriendo aquel cambio que Buckminster Füller llamó "efimerización del trabajo": la reducción del trabajo hasta llegar a una manipulación computerizada que sustituya al proceso de producción.
La cultura de la computadora, o cibercultura , parece estar cada vez más cerca del límite previsto en 1967 por Marshall McLuhan cuando declaró que los medios electrónicos nos han lanzado a un mundo difuso, entrecortado, de simultaneidad generalizada, donde la información se "vierte sobre nosotros instantánea y continuamente", abrumándonos casi siempre.
Las máquinas de producción industrial tienden a quedar atrás para dar paso a una economía de la información que produce bienes intangibles, éxitos hollywoodenses, programas televisivos, parques temáticos de alta tecnología, modas de un minuto o transacciones financieras que parpadean a través de fibras ópticas hasta terminales de la otra punta del mundo.
El mundo de las telecomunicaciones, que ahora frecuentan unos siete millones y medio de familias, era desconocido para la gran mayoría a principios de los noventa. La conciencia de los medios de comunicación respecto al Internet alcanzó su masa crítica hacia 1993.
Paralelamente a la efimerización del trabajo y a la inmaterialidad de los bienes, la cibercultura conlleva al desvanecimiento del cuerpo humano. Cada vez son más las personas que pasan un mayor espacio de tiempo en el ciberespacio.
Personas que pierden su cuerpo electrónicamente enviando correo electrónico alrededor del mundo, que se lanzan mensajes en un tiempo real a través del chat y se arremolinan alrededor de los temas de discusión de las BBS y de los foros de UseNet.
A su vez, la realidad virtual , una tecnología de simulación que sumerge al usuario en mundos tridimensionales generados por computadora gracias a gafas con monitores y sonido cuadrafónico, captó brevemente con su brillo futurista la atención de los fans de la comunicación en 1991.
Algunos llaman a ese entorno virtual ciberespacio , el no-lugar donde, por ejemplo, se encuentran dos personas que hablan por teléfono. En consecuencia, la unión de espacios de cultura promete ser cada vez más un no espacio , asumiendo una diversidad de formas de seducción, esto es, no hay una versión única del ciberespacio sino diferentes familias o géneros a los que los artistas han respondido de diversas maneras, aludiendo también a la navegabilidad de este espacio evanescente en el que, por una parte, es necesario decidir una trayectoria propia, y, por otra, atender a su completa maniobrabilidad y controlabilidad por parte del constructor de mundos virtuales, del programador.
Los microprocesadores integrados, computadoras del tamaño de una mota montadas sobre copos de silicio, han convertido a los motores de los automóviles, hornos de microondas, ascensores y cortadoras de césped en máquinas mucho más inteligentes que sus precursoras.
En un futuro aún más lejano, el teórico de la inteligencia artificial Hans Moravec asegura que estamos a punto de entrar en un universo "postbiológico", en que formas de vida robóticas capaces de pensar y de reproducirse independientemente "se desarrollarán hasta convertirse en entidades tan complejas como nosotros". Pronto, insiste, descargaremos nuestros deseosos espíritus en la memoria digital o en cuerpos robóticos y nos libraremos de una vez de la débil carne.
La cibercultura está alcanzando claramente su velocidad de escape tanto en el sentido filosófico como en el tecnológico. Es una cámara de resonancia para fantasías trascendentalistas sobre la eliminación de todas las limitaciones metafísicas y físicas.
Las reflexiones de los científicos, de los escritores de ciencia ficción y de los futurólogos tienen cada vez más un tono de misticismo milenarista. Moravec predice la creación de una máquina inteligente al nivel humano para el 2010, un acontecimiento que provocará grandes avances en la evolución de los robots.
Ya dejamos atrás 2001: una odisea del espacio (1968), cuyo guión fue escrito por Arthur C. Clarke y que asume la idea de la apoteosis posthumana. La película es una epifanía psicodélica y tecnológica que narra un viaje al interior de la mente y asume la promesa cósmica de la declaración de Kennedy sobre la llegada de Estados Unidos a la "Nueva Frontera": el espacio. 2001 , así, presagiaba la llegada del posthumanismo ciberdélico que inunda al nuevo continente llamado Ciberia .
En la misma línea, el matemático y autor de ciencia ficción Vernor Vinge piensa que el desarrollo cibernético dará lugar a "una inteligencia mayor que la humana" entre el 2005 y el 2030, momento en el cual la vida artificial ultrainteligente asumirá el control de su propio destino y producirá una descendencia cada vez más inteligente a un ritmo cada vez más rápido.
Las cavilaciones tecnotrascendentalistas de las regiones más remotas de la física y la inteligencia artificial se superponen a las profecías milenaristas de los visionarios de la New Age , tan dados a emplear un lenguaje de ciencia ficción apropiado a nuestros tiempos.
En Estados Unidos, la teleología cristiana, las visiones de un mercado libre de expansión ilimitada y una fe persistente en la tecnología se han entrelazado hasta formar una teología secular. Los ciberhippies, los tecnopaganos y defensores de la New Age de las tecnologías de la conciencia del tipo "Enchufa, enciende y conecta: ciberdelia", le dan un alma a la nueva máquina, llevando lo sagrado al ciberespacio.
En respuesta a toda la parafernalia mencionada, el filósofo argentino Alejandro Piscitelli plantea que quemando etapas en la "evolución" tecnológica y apostando fuerte a la construcción de una ciencia del diseño, el posdesarrollo -indispensable si queremos salir de nuestro estado latinoamericano de desguarnecimiento económico y social- aparece íntimamente atado a una revolución cognitiva que necesariamente debe incorporar los objetos interactivos y niveles de inteligencia micro y macrocósmicos como interlocutores privilegiados.
Sin embargo, agrega, la mayor parte de los usos en los que se ha puesto a trabajar a la máquina son exactamente los mismos que existían antes de su invención. La única diferencia es que la máquina realiza idénticas tareas mejor, más rápido y a un costo significativamente menor. Así, lo que se impone es el ruido provocado por la proliferación de máquinas y circuitos junto con la "gatopardización" de la tecnología y su concentración en manos de corporaciones multinacionales.
Quizá la revolución informacional que más pueda interesarnos a "los del Sur" está ocurriendo en otro plano: el conceptual. La computadora tradicional es vista cada día más como una trampa no sólo porque lo único que hace es calcular, un manojo de fierros en manos de programadores esquemáticos y simplistas, sino además porque es utilizada para lograr objetivos puntuales, estereotipados y predefinidos.
En esa tesitura, Joseph Weizembaum (1979) sostuvo que la tecnología cambió, prohijando a la computadora para que la sociedad no tuviera que cambiar.
Un ejercicio de prospectiva polìtica e informacional es averiguar si los acontecimientos sociopolíticos (derrumbe del Muro, colapso económico del bloque del Este, migraciones masivas Sur-Norte, pauperización creciente dentro del Primer Mundo) no podrían actuar como factores desestabilizadores al punto de bloquear o llegar a invertir las tendencias hacia la aceleración creciente de la velocidad y el gigantismo que caracterizan a la fase actual de autonomización de la tecnología.
Cada vez parecemos estar más ciegos a los agobiantes problemas de nuestro entorno a causa del resplandor metafísico que despiden los futuros de alta tecnología de los filósofos ciberdélicos, de los futurólogos corporativos, de los programas de divulgación científica como "Más allá del año 2000" del Discovery Channel o de anuncios como la campaña "Lo harás" ( You will ) de AT&T.
A medida que aumenta el abismo abierto entre el luminoso mundo de la realidad virtual y los hechos palpables de la desigualdad económica y la depredación del medio ambiente, muchos han empezado a poner en duda la creencia impuesta en el poder tecnológico. Pero, al mismo tiempo, la teología del asiento eyectable que predica una fuga ciega hacia un Paraíso Perdido arcaico o un Paraíso Recuperado futurista, se hace más insostenible cada día que pasa.
En los albores del siglo XXI se escenifica la confluencia tecnológica: satélite-digitalización-televisión, que inaugura un mundo abierto para las interrelaciones y las decisiones casi instantáneas. Ya está aquí: AOL-Warner, Televisa-Telmex... conglomerados monstruosos que se aproximan al Big Brother , convertido precisamente en un reality show televisivo. En tanto, un país como México llegó al año 2000 con dos tercios de su población por debajo del límite de la pobreza, y así ha perdurado en los tres años que lleva el actual "gobierno del cambio".
Y no digamos nada del terrorismo que alcanzó su clímax aquel 11 de septiembre de 2001, proseguido por la declaración global de guerra lanzada por George Bush Jr. (la guerra de "quien no está conmigo, está en mi contra"), que ha llevado a muchos latinos y mexicanos avecindados en Estados Unidos a guerrear y morir en las calles de Afganistán e Irak. Convulsiones y bifurcaciones que auguran un ciclo de caos que puede ser desastroso o renovador. Esperemos lo mejor.
* Basado en ponencia presentada en el Encuentro "Cultura y Civilización en el Siglo XXI.-
Las ideas sociológicas de Isaac Asimov.- Ciclo las Fundaciones (Sesión 3)
Las fundaciones y el futuro", Centro Nacional de las Artes, septiembre de 1998
Referencias:
Horst Kurnitsky. Vertiginosa inmovilidad. Los cambios globales de la vida social.
Blanco y Negro editores, Col. Vino tinto, 1998, México.
Mark Dery. Velocidad de escape. La cibercultura en el final del siglo . Ediciones Siruela, España, 1998
Alejandro Piscitelli. Ciberculturas en la era de las máquinas inteligentes , Ed. Paidos, Contextos, Argentina, 1995
César Horacio Espinosa V. Mexicano. Escritor, poeta visual. Fundador en 1963-1964 de los Cafés Literarios de la Juventud y coeditor de la Hoja Literaria Búsqueda . Integrante del Movimiento de Los Grupos, en los años setenta. Desde 1977 forma parte del circuito del arte-correo, del cual promovió una serie de exposiciones y proyectos en México. Creó y ha coordinado las Bienales Internacionales de Poesía Visual y Experimental (1985-2001). Autor de libros y ensayos sobre poesía, arte, política cultural y comunicación.