Santiago de Chile.
Revista Virtual.

Año 6
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 61
Mayo 2004

 

Columna a cargo de Marcela Rosen

PREMIO INTERNACIONAL DE
POESÍA Y RELATO BREVE

II parte
TILO WENNER
-2003-

1ª Mención: Esteban Leones de Concordia, E. Ríos (ARG.) con " Collage ".

2ª Mención: Marcelo Valenti de Rosario, S. Fe (ARG.) con " Viuda de guerra ".

3ª Mención: Dietris Aguilar de Lomas de Zamora, Bs. As. (ARG.) con " La bestia ".

4ª Mención: Diego G. Martínez de Buenos Aires (ARG.) con " Alina ".

5ª Mención: Walter Tresols de Oberá, Mis. (ARG.) con " Terminal ".

1ª Mención

 

Collage

I

•  Estoy muy nervioso -dijo Lucas -. Anoche casi no pude dormir pensando en esa fiesta. Nunca me invitan. ¿Por qué ahora? Lo hacen para burlarse de mí. Siempre es así.

•  Sé optimista -dijo el psicólogo -. Seguramente "ellos" han recapacitado en su actitud. Han terminado por aceptarte...

•  No sé. Si no voy me evito un mal rato. Sin embargo, cabe la posibilidad de que me divierta... O se diviertan mi costa.

•  Te aislaste del mundo. Lo que te une a él es este consultorio. Hay que regresar, Lucas...Esta fiesta puede ser tu pasaporte de vuelta. Pensálo.

II

•  Si, soy un compañero de escuela. Lo único que tengo que decir es que... este... Bueno, lo digo, ¡qué tanto! Para mí es medio marica. No se junta con nosotros, ni con las chicas. Bue...alguien así está en el medio, ¿no?...

•  ... y en fin, como vidente, puedo decirle lo que percibí en Lucas: el Mal.

•  Fue un amigo excepcional. Nunca conocí un chico tan dulce, tan humano... Después nos distanciamos. Leo novelas, ¿sabe? Es como un caballero de la edad media. Si creyera en la transmigración de las almas, pensaría que vino de esa época. ¿Si en realidad lo creo? No. Es sólo una hermosa fantasía. No, nunca se atrevió conmigo. Siempre me trató como a una hermana. Lucas es un ángel.

•  Sin dudas es el mejor de la clase. Al menos en mi materia. Y eso sí, muy respetuoso. No como los otros que vienen a perder el tiempo. No, no me parece extraño, usted sabe, algunos adolescentes son así, introvertidos... Ya le digo, es muy buen alumno.

•  La madre tiene la culpa. Lo sobreprotegió demasiado. No es cosa de vecina chismosa, pero me da la impresión de que no lo deja salir... En fin, viuda la pobre, volcó su amor en ese hijo único. ..

III

El silencio se apoderó por completo de la noche. La figura de un joven quebró la soledad, pero no el silencio y el tiempo pareció detenerse por una eternidad.

Lucas caminaba buscando la casa donde se celebraba la fiesta. Comenzó a recordar la noche anterior, tal vez porque había visto la luna, que también estaba en su sueño. Llegaba a la reunión y todos callaban. Alguien salía del grupo. Tenía un revólver en la mano. Sin piedad, le disparó. Mientras se desangraba, el asesino se le acercó. Lucas lo vio y fue como mirarse en el espejo.

IV

"Quiero contar lo que me pasa en este diario. No sé cómo empezó esto. De un día para el otro sentí que no estaba integrado al mundo..."

"Es inexplicable, es como una sensación de nada."

"No sé quién soy. Siento vergüenza de mí. Por eso, continuamente, me fabrico máscaras para que no me vean como realmente soy. Pero, esa máscara que parecía de hierro, es de hielo y ya no cubre lo lastimoso, detestable y nauseabundo que soy."

"Hay otro ser en mí."

"Odio a las personas, a todos, a mí mismo..."

"Todos se burlan, me juzgan, también me odian."

"No entienden que todo lo que hago, no lo hago yo."

V

La casa de la fiesta dominaba la colina como una fortaleza.

Lucas golpeó la puerta y una muchacha le abrió. La música fuertísima, que creyó no haber oído antes lo invadió, como si lo esperara a él para sonar. Desde donde se encontraba, pudo ver chicas y chicos bailando.

De pronto, todo terminó: la música, la diversión... La quietud era desesperante. La gente lo miraba. La joven que estaba en la entrada, le preguntó:

- ¿Quién sos?

- ...Lucas... - dijo sin comprender.

•  ¿Qué decís? Vos no sos Lucas - dijo la joven y cerró la puerta.

 

Esteban Leones

2ª Mención

Viuda de guerra

 

-¿Vas a salir?

Se tuvo que desatragantar de perlas para hablarme. Maldita costumbre de andar con el rosario pegado en la boca, como si marcara con la lengua cada avemaría. Se levantó a duras penas. Estaba frente a la hornacina de patio (había cambiado la "Venus naciendo de las olas" por la Virgen Desatanudos). Ni siquiera se sacudió las rodillas, sucias de la genuflexión constante. Como si en los rezos y el baboseo del rosario hubiera información sobre el suicidio de Alejandra.

-Me veo con los chicos. Es sábado.

Marita torció la boca en un gesto que quiso reflejar preocupación y resultó despectivo. Quién sabe que fantaseaba sobre los encuentros con mis amigos. Sospeché que me culpaba de ser impedimento para lograr una iluminación.

-¿Tenés miedo de quedarte sola?

Chasqueó la lengua y la fugaz inclinación de cabeza pareció un tic.

¿Por qué no mirás la televisión?

-Pasan todas porquerías.

-Poné la radio, entonces, la emisora de música clásica...

Se llevó el rosario a la boca y habló entre perlas.

-Volvé temprano.

Se metió, trágica, en la cocina. Esperé un momento. Escuché los bisbiseos. Esta vez no se había puesto a llorar.

Al ver en lo que se había convertido, prefería a la solterona que nos recriminaba, a Alejandra y a mi, que nunca se había casado por nuestra culpa. Alejandra no necesitaba otra provocación, para contestarle.

-Estás a tiempo todavía. Buscate un macho, seguro que recuperás el tiempo perdido.

Cuando la discusión se volvía demasiado violenta, me encerraba en mi habitación, con la música a todo volumen. Alejandra no tenía pelos en la lengua. Marita tampoco. Sus alumnos se hubieran sorprendido del repertorio de palabrotas de la pulcra profesora de inglés.

-Chau- grité y los bisbiseos se hicieron mas audibles.

En el pasillo, apenas titilaban dos lucecitas.

Nuestra vecina escuchaba cumbias hasta tarde. Era viuda de guerra, una categoría extraña entre nosotros, mas propia de otros países, o que nos remitía a la siempre mal aprendida historia de las luchas por la independencia.

-Me llevaron un marido lleno de vida y me lo devolvieron en un cajón- decía Ana y se tomaba una ginebra.-Yo no me caso mas. En este país a todos los maridos te los matan jóvenes. Con el primero me pasó lo mismo.

Se había teñido de un rubio insólito para su tez oscura. Alejandra, que la quería tanto, le había aconsejado que intentara un caoba.

-No, nena, no, que así quedo como una rubia de New York.

La puerta de su departamento se abrió de par en par y asomó Gringui. Por coherencia en las clasificaciones, el huérfano de guerra. Aparecía mágicamente, cada vez que salía de noche. Nunca logré descubrir si tenía un puesto de observación o si guardaba una atenta espera, el oído pegado a la puerta.

-Hola, ¿qué tal me queda este look?- Y se acomodó en pose para que le diera la luz de su patio.

Ay Gringui, Gringui. El cabello reducido a una pelusa castaña, enano, con un buzo fucsia.....y era obvio que algo se ponía en la cara, lo había visto de día y la piel del rostro estaba llena de marcas.

-¿Y?¿No decís nada?¿Cómo quedo?

-Quedás.....quedás como un extraterrestre.

Seguí caminando, con la imagen de sus ojos desorbitados, su boca abierta. Me golpeó el ramalazo de sus puteadas mentales. Pero no me importó. Yo había alcanzado la puerta y la noche.

Marcelo Valenti

3ª Mención

La bestia

Lo había encontrado sentado junto al ciprés cuando llegó. Tenía un rostro horroroso, pero siempre supo que si lo besaba, él volvería a ser un príncipe. Mas no podía. Esa monstruosa apariencia la hacía desistir. Sin embargo, sus codiciosos deseos la obligaban a acometer tal empresa.

En una tarde azul de septiembre, lo besó. Cerró los ojos y esperó a que se produjese la tan ansiada mutación, pero la bestia había desaparecido. Ella lo buscó por todas partes inútilmente.

Al día siguiente, desde la ventana de su cuarto, lo vio de espaldas, frente al río. Corrió hacia él, pero con desconcertado horror descubrió que seguía siendo una bestia. Ante su intento de fuga, él la retuvo preguntándole:

- ¿No te dijeron, acaso, que también debo poseerte?

Llegó la noche y ella se consoló pensando que, desde la mañana siguiente, sería una princesa. Desgarradores gritos y gruñidos furiosos surcaron el silencio de la noche.

Al despertar, luego de la sangrienta cena, la bestia esperó sentado junto al ciprés a que llegara su próxima "princesa".

Dietris Aguilar

4ª Mención

Alina

Alina prepara la cena; pescado de mar sobre verduras multicolores. Un vino suave, blanco, delicado aroma de maderas y frutas. Es el preferido para aclimatar la velada. Pedro adora estos detalles: el cabello recogido de Alina sobre la nuca, sus pies descalzos, una tela clara que cae sobre su cuerpo hasta los tobillos, la despreocupación que reina en su interior.

Cenan. Alina come con una sonrisa permanente, infantil; Pedro saborea complacido los trozos sin espinas, y forma banderas y estandartes en su plato: un círculo de zanahoria, un rectángulo de arvejas, dos espinas cruzadas como sables. No hablan. El vino se desliza en la cabeza de Pedro, juguetea en su sangre, gira en sus ojos y afloja los músculos de su cuerpo. Sus brazos gigantes, anchos como troncos nudosos, sus manos ásperas, el cuello fornido, todo su cuerpo agarrotado se distiende luego de la labor exigente en las minas de oro.

Pedro cae rendido en la cama, Alina le quita las prendas y se recuesta a su lado. Sus dedos mágicos recorren los rulos cortos y negros, siguen las curvas de la oreja, una y otra vez; sus dedos pasan por la frente dorada, de este a oeste, acarician suavemente los brazos velludos, esa vegetación oscura y permanente. Sus dedos dibujan la forma del pecho, rígido, masculino; dibuja también el círculo de la tetilla, erizándola, elevándola. Pedro duerme, plácido. Alina entrecierra los ojos y comienza a oír el rumor. Pedro emite sonidos, emite una señal radial; tenue, muy tenue. Es un zumbido en la noche, en la casa de madera, en la habitación blanca, un rumor que contiene voces susurrantes, con tonadas lejanas de fondo. Uno noche de truenos y relámpagos, recuerda, distinguió por breves segundos el acento europeo del locutor.

Alina inclina su cabeza junto a la de Pedro, en silencio, y se deja arrullar por el murmullo. A veces tararea las pocas canciones que distingue, dulces voces femeninas entre pianos y violines.

Alina no sintoniza, solo se deja llevar por la señal. Esa señal que Pedro recibe las noches en que el mar golpea sonoramente sobre las rocas de la costa, afuera de la casa.

Finalmente, también ella se duerme, reteniendo para sí el secreto que Pedro desconoce desde siempre y no imagina.

Diego G. Martínez

5ª Mención

Terminal

fue el atardecer en que los huesos confluyeron otros y el paraíso se alineó como vértebras en tu espalda que ya no volvió a estar erguida

era silencio y mediodía en plena oscuridad del sur

un abismo hecho de relojes y partidas

un colectivo siempre a punto de salir

hay en el aire un presagio de ladridos

la vieja que come picadillo en el banco de enfrente en poco tiempo más va a eructar

cuánto tiempo

seré capaz de calcular

llegará el olor hasta vos mezcla de bilis regurgitada carne rancia alcohol fermentado preanunciando el vómito

el paisaje es tu piel que creés ahora no te abandonará ni en la muerte

un fantasma de vos nos mira

vos te hacés el desentendido

yo trato de seguir escribiendo sin que ninguno de ustedes me distraiga

la vieja lo mira pasar como seduciendo

espera que se acerque calcula eructa

perdiste

olió el fantasma

quién de los cuatro será el muerto esta noche pensamos los cuatro a coro

yo no contesto

vos no sabés la respuesta

el fantasma se ríe

la vieja se descalza

los hongos en los pies le llegan hasta los tobillos

entre los hongos viven piques

una perra pasa arrastrando las tetas por el piso

la perra no aguanta el olor a patas de la vieja viene hasta mí pide compartir mi comida

yo como todas las noches almuerzo de prestado tus criollitas

no te pregunto y comparto: una para la perra otra para mí

vos te ponés incómodo

la perra se va

parece que la vieja se cagó

dejo las galletitas

la gitana que pasa mira como para saludar

saluda a la vieja que le ofrece el fondo de la lata de picadillo

la gitana también come

vos volvés a escuchar ladridos

algo empieza a preocuparte

reparás en el peso de los cuerpos cuando la hija de la gitana entra corriendo

te pisa

no te ve

a veces los dos creemos que vos no existís

yo no puedo dejar de escribir y lamento no poder fijar la atención en el alrededor

hay movimiento de colectivos afuera tal vez algún muerto

la noche es el mejor lugar para dudar de uno mismo

habrá cielo todavía - te pregunto

cuántos años tendremos

entran tipos de anteojos oscuros trayendo coronas

hay un destinatario y no se da por aludido

deberíamos aprender a ver crecer el pasto al revés - pensás

ahora la vieja vomita

vos no alcanzás a correrte

la gitana se ríe y dice - te avisé querido

la gitanita chapotea en el picadillo reciclado

yo llego al final del paquete de galletitas mientras no dejo de escribir

el sol empieza a descender con una naturalidad sospechosa

la perra ya no ladra o tal vez nunca ladró

 

Walter Tresols

 

 

 

 

Para las personas que desean publicar: deben enviar sus escritos en formato de documento de Word, en letra Arial Nº12 ,diseño de página Normal y breves datos biográficos.
Ni se les ocurra enviar libros, pueden hacerme llegar dos o tres poemas o cuentos no más por favor.    Gracias.
Marcela Rosen
,
encargada de la evaluación y publicación de las obras literarias en Escáner Cultural.

marcelarosenrevista@yahoo.com

Esperamos Su Opinión.  
¿No está suscrito? Suscribase aquí. 

[Volver a la Portada] - [Visita la Comunidad Escáner Cultural]


Las opiniones vertidas en Escáner Cultural son responsabilidad de quien las emite, no representando necesariamente el pensar de la revista.