Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 55
Octubre de 2003

DUDAR NO ES UN PLACER


Por: Celia Bermejo

Rocky Lyons, el hijo de Jets Lyons, defensor izquierdo de los New York Lackers, tenía cinco años cuando viajaba en automóvil por los campos de Alabama con su madre, Kelly. Dormía en el asiento delantero de la camioneta, con los pies apoyados en su falda. La madre sorteaba las curvas con cuidado, por un sinuoso camino de dos carriles con matorrales en los arcenes. De pronto se topó con un puente angosto. Al intentar entrar en el viaducto con una marcha larga, la camioneta chocó contra un poste, se deslizó fuera del camino y la rueda delantera derecha quedó atascada en un surco de tierra. Temiendo que el pequeño camión volcara, Kelly trató de volverla hacia el camino apretando con fuerza el pedal del acelerador y girando el volante a la izquierda. Pero el pie izquierdo de Rocky quedó atrapado entre su pierna, y el volante, y perdió el control de la camioneta.

   Ésta se deslizó por un barranco de seis metros. Al llegar abajo, Rocky se despertó. ¿Qué pasó, mamá? ¡¡Nuestras ruedas apuntan al cielo!! Kelly estaba cegada por la sangre. La palanca de cambios se había incrustado en su cara (de la madre), partiéndola el labio superior hasta la oreja. Las encías chorreaban sangre, desgarradas; un hombro muy dolorido; no sentía las piernas... Un hueso le salía de la axila y se empotraba contra el salpicadero del coche, donde suelen ir las fotos de "No corras, papá". Milagrosamente Rocky no estaba herido. -Yo te sacaré-, dijo a su madre. -Déjame dormir-, le sugirió ella. Parece que perdía la conciencia. Rocky, muy al final (no entraré en esos detalles que sólo gustan a los viajeros de metro que se releen hasta tres veces "Los pilares de la Tierra"), rescató a Kelly sacándola de la camioneta, apoyando una espalda contra su espalda. Y luego, trajo ayuda desde el pueblo que estaba a 12 kilómetros.

   Rocky alentaba a su madre con palabras de ánimo no contenido... pues recordaba que también la empujó el pompis cuando habían estado en Salamanca y el niño se había empeñado en subir por la escalera más angosta de la torre más alta de la catedral, durante aquel calurosísimo verano. 

   Luego, la trasladaron a un hospital cercano entre Rocky y un camionero rudo que se detuvo ante ellos. Fueron necesarias nueve horas de operación quirúrgica y más de cuatrocientos puntos y lazadas. Ahora Kelly tiene la nariz larga, los labios finos, los pómulos altos, está recuperada de las heridas y un canal de televisión por cable la ha brindado la posibilidad de presentar un juego que se llama El Norteamericamillón. Además, una revista ha ofrecido un cuarto de millón de dólares a Kelly para pagar su operación estética de estrías grasosas lumbares, elevación de senos y por la extracción de una costilla flotante, pues todo ello, luego, aparecerá en un desplegable general en toda la cadena divulgativa del emporio periodístico, así como en la web del medio.

  Rocky se convirtió en héroe por un par de semanas. Salió en los telediarios del mediodía, hizo el saque de honor en el partido número cincuenta de la liga de rugby... Y en un programa de entrevistas en la medianoche estuvo sentado entre un transexual y una estripter que se quedó en coretas dos veces entre el relato y los suspiros ansiosos del pequeñín. Y su madre, con voz en off, añade en todos los programas de la tele a los que va este héroe: "Si no hubiese sido por Rocky me habría desangrado... y además vi una luz potente que me llamaba...".

   Llegado a este punto del relato me encuentro compungida y desarmada ante el mundo, pues supongamos que esta historia que acabo de escribir ya se hubiera inventado. Me encuentro, digamos, como cuando Cristóbal Colón dijo que se iba a Zipango por el oeste, después de haber comprado a una alcahueta mora un arcón indio de madera de teca, donde apareció un pergamino con dibujitos cartográficos a plumilla desdibujada, con la firma de un tal Piri Reis en un esquinazo.

   Y como yo no soy experta en los mapamundis de las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, ni en los mapas de beatos de Liébana y alrededores, ni en historias americanas, digamos que me encuentro desamparada ante la ley y dudo y noto que dudar no es un placer.

 

Breve bibliografía de la autora

Celia Bermejo (León-España, 1971) Pedagoga. Profesora en la UNED. Ha publicado: El canto del amor (2002). Directora de la Editorial CELYA. Escribe sobre temas culturales y viajes en revistas especializadas. Cuenta con diferentes libros de relatos aún inéditos.  


Si usted desea comunicarse con Celia Bermejo puede hacerlo a: celya@editorialcelya.com. Sitio Web: www.editorialcelya.com

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