Santiago de Chile.
Revista Virtual. 

Año 5
Escáner Cultural. El mundo del Arte.
Número 54
Septiembre de 2003

SEBASTIÁN GARRIDO

UN SOBRIO ESTILISTA

Texto: Carlos Yusti

Sebastián Garrido, uno de los más excelsos fotógrafos venezolanos, murió en un accidente de tránsito. Queda su obra. Su estilo límpido y sin mojones esteticista. Su mirada desprejuiciada, sin apremios por la gloria ni otra antigualla narcisista que motiva a tanto fotógrafo venial.

Su trabajo fotográfico enfocó la vida desde el rostro de la gente del pueblo, desde un paisaje calcinado por luces y sombras, desde esos pueblos bituminosos de nostalgia y tristeza. Su obra fue un espejo fidedigno de un mundo acosado por el mito popular, la alegría y tristeza pasajeras, de un mundo curtido por el tiempo y el clima, de un universo forjado en el trabajo duro, en la faena llena de magia y proverbial sabiduría.

Su obra fotográfica conjugó con maestría la luz y la sombra. Nunca apartó su mirada de lo humano. Estuvo presente en los momentos estelares del país, en esos instantes cotidianos, bostezantes que pasan como desapercibidos. Nunca tuvo ínfulas de artista y sus fotos son el fiel reflejo de un artista preciosista y consumado, de un estilista de la imagen que nos define, que es nuestro espejo de agua donde bebemos para vernos tal cual somos, sin otros afeites que la espontaneidad pincelada en un clic.

Como fotógrafo la trayectoria de Garrido comprende varias etapas fructíferas. Participó en muchas revistas y recorrió la geografía venezolana tratando de encontrar la esencia de un país en su cotidianidad, en su gente y su paisaje. Explotó con creces en su estética fotográfica la lejanía, el sueño nostálgico por el terruño, la sobriedad de un paisaje nutrido de luces y sombras. Hizo la foto como una tarea creativa y como un seguimiento fidedigno del entorno. Su mirada tuvo la sensibilidad necesaria para llegar al hueso poético de la imagen, sin escamotearla, retocarla, o someterla a un purismo, en aras de la foto bien delineada, pero que sólo trasmite técnica y pericia. Garrido trató de llegar al el alma de los objetos, el paisaje, la gente y la arquitectura, trató de penetrar la profunda piel de los motivos retratados para llegar a esa foto que plantea una espiritualidad mundana, desolada y gran fuerza poética.



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