Desde Costa Rica, Rodrigo
Quesada Monge 1
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"VIRGINIA
WOLF ©
Clemson.edu"
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Con la alegría
que producen las buenas biografías, como la escrita por Jane
Dunn, sobre estas dos grandes artistas inglesas del principios del
siglo XX, me he sentado a escribir una nota en la que tal biografía,
sea solamente una excusa para acercarse a los problemas más
notables que trajo consigo ese siglo sangriento y opresivo, que
todavía no acabamos de comprender en su totalidad.
Y es que, como lo hiciera la mágica Marguerite Yourcenar
con la figura de Adriano con relación al Imperio Romano,
las biografiadas fueron los ojos y oídos de la biógrafa
para evaluar, pensar y sentir un siglo XX en el que pareciera haber
predominado sobre todo el ascenso de la multitud, aún cuando
para algunos historiadores se trate del siglo de la gente, con sus
miserias, esperanzas y pequeñas vidas y muertes.
Para escribir biografía se requiere un talento muy particular
(posiblemente en columnas posteriores comentaremos otras), puesto
que, o se hace con la abrasadora sensibilidad de la Yourcenar, o
siguiendo sus pasos muy de cerca, como lo hace Dunn, con la ponderación
y el equilibrio que los sujetos biografiados demandan. El maravilloso
trabajo de Jane Dunn, titulado como nuestro artículo, y publicado
en inglés con el bello A Close Conspiracy (Una entrañable
conspiración), apareció en España en 1993,
bajo la responsabilidad de ediciones CIRCE de Barcelona.
Un enjundioso texto de más de cuatrocientas páginas,
recoge de una manera entrañable, cariñosa y profunda
la vida de las hermanas Stephen (Vanessa y Virginia), quienes pasarían
a la historia del arte y de la literatura en Inglaterra, como dos
de las más lúcidas pioneras en lo que respecta a sensibilidad
y buen gusto en los asuntos relacionados con la pintura y la literatura
en ese país.
Algunas cosas sobresalen en este extraordinario volumen. Sobre todo
después de que la bella novela de Michael Cunningham, The
Hours, fuera llevada a la pantalla y nos diera una aproximación
de Virginia Woolf que se parece mucho al retrato hecho por Jane
Dunn en su texto. Sin embargo, en este último, la sombra
que más crece y nos atrae es, paradójicamente, la
de Vanessa Bell, quien se acercará demasiado al perfil que
tenemos de personalidades como Anais Nin y no obstante, las cuestiones
morales, psicológicas, políticas, e intelectuales
parecieran ser solamente asuntos que discuten las personas frívolas,
no precisamente los creadores.
La neurosis de un siglo repleto de guerras, distintas y sofisticadas
formas de opresión, el ascenso doloroso de la mujer, y de
otras minorías, como los homosexuales, que pululaban por
la casa de los Stephen, son todos temas que se escurren a lo largo
y ancho de este seductor ensayo. En él, pasan y tienen voz,
mirada, gestos, emociones e ideas, los hombres y mujeres más
significativos en la creación de cultura y sensibilidad artística
y política en la Inglaterra que apenas se despierta del impacto
que ha dejado la herencia de la Reina Victoria (1837-1901).
Un vistazo cultural de estas proporciones, en el contexto de América
Latina, solo puede ser comparable con el magnífico acercamiento
que hizo la escritora mejicana Elena Poniatowzka, a través
de su obra Tinísima, en el cual se logra un agradecido y
venerado encuadre de la cultura del continente para los primeros
cincuenta años del siglo XX. Si al lector de esta columna
le gustan las biografías como a mí, le recomiendo
encarecidamente no se niegue la lectura de este generoso ensayo
de Jane Dunn, quien ha sabido obsequiarnos con una galería
de figuras magistrales de las artes, la política y la academia
inglesas, sin que medie en el proceso ni pizca de mezquindad histórica
a la hora de saldar cuentas con la forma en que el siglo XX fue
concebido por ellos.
La posición fácil e irresponsable del biógrafo
que juzga desde su cómoda posición de juez tonante
y retrospectivo no aparece ni por asomo en el método desarrollado
por Dunn, muy preocupada por darles voz, como decíamos, a
todos aquellos que quisieron hacerlo, como sucedería incluso
con intelectuales de la talla de John Maynard Keynes.
Por eso el texto está lleno de melancolía, sin caer
en el prurito aquel de todo tiempo pasado fue mejor; pero el énfasis
en los detalles de la vida cotidiana de las biografiadas, y de todos
los que tuvieron algo que ver con ellas, nos permiten incluso llegar
a experimentar sensaciones olfativas, gustativas, táctiles
y visuales que, de otro modo, serían imposibles, sino es
porque la autora nos hizo un majestuoso recorrido de toda las costumbres
y la parafernalia victorianas, con un lujo de detalles que sorprende
por el elevado nivel de decencia en la investigación que
se ha realizado.
Un libro así no puede pasar desapercibido para nadie que,
en América Latina, esté interesado en los aspectos
más escondidos de la cultura y la vida cotidiana de la Inglaterra
imperial y victoriana de finales del siglo XIX y principios del
XX. Porque sin caer en el mecanicismo de identificar "imperio
y cultura", como algo que insoslayablemente vamos a encontrar
con solo leer a Shakespeare, el libro de la señora Dunn bien
puede darnos un conjunto de elementos para comprender mejor cómo
construye cultura el imperio. La lectura bien vale la pena el intento.