Por: Rúbila Araya
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"Henriette
Petit, Dos Desnudos"
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En
la década del veinte, jóvenes artistas chilenos son seducidos
por las nuevas tendencias estéticas europeas, vuelven a Chile
con el fin de instaurar lo asimilado, pero en el proceso lo que más
encuentran es rechazo.
A
principios del siglo XX, la plástica chilena se rige por una
concepción académica del arte, el apego de una obra a
la realidad es el indicador irrefutable de la genialidad de su autor
y las técnicas pictóricas son las que han sido establecidas
por los grandes maestros. Las temáticas se repiten una y otra
vez, escenas costumbristas, paisajes, retratos, episodios religiosos,
son el reflejo de la rigidez de una sociedad altamente conservadora
que ni siquiera se permite liberarse a través de la creación.
Lejos,
en Europa, y especialmente en Francia y su fascinante París,
están a muchos pasos de ventaja respecto al talentoso, pero muy
contenido, ambiente plástico chileno. Allí, se conjugan
todas las nuevas corrientes y conviven los más adelantados del
mundo artístico e intelectual, escenario que cautiva a los pintores
que tienen la posibilidad de internarse en él y descubrir las
variadas aristas que el arte les presenta.
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"Pablo
Vidor, Retrato"
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Desde
un barrio de París
Entrando
en los años veinte, el creciente desarrollo de los medios de
comunicación y de transporte, y la consecuente facilidad para
acceder a los reales centros de la vanguardia, crean un nuevo artista,
uno que se separa un poco de lo local y tiende a un pensamiento más
cosmopolita.
Es
éste el perfil de los integrantes del autodenominado Grupo Montparnasse,
una generación de jóvenes pintores y escultores que viajan
a estudiar a París y vuelven impregnados de nuevos conocimientos
que pretenden expresar en nuestro país.
De
ahora en adelante, el arte se abre a nuevos temas, formas, técnicas
y colores. El cubismo, el expresionismo, la abstracción, lo modernista,
entra en Chile ante la marcada oposición de la crítica
especializada y de los grupos de elite, y aún así logra
revolucionar y darle un rumbo de libertad y subjetivismo al mundo de
la plástica nacional.
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Ana
Cortés
"Andamios de Ensueño"
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Jorge
Letelier
"Interior"
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Manuel
Ortiz de Zárate
"Notre Dame de París"
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"Jorge
Caballero, En el bosque"
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Influenciados
principalmente por el trabajo de Paul Cèzanne, algunos artistas
se reúnen casualmente en Francia, luego de haber estudiado en
diferentes academias europeas, y en vista de su afinidad creativa en
torno a la renovación del arte, regresan a Santiago y crean el
Grupo Montparnasse, en honor al barrio parisino en cuyos cafés,
salones y escuelas se gestó el desafío rupturista a lo
ya establecido.
En
Chile, lanzan sus manifiestos de rebeldía y renovación
contra el academismo existente, y tienen su primera vía de expresión
concreta en la muestra de 1923, en la Casa Rivas y Calvo, un local de
remates ubicado en calle Compañía, donde exponen Julio
Ortiz de Zárate, Henriette Petit, José Perotti y Luis
Vargas Rosas, líder y fundador.
Con
esto, nace un movimiento de profundo sentido revolucionario, de ideas
modernas y progresistas, que provoca un vuelco en la forma de hacer
arte en Chile. Se comprometen con este postulado importantes figuras
como Camilo Mori, Manuel Ortiz de Zárate, Waldo Vila, Jorge Caballero,
Isaías Cabezón, Hernán Gazmuri, Augusto Eguiluz,
Marta Villanueva e Inés Puyó.
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"Luis
Vargas Rozas, Techos de Puerto Montt"
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Estos
artistas, junto a muchos más que simpatizan o participan comprometidamente
en este verdadero giro estético, en su mayoría habían
sido, antes de viajar a Europa, discípulos del maestro Juan Francisco
González, y al cerrar la Escuela de Bellas Artes, muchos de ellos,
son considerados integrantes de lo que se llamó, posteriormente,
Generación del 28.
Ataques
a la libertad
Los
artistas Montparnasse, fueron repudiados públicamente y se les
acusó de rupturistas y rebeldes. Pero hubo un partidario que
se destacó del resto, convirtiéndose en promotor y gran
impulsor de la nueva corriente, éste fue el escritor Jean Emar,
cuya disposición abierta a las diferentes propuestas artísticas
y su relación cercana con la vanguardia europea, lo hicieron
valorar el trabajo de los jóvenes pintores, con un desprejuicio
inusual entre los intelectuales de la época.
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"Waldo
Vila, Noche Mineral"
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Álvaro
Yáñez, verdadero nombre de Emar, había trabajado
en 1919 como secretario en la Embajada de Chile en Francia, oportunidad
en que su interés por las artes lo llevó a participas
en varios talleres y a entablar amistad con Picasso, Derain y Gris,
convirtiéndose en un nexo importante entre el círculo
vanguardista y los artistas chilenos que buscaban conocer y aprender
para posteriormente implantar los nuevos conceptos estéticos
en el país.
Estos últimos, se resumen en los postulados con los que Jean
Emar definió al grupo: Antiacademismo, antinaturalismo, antirrealismo.
Ausencia de un estricto estilo plástico. Arte vigoroso. Libertad
y espíritu lírico para crear. Leyes propias de espacio
y tiempo en el arte. No repetir ni copiar a los maestros.
El
apoyo constante de Emar a esta corriente creativa y su trabajo de difusión
de lo que sucedía en Europa en relación a lo que se estaba
desarrollando en el país, a través de sus artículos
en el diario "La Nación", actuaron como aliciente fundamental
para el nuevo movimiento de la plástica chilena. Pero sus comentarios
de arte fueron considerados demasiado modernos por críticos extremadamente
apegados a las normas académicas y fervientes opositores a cualquier
propuesta que pusiera en peligro la tradición pictórica
del país.
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Marta
Villanueva
" Gente de Circo"
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Isaías
Cabezón
"Sin Título"
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"José
Perotti, Caballos"
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El
ataque no vino sólo de parte de la crítica especializada,
sino, también, desde lo más profundo del mundo artístico,
siendo los académicos, quienes se habían encargado de
transmitirles la herencia estética, los más disgustados
con este afán independentista de los Montparnasse, que a su parecer
no respetaba las enseñanzas de la Escuela de Bellas Artes.
Es
por esta razón que la polémica llega a su punto límite
con el cierre de la institución, el año 1928 por orden
del gobierno de Ibáñez del Campo, para becar a profesores
y alumnos con estudios en Europa, con el fin de que se alejaran del
"contaminado" ambiente artístico nacional, sin considerar que
volverían totalmente comprometidos con las tendencias contemporáneas.
La
hostil respuesta que enfrentaron en el medio los integrantes de esta
agrupación, no logró impedir que los ideales de libertad
creativa se introdujeran con fuerza en la forma de hacer arte. Ni la
marginación, ni la mala crítica, pudieron con ellos. Hoy
la historia de la plástica chilena no puede obviar que hay un
antes y después del Grupo Montparnasse.
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"Augusto
Eguiluz, Naturaleza Muerta"
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"Julio
Ortiz de Zárate, Naturaleza Muerta"
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"Hernán
Gazmuri, Desnudo"
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