El
objeto no es únicamente la realidad inmediata; también opera
como una lectura y un "nosotros mismos". Parte de
un producir que es allende a la instancia procesal en el cual
se fabrica, y que no puede sólo inscribirse en el otro cuadro
de lo proyectivo. Ahora, él es el verdadero sujeto. De ahí que
ya no pueda hablarse de "él". Ulises Casado Sánchez
lo sabe, razón por la cual su planteamiento se juega en la operación
inversa, escuchando cómo habla el objeto, qué sistema de lectura
establece.
Su
proyecto todavía se llama "Compasión por los objetos olvidados",
pero este juego de palabras no debe de entenderse en una lógica
directa. Pues la palabra "compasión" todavía puede
falsificar el sentido del planteamiento al hacernos creer que
el sujeto puede cumplir con algún juego activo. Incluso podría
cambiar este nombre, por ejemplo, por el de "Compasión
por los objetos olvidados". Apuesto que nadie notaría la
diferencia.
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¿Qué
es entonces lo que ocurre? El formato es sencillo. El pintor
ha recolectado ciertos objetos que se habían destino para la
basura y ha querido servirlos en una suerte de recuperación
a partir del soporte tradicional que suponen pintura y dibujo.
Más allá de ciertos rasgos técnicos, llama la atención el planteamiento.
Por supuesto, se inicia esto con una carga ontológica, pero
lo que pesa es la sospecha de una mirada. Aquí puede nacer la
confusión, ya que no se trata de una mirada sobre o desde los
objetos, sino de ellos mismos. Así, la verdadera recuperación
se acusa aparente; queda tan sólo la huella. El verdadero trabajo
es el de la escritura de los objetos; lo que Casado Sánchez
ha hecho es leerlos, no actuar sobre ellos.
Eso
también implica el no ser construidos desde el solio del sentido
o desde cualquier supuesto margen. Si el objeto configura la
realidad y cualquier mirada objetualiza lo mirado, la pintura
se vuelve una relación y no un medio expresivo, la cristalización
de un planteamiento o un acto creador.
Pero
a diferencia de las múltiples vertientes que nacen del ready-made
de Duchamp, Ulises Casado no se atreve a manipular ni el objeto
ensimismado ni los códigos que lo posibilitan. En ello muestra
el reducto de quien hería al bisonte desde la cueva de la caverna,
y el pintor se convierte en un obrero que desdobla esa realidad
producida por y para el objeto; su obra termina por una comunicación
autoreferencial, proyectando sus propios límites. No se atreve
a hacer ningún gesto, por leve que sea, sino es en su intimidad,
cada vez más borrada por sí misma.
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Hay
otro problema colateral, el del objeto como productor de espacios.
Algunos de sus dibujos, sin representar ningún interés por el
problema formal de la perspectiva, tienen su indicación al respecto:
"Ceniza horizontal", "Colilla hacia arriba",
etcétera. En esto hay no una función de los objetos, sino un
acto autótrofo. Las cosas, al generar su espacio, inscriben
su ser y nos obligan a relacionarnos con ellas y a generar nuestra
tejido real desde ese, su mandato impostergable. Es un hecho
que todo ser comienza por su problema territorial, tanto en
su tenor literal como en el figurado.
Ahora
bien, no se ha elegido cualquier objeto. Abunda especialmente
el sello del olvido, que tradicionalmente se puede reconocer
como "basura". Es decir, la elección del objeto se
da fuera del código funcional que lo fundamenta dentro del "mundo".
Es ya un objeto fuera de sí mismo al quedar marginado de sus
propias posibilidades. Primero, el objeto desplazó al sujeto,
no intercambiando sus jerarquías, sino borrándolo y haciéndolo
una función de él; ahora, por medio de la pintura, el objeto
se anula, ya sin necesitar de la lógica de las sustituciones.
Contra lo que pudiera creerse no queda un espacio vacío, pues
sin objeto no hay espacio.
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Finalmente,
a esta obra de Ulises Casado la impulsan cierta descarga por
esos referentes en su objetualidad y una necesidad de separación
inminente. Lo que no hay es la pretensión de elevar cualquier
objeto a otra circunstancia, cuando no sea el olvido que lo
envuelve y que deriva en la difuminación del sujeto-obra. Su
única ley para jugarse en las cuerdas de lo disperso. Después
de todo, la venganza queda cumplida: Obra y Basura sólo existen
en su vecindad. Fuera de esto, cualquier Compasión o Sujeto
son mera apariencia, rencor renacentista o ruta cósmica (e insegura)
hacia el "estar chido" del Ser.
Tlalpan,
17 de Septiembre de 2002