Escáner Cultural, Revista Virtual.

El domingo 9 de junio se inauguró la Sexta Temporada de Gala de Música de Cámara, organizada por el Club de Viña y la Universidad Católica de Valparaíso.

Para la ocasión se presentó la Orquesta de Cámara de esta casa de estudios bajo la dirección de su fundador y titular, Pablo Alvarado, con un programa de interesante variedad.

Los frutos del sistemático trabajo repertorial de este conjunto quedó evidenciado con creces en esta presentación, labor que merece ser apoyada firmemente, considerando que se trata de un conjunto genuinamente local en lo administrativo y la procedencia de sus integrantes.

Comenzó la presentación con el estreno en Chile de la Romanza para Cuerdas de Gerald Finzi (Inglaterra, 1901-1956), obra que denota un estilo típicamente británico y de espíritu declaradamente romántico. El desempeño de los músicos fue de pleno dominio de la obra en cuanto se obtuvo buenos logros en las exposiciones temáticas, resaltándose un convincente tratamiento de las inflexiones y afectos de los motivos insertos, amén de una ductilidad y afinación notables.

De Bela Bartok (Hungría, 1881-1945) se interpretaron sus siempre bienvenidas Danzas Folklóricas Rumanas en las que primó una soltura de fraseo y una estupenda diferenciación sonora de las voces instrumentales, asimismo marcaciones de contextualizada resolución.

Posteriormente, se presentó el Concierto para Oboe y Orquesta de Domenico Cimarosa (Italia, 1749-1809), correspondiente a la recopilación de cuatro movimientos de sonatas para clavecín del mismo Cimarosa realizada por el compositor y pianista Richard Benjmin, quien las adaptó libremente para oboe y cuerdas. El solista invitado fue el destacado oboísta Rodrigo Herrera, obteniendo pleno dominio del instrumento, acertados matices, fluida exposición y excelente amalgama con el conjunto orquestal.

Del francés Jean Rivier (1896-1987) se estrenó localmente su Concierto para Flauta Traversa y Cuerdas, actuando como solista Karina Fischer. Rivier tiene un claro parentesco musical con Darius Milhaud y Jean Francaix tanto por su estilo melódico y la presencia de asertivos juegos dinámicos, con una economía de medios y elegancia admirables. El desempeño de Karina Fischer fue extraordinario, logrando pleno dominio del instrumento en función de la claridad formal para los contrastantes movimientos. La cohesión artística y técnica entre la solista y el conjunto habla por sí sola frente al resultado apreciado.

La última obra del programa correspondió a la Sinfonía Simple Op. 4 del británico Benjamín Britten (1913-1976). El aporte de este compositor a la música del siglo XX es de excepción, aun cuando su lenguaje no necesariamente sea de completa avanzada, radicando sus mayores logros en la construcción de armonías con efectos tímbricos y rítmicos de increíbles atmósferas. La Sinfonía Simple corresponde a una obra sobre la base de material compuesto en la adolescencia, revelando una genialidad notable y una madurez artísticamente precoz. La interpretación de la orquesta universitaria merece el mayor de los halagos frente a la absoluta claridad expositiva de las ideas, con una generosa enjundia melódica y un estupendo enfoque contrastante entre lo alborotado y lo sentimental. Gran trabajo de todas las secciones, llamando la atención el desempeño brillante de los cellos en la Sentimental Saraband (tercer movimiento).

Fuera de programa, se ofreció una pieza de Astor Piazzolla en la que se recreó certeramente las melancólicas impresiones porteñas del gran Astor, a través de las notables gradaciones sonoras logradas por los músicos locales.

Esta presentación constituyó un triunfo cabal, que necesariamente debe proyectarse a otros lugares de la geografía, por la inherente calidad de un producto de exportación.