Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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A veces uno parece metido en un obra de Eugéne Ionesco. Fui a pagar el recibo de electricidad y cuando llego a la taquilla a las computadoras que procesan los datos de las facturas le ha infectado con un virus. Luego no me dejan salir debido a que un camión de seguridad descarga un dinero. Un hombre cae fulminado en la calle luego de sufrir un infarto. Se desata una lluvia repentina y el caos se apodera de todo. Un vehí­culo con una música a todo volumen coloca el ambiente musical. Se oyen unas sirenas a lo lejos. Llegan los bomberos y un desfile de tréboles y cisnes pasa, al son de un ritmo de calipso, celebrando la octavita de carnaval. El absurdo es un poco así­: drama y humor machihembrados en una situación singular.

Eugéne Ionesco captó en sus primeros relatos ese absurdo cotidiano. El libro "La foto del coronel" contiene algunos textos narrativos que de seguro sirvieron como base para sus obras teatrales más populares. Considerarlo como padre del absurdo no serí­a ni tan descabellado, aunque Franz Kafka ya habí­a avizorado en novelas como "El Proceso" y "El Castillo" una atmósfera opresiva con tintes oscuros de absurdo.

Cuando irrumpe Ionesco el teatro clásico aristotélico ha perdido su garra necesaria para dejar al desnudo los conflictos del hombre con los dioses parece agotado. El teatro necesita retomar ese espí­ritu de ritual, necesita enfocar su mirada hacia lo cotidiano, hacia esa angustia metafí­sica del hombre. Hay derrumbe estruendoso de valores y los nuevos valores propuestos por los avances tecnológicos no son siquiera paliativos para las angustias existenciales más recurrentes. El teatro del absurdo retoma ese sentido de callejón sin salida que a veces resulta la vida y antes que buscar respuestas se plantea evidenciar un vací­o lento que va devorándonos.

El teatro con Ionesco retoma su segundo aire y su obra "La cantante calva" sigue representándose en algún teatro de Parí­s y se estima que a la fecha lleva más treinta mil representaciones. Leí­ esta obra en el bachillerato, pero busqué afanoso una cantante sin cabello alguno como protagonista de la obra, pero nada. Sólo estaban esos diálogos inconexos y sin sentido de el señor y la señora Smith. Como es lógico no comprendí­ el argumento de la obra y mucho menos su finalidad, pero si debo advertir que me divertí­ leyéndola, estaba tan llena de disparates payaséscos que reí­rse era inevitable. Además la foto de Ionesco daba la imagen de un payaso con una nariz redonda y regordeta, de un payaso tristón que lleva la risa por dentro.

Todo el eje principal del teatro de Ionesco estaba allí­: La ironí­a sonora de la incomunicación. Luego estaba ese humor casi macabro como por ejemplo en la obra "La lección" en la cual un maniático y despótico profesor acosa a una alumna con una lección absurda hasta que le asesina. También tenemos Rinoceronte, cuyo argumento es sencillo: de repente un dí­a la gente comienza a transformarse en rinoceronte. Aquel que no se adapta a dicha mutación es un subversivo, un perseguido. "Rinocerontes" sucede en Francia y sus escenas van mostrando cómo, poco a poco, todos los habitantes se van trasmutando en esos animales rudimentarios, corpulentos y feroces que son los rinocerontes, es decir, se amoldan a la tiraní­a de la sumisión y del lugar común. Hay en este planteamiento toda una gran metáfora de la libertad y la afirmación personal contra la desfiguración horrible que produce la mayorí­a.

Ionesco era un existencialista informal con el humor de alto vuelo que buscaba decapitar la frase hecha, el refrán y sobre todo esa conciencia rectilí­nea del individuo convencional, que vive metido hasta el cuello en una sordidez de trivialidad absurda y sin salida.

Ionesco intentó señalar el camino para salir del foso de la trivialidad a través del humor y la crí­tica del lenguaje. Su teatro fue/es polí­ticamente incorrecto y esto todaví­aa le permite un tufo de actualidad inquietante

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