ROZANDO EL IMPERIO DE LA LOCURA
ROZANDO EL IMPERIO DE LA LOCURA
Por Raúl Hernández
Nunca he sido fanático de David Lynch, pero siempre termino viendo sus películas. Y casi siempre en el Cine Normandie, con los asientos que incomodan después de la media hora y la cinta que se desordena de vez en cuando. Pero bien, es el cine que me gusta, esa imperfección hace juego con mi imperfección. Y entonces me involucro en esta nueva película de Lynch (Inland Empire) en la cual nuevamente nos adentramos en sueños que no son tales, ideas que no son tales, o viceversa.
La protagonista (Laura Dern) hace del ceño fruncido la mueca de la vida y nos invita a conocer una película en donde transcurre otra película en donde esta chica, que es una actriz, obtiene el papel principal en un remake de una antigua película polaca en donde sus protagonistas son asesinados quedando su filmación inconclusa. Entonces, la actriz se transforma en su papel, en su rol, y comienza la pesadilla, las prostitutas, las calles, los hombres con cabeza de conejo, las escalinatas sombrías, los pasajes claroscuros, y nuevamente en esta chica que representa el cine de la vida. Porque si bien estos momentos son tortuosos y crípticos, casi injustos dentro de una perspectiva de equilibro, es una forma de sentir esta paranoia simple de ser parte de un film que sobrepasa nuestras fronteras de la realidad. Ser protagonista, productor, director y guionista de nuestro propio descalabro.
Vernos en los espejos es algo cotidiano que no carece de una aproximación mística lejana al ego, pero es lo más parecido a acercarnos a nuestra escena imperfecta que no adolece de simpatías por el demonio. La irrealidad a veces se apodera de nuestras situaciones, aproximándonos cada vez más a este albur perpetuo de sueños sin salida. Las escaleras ocultan astillas, la noche se hace mantel de preguntas, las veredas son lijas que raspan los zapatos.
En el cine, el espectador ve una película. No es normal que la película muestre al espectador viendo una película que muestra a una chica extraña que ve una película en donde ella es protagonista y en la que sólo acontecen ciertas locuras que llegan a la mente del espectador que originalmente está viendo esta película. Films de fantasías o no. Vida de fantasías o no. Seguir caminando en la noche Santiaguina, en esta nueva escena, atravesando la calle, como un espejismo que desaparece, sentir que el cine de la vida es sólo un accidente continuo que miras desde una perspectiva after shoulder. Los primeros planos te llegan como el sol molesto de una mañana de domingo.
Y esta película termina después de tres horas en el cine y claro, nada ha cambiado, pero ¿algo tendría que cambiar? Estás mirando una nueva escena en la calle esa con perspectiva triangular como cuando hacías dibujos en el cuaderno del colegio, con la regla que nunca tuvo un buen designio en el futuro. Los créditos nunca llegan, estás a la orilla de esta ciudad, sentado en los bandejones, en los puentes, mirando la luna y de pronto la cinta se desordena. Se apaga la luz. Estás en un nuevo sueño y despiertas. ¿Algo tendría que cambiar?
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