Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757

Sangre


Aní­bal tomo las riendas fuertemente, mientras la yegua bufaba y torbellinos de humo le pintaban el hocico, y los ojos, espantados, miraban desesperados la tranquera.
Sabí­a que debí­a domarla para hoy, no podí­an esperar más, ya era hora de entregarla.
Acarició la crin, blanca como la nieve, sedosa como el pelo de una mujer, y una lágrima de alegrí­a le llenó el rabillo.
Esa yegua tení­a un destino inmenso, estaba destinada a los podios, era rápida como el viento, y briosa.
Desmontó lentamente, sabiendo que ya estaba bien.
A las 3 de la tarde llegaron los compradores, los recibió el patrón con gran algarabí­a, les ofrecieron mate y sopaipillas. Eran tres, hombres de negocios, de ciudad.
Finalizado el agasajo, se dirigieron prestos al corral, el patrón reí­a con ganas, la transacción era muy beneficiosa y sus bolsillos ya parecí­an más pesados.
Aní­bal toma la brida y se la entregó al patrón, que la vareo dos veces ante la mirada atónita de los compradores.
La yegua sabiéndose deseada mostraba su mejor postura, sus ancas se moví­an impacientes y cada relincho completaba el cuadro.
Uno de los compradores se acercó impaciente, deseoso de poseerla de una vez, sintiéndose dueño, tomó la rienda.
El animal vio el movimiento brusco y encabritada se paró en dos patas, encarando todo lo que se poní­a enfrente.
Aní­bal salto de la tranquera y corrió a sujetarla, pero ya la confusión y el miedo habí­a echo la situación incontrolable y la yegua saltaba dando coces , y mirando, con los ojos inyectados, una posible brecha para escapar.
Todos se apartaron, Aní­bal abrió los brazos y con pequeñas palabras trato de aplacarla.
El sabí­a que podí­a, se tení­a confianza.
En un descuido la yegua pateó dos veces el suelo con sus patas traseras y pegó un brinco mortal!
Un casco fue a dar de lleno en la cabeza de Aní­bal, que estalló como si de un melón se tratara!
Todo fue sangre y gritos, la yegua no paraba, y el patrón desesperado tomó un revólver y disparó dos tiros.
Un silencio negro siguió a los disparos, y llenó la tarde.
Aní­bal yací­a muerto, y su sangre se mezclaba como amasijo con la tierra del potrero.
El animal quedo ahí­ cerca con un brote rojo en la sien que contrastaba como un grito con su pelaje blanco.

Aní­bal pensó en ese instante, "Sí­, es una yegua brava"



Blequer Alarcón Silvera alarsil@hotmail.com

Del libro. "Y el camino no termina"

MI PADRE FUE DE LOS BUENOS, DIGO, ERA DE VERDAD UN BUEN PADRE.

PARA:
*** Ese nudo de nervios y carne que dejó el camino del mundo, aún desde el más allá continúa siendo mi padre: Ví­ctor Alarcón Peceros.

"Lo mataron. No sé qué manos trituraron sus testes,
ni que puños le rompieron los huesos pero entiendo,
entiendo de dónde procedieron los golpes".

Feliciano Mejí­a.


1 Mi padre era de los buenos, digo, fue de verdad un buen padre. Al instante de abrir los ojos me dijeron, llevaba sobre su cuerpo el nombre de Diosdado, como esas cosas que Dios da a los ingenuos: sus propios dolores. Creo que fue mi madre quien pronunció eso. Crecí­a mi cuerpo al igual que los vellos en mis mejillas, de eso pasaron diecisiete años hasta poseer la vida que me acompaña. En nuestra casa peleábamos con los adventicios del destino: nuestros huaynos morí­an, aún no naciendo. Recuerdo que el propietario de la inmensa chacra que colindaba con la nuestra le pegó a mi padre, regó con su sangre las primeras plantas que nacieron luego de las últimas lluvias. Nunca supe el motivo de esta riña. Al dí­a siguiente subí­amos el cerro, más arriba donde ya no habí­a casas, hicimos nuestra choza. Desde esa vez vivimos fuera, muy lejos del pueblo. ¿Cómo llaman a este conglomerado de casuchas? Antes no tení­a nombre, a nuestra llegada logramos encontrarlo.Tuvimos que buscar, en nuestro diccionario serrano no estaba, volvimos unos cien años atrás en su alcance. Fue mi padre quien lo halló entre los apellidos de sus abuelos. Lo trajo una mañana y casi gritando -dijo- lo llamaremos Pampamarca, como si fuera un nombre desterrado de su propio nombre. Y con esa reunión de vocablos quedose este montón de chacras y paredes con techos de tejas y pajas.
Ahora ya no escuchamos sus tranquilos carajos, su cuerpo tampoco sabemos dónde fue amortajado. Debe estar enterrado en esas palabras que nos dijera un dí­a: hijos nuestras tierras nos comen como masticamos el mote, nuestras chacras son nuestras tumbas.
Fueron proféticas esas palabras, a mi padre nunca le hicieron justicia. En mi tierra lo escrito en la Biblia: "de polvo eres, polvo serás," se cumple. Mi padre murió haciendo su cama con las hierbas recién crecidas por las lluvias de enero. Ladrón nunca lo fue, tal como dicen los diarios del destino.
2 De Diosdado Rupaylla, el alba apoderábase de su vida lentamente como si una lámpara a kerosén aumentase su luz. Para él, esa mañana el dí­a silbaba una melodí­a de despedida.
- Anoche soñao capoli- habí­ale susurrado su mujer, el instante en que consiguiera un minuto de amor.
- Is fio isi soiño, di sijoro perdirimus aljo-a lo que el mestizo habí­a sonreí­do sin dar crédito a lo aducido.
- Di sijoro nus rubaran alju…nu lu crio…nu lu crio- murmuró mirando la cumbre del cerro más alejado, es decir donde terminaba su vista.
1 De los años vividos al lado de mis progenitores nacimos tres muchachos. Yo el mayor y el que me sigue estudiamos en el colegio primario de la comunidad. Queremos aprender a escribir nuestras vidas en algún recodo de esta serraní­a.Terminado el quinto dí­a de clases, los viajeros nos encuentran subiendo el Silverayocc. Los domingos por las tardes desandamos lo caminado, bajamos la pendiente buscando algunas monedas perdidas.
2 Esa mañana el que se quedaba con sus padres amaneció llorando, sin dejar de hacerlo.
- Isi mucosu no poide callarse carago-increpó al momento de llevar sus pies hacia el corral. Al instante de trasponer el umbral de la puerta, alcanzó a escuchar vagamente el llanto de su hijo. Dispúsose a librar de sus amarras a los animales. Los cerdos fueron los primeros en ser liberados, dando gruñidos salieron en estampida, tras de ellos fueron las ovejas. Recordó que muy cercano a la unión de las paredes, habí­a atado sus mejores toros la noche pasada con sogas resistentes. ¡Los animales no estaban! Recién percatose del por qué los cerdos habí­an escapado raudos: la rústica puerta de madera estaba abierta, el grueso aldabón se hallaba cercenado.
Salió hacia las chacras. En los cercos donde habí­a tunales, los cerdos se afanaban en conseguir los espinosos frutos. Llegó al lí­mite del terreno al no hallar indicios de sus animales, presuroso volvió a su casa. Su esposa al enterarse, salió a la puerta y púsose a vociferar, pidiendo ayuda a los vecinos.
Los vocingleos de la mujer se dispersaron en el ámbito, formando cadenas de ecos, chocaban con los cerros y estos los enviaban hacia otros. Lo real era que los llamados dejaban presurosos sus chozas. Eran campesinos de estas alturas, se notaba la bola de coca macerando en la boca. Con la parsimonia propia del serrano sentáronse sobre los rudimentarios bancos e iniciaron la ccatipa.
1 La distancia se asemeja a la boca de los montes sobre los cerros amoldados por las lluvias. Esas figuras parecen formar el rostro de mi padre, siempre agrietado por las penurias que pasamos. Durante los cinco dí­as no tenemos noticias del lar. Mi hermano tampoco sabe a qué hora nuestros padres oran el último "Yo pecador." Por las noches, al son de los chirridos de las cigarras, nos transportamos imaginariamente hacia donde arde el fogón y hierve la sopa con charqui.
2 Los ponchos fueron llegando paulatinamente hasta formar un grupo de mugrientas camisas de franela de colores chillones. De lo profundo del pensamiento indio, salió en su idioma nativo el que formasen un grupo de rastreadores. Tobí­as, en la comunidad era requerido por todos sus paisanos, es que conocí­a todas las huellas de cualquier animal. Diosdado volvió con un compacto grupo de campesinos Por delante de ellos vení­a un mocetón, contaba con escasos veintitrés años, se dibujaba en los vellos esparcidos sobre sus labios formando un bigote ralo. Se vestí­a a la usanza del lugar. Sus gastadas hojotas parecí­an haber caminado más que el dueño.
Hallaron a los campesinos averiguando el sabor de la coca. El viejo Pedro sacó un puñado de las hojas, lo cubrió con ambas manos y oró una oración que ni los presentes escucharon. Dio un beso al manojo y lo desparramó en el poncho, todas las miradas siguieron el vuelo de las hojas. Señaló una de ellas, resaltaba por su negrura. La hoja de coca volaba llevada por una honda de viento.
- Algo pasará, alguien morirá-dijo.
Los reunidos sintieron una aprehensión, sabí­an que la coca no fallaba en sus vaticinios. Si el viejo Pedro veí­a la suerte, no cometí­a error alguno.
Apurémonos, dijo Diosdado, al ponerse en movimiento el grupo de rastreadores. Algunos de ellos desistieron en acompañarlos, quedándose en la vera del camino. Buscaron huellas, las hallaron, se las veí­a ní­tidas en el suelo arcilloso. Por haber llovido la noche pasada, formaban unos contornos claros. Tobí­as rompió una rama de chillka, quitole las hojas y púsose en cuclillas. Tal si fuese una medida de longitud, midió con ésta las huellas dejadas por las pezuñas de los toros. Hecho esto, volvió a quebrar, justo a la medida.
- Con esto compararemos las huellas-dijo en su idioma nativo.

Al ascender la cuesta del cerro Pampamarca, el sol por sobre las nubes lentamente dejaba las crestas de los nevados. En silencio los campesinos acompañaron sus pasos con los de Tobí­as. En la soledad de la puna, las siluetas de los rastreadores parecí­an ser muñecos llevados por manos invisibles. Sin su sombra en las sombras de las pajas, a ratos Tobí­as parábase y comparaba el tamaño de las huellas con la quebrada rama.
- Vamos bien- y otra vez a mover los pies. Llegaron a una bifurcación del camino. Uno de ellos llevaba a Turpo y el otro a Huancaray. Los sagaces ojos de Tobí­as se movieron en sus cuencas, en busca de más huellas.
- Se lo llevaron hacia Huancaray, está muy lejos, seguiremos buscando.
Señaló con el dedo a dos muchachos, los cuatro se quedaron al centro del grupo.Recibieron en sus ponchos: papas sancochadas, queso. La mujer de Diosdado quedose con el conjunto que volví­a a sus hogares.
Al culminar la cuesta, ya en la cumbre, Diosdado parose y volteó la cabeza, abajo en la falda del cerro su mujer estaba mirándole. Agitó la mano en son de despedida, ella contestole con el mismo ademán. Dióle la espalda para continuar el camino. Trotó hasta dar alcance al grupo que se habí­a alejado cierto trecho. La pampa de Huaccoto los cobijaba con su camino lerdo y tortuoso.
1 Hasta aquí­ nuestro amor filial estuvo al lado de mi padre. Ayudando al tiempo en su inconmensurable caminar no supimos de ellos. De ese grupo que salió de Pampamarca, todos perdiéronse en el silencio. Hasta que pasaron los dí­as formando meses, ese dí­a en que los pájaros serranos trinaban de alegrí­a al probar los primeros ní­speros de junio, un campesino nos puso al corriente de lo que sucedió.
- A vuestro padre lo asesinaron-nos dijo en su balbucir indí­gena.
Nuestras vistas siguieron los movimientos de sus labios. Comprendimos el drama que vivió Diosdado. Seguro que la bofetada fue tan fuerte que sólo pudo recobrarse cuando murió. ¿Quién darí­a la orden a esos asesinos de disponer la carne de un campesino? ¿Qué pena les impondrá a esos ladrones el destino? Quisiéramos venganza pero para qué si nuestro suelo y nuestro cielo están a la luz de la vida pero dándole la espalda. Y sus sueños son leyes.
2 Al dí­a siguiente de la muerte de Diosdado, los Guardias Republicanos de la Comisarí­a de Huancaray escuchaban de labios de los abigeos la siguiente denuncia:
- Sargento, matamos terroristas-
- Cuenten cómo fue-
-Los hemos encontrado en la quebrada de Toracca, los apresamos, quisieron huir, los matamos-
-¿Dónde están los cadáveres?-
- A estas horas, los perros estarán comiéndolos-

Huancaray, Junio de 1989.

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-Anochi soñao capoli-español mal hablado. Debe decir: anoche soñé capuli.
-Is fio isi soiño di sijoro perdirimus aljo-es feo ese sueño de seguro perderemos algo.
-Di sijoro nus rubaran alju…nu lu crio…nu lu crio-de seguro nos robaran algo…no lo creo.
- Isi mucusu no poide callarse carago- ese mocoso no puede callarse carajo.

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Blequer Alarcón S.


-Pampamarca- Voz quechua, lugar donde se almacenan cereales. Comunidad Campesina de Talavera.
-Silverayocc-Voz quechua, con su Silvera, (Apellido) Cerro en Pampamarca.
-Ccatipa- Voz quechua. Seguimiento. Rito indio con la coca.
-Charqui- Voz quechua. Carne soasada.
-Chillka- Arbusto natural de la serraní­a.
-Huancaray y Turpo- Distritos de la Provincia de Andahuaylas.
-Huaccoto- Voz quechua. Parecido al bocio. Abra entre los Distritos de Talavera y Huancaray.
-Toracca- Voz quechua. Sin traducción. Quebrada en Turpo.



Este espacio de revista Escáner Cultural es para los escritores, para las escritoras que deseen ampliar su cobertura de posibles lectoras, lectores posibles puede haber en esta malla que gravita. Para quien quiera eso es, saludos del noheditor, manden relatos breves a
clnito@lycos.es
agradezco de todo corazón a los creadores de "palabra".
Ricardo Castro.

Piukewerken.

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año 9 - Número 91 - Marzo 2007

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