DE ESTA VIDA NO HAY OTRA
DE ESTA VIDA NO HAY OTRA
Cheo Morales H.
Frankfurt a.M.- Alemania.
A medida que el avión se deslizaba por la pista del aeropuerto de Bogotá, Mariela se fue despidiendo mentalmente de sus hijos, de su esposo don Nepo y de los parientes y amigos que había dejado allá, en su querida tierra del Cauca. Nunca había salido de su tierra colombiana, tan solo conocía el mundo exterior por lo que decían las noticias de la televisión, los periódicos y lo que contaban los emigrantes que iban y venían, contando las maravillas de Norteamérica y Europa. A penas había visto los aviones, y hasta le daba miedo volar algún día. Pero esta vez se le puso entre ceja y ceja, que ella también tenía que salir para buscar la fortuna que durante su vida de mujer no había visto ni por asomo. No le importó su edad, ya en camino a transformarse en esas personas que se sientan en el umbral de su casa a ver como el tiempo pasa a través de las sombras de los árboles y el ruido de los objetos pasajeros, esperando que la vida se prolongue hasta que el dios de los grandes cambios se la llevara a su seno.