PÉTALOS de Guadalupe Nettel
De ustedes se dirá que amaron la trizadura.
Nadie va a hablar de belleza.
G. Rojas
PÉTALOS de Guadalupe Nettel
Raúl Hernández
Leo Pétalos, de Guadalupe Nettel. Obsesiones de la fractura cotidiana, ese no ser siendo. Ese paseo en el balcón que marea, en el perro -por ejemplo- que camina con dos rueditas atrás, que son sus patas, son su nueva extremidad.
O quizás, claro, la fotografía de los parpados como una pasión. Esa imperfección que se retrata como si se recogieran semillas en el bosque. Extraña costumbre que se traslada a la búsqueda microscópica del acontecer feroz.
Yo recojo estos pétalos, los voy palpando y oliendo. Van siendo espejos quebrados que permanecen cerca del chiffonier. Un paseo en un enfoque ladeado, como Ciudad Gótica o un encuadre obseso y simple de Raúl Ruiz. Buen encuadre. Las calles se parecen a esto, la normalidad aparente rasguñando el ventanal de las historias incómodas. ¿En qué consiste la belleza del monstruo? En su no darse cuenta. (Mario Bellatin, del epígrafe).
Entonces me sitúo, de pronto, probando la forma cactácea de la vida. Como ese paseo en el invernadero del abandono, como ese esconderse en la botánica del amor.
En ciertos momentos, podemos estar subiendo al podio que pesa y mide la estatura. Se estira el cuello, se afirman y extienden las extremidades. De pronto, no somos el que escribe o mira, sólo una obsesión continua, de olores y accidentes previsibles, como el olfato pensado para tocarte. Ese continuo ascensor. Subiendo, bajando. Un ofrecimiento de un pétalo al pasar.
Las manías y obsesiones pueden no importar. Todos en algún minuto hicieron sonar sus dedos en lo inconcluso, formaron líneas divisorias con el cabello en el suelo. Todas estas noches pueden ser sutiles, como la estela de una polilla al entrar por la ventana. Esa intimidad de la trizadura celeste, ese carrousell averiado que rechina en el parque de diversiones.
Queda la genuina impresión de que es posible recostarse en lo oscuro, como un helecho. Sacudir la alfombra de la noche desde el Palacio de la Danza. Afirmar y poseer la pasión por el burdeo y rojo, el pelo que esconde y su mechón arrancado. Es posible un bezoar, para extirpar ese corazón.
Enviar un comentario nuevo