Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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Ritmos de Vida en Chile

Primera obra de Arte de la Tierra en nuestro país

 

Por Ximena Jordán: ximejordan@gmail.com

 

Introducción

      La cultura andina precolombina en Chile comprendió tanto la zona como las proximidades del Desierto de Ata cama, extendiéndose a lo largo de un enorme y diverso territorio. Durante el período precolombino, la zona andina fue ruta de un constante tráfico comercial, lo que involucró un intercambio cultural que mantuvo a los diversos grupos étnicos existentes conectados los unos con los otros. La estructura social de las unidades lingüísticas andinas requirió de una estricta organización política tanto como de una cooperación a nivel comunitario para lograr domesticar un ambiente solitario y hostil, como es el que corresponde al ecosistema desértico atacante.

      Uno de los medios de comunicación utilizado para mantener esta conexión cintera-cultural a través de las comunidades indígenas en permanente migración y contacto, fueron las pinturas rupestres. Localizadas en puntos estratégicos de las rutas andinas, estas obras de arte esplendorosas indicaron tanto sitios ceremoniales como sectores de intercambio comercial. Asimismo, sirvieran de orientación para las caravanas de los diferentes grupos lingüísticos que transitaban por la zona con motivos comerciales (trueque), sociales (uniones de parentesco) y políticos (reconocimiento de autoridad y cobro de impuestos).

      Emplazada en pleno Desierto de Ata cama, sector donde prevalecen unidades culturales indígenas atacamitas, la obra de arte de la tierra “Ritmos de Vida”[1]es un tributo al pasado precolombino de Chile. En su completitud, la obra Ritmos de Vida está compuesta por tres obras de arte de la tierra ubicadas en el sector denominado llano de la Paciencia; planicie ubicada – literalmente - en medio de la ruta entre la ciudad minera de Calamar y el pueblo atacante San Pedro. Las tres gigantes esculturas que componen la obra están situadas a poca distancia entre ellas. Esta proximidad permite considerarlas como un sólo trabajo de arte contemporáneo, el cual es a su vez un tributo a la cultura indígena local ancestral debido a que dos de estas tres creaciones recogen su inspiración de pinturas rupestres locales, del periodo precolombino.

  Lenguaje Ancestral, por Andrew Rogers. Desierto de Atacama, Chile.  Ritmos de Vida, Andrew Rogers. Desierto de Atacama, Chile.Los Ancestros. Andrew Rogers. Desierto de Atacama, Chile.

 

Arte de la tierra: sus particularidades y alcances

      La obra de arte de la tierra Ritmos de Vida en Ata cama es parte del proyecto de arte de la tierra más extenso hasta hoy ejecutado, el cual también se titular Ritmos de Vida. El autor de este proyecto es el escultor y artista de arte de la tierra Landre Roges, de nacionalidad australiana, quien actualmente reside en la ciudad de Elabore. Con respecto al segmento chileno de esta gran obra, cabe hacer mención de que es la primera vez que Chile es escenario para una obra visual este de singular estilo de arte contemporáneo[2].

      “Arte de la tierra”[3]es la denominación en lengua castellana para la corriente artística que comienza fines de la década de los ’60 en el Oeste de EE.UU, conocida originalmente como landa-arte. Este estilo de arte visual consiste básicamente en obras tridimensionales de gran tamaño, realizadas en paisajes naturales o urbanos, normalmente utilizando materiales propios del lugar. En la gran mayoría de los casos, las obras de arte de la tierra conservan una armonía tanto morfológica como ecológica con el entorno en el cual se sitúan. De esta manera, el arte de la tierra se incrustar en el paisaje donde se inserta, pasando a formar parte de él, transformándolo y complementándolo estéticamente sin producirle un deterioro ecológico. Esta salvaguarda del ecosistema generalmente se logra mediante el adecuado tratamiento de los materiales locales con los cuales trabajan estos artistas y/o con la remoción total de los materiales que no son propios del entorno, una vez que éstos hayan cumplido su función.

      Cuando la obra de arte de la tierra está creada en un paisaje natural, los materiales son generalmente locales. Contrariamente, cuando los materiales son foráneos al entorno de la obra se trata de instalaciones temporales, las cuales serán completamente depuestas cuando pase el tiempo asignado a dicha creación. Debido a que desde sus inicios, el movimiento de arte de la tierra se reconoce comprometido tanto ideológica como prácticamente con la ecología, la acción de dejar de modo permanente materiales que sean invasivos para el entorno no se contempla como práctica aceptada para la creación de arte de la tierra.

            

      A pesar de las diversas y distintivas características del arte de la tierra (entre las cuales he mencionado sólo las principales) es sólo una de ellas la que es indispensable reconocer para que una obra de arte sea ciertamente catalogable como arte de la tierra. Dicha característica es la dimensión, o en palabras más precisas: el tamaño de la obra. Una obra de arte de la tierra debe ser tan grande, que por causa de éste, sea observable en su completitud y en su máximo esplendor tan sólo desde un punto de considerable altura o desde varios metros de distancia. Si la obra no posee estas gigantes dimensiones, no se trata de arte de la tierra sino de una escultura o de una instalación de gran formato.

      El arte de la tierra consiste entonces en agigantar, maximizar; en poner la creación al alcance del espectador pero a la vez hacerla sólo parcialmente visible por el ojo humano. Se trata de jugar con las sensaciones provocadas por la alteración de la dimensión, haciendo que el visitante se sienta mínimo al lado de la grandeza de una creación artística, la cual, sin embargo, no representa visualmente ni la pizca de lo que la imaginación humana puede llegar a concebir y a materializar.

      Probablemente debido a que el movimiento se originó en un país anglosajón, la gran mayoría de los importantes exponentes de arte de la tierra comparten este origen. Por ejemplo, entre los pioneros de este arte encontramos a Robert Smithson y a Nancy Holt (una de las primeras mujeres en el género) ambos provenientes de EE.UU, así como a  Richard Long, de nacionalidad británica.

      Las obras de arte de la tierra pueden ser de carácter permanente, como es el caso de la obra de Andrew Rogers (la cual conoceremos en esta sucesión de artículos) o de carácter efímero, como lo es la obra de la pareja de artistas norteamericanos Christo y Jeanne-Claude, (quienes trabajaron siempre juntos hasta la muerte de Jeanne-Claude en el año 2009). Tanto Rogers como Christo pertenecen al grupo más contemporáneo de artistas de la tierra, es decir, se encuentran en la actualidad activos ejecutantes de su arte. Ambos, a su vez, son de nacionalidad anglosajona.

      Cuando la obra de arte de la tierra es de tipo permanente, su materialidad, ubicación e instalación está pensada para no desaparecer ni deteriorarse durante la mayor cantidad de tiempo posible. Es decir, la obra de arte de la tierra que es permanente no tan sólo altera estéticamente su medio ambiente, sino que modifica sustancialmente el paisaje en el cual se inserta, pasando a formar parte constitutiva de los procesos geológicos y biológicos de éste.

      En el presente análisis descriptivo de la obra de Rogers conoceremos, a lo largo de los tres siguientes artículos, las tres obras de arte de la tierra que componen Ritmos de Vida en el Desierto de Atacama. A estas esculturas gigantes, su creador Rogers las llama geoglifos; vocablo de origen griego que significa “dibujo en la tierra”. Este término se ocupa para denominar a toda figuración en grandes dimensiones hecha por medio de la recolección y reposicionamiento de piedras o de la remoción de terreno, es decir, con materiales obtenidos del mismo suelo donde estas creaciones están emplazadas o al menos de suelos del sector. Algunos geoglifos precolombinos en el Norte de Chile son los de Pintados y el gigante de Atacama[4], ambos ubicados al Noroeste de la ciudad de Iquique.


      Sin perjuicio de la obra de Rogers, el término geoglifo se utiliza principalmente para denominar ilustraciones en la tierra de origen ancestral. Éstas se creaban con objetivos tanto culturales como prácticos, pues además de ser expresión visual estética de la cultura creadora, servían de indicadores de rutas comerciales y de dominación política. Curiosamente, este tipo de geoglifo creado en el pasado también posee enormes dimensiones y es más fácil de contemplar desde el aire o al menos desde una distancia considerable por parte del observador. Consecuentemente, podríamos decir que el arte de la tierra no es una creación cien por ciento contemporánea, pues diversas culturas antiquísimas practicaron esta forma de expresión visual, sólo que con objetivos que trascendían el mero “arte por el arte” que es propio dell arte visual de nuestros tiempos.

 

Los Ancestros

      El geoglifo titulado “Los Ancestros” abarca un cuadrilátero de 90 por 90 metros. Situado en pleno llano de la Paciencia, es de muy fácil acceso pues está ubicado a 2.469 metros de altura, esto es, exactamente a la misma altura que la carretera que le es colindante y que conecta Calama con el pueblo de San Pedro. Afortunadamente, y en parte debido a lo adecuado de su terreno, esta creación cuenta con un mirador de significante elevación y sólida estructura, construido junto con la obra. Éste está disponible para que los espectadores suban hasta una altura suficiente que les permita contemplarla prácticamente en su totalidad.

      

      En cuanto a su forma, Los Ancestros es una obra de arte de la tierra que ilustra a un jefe o a un señor indígena, quien sostiene un cetro en cada mano. El tocado de su cabeza representa su supremacía, mientras que los cetros probablemente indican su posición jerárquica y su función social. La figura representada en esta escultura de arte de la tierra es ilustrativa del concepto de autoridad humana, el cual aparece expresado desde el período precolombino andino llamado Intermedio (aproximadamente entre el 200 y el 1100 d.C). Después de este periodo sobre vendrá la formación de los grandes imperios precolombinos, tales como el imperio Inca.

        

      En este período Intermedio pre-imperial, diversas jefaturas locales y extranjeras luchaban entre ellas para obtener el control político, económico y social de un área particular del desierto de Atacama. Cuando una de estas jefaturas era victoriosa en la batalla, una de las maneras de marcar su nuevo dominio era a través de pinturas rupestres que indicaran y simbolizaran la presencia de un nuevo poder. Una de estas pinturas rupestres es la representada la obra Los Ancestros, la cual conoceremos en la siguiente sección.

 

El Señor de los Báculos: autoridad atacameña del pasado y del presente

      El geoglifo Los Ancestros está inspirado en un pictoglifo (pintura en roca) que se conoce como El Señor de los Báculos. La versión original más intacta de este personaje se encuentra pintada en un sitio arqueológico denominado La Bajada, área del río del Loa, cerca de la ciudad de Calama. Entre la serie de pinturas en  roca que se pueden encontrar fácilmente en dicho sitio arqueológico, hay por lo menos diez diversas representaciones pictóricas del El Señor de los Báculos.

      Los pictoglifos ilustrando al Señor de los Báculos se le atribuyen al horizonte cultural Tiawanaku, el cual se desarrolló entre el año 100 y el 1100 d.C y que extendió su influencia desde los llanos altiplánicos bolivianos hasta todo lo que conocemos hoy como Desierto de Atacama.

              

      La opinión más aceptada por los expertos es que el dios andino Wiracocha, conocido además como Viracocha o Huiracocha es el representado en los pictoglifos que se identifican con el nombre   Señor de los Báculos. En el tiempo andino pre-incaico, Wiracocha era venerado como el dios supremo, quien creó seres a su semejanza. Como la mayoría de los dioses andinos, Wiracocha era nómada; por eso hace sentido su desplazamiento desde los altiplanos bolivianos hasta los planos de nuestro desierto de Atacama. Por otro lado, relatos orales andinos manifiestan a Wiracocha como un sabio y asertivo gobernante a quien la sociedad tiawanakota eleva a la categoría divina para alcanzar un mejor entendimiento de él, así como para facilitar la preservación de sus obras y de sus enseñanzas. Este fenómeno de divinización de la autoridad ocurrió con varios gobernantes pre-incas e incas.

      En consecuencia, no es de extrañar que ambas interpretaciones de Wiracocha hayan coexistido como igualmente válidas: la que lo posiciona como deidad suprema creadora y la que lo considera como un líder determinante en tiempos de la cultura Tiawanaku. Son entonces, interpretaciones complementarias e igualmente válidas para comprender el simbolismo que el personaje Señor de los Báculos manifiesta en cada una de sus múltiples representaciones a lo largo del horizonte andino.

      Considerando la fuente de inspiración de Los Ancestros, podríamos decir que ésta es una obra de arte contemporáneo que demuestra al espectador el nivel de desarrollo político y social que las sociedades precolombinas andinas del desierto de Atacama alcanzaron antes de la conquista europea. Las etapas de la superioridad animal habían ocurrido ya y líderes humanos eran los que determinaban la vida económica/política de las estructuras sociales existentes. Estos líderes humanos se movilizaban de un territorio a otro, alcanzando el conocimiento del entorno natural existente, ejerciendo señorío sobre las comunidades humanas que se les supeditaran y registrando estéticamente estos sucesos a través de la representación gráfica de los dioses o líderes que los identificaban, tales como Wiracocha.

      Sin embargo, Los Ancestros no sólo es un tributo al pasado, sino que asimismo marca enfáticamente la presencia de los atacameños en el Desierto de Atacama de hoy. La comunidad Atacameña local, a través de sus dirigentes, fue quien eligió y autorizó el personaje a representar. Asimismo, esta comunidad indígena hizo materialmente posible la representación en arte de la tierra del Señor de los Báculos, trabajando conjuntamente con Andrew Rogers en la construcción de Los Ancestros. El arquitecto, el topógrafo, el ingeniero geomensor y toda la mano de obra fue de origen atacameño, de residencia local y fueron pagados por sus servicios por el artista. Incluso la traductora/intérprete, quien ejerció una labor fundamental debido a que el artista sólo hablaba inglés, fue una atacameña.

                    

      Con respecto a la mano de obra, ésta estuvo compuesta por artistas de la piedra y obreros constructores atacameños y el pago que recibieron diariamente por trabajar en la construcción de los geoglifos fue más alto que lo que estos trabajadores percibían normalmente por un trabajo de similares características. “Esto fue muy bueno y justo, pues se estaba construyendo en su propia tierra” – recuerda Wilson Reyes, dirigente atacameño quien poseía la representación de la comunidad indígena local en ese entonces (año 2004). Adicionalmente y por mera coincidencia, se acercaban las fiestas patrias en Chile, por lo cual era aún más apropiado pagar a la mano de obra un honorario más elevado que lo que normalmente percibían.

      Wilson Reyes, admite que la negociación entre el artista australiano y la comunidad atacameña, respecto de la construcción de Los Ancestros y de la obra total Ritmos de Vida en Chile, fue la primera etapa (y la más definitoria) del proyecto en Chile. El éxito de esta negociación fue esencial para la prosecución de las tres creaciones que componen Ritmos de Vida en Chile. “El artista en un comienzo quiso realizar una escultura en bronce, muy parecida a la que realizó en el Perú, como parte del mismo proyecto internacional de arte titulado Ritmos de Vida”, relata Reyes, “yo, en representación del pueblo atacameño, me opuse tenazmente a ello. Si el artista iba a construir una obra en territorio tradicional atacameño, iba a hacerlo bajo nuestras condiciones y para el ensalzamiento de nuestra cultura, no sólo para su propia fama. Se dialogó con él al respecto y afortunadamente, él no tardó en aceptar mi propuesta. Ésta consistía en la realización de las instalaciones de arte teniendo como referente dos iconos de arte precolombino atacameño, escogidos por nosotros y obtenidos de sitios de arte rupestre ubicados en las zonas aledañas al Llano de la Paciencia, que es el lugar dónde instalarían las obras. Además las obras se construirían con técnicas de construcción y materiales 100% locales…” aclara Wilson Reyes. Esto, efectivamente, se realizó de ese modo.

      En el siguiente artículo, conoceremos el segundo geoglifo que compone el sitio de arte de la tierra Ritmos de Vida, en nuestro desierto de Atacama.

 

Ximena Jordán

Máster en Curaduría del Arte, Melbourne University

Licenciada en Estética PUC

ximejordan@gmail.com


Notas al pie

 [1]El nombre original de este proyecto de arte la tierra es el título inglés Rhythms of Life.

 [2] Antes que Ritmos de Vida, la expresión estética chilena dentro del territorio nacional que más se acercaba al concepto de arte de la tierra fue un verso del poeta Raúl Zurita trazado en grandes dimensiones en las dunas de Antofagasta. No obstante, su clasificación dentro de este tipo de arte se mantiene en discusión.

 [3] Otra denominación castellana para land-art es la de “arte terrestre”.

 [4] Imagen satelital de este geoglifo disponible en http://www.avistadegoogle.com/170/18/Gigante-Atacama

Acerca de este artículo:

Este artículo está basado en la tesis para la obtención del grado de Magíster en Curaduría del Arte, Universidad de Melbourne, finalizada en Mayo del 2010.

Más información en el artículo: http://www.tell.cl/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=2056, en el artículo de la revista Chile Magazine 2010, pág. 26 en http://www.chilemagazine.com.au(rescatable en pdf desde ese sitio) y en el sitio web del artista http://www.andrewrogers.org

Imágenes: Ximena Jordán y Andrew Rogers. Permisos y derechos reservados.

Referencias bibliográficas:por favor encontrarlas en el último artículo de esta serie titulado "Ritmos de Vida en Chile: Ritmos de Vida" en el número 112 de Escáner Cultural en el link http://revista.escaner.cl/node/1154

  

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