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Carlos Yusti
He vuelto ha leer La pasión según G.H. novela de Clarice Lispector, en una traducción de mi amigo José Carlos De Nóbrega y editada por Fundarte (2014). Había leído la novela en una edición de Monte Ávila Editores(1969) y traducción deJuan Garcia Gayo. En su primer momento me resultó una novela morosa, lenta y un tanto difícil. Esta nueva lectura me la ha devuelto límpida, luminosa y de una decantada poética. La escritora aseveraba que sabía sobre eso que llamaban verdadera novela, no obstante que al leerla, con su trama de hechos y descripciones, sólo se aburría. Por esa razón ella escribía novelas con un sentido de búsqueda y descubrimiento. Con Lispector la novela experimentó nuevos derroteros. Con respecto al argumento de la novela es tan resbaladizo como su personaje principal G.H., quien ha despedido a su sirvienta de la que retiene a duras penas el nombre: Janair. Esto le permitirá afrontar la limpieza de su apartamento. Lo Recorre hasta llegar a ese sitio un tanto desconocido para ella como lo es el cuarto de la criada. “…, aquel cuarto que vibraba en silencio, laboratorio del inferno”. Allí descubrirá en el muro, las siluetas de un hombre, una mujer y un perro dibujadas con un trazo “grueso, hecho con la punta quebrada del carbón”. Pero también, en el armario, encuentra una cucaracha a la que aplasta dejando escapar de su caparazón un liquido blancuzco casi transparente. Todo ello la lleva a una reflexión que es un descenso sinuoso por los infiernos de una vida desgastada en el tedio. Para G.H “El diseño no era un ornamento: era un escrito”. En el prólogo De Nobrega escribe: ”El cielo y el infierno, Tolstoi dixit, intercambian fluidos y se superponen aquí y ahora. G.H. los forja en la cuasi antiséptica habitación de la reina africana que es Janair. El mural garrapateado por la sirvienta, con sus tres personajes inconexos como ciertas esculturas de Giacometti, representa el mismísimo Juicio Final en el que se sumerge la psique de nuestra amiga bien amada. Su infierno es una construcción escritural sin par, pues no amerita del Barroco de Bernini o Loyola para aterrarnos con maestría, sino de una prosa limpia e inmediata que posee la musicalidad atonal del corazón humano en las tinieblas…” Siempre se le consideró una escritora complicada (para minimizarla) con una pequeña cofradía de lectores. No sin razón escribió: ”Lo que estoy escribiendo no es para leer, es para ser”.
Las crónicas y artículos para la prensa por su parte permiten descubrir a una escritora más relajada y con un exquisito humor; entre el desplante inteligente y esa ironía crédula que hurga como jugando en las heridas. En esos textos para Jornal do Brasildejó mínimas señales con respecto al proceso de la escritura. Fue una cuentista también a sus aires y en una de sus crónicas (titulada Cinco relatos y un tema) deja al descubierto su ingenio para Narrar. Hace malabares justamente con eso de las cucarachas. Arma cinco historias breves con el mismo argumento: cierta delicada aversión a dicho insecto. Cada historia breve se cierra de manera distinta y la última es el principio: “La quinta historia se llama Leibnitz y la trascendencia del amor en la Polinesia. Comienza así: Me quejé de las cucarachas.” De todas sus crónicas me gusta una titulada ¿Hasta la Máquina? En ella Lispector escribe: “Mandé a reparar mi máquina de escribir. Insertado alrededor del rodillo (o como quiera que se llame lo que ustedes saben) todavía estaba el papel donde el reparador de máquinas había intentado escribir para ver si ya no tenía defectos. En el papel estaba escrito: s d f g ç l k j a e v que Dios sea loado p oy 3 c”.