Escáner Cultural

REVISTA VIRTUAL DE ARTE CONTEMPORÁNEO Y NUEVAS TENDENCIAS

ISSN 0719-4757
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En septiembre, D21 Galería de Arte nos brinda la gran oportunidad de apreciar un amplio panorama de obras de Ricardo Yrarrázaval, uno de los artistas más influyentes y a la vez más enigmáticos de la escena chilena contemporánea.

A partir del 7 de septiembre, D21 Galería de Arte presenta los trabajos del artista chileno Ricardo Yrarrázaval. Con el escueto título de “Pintura y Gráfica”, la exposición se conforma de obras recientes en técnicas digitales junto a obras de las últimas tres décadas realizadas con diversos materiales. Esto nos permitirá apreciar un amplio panorama de la producción de este trascendente artista, destacando su acabada técnica y la solidez expresiva de sus imágenes, que en su parquedad y sin hacer uso de la anécdota ni de artificios, logra transmitir una atmósfera de inquietante silencio, abierta a múltiples interpretaciones.

En su larga trayectoria plástica, Ricardo Yrarrázaval (Santiago, 1931) se ha caracterizado por una prolífica producción que aborda de manera singular la figura humana. Con estudios en bellas artes en Italia y Francia durante los años 50, desarrolló por mucho tiempo en Chile la técnica de la cerámica, siendo discípulo del escultor Raúl Valdivieso, con quien perfeccionó su oficio. Regresó a Europa en 1957 para trabajar en un famoso taller de Vallauris (Francia), por el que también pasó Pablo Picasso. Posteriormente estudió pintura con John Duguid en Londres y en 1966 recibió la Beca Guggenheim, que le permitió estudiar durante un año en Nueva York. Después de este reconocimiento, Yrarrázaval ha recibido innumerables premios en Chile, uno de los últimos fue el Premio Altazor 2003, en la categoría de Pintura.

Fue después de esta etapa juvenil y muy inmerso en el oficio escultórico a través de la cerámica, que Yrarrázaval se adentró en la pintura, el dibujo y el pastel, producto en gran medida, de un extenso viaje que realizó por países de Sudamérica. Luego de recorrer el altiplano, brotó una pintura telúrica, de tendencia abstracta, destacando su manejo del color y la composición. Más tarde se dedicó a la figura humana, motivo que aborda hasta la actualidad.

Su quehacer ha sido extremadamente diverso en relación a la experimentación técnica, pasando por la cerámica primero y luego el pastel, el óleo, el esmalte y técnicas gráficas y de grabado como el frottage y la litografía. Desde la década de los ’90, utiliza el computador en su trabajo creativo, lenguaje que abordó a raíz de una prescripción médica que le prohibió seguir manipulando pigmentos y que el artista revirtió de manera fecunda, al comenzar la exploración digital sin nunca abandonar su expresión pictórica.

La experimentación en diversos lenguajes le ha permitido desarrollar y enriquecer su temática recurrente: la figura humana, el hombre contemporáneo sumido en el individualismo y la soledad. Son característicos sus personajes – iniciados en la década del ’60 - que reflejaban su visión de un mundo deshumanizado y de una sociedad mercantilizada, una visión que en la actualidad cobra absoluta vigencia. Sus obras muestran al burócrata de cuello y corbata, sin rasgos identificatorios; sujetos sin rostro, personajes anónimos que representan al hombre-masa, al ente urbano que vive incomunicado de sus pares.

Esos enigmáticos personajes se han constituido en la rúbrica del artista, los que hacen su obra reconocible y que- de alguna manera- reflejan la soledad en que ha trabajado Yrarrázaval durante décadas. Sumido en el silencio del taller, alejado de los medios y las entrevistas, persistiendo en un imaginario que lo obsesiona y ajeno a las tendencias de moda y a cualquier coqueteo con el circuito del arte. Su quehacer ha sido totalmente independiente, sin adscribirse a ningún grupo artístico ni académico; es su obra la que ha hablado por él durante toda su trayectoria.

En la exposición “Pintura y Gráfica” que presenta en D21 Galería de Arte entre el 7 de septiembre y el 13 de octubre, están presentes estos personajes siempre solitarios, de rostros borrosos y con algo de fantasmagórico. Además, están las figuras femeninas recortadas y los fragmentos de cuerpos esquemáticos con trajes formales, que le dan un aspecto de uniformidad.

Son obras que obtienen el máximo rendimiento expresivo con pocos recursos, con coloridos monocromos, puntos de vista frontales, composiciones simples y en las que, no obstante, la manipulación de los recursos técnicos logra transmitir una elocuente carga de misterio y desazón.

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