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CUANDO EL PÁNICO ASCIENDE
Desde Chile: Gonzalo León
Cuando despierto y no tengo nada qué hacer por la mañana, trato por todos los medios de no bajar en ascensor. Si lo hago -pues debo ir al correo central a enviar una carta o al supermercado Montserrat a comprar verduras frescas-, lo tengo que hacer en un ascensor marca Guillemi. En general no tengo problemas para viajar en ascensor, siempre y cuando éste sea un Otis o un Schindler, pero un Guillemi que escasamente posee un servicio de asistencia técnica no me parece seguro. Por eso es que todos los días que bajo al centro pienso que el ascensor se va a caer. Y como por lo menos cuatro veces al día durante cinco días de la semana debo hacerlo, al menos 80 veces en el mes muero a causa de Guillemi, el sicópata de mi edificio.